Entre el Mar Dulce y las Canteras, Bajofondo en el Teatro de Verano
Noche clara y algo fresca. Localidades agotadas para ver al colectivo argento - uruguayo Bajofondo que cerraba su gira mundial que los llevó de Tokio a Mendoza, haciendo escalas varias en Europa. Con un show a prueba de escenarios venían de tocar en pequeños recintos y en mega festivales el grupo desembarcó en el Teatro de Verano con un montaje escénico continuador de su línea musical, compuesto por austeros telones negros combinado con cristalinas pantallas que reproducían imágenes y videos de alto vuelo. Por Diego Zas
La banda salió a escena posicionándose con una primera línea integrada, de izquierda a derecha, por Luciano Supervielle en teclados y scratches, Gustavo Santaolalla en guitarra, Javier Casalla con su violín, Martín Ferres en bandoneón y Verónica Loza disparando las imágenes que se veían en las pantallas. Unos pasos más atrás, inclinado sobre el contrabajo se ubicaba Gabriel Casacuberta. La línea de fondo tenía a Juan Campodónico alternando entre PC y viola y Adrián Sosa en la batería.
Amparados en un sonido de una nitidez pocas veces escuchado por estos lares, los músicos llevaron el recital a puro clima y vaivén. El repertorio se nutrió básicamente de temas de sus dos trabajos. La música entró y salió del tango a la pista de baile de forma absolutamente armónica, a tal punto que desconcertaba al público que se debatía entre el saltito electrónico y el disfrute melancólico del 2X4. Casalla y Ferrés se robaron el show con su mix perfecto de arrabal y swing bailable, dejando "chiquitos" a sus instrumentos. Campodónico y Santaolalla calentaron las gradas con arengas y agites y el resto del grupo le marcó el pulso a la noche. Ni siquiera faltaron los bailarines, un par de secuaces del grupo, que se adueñaron del escenario como si estuvieran en el climax de una rave.
Y hubo tiempo para invitados y sorpresas. Supervielle mechó su música y sus rapeos en francés. Santaolalla jugó de Daniel Melingo voz recurrente del grupo, ausente en la velada y aprovechó para tocar una de su repertorio, el tema de Ushuaia a la Quiaca, incluido en la banda sonora de "Diarios de Motocicleta". Hubo voces del más allá como las de Goyeneche y Zitarrosa, cuyo recitado sampleado generó un aplauso cerrado, como si se tratara de un noche de carnaval en el Teatro.
Otro que dijo presente fue Fernando Santullo (L Mental para los seguidores del Peyote Asesino). Entró un poco frío para cantar en Ya No Duele, tema del último disco, Mar Dulce. Recién sobre el final de la canción pudo calentar el cuerpo y la garganta, como pidiendo una más... cosa que se dio al promediar el show con LA sorpresa de la noche. Sonaron los primeros acordes de Mal de la Cabeza, clásico del Peyote, y Santullo volvió a escena, ladeado por su vieja dupla en vocales, Carlos Casacuberta, para sacudir a las 5.000 personas que abarrotaron el Ramón Collazo. Tres Peyotes y un Platano Macho (Supervielle) generaron un flashback colectivo hacia la década de los 90, cuando el hip hop intentaba conquistar Montevideo.
Luego, el tango y el dance fluyeron sin interferencias hasta el final del recital, que fue con Pa Bailar, la síntesis más acabada de los dos géneros que el colectivo ha compuesto. Un cierre de show con una multitud de personas que invadió el escenario, trasformándolo en un verdadero dancefloor.
Hubo algún bis más antes de cerrar definitivamente el show, que dejó más que satisfecho a un público difícil de complacer, por lo heterogéneo, que aplaudió a rabiar a lo largo de toda la noche.
(Foto: M. Singer)