Cultura

La trayectoria de un actor emblemático

La trayectoria de un actor emblemático

Hijo de padre de origen judeo-alemán y madre católica con raíces húngaras, cursa sus estudios elementales en "Malven Grammar School" y en "Shaker Heights School". En 1942 ingresa en el Kenyon College universitario y, al año siguiente, se alista en la Marina. En las bases de Okinawa y Guam cumplió el servicio militar entre 1943 y 1945. Tras servir en la marina de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, volvió a Kenyon, donde se graduó en Ciencias Económicas y formó parte del equipo de fútbol americano.

Atraído por la interpretación se unió a una compañía de teatro de Illinois, la "Woodstock Player's", donde trabajaba la que sería su primera esposa, Jacky Witte, madre de sus hijos Scott, Susan y Stephanie, y de quien se divorció en 1958, tras nueve años de matrimonio. Newman estudió interpretación en la prestigiosa Universidad de Yale y en el no menos mítico Actor's Studio de Lee Strasberg en Nueva York, donde coincidió con otras jóvenes promesas que tambien se hicieron un nombre en el cine de Hollywood: James Dean, Steve McQueen, Lee Remick, Geraldine Page, etc. En 1953 debutó en Broadway con la obra de William Inge Picnic, que permaneció catorce meses en cartel.

Cine

Tras varios papeles de extra, figurante esporádico y secundario con poco papel en varias series de la TV norteamericana ("Suspense" en 1949, "The web" en 1952), prueba suerte en el cine. Su primera película, El cáliz de plata (1954) de Víctor Saville, cinta bíblica de lujosa producción y regulares resultados a nivel de crítica y público en su estreno donde compartía cartel con Pier Angeli o Virginia Mayo, ha sido descrita por el propio Newman como "la peor película de la década". Su primer éxito le llegó dos años después con un film de enorme repercusión a nivel internacional: El estigma del arroyo (1956) de Robert Wise, en la que encarnó al boxeador Rocky Graziano en un papel al que también optaba Steve McQueen, y brillaba con una interpretación bastante notable al lado de dos jovencísimos Pier Angeli y Sal Mineo. Ese mismo año, logra destacar en un film de ambiente judicial basado en una obra de Billy Wilder: se trata de la notable Dios es mi juez (de Arnold Laven, donde Newman trabaja con Walter Pidgeon y Wendell Corey en una trama de traiciones en el ámbito del espionaje militar. En 1957 repite con el director Robert Wise en un melodrama criminal donde comparte cartel con dos bellísimas Joan Fontaine y Jean Simmons: se trata de Tierra sin hombres, en su momento no estrenada en cines en Europa pese a su indudable atractivo y que en Uruguay fue un éxito de taquilla en el cine Metro; y también en ese año estrena la biografía musical de la cantante Helen Morgan (que luchó por salir del alcoholismo estando en la cumbre de su carrera) titulada Sufrir fue mi destino (de Michael Curtiz), al lado de la recordada actriz Ann Blyth y que en nuestro país llegó tres años después.

Tras esta cinta, Newman rueda cuatro films importantes que se estrenan en 1958: Un gato sobre el tejado caliente (de Richard Brooks), adaptación de la espléndida obra teatral de Tennessee Williams que marcó toda una época y que pone al actor en el "mapa" de la industria cinematográfica estadounidense por su impecable encarnación del atormentado hijo de un rico empresario enfermo, por su perfecta química en pantalla con una turbadora Elizabeth Taylor, y por no dejarse robar ningún plano frente a característicos del talento de Burl Ives o Jack Carson; El temarario (de Arthur Penn), revisión desmitificadora del legendario Billy el niño que solo triunfó en Europa pero que hoy es considerada película de culto y donde el actor realiza una composición bastante acertada; El largo y cálido verano (o Noche larga y febril, horrible título con que se estrenó en Uruguay en aquellos años), drama sureño nuevamente basado en Tennessee Williams y de generoso presupuesto, donde Newman trabaja por primera vez con Martin Ritt -uno de sus directores favoritos y cómplice de buena parte de su carrera profesional- y con la bella Joanne Woodward (que acababa de ganar el Oscar a la mejor actriz dramática por una memorable interpretación de mujer con desdoblamiento de personalidad en el clásico Las tres caras de Eva (1957, de Nunnally Johnson), de la que se enamora, además de compartir secuencias con sólidos compañeros como Orson Welles, Tony Franciosa, Angela Lansbury y Lee Remick; y El inconquistable sexo débil (de Leo McCarey, comedia fresca y agradable pero no muy redonda, no especialmente recordada hoy, a no ser por la presencia de una exuberante Joan Collins).

En 1959 estrena un melodrama convencional y poco visto pero digno de atención (Angustia de un pasado, de Vincent Sherman), y al año siguiente vuelve a trabajar con Joanne Woodward en un melodrama de mayor relieve pero mediano éxito (Desde la terraza de Mark Robson, en el que ambos coinciden con Myrna Loy y Peter Lawford). No obstante, vuelve a dar en la diana cuando entra en el reparto de una de las superproducciones más costosas y famosas de la historia: la adaptación del best seller de Leon Uris Éxodo (1960) que produce y dirige el célebre cineasta Otto Preminger. Aunque tachada de sionísta por algunos, la cinta logra recrear en parte la realidad de la creación del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial, y cuenta con inolvidable reparto: Eva Marie Saint, Ralph Richardson, Sal Mineo.

El año 1961 parece dar un revés a la joven estrella, al estrenar dos cintas que pasan sin pena ni gloria: por un lado, la célebre pero en su momento algo incomprendida El audaz de Robert Rossen (ahora se encuentra como El precio del dinero en formato DVD), una de las mejores muestras del llamado "cine de perdedores" en la que tanto Newman como Piper Laurie, George C. Scott y Jackie Gleason logran magistrales actuaciones; y por otro, su segundo film con Martin Ritt donde encarna a un joven músico de jazz que viaja a París vive de noche (Sidney Poitier) y ve actuar al mismísimo Louis Armstrong: Un día volveré, film de poca solidez narrativa y dramática pero que conserva cierto encanto. Pero, desde 1962 en adelante, Newman va encadenando un éxito tras otro, en títulos destacados como Dulce pájaro de juventud (Nueva adaptación de Tennessee Williams que supone para Newman reencontrarse con el gran director y guionista Richard Brooks, y que pese a las imposiciones de la censura estadounidense para con el texto original le permite ofrecer una de sus mejores interpretaciones, sin desmerecer a sus compañeros de reparto -entre los que sobresalen Shirley Knight, Geraldine Page y Ed Begley-), El dulce pájaro de la juventud (de nuevo a las órdenes de Ritt en una de sus colaboraciones más famosas, donde el actor comparte protagonismo con Richard Beymer), El indomable (1963, de nuevo bajo las órdenes de Martin Ritt y acompañado de los consagrados Patricia Neal y Melvyn Douglas en un drama psicológico enclavado en un ambiente rural y enmarcado en el mundo de los perdedores que tiene alcance), Un nuevo modo de amar (comedia ligera dirigida por Melville Shavelson donde vuelve a coincidir con su ya esposa Joanne Woodward, y con una estupenda Thelma Ritter, El premio (cine de intriga claramente influenciado por el estilo de Alfred Hitchcock basado a su vez en un best seller de la época, realizado por Mark Robson y co-protagonizado por una deliciosa Elke Sommer) y Cuatro confesiones (de nuevo con Martin Ritt).

Su consagración definitiva como estrella de Hollywood se da en 1966 con su participación en una superproducción de cine negro que hace historia El blanco móvil (de Jack Smight supone una renovación formal y estilística de un género ya en decadencia pero que este film actualiza, y la crítica internacional arropa un film brillante que contaba también con Lauren Bacall, Shelley Winters, Janet Leigh, Arthur Hill, Robert Wagner, Julie Harris.

Ese mismo año, Newman rueda su único film con Alfred Hitchcock: Cortina rasgada, al lado de Julie Andrews, que supone un fracaso comercial bastante inmerecido y que cuenta una interesante trama al hilo de la Guerra Fría.

De aquí en adelante, la carrera del actor se consolida con películas de renombre y otras menos logradas pero de buena acogida: Hombre de Martin Ritt (western psicológico donde Newman tiene un inolvidable duelo interpretativo con Fredric March y Richard Boone), La leyenda del indomable de Stuart Rosenberg (primer título del actor con este director, que será uno de sus talismanes en los 70, y todo un clásico del género carcelario de todos los tiempos, donde el actor queda inmortalizado junto a George Kennedy, Jo Van Fleet o Strother Martin), Rachel, Rachel (que supone su debut en la dirección, y una de las mejores radiografías de la condición femenina en la norteamerica profunda, y otorga a Joanne Woodward una de sus mejores creaciones), Buthc Cassidy de George Roy Hill (primera reunión de Newman con este director y con Robert Redford para uno de los films clave de los 60 que revisitaba e innovaba en el western crepuscular y lograba uno de los mayores taquillazos de la década, suponía el descubrimiento de la malograda Katharine Ross y arrasaba en la entrega de los Oscar), Quinientas millas de James Goldstone (reuniéndose de nuevo con su esposa en un film de carreras de autos), La fuga de los generales de Jack Smight (mediocre thriller británico donde Newman sale airoso junto a Andrew Duggan y Sylva Koscino frente a un guión bastante flojo), El corazón lleva una másca de Stuart Rosenberg (su peor película pese a trabajar con su esposa y la inevitable química entre ambos), Casta invencible (su segundo film como realizador, logrado drama familiar con los rostros de Henry Fonda, Lee Remick, el hoy olvidado Michael Sarrazin y el propio Newman), El juez del patíbulo de John Huston (en su primer encuentro con este enorme director), Plata dulce de Stuart Rosenberg (western otoñal infravalorado por la crítica, donde Newman trabajaba con Wayne Robson y Lee Marvin en un film luego imitado hasta la saciedad), El golpe de George Roy Hill (que supone la segunda película de Newman-Redford y todo un fenómeno social en el momento de su estreno), y El emisario de Mackintosh de John Huston (thriller casi británico no maravilloso pero redimido por la actuación de Newman, James Mason y la fascinante Dominique Sanda). Punto y aparte merece su tercera película detrás de las cámaras: El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, de nuevo con Joanne Woodward como protagonista absoluta, supone el reconocimiento de crítica y público a nivel internacional.

Con Infierno en la torre (1974), de Irwin Allen y John Guillermin, al lado de otras estrellas como Steve McQueen, Faye Dunaway o Richard Chamberlain, se mete en la moda de ese entonces: el cine catástrofe. Su siguiente proyecto es una secuela de "Harper" que tiene buen tono narrativo: La piscina mortal (de Stuart Rosenberg). Sin embargo, con este film se inicia una especie de irregularidad en la carrera del intérprete, y la calidad de sus films posteriores empieza a ser más irregular: Buffallo Bill y los indios (1976), bajo las órdenes de Robert Altman, divide a crítica y público pese a conseguir el Oso de Oro en el Festival de Berlín y a la innegable calidad de algunas escenas y a su gran reparto (Joel Grey, Geraldine Chaplin, Harvey Keitel

Todo vale (1977), de George Roy Hill, sólo consigue atrapar al público medio con una historia sobre el hockey donde Newman depura su método interpretativo para los papeles ligeros y brilla al lado de Melinda Dillon y Michael Ontkean; Al filo del tiempo (1980), de James Goldstone, intenta resucitar un cine de drama-catástrofe que empieza a caer en el olvido con Newman, William Holden, Jacqueline Bisset y Burgess Meredith como mayor reclamo; Infierno en el Bronx (de Daniel Petrie), es un mero vehículo de lucimiento para el actor, de convencional trazado pero con un par de escenas memorables y excelente interpretación de Edward Asner; el telefilm La caja oscura, que continua su línea de cine comprometido en la dirección, esta vez tratando la historia de las personas que sufren enfermedades mentales; y Ausencia de malicia (1981), de Sydney Pollack, drama político donde Newman borda en un cambio de registro un papel de (presunto) cínico-liberal-corrupto emparejado a la siempre destacada Sally Field.

En 1982 el cotizado actor resurge para ofrecer una de las mejores interpretaciones de toda su carrera, nominación al Oscar incluída, en la fenomenal Será justicia de Sidney Lumet. Basada en un guión de David Mamet y con estructura teatral, Lumet construyó una pieza de enorme solidez, contundente y patética que deslumbra por su sencillez narrativa, los grandes trabajos de dos inmensos Charlotte Rampling, Jack Warden, James Mason y Milo O´Shea y su confeso coqueteo con el eterno cine de perdedores, tan querido por el cine norteamericano clásico. La historia de un abogado fracasado que se encuentra con un caso fácil en apariencia pero con trasfondo de poder -sin comparar con cómo se hubiese rodado en plan telefilm de sobremesa-, logra conmover de principio a fin. Tras este alabado papel, Newman reactiva su carrera y logra la respetabilidad definitiva con Harry e hijo (parcial autobiografía en sus relaciones con su hijo mayor, con el que salda cuentas a través de la realización del film) y, sobre todo, con la revisitación de El color del dinero que Martin Scorsese le brinda en 1986: El color del dinero le otorga un merecidísimo Oscar al mejor actor, a la par que su último gran trabajo en pantalla. En 1987 rueda su último film hasta la fecha como director: una adaptación de El zoo de cristal de Tennessee Williams que recibió buenas críticas y que, ciertamente, se ve con interés por resultados y reparto (Joanne Woodward, Karen Allen y John Malkovich).

El actor siguió rodando films, la mayoría en colaboraciones de lujo o papeles co-principales, entre los que destacan títulos como Crespusculo de Robert Benton, (con un magnífico Newman secundado por Susan Sarandon y Gene Hackman), y Camino a la perdición (2002) de Sam Mendes, junto a Tom Hanks y Jude Law.

Por su aspecto bien parecido y sus hermosos ojos azules, Newman pudo haber sido un importante actor de cine romántico, pero buscó algo más que eso. Newman fue uno de los pocos actores que tuvieron una buena transición entre el cine convencional y moralista de los 50, y el cine más libre y comprometido de los últimos 60 y 70 del siglo XX.

Su última aparición corresponde al film de animación Cars, en la cual aporta voz a Doc Hudson, uno de los personajes. El 25 de mayo de 2007, a sus 82 años, anunció su retirada definitiva del mundo del cine.