Entrevistas

"Azzini es él mismo una típica historia uruguaya que sigue aportando a Uruguay"

"Azzini es él mismo una típica historia uruguaya que sigue aportando a Uruguay"

"Fue un hombre que tuvo visión para ver cuál era el rumbo que tenía que tener el país. Y el rumbo que él le marcó es el que está vigente hoy". Así definió En Perspectiva a Juan Eduardo Azzini el periodista Graziano Pascale, quien publicó su libro "Azzini, una historia uruguaya". El autor contó que se trata de "un repaso de la historia uruguaya de la mano del propio Azzini. En tanto, quien fuera ministro de Hacienda durante el primer gobierno del Partido Nacional, en 1959, afirmó que su equipo se propuso "ordenar el país y ponerlo al día". Además, señaló que la instalación del puerto atlántico en Rocha "era uno de los temas que la CIDE entendía como importantísimos para el país".

(Emitido a las 8.51 horas)


EMILIANO COTELO:
No fueron fáciles los momentos que debió vivir el contador Juan Eduardo Azzini durante su gestión como ministro de Hacienda del primer gobierno blanco, a partir de 1959.

La reforma cambiaria y monetaria que él promovió despertó debates apasionados y muy crudos a nivel político, en la opinión pública y en el ámbito académico.

El cuestionamiento fue tan duro, incluso de parte de su propio partido, que Azzini se vio obligado a dejar la función pública en 1965, cuando se sumergió en un largo período de ostracismo.

Sin embargo, según el contador Enrique Iglesias, aquella reforma aparece hoy como "un paso visionario y racional que se anticipó en el tiempo a políticas económicas que luego fueron adoptadas por la mayoría de los países de la región".

¿Qué huella dejaron aquellos cambios en nuestro país? Por otra parte, ¿qué implicó el trabajo de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), que Azzini también impulsó? ¿Cómo evalúa aquellos hechos hoy el propio Azzini, a sus 91 años de edad?

Vamos a charlar de estos temas a partir del libro "Azzini, una historia uruguaya", escrito por el periodista Graziano Pascale, que publicó hace pocas semanas la editorial Fin de Siglo.

***

EC - ¿Por qué decidiste publicar este libro en este momento?

GRAZIANO PASCALE:
Todo momento es bueno para publicar un libro de estas características, pero cuando pasaron 50 años de un acontecimiento histórico como fue la victoria del Partido Nacional (PN) luego de 93 años de estar en el llano, y el comienzo, luego de esa victoria, de una profunda reforma económica y también política, pero sobre todo económica, nos pareció que era un momento como para aproximarse al hecho con una visión más de periodista que de historiador, porque esa ha sido mi profesión toda la vida activa. Y lo hice con mucho entusiasmo, porque son recuerdos que están asociados con mi primera infancia; yo escuchaba hablar de Azzini, del gobierno de los blancos en mi casa, una casa de inmigrantes italianos de clase trabajadora, entonces eso siempre estuvo en mi inconsciente –o en mi conciencia, quién sabe–. Y llegó el momento de poner negro sobre blanco toda esa historia.

EC - El libro no es una biografía de Azzini; tampoco es una crónica de su gestión como ministro de Hacienda. Es más que eso, y el título –un título que juega con las palabras– lo da a entender: "Azzini, una historia uruguaya". ¿Por qué le pusiste ese título?

GP - Siempre buscamos que las palabras tengan más de un sentido. Como hay muchos lectores, muchos intérpretes, uno tiene que tratar de llegar a todos y las palabras tienen esa cosa mágica de despertar en cada uno de nosotros visiones o sentimientos distintos.

Primero, me pareció que Azzini como persona, como personaje, como protagonista de esa historia, es él mismo una típica historia uruguaya. Y cuando digo historia uruguaya me refiero a lo mejor de esa historia uruguaya, sobre todo a la historia uruguaya escrita y construida en el Siglo XX. Ese hombre de origen muy humilde, de profundas raíces italianas, de una de esas familias sin tradiciones en Uruguay, llegada a fines del Siglo XIX, principios del Siglo XX, y que desde ese hogar de gente trabajadora, de gente llena de ganas de abrirse camino en la vida, llega a ser nada más ni nada menos que ministro de Hacienda. Y como dijo Haedo, durante esos cuatro años de gobierno, en una interpelación cuando se lo quería tocar: "Azzini es el gobierno". Ese hombre llegó a ser el corazón del gobierno en un país que, entre otras cosas, por esa razón mostraba al mundo una cara democrática como en pocos lados se puede encontrar.

Entonces, una historia uruguaya, porque él es una historia uruguaya, y al mismo tiempo porque el libro, desde mi punto de vista, también es un repaso de la historia uruguaya del Siglo XX de la mano de Azzini, que nació en el año 1917, pocas semanas antes del estreno del tango La Cumparsita. Cuando Azzini nació ni siquiera se había empezado a construir el Palacio Salvo, estaba el bar La Giralda allí; no estaba el monumento a Artigas en la Plaza Independencia, no se había empezado a construir el Palacio Legislativo. Y ese Azzini, hoy con 91 años, sigue siendo un ciudadano activo que sigue aportando a Uruguay.

EC - El libro, además de detenerse en Azzini, se detiene en la historia uruguaya. Es una historia uruguaya de todos esos años comentada por Graziano Pascale...

GP - ...De la mano de Azzini...

EC - ...Pero también con tus propios puntos de vista.

GP - Es inevitable, uno hace estas cosas porque también quiere dar sus puntos de vista. Pero Azzini es el hilo conductor, y no podría haber elegido uno mejor, porque Azzini es un personaje muy singular: es un hombre apasionado por la historia, en materia económica, como lo dice Enrique Iglesias en el prólogo, fue un adelantado, en un momento en que no se hablaba de economía en el país. La economía era una ciencia un poco extraña, había contadores o tenedores de libros, como se decía, pero la economía era una cosa todavía en pañales. Fue un hombre que tuvo visión para ver cuál era el rumbo que tenía que tener el país. Y el rumbo que él le marcó es el que está vigente hoy. Es difícil encontrar otro hombre que haya acompañado esos hechos; además, tiene una visión muy personal, muy particular, y una memoria prodigiosa. Fue un placer conversar con él durante muchos días en los meses de marzo y abril de este año y luego transcribir, recopilar esas conversaciones y seguir comentando los manuscritos del libro. Fue un placer para mí, y un privilegio.

EC - Recordemos cómo era el contexto de Uruguay en el año 1958, cuando ganó el PN. Teníamos un país estancado económicamente, con inflación, con desabastecimiento, con respuestas desde el Estado caracterizadas por una hiperregulación, con el Partido Colorado (PC) muy desgastado. ¿Qué más?

GP - Una agitación social como nunca había visto Uruguay hasta ese momento, que había tomado las calles. Como lo que está pasando ahora en Grecia, por ejemplo, y como lo que pasó en Uruguay en los años 60, 70. Toda esa efervescencia callejera, ese protagonismo juvenil, ese protagonismo sindical empezó en esos años. Consecuencia, entre otras cosas, de los estertores de un régimen que a través de esos mecanismos que tú reseñabas había quedado sin respuestas. Con esos mecanismos, con esas herramientas, Uruguay había caminado durante 20 o 25 años del Siglo XX, pero eso ya no daba respuestas. En alguna parte del libro se menciona que en ese cuatrienio anterior a la victoria del PN, por día, sumando jubilados y funcionarios públicos, entraban 200 o 300 personas. El incremento de funcionarios públicos y de jubilados en el último cuatrienio del gobierno batllista fue una cosa inconmensurable, que supera cualquier lógica, cualquier sentido común...

EC - ...Tú das un número promedio en el libro: 1.000 nuevos nombramientos de empleados públicos y jubilaciones durante todo el cuatrienio.

GP - Si uno suma todos los jubilados y todos los funcionarios públicos nombrados o que accedieron a la jubilación en esos cuatro años, da 1.000 personas por día. Obviamente, eso es una clientela electoral; antes se decía así, ahora se llama política redistributiva; cada tanto los nombres cambian, pero básicamente es lo mismo: usar dineros públicos para conseguir votos. Y qué cantidades y qué números, 1.000 por día. Cualquiera puede ganar una elección así: si uno multiplica 1.000 por cuatro personas, que es el núcleo familiar de un funcionario público o un jubilado promedio, tiene una cantidad de votos increíble. Y sin embargo fue la peor derrota electoral del PC en toda la historia: perdió por 120.000 votos. Ese Uruguay era el que empezaba a hacer agua y se manifestaba a través de esa agitación callejera. Fue el año en que se aprobó la ley orgánica universitaria, los sindicatos tomaron la calle, había conflictos todos los días. En ese contexto, el PN se presenta no tanto como un partido clásico que lucha contra otro partido, sino básicamente como una gran coalición...

EC - ...La clave del triunfo del PN fue el acuerdo Herrera-Nardone...

GP - ...Que a su vez es el reflejo de una división en la base electoral del PC. No a nivel de dirigentes, hubo una decisión de dirigentes. El doctor Alberto Demicheli, que había sido ministro del Interior de la dictadura de Terra y que tenía una fracción importante dentro del PC, de 20.000, 25.000 votos, se separó del lema. No era un dirigente muy significativo, pero era importante. Demicheli votó fuera del lema PC y del lema PN, y el grueso de gente que acompañaba a Nardone, que provenía básicamente del interior y de Montevideo, conformó ese aumento explosivo del PN. No es que todo Uruguay se haya hecho blanco, sino que los uruguayos vieron en el PN una salida a la situación, en la que no se veía salida dentro del régimen.

EC - A su vez, el PN tenía a la UBD, y el resultado electoral de 1958 implicó que la mayoría fuese para el acuerdo Herrera-Nardone...

GP - ...En la madrugada.

EC - Está esa anécdota pintoresca de que la gente de la UBD festejó en la noche y en la mañana siguiente se enteró de que había ganado el otro sector del partido.

GP - Cuesta imaginar cómo era ese clima, porque el PN venía de más de 20, 25 años de una división en dos lemas distintos. En el año 54 la herida comenzó a cicatrizar, empezó la costura con la vuelta al lema de un sector que militaba en el Partido Nacional Independiente de la mano de Daniel Rodríguez Larreta y los hermanos Washington y Enrique Beltrán. En ese grupo estaba también Wilson Ferreira Aldunate. En el 58 vuelve al PN la fracción que había quedado fuera, y de esa manera se conforma la UBD como un tronco muy poderoso para enfrentar a Herrera, quien vio en la alianza con Nardone la única posibilidad de poner freno a esa mayoría que le habría arrebatado el control del partido.

EC - Eran tiempos de colegiado.

GP - Sí, un gobierno que no funcionó como sistema. Cuando uno rasca en la historia se da cuenta de que más allá de los ditirambos del Colegiado que se puedan haber tejido en las épocas de Batlle, en el fondo no fue más que un intento de José Batlle y Ordóñez de dejar todo medio atado cuando él no estaba en el gobierno, es decir, no dejarle a nadie el poder en sus propias manos, sino dividir lo más posible. Y cuando volvió el Colegiado, en el 52, fue una especie de truco de Luis Alberto de Herrera para meterse allí, para introducir una cuña en el PC, que de no haber recibido esa vuelta al Colegiado seguramente habría entronizado a la figura de Luis Batlle Berres. En política siempre, detrás de todas estas grandes fórmulas, ideas y cuestiones de arquitectura política, en el fondo no hay más que lucha por el poder.

***

EC - En el libro tú destacas que, "por curioso que pueda resultar, el PN ganó las elecciones de 1958 sin presentar un programa de gobierno ni un equipo técnico con probadas credenciales para implementarlo, si el mismo se hubiera elaborado en silencio, que tampoco era el caso". ¿Por qué pones ese énfasis?

GP - Si uno mira la política de los años 50, desde los principios del Siglo XXI, le llama la atención. Ayer, uno abría los diarios y todos los candidatos de los partidos fundacionales del país presentaban sus propuestas de gobierno, y la izquierda, que fue siempre la avanzada y la vanguardia en esta cuestión programática de la política, está un poco rezagada. Fue una especie de victoria de la izquierda imponer una manera de hacer política que no era la común en el país. Creo recordar que el primer antecedente en un partido histórico, en un partido fundacional de un programa de gobierno lo hizo Wilson en 1971 con "Nuestro compromiso con usted".

EC - La campaña del PN se hizo, básicamente, con la crítica al gobierno colorado.

GP - ¡Y qué crítica! Las cosas que se decían y que se escribían, incluso los propios correligionarios... Hay que leer la colección del diario El Día o del diario Acción, dos diarios del PC, uno de la Lista 14 y otro de la Lista 15, para ver las cosas que se decían mutuamente entre los dos sectores...

EC - ...En ese contexto también es interesante cómo se selecciona a Azzini para el cargo de ministro de Hacienda. Azzini era votante del PN, era seguidor de Luis Alberto de Herrera, pero no tenía militancia política; se desempeñaba como funcionario de carrera en la Inspección de Hacienda del Ministerio y era profesor titular en la Facultad de Ciencias Económicas, donde dirigía el Instituto de Finanzas Públicas. Y resulta que, según se cuenta en el libro, Azzini, junto a varios de sus colaboradores, y por iniciativa propia, había elaborado una carpeta titulada "Para un nuevo gobierno". Un documento que contenía ideas y sugerencias sobre reforma cambiaria, obras públicas e impuesto a la renta, y que terminó siendo el plan económico de ese gobierno.

GP - Sí, puesto en práctica después de haber ganado las elecciones, no antes. Él y su grupo lo habían escrito pensando en entregarlo al que ganara las elecciones, no estaba destinado al PN o a Luis Alberto de Herrera, sino que estaba hecho desde un punto de vista técnico. En ese grupo de trabajo había blancos y colorados y la idea era entregarlo a quien ganara el gobierno.

Un pequeño apunte a la muy buena síntesis que tú hiciste sobre Azzini. Además de todo lo que dijiste, tenía raíces coloradas. Su padre era hijo de inmigrantes italianos que llegaron a Brasil alrededor de 1870. El padre de Azzini nace en Brasil y a los pocos años vino a Uruguay. Nunca se sacó la credencial, pero era alguien vinculado al PC afectivamente, por razones ideológicas, y en la familia Azzini la vertiente blanca no era la más numerosa, por lo menos hasta la generación del contador Azzini; luego, ya él y su hijo Daniel fueron adherentes públicos del PN.

Azzini me contaba la anécdota de la reacción de su primo Carlos Azzini, un funcionario de la Aduana, dirigente del Club Atlético Peñarol, de profunda convicción colorada –creo que no batllista–, que tomó como una especie de afrenta familiar el hecho de que su primo hermano hubiera aceptado un cargo nada más ni nada menos que en el partido de Oribe, esos degolladores espantosos que habían ensangrentado al país. Ese era el Uruguay, ese era el contexto en el cual Azzini llegó a ser ministro.

EC - La piedra angular de su gestión fue la reforma cambiaria y monetaria. Vamos a explicar qué era lo que reformaba, cuál era el sistema que estaba vigente en Uruguay hasta ese momento, el sistema de cambios múltiples.

GP - Cuesta explicarlo por lo absurdo que suena hoy, 50 años después para el que no lo vivió o leyó poco o nada de estas cosas, y que hoy va por 18 de Julio o por 8 de Octubre y ve tres casas de cambio por acera, cinco por cuadra, entra y cambia dólares, sabe cuánto cuesta el dólar y todo el mundo habla de eso.

En aquel momento eso era imposible. El dólar era una cosa muy alejada del hombre común, el sistema cambiario estaba oculto detrás de una gran nebulosa, totalmente dirigido por el gobierno, al punto de que había infinitos tipos de cambio. Se llegaba al absurdo de que para cada producto que se importara o se exportara el gobierno fijaba administrativamente un valor para el dólar; por ejemplo, si uno exportaba vasos, costaba 3,50, si uno importaba pocillos, costaba 2,30, si uno importaba autos costaba 4,20 y si uno exportaba sillas, costaba 7,80. Y todo eso, además, se calculaba de un modo que congelaba a Uruguay, impedía cualquier cambio y fomentaba una gran corrupción. Se fijaban los valores y los cupos, porque al estar regimentado el valor del dólar también estaba regimentado el mecanismo para acceder al dólar. Si alguien quería importar determinado producto para su empresa, o exportar, tenía que presentar planillas, documentos, cuántos trabajadores tenía, cuánto había facturado el año anterior, cuánto pagaba de impuestos. Eso impedía que alguien nuevo pudiera entrar en el negocio, porque había que presentar antecedentes.

Pero como nada puede detener la vida económica, que es la expresión del hombre por ganarse su sustento, y como siempre hay gente que quiere empezar un nuevo negocio, porque tiene ilusiones para salir adelante, obviamente había un mercado negro. Entonces, había gente cuyo negocio no era producir, importar o exportar, sino vender cupos; como tenía antecedentes y tenía cupos y dólares, en lugar de trabajar, de contratar obreros y romperse el lomo, vendía esos cupos. Había puestitos alrededor del Contralor de Importaciones, que era el organismo que controlaba todo eso, donde la gente que tenía esos cupos y esos antecedentes negociaba entre bambalinas, y todo eso fomentaba un mecanismo totalmente artificial, un aire viciado, encerrado, que terminó como tenía que terminar.

EC - El libro cuenta una serie de casos insólitos de los extremos a los que llegaba este sistema, qué derivaciones podía llegar a tener. En una ocasión, un embajador extranjero pidió una entrevista al ministro Azzini para preguntarle qué extraña enfermedad se había apoderado en aquellos días de la entera población de Uruguay, que había provocado la importación de ocho millones de dosis de insulina. En realidad, la epidemia que reinaba era la del enriquecimiento fulminante de algunos, que importaban la insulina con el dólar a 1,519 y la vendían al resto de América percibiendo de las arcas públicas hasta 10 pesos por cada dólar.

GP - Como el medicamento es una cosa muy importante para la población, el dólar tenía que ser barato, pero si usted exportaba medicamentos, era una exportación muy importante, una cosa técnica, tecnológica, científica, entonces le pagaban muchos pesos por los dólares que recibía. Entonces, la gente importaba la insulina, como haría cualquier cristiano con dos dedos de frente. Por supuesto, esa diferencia no quedaba –me imagino– solamente en el bolsillo de quienes hacían el negocio, algo iría para el que estaba en el medio de todo eso.

EC - ¿Cómo le fue a Azzini cuando encaró la reforma?

GP - Sería bueno preguntarle a él también, porque debe tener muchos recuerdos. A la luz de lo que pasó después, pienso que mucha gente que quedó perjudicada, que quedó dolida desde el punto de vista económico, como no podía asumir que se había enriquecido ilícitamente –o no ilícitamente, porque era legal, lo trágico de todo esto es que era legal: había un mecanismo que permitía que se hicieran esas fortunas simplemente en un pasamanos de escritorio, incluso gente de las propias filas del Estado traficaba con ese tipo de cosas–, fue acumulando molestia con el ministro. No fue una reacción del público en general, porque el público en general con la reforma cambiaria y monetaria vio que las vitrinas de los comercios se llenaron de productos y los precios bajaron. Hubo una gran satisfacción pública por el normal abastecimiento de productos de bienes y servicios y por el renacimiento, el florecimiento de la actividad económica. Las que se vieron perjudicadas fueron muy pequeñas minorías que habían lucrado durante todos esos años con ese dirigismo y ese intervencionismo tan profundos y tan rígidos de la economía uruguaya.

EC - La controversia fue muy fuerte, muy dura, muy áspera. Gente muy connotada estuvo francamente a favor; el libro rescata, por ejemplo, la opinión, respaldando a Azzini, del doctor Carlos Quijano, desde las páginas de Marcha. Pero había, al mismo tiempo, resistencia muy fuerte incluso dentro del propio PN.

GP - Eso se vio en las postrimerías del primer gobierno blanco, pero las diferencias estallaron en el segundo gobierno blanco. Los primeros dos o tres años del gobierno de Azzini no solamente fueron exitosos por esa apertura de la economía que logró un florecimiento de la actividad en todos los niveles, sino también porque se equilibraron las cuentas públicas, porque todo ese manejo artificial del dólar se hacía contra fondos públicos, contra impuestos. Había fondos de cambio, había toda una parafernalia de instrumentos para el manejo de los recursos públicos, que hacía que todo reposara sobre las arcas del tesoro nacional.

En los primeros años Azzini mantuvo controlado con puño de hierro el presupuesto nacional, y fueron años de muy baja inflación y de gran crecimiento de la economía. Era un gobierno democrático, un gobierno dirigido por políticos. Azzini, junto al ministro Giannattasio, de Obras Públicas, era una rara avis, una especie rara, porque eran de perfil técnico, venían del mundo académico o empresarial, pero el sustento, la columna vertebral del gobierno eran los políticos. Y el político busca de cualquier manera el mecanismo para conseguir votos. En última instancia el mecanismo siempre son los dineros públicos, siempre se apela al dinero público. Y en los últimos uno y medio, dos años del período, Azzini, contra su voluntad y por las grandes presiones de los dirigentes políticos que le daban sustento en el Parlamento, tuvo que abrir un poco la bolsa de los dineros públicos con subsidios. Lo que estamos viendo ahora en Uruguay, los gobiernos se vuelven muy generosos con los dineros ajenos cuando se acercan las elecciones, porque piensan que con eso –parece mentira que no se aprenda– van a engañar a la gente, que los va a votar. La historia demuestra, una y mil veces, que no es así: la gente agarra la plata y después vota a otro, porque sabe que a ese no lo puede ordeñar más. Eso es una gran verdad de la historia, pero la gente no escarmienta.

Lo cierto es que algo de eso pasó en el último tramo del gobierno de Azzini. No tuvo más remedio –como seguramente le estará pasando a este gobierno también– que aflojar la bolsa. Es así, los que mandan en los gobiernos son los políticos, que son aquellos a quienes vota la gente y los que tienen que dar la cara a la gente. Se aflojó un poquito el presupuesto, incluso en las intendencias, hubo grandes subsidios al boleto, por ejemplo. Y allí empezaron los problemas que luego hicieron eclosión en el segundo gobierno blanco, que tuvo que esperar la llegada del escribano Dardo Ortiz al Ministerio de Hacienda para que aplicara un torniquete al presupuesto y controlara las finanzas antes de que se desbocaran, como en algún momento se llegó a inflaciones de casi 100%.

***

EC - Estamos en contacto telefónico con el contador Juan Eduardo Azzini, de 91 años.

Recién charlábamos a propósito de la reforma cambiaria y monetaria. A la hora de revisar su gestión como ministro de Hacienda parece bueno destacar lo que fue la CIDE, que usted impulsó con mucho entusiasmo y que tuvo al frente como secretario técnico al joven contador Enrique Iglesias. ¿Qué fue lo que se propuso con aquel grupo?

JUAN EDUARDO AZZINI:
Un joven brillante ya en aquel momento, fue uno de los mejores alumnos que tuve en la cátedra. Nos propusimos ordenar el país y ponerlo al día. No había censos desde el año 1908, en estadísticas había unos 30 o 40 años de atraso, no había cuentas nacionales, había información salpicada de distintos temas, no había una coordinación, y se pensó que lo primero, lo elemental, era hace un diagnóstico económico y social de la situación del país. Un diagnóstico implica un análisis muy grande y muy delicado, y para ello se eligió como director al contador Iglesias. Se trató de agrupar a los que trabajaban en ese diagnóstico, que se calculaba que iba a llevar dos años, más o menos, y después hubo un pronóstico de futuro.

Se trabajó con delegados de estudiantes, de profesores, de comerciantes, de amas de casa, de obreros, de jubilados: todo el país estaba representado en ese grupo relativamente pequeño que después se iba desglosando en otras comisiones. Dio un resultado muy bueno, porque por primera vez en la historia del país se conoció la situación real y se puso al día lo que se estaba haciendo, bien o mal, las fallas, las cosas bien hechas, los detalles. Se tuvo toda una fotografía total, integral de la situación del país.

EC - Graziano me anotaba algunos de los nombres que formaron parte de aquel equipo técnico tan amplio.

GP - Entre las figuras jóvenes que en aquel momento se habían integrado con mucho entusiasmo al trabajo de la CIDE figuraba quien hoy es una figura política de primer nivel en el país, como es el contador Danilo Astori.

JEA - Sí, figuraba; fue un buen alumno, vale la pena recordarlo. Y ha seguido un camino –me refiero a la parte económica exclusivamente– que no ha violentado los principios básicos de aquel momento.

EC - Las conclusiones a las que llegó la CIDE en sus trabajos, sus propuestas de planificación indicativa, finalmente no se llevaron a la práctica. ¿Desde ese punto de vista cómo evalúa el resultado?

JEA - La CIDE tuvo dos etapas. Primero, el diagnóstico, cómo estaba el país, porque si no, no se podía hacer el pronóstico. Había proyectos por todos lados, había que unificar, coordinar todo eso. Se presentó en el gobierno siguiente, que era del grupo del ministro de Hacienda, que en general no estaba de acuerdo, nunca estuvo de acuerdo con la reforma cambiaria...

EC - ...El gobierno siguiente fue también del PN, pero en él la mayoría ya no le correspondía al acuerdo Herrera-Nardone, sino a la UBD.

JEA - Cambió completamente; uno de los que respondían a los criterios pergeñados a principios de los años 1959 y 1960, a pesar de ser de la UBD, era Dardo Ortiz; y estaba Ferreira Aldunate, un grupo de gente muy buena que trabajó en las mismas condiciones, con los mismos objetivos y las mismas ideas que trabajamos nosotros. El otro grupo desde el principio no estuvo de acuerdo, o tuvo dudas. Desde los años 55, 56, 57 se hacían reuniones muy frecuentes con la Cámara de Comercio, con los grupos empresariales, con los grupos obreros, sobre la situación del país, porque era imprescindible un cambio en el sistema de cambios, en el sistema de contralor. El contralor era un verdadero imperio, como lo ha desarrollado muy bien en ese magnífico trabajo de investigación que ha hecho el doctor Pascale. Todos sostenían abiertamente, en discusiones públicas y en corrillos privados, que ese sistema de contralor ahogaba al país, desfondaba al Banco de la República (BROU), impedía traer productos esenciales para la vida diaria. Ese sistema tenía que desaparecer, el problema era cómo. En eso se dudó.

No se aplicó porque no se pudo hacer antes y el diagnóstico fue presentado al segundo gobierno blanco, de la UBD, que representaba un cambio bastante grande con respecto al primero, y el pronóstico estuvo dos años después. Ya había perdido un poco el calor, había opiniones en contra, había otros problemas, otras ideas, y lamentablemente se perdió, no el diagnóstico, que todavía visto desde hoy es valedero para aquella época, pero el pronóstico, porque el gobierno no estaba de acuerdo en hacer una especie de planeamiento indicativo.

GP - Algunas de las ideas que estaban incluidas en los primeros trabajos de la CIDE luego, por distintas vías, fueron incorporadas a la realidad nacional. La creación de Antel como un organismo especializado en telecomunicaciones ya estaba esbozada en el trabajo de la CIDE. Lo mismo ocurrió con el Banco de Previsión Social (BPS); antes de la creación del BPS en la Constitución del 66 había distintas cajas –Industria y Comercio, Civil, etcétera–. Esas ideas que formaban parte del menú que había propuesto la CIDE luego se concretaron. Lo mismo pasó con el Banco Central del Uruguay (BCU), que pasó a tener el control monetario del país. No fue un trabajo tan perdido, sino que sentó las bases para la creación de organismos tan importantes como el BPS y el BCU.

JEA - Y había una cantidad de obras de enorme importancia pública que se fueron haciendo muy lentamente y que todavía se están haciendo hoy. El famoso y discutido puerto atlántico en La Coronilla o en La Paloma –que todavía no se ha hecho– era uno de los temas que la CIDE entendía como importantísimos para el país.

EC - Graziano, tú cuentas en el libro cómo termina la vida en la función pública del contador Azzini. Termina mal durante el gobierno el segundo gobierno de su propio partido, el PN, cuando ocupaba un cargo en el Directorio del BROU.

GP - Esa misma designación fue un anticipo de los momentos duros que iba a vivir el contador Azzini. Era tradición que quien había ocupado el cargo de ministro de Hacienda en un gobierno –hasta ese momento fue tradición– en el siguiente pasara a ocupar la presidencia o la vicepresidencia del BROU. Azzini, habiendo ganado nuevamente su partido, obviamente esperaba, con lógica, la presidencia del BROU; sin embargo, le ofrecieron la segunda vicepresidencia. Y estuvo a punto de rechazar, porque entendía –con justa razón– que no era un cargo apropiado para quien había llevado adelante la economía del país durante cuatro años. Ese ofrecimiento fue un preanuncio de las cosas que vendrían después, que, como él decía, estaban atadas a la rotación de los grupos mayoritarios dentro del PN y a esas cosas no siempre gratas que tiene la política de pases de facturas y ajustes de cuentas internos.

EC - El detonante fue la crisis bancaria.

GP - Sí, la crisis del año 65, que fue un sacudón en la historia del país –nada comparable a las que vinieron después– y que el ministro Azzini recuerda muy bien...

JEA - ...Nada comparable.

EC - En esa crisis se responsabilizó al Directorio del BROU por lo que ocurrió. Y dentro del Directorio del BROU, en particular las baterías apuntaron al contador Azzini desde dentro del propio PN.

GP - Así fue...

JEA - ...Pero conviene aclarar que esa crisis del año 65 no puede compararse, por ejemplo, con la crisis de 2002. En el año 65 los bancos tenían grandes inversiones en tierras y en empresas, hubo escasa repercusión dañina en los que operaban con el banco, a diferencia de estos bancos que se disolvieron en 2002 y siguientes, que no tenían nada más que efectivo –efectivo en el aire– y no tenían solidez como para aportar a los que operaban con ellos.

EC - En esa época todavía no existía el BCU...

JEA - ...No había controles...

EC - ...Por eso es que el BROU jugó un papel clave en el manejo de esa crisis, y por esa conducción fue que el Directorio terminó siendo destituido.

JEA - Todo lo que hizo en ese momento el Directorio del BROU para apuntalar en los primeros momentos –como está haciendo Estados Unidos ahora– fue llevado al Consejo de Gobierno, que aprobaba que se apoyara al Banco Trasatlántico y a alguno de los más chicos que tuvieron problemas.

EC - Dentro de su partido –por mencionar un ejemplo–, el entonces diputado Carlos Julio Pereyra fue particularmente crítico con esa gestión. Incluso el diario El País fue muy duro con lo que se había hecho en el Directorio del BROU y en especial con usted. Y esto terminó con su salida de la función pública, para ingresar en un largo período de ostracismo...

JEA - ...No tanto, fueron seis o siete años.

EC - Ahora, a los 91 años, ¿qué evaluación hace, qué sentimientos tiene a propósito de aquellos hechos?

JEA - Volvería a operar de la misma manera que lo hice, porque creo haberlo hecho bien y tuvimos el apoyo de los otros directores y del Consejo de Gobierno en pleno cada vez que dimos algún apoyo al Banco Trasatlántico para apoyar a los ahorristas. De manera que no entiendo que los directores del banco hayamos hecho nada irregular. No podíamos ni teníamos los elementos que hay hoy, tan abundantes, tan buenos, tan modernos, para controlar a la banca nacional.

EC – Graziano, tu apunte sobre este episodio.

GP - El final del episodio. A diferencia de lo que pasó después, en aquel momento las grandes inversiones que tenían los bancos, particularmente el Trasatlántico, ayudaron a que los ahorristas, en un proceso quizá un poco largo de liquidación, fueran recuperando sus haberes. Por supuesto que fue un caso que encendió al país, que paralizó la vida económica y que dejó muchas enseñanzas, entre ellas la necesidad de tener un organismo regulador como el BCU, que tampoco es perfecto porque unos años después volvieron los problemas.

JEA - Hay que aclarar que seis o siete años después, el Poder Judicial, la Suprema Corte, una vez estudiados todos los antecedentes decidió archivarlos y dejar en libertad a los directores del Banco Trasatlántico, porque encontró que no había habido circunstancias que motivaran un dolo, como para juzgarlos en situación de delito. De manera que fue muy distinto el caso del Banco Trasatlántico de casos anteriores, como el Banco Italiano en otras épocas, y otros bancos en las épocas que conocemos, más frescas.

GP - Luego de este episodio, el contador Azzini se replegó hacia la vida familiar y las actividades profesionales, y se alejó de la esfera pùblica. Su caso ilustra, con las luces y sombras que lo caracterizaron, la profundidad de la crisis que vivió la economía, pero también la política del Uruguay. El elenco de figuras políticas de entonces no tenía un hombre con la talla y las credenciales para enfrentar los enormes problemas que tenía por delante el país. El flamante gobierno del Partido Nacional tuvo que apelar a un profesor universitario sin experiencia partidaria ni parlamentaria para hacerse cargo de la hacienda pública. Lo mismo pasó con otros cargos ministeriales y algo similar sucedió 10 años después bajo el gobierno colorado de Jorge Pacheco Areco, que también buscó figuras fuera del ámbito político tradicional para los principales cargos de su gabinete de ministros. Es evidente que se había agotado una época en la historia del Uruguay. Los partidos políticos no volvieron a ser los mismos, ya que el Partido Nacional se presentó, por su alianza con el Ruralismo de Nardone, como una especie de coalición de grupos políticos de diferente signo, a veces algo contradictorios. Algo parecido pasó una década después con el surgimiento del Frente Amplio. Y el otro elemento que distinguió a la época, como fue el surgimiento de los primeros esbozos de lo que fue la guerrilla tupamara, también desnudó la incapacidad del sistema político para mantener dentro de los cauces democráticos y legales a todas las tendencias. El corolario de esos grandes desajustes fue la dictadura militar, que marcó el agotamiento del modelo político que se había mantenido en pie hasta entonces. Azzini acompañó todo ese proceso desde la prensa y los libros, y aún hoy sus enfoques sorprenden por su frescura, su lucidez y su actualidad.


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Transcripción: María Lila Ltaif