Entrevistas

"Falta una épica" de las mujeres y su resistencia a la dictadura

"Falta una épica" de las mujeres y su resistencia a la dictadura

Esteban Valenti, militante del Partido Comunista del Uruguay (PCU) entre 1962 y 1990, escribió su segunda novela, "Geranios en la ventana". "Tenía atragantado relatar una parte de mi vida y de mis experiencias desde la ficción", afirmó a En Perspectiva. Valenti escribió esta obra en primera persona, a través del personaje principal, una mujer: Mara. "Las mujeres tienen una épica de lo cotidiano, una épica diferente. No son solo las combatientes que fueron presas, torturadas, que mantuvieron la resistencia. Las mujeres crearon otra épica. ¿Alguien puede creer que en la derrota del referendo del 80 no hay la épica de cientos y miles de madres uruguayas que educaron a sus hijos en otros valores durante los 10 años previos a la dictadura? Eso es una épica", explicó.

(Emitido a las 8.48 horas)


EMILIANO COTELO:
Este año termina con una larga serie de libros basados en el pasado reciente de nuestro país.

Algunos son trabajos de historia, otros investigaciones periodísticas, y también hay novelas y cuentos.

En Perspectiva estamos, desde hace meses, presentando varios de ellos.  

Y hoy el turno es para "Geranios en la ventana", la segunda novela de Esteban Valenti, cuya trama abarca desde el golpe de Estado hasta nuestros días.

¿Por qué Valenti decide incursionar en la narrativa? ¿Qué hay en común entre esta novela y la que publicó el año pasado, "Las viudas rojas"? ¿Cómo se vincula este tipo de escritos con sus columnas de opinión en la prensa y en internet, con su participación en la tertulia de los jueves, o con su tarea de asesor de candidatos en las campañas electorales?

De estos y otros temas vamos a conversar en los próximos minutos con Esteban Valenti, periodista y escritor.

***

EC - Empecemos por ubicarte para los oyentes. Tienes hoy 60 años, naciste en Italia, de inmediato te trasladaste a Argentina con tu familia, donde viviste hasta 1961, cuando te radicaste acá en Uruguay...

ESTEBAN VALENTI:
...Tuve un año en que mi padre vino acá a trabajar al Plaza y viví solo con mi padre y mi hermano. Mi padre me puso pupilo en un colegio. Y cuando llegué, que tenía ocho años –llegué en hidroavión–, desde ese momento me enamoré de Uruguay. Aunque a los ocho años parece imposible, pero no, me enamoré por detalles. Voy a contar uno solo: cuando fuimos al cine, ese primer día solo con mi padre, lejos de mi madre, nos llevó a ver "Veinte mil leguas de viaje submarino" al cine Plaza, y recuerdo que no nos dejaron entrar porque éramos menores –en Argentina se podía entrar perfectamente–, y yo me quedé, en lugar de enojado, maravillado de que un país fuera tan civilizado.

EC - Valenti fue militante del Partido Comunista (PCU) entre 1962 y 1990, y llegó a ocupar el cargo de secretario nacional de Propaganda.

EV - Sí, y era miembro del Ejecutivo, miembro del Secretariado, miembro del Comité Central, era responsable de unas cuantas cosas.

EC - Durante la dictadura fuiste responsable del aparato logístico clandestino del PCU en Argentina, entre 1974 y 1978, y después, cuando te exiliaste en Italia, dirigiste PRESSUR, una agencia uruguaya de noticias que tenía su base en Roma.

EV - Sí, eso era como militancia; en realidad trabajaba en Inter Press Service, la agencia internacional de noticias, y me ocupé particularmente –junto con Pablo Giussani, un gran periodista argentino– de la parte de áreas de conflicto, áreas bélicas, y sigo escribiendo sobre temas militares.

EC – Hoy tú eres coordinador del suplemento Bitácora del diario La República, columnista en Montevideo.com, integrante de La Tertulia de los jueves...

EV - ...Y desde hace 20 años dirijo la red de información tecnológica TIPS.

EC - No perteneces a ningún partido del Frente Amplio (FA), aunque de hecho te has ido convirtiendo en una especie de "operador político" a partir de tus opiniones en los medios, donde participas de manera regular y en todos los otros que te entrevistan permanentemente. Entonces, ¿por qué ese "actor político" necesita, además, escribir novelas?

EV - No puedo hablar de generalidades sobre los escritores porque sería un atrevimiento. Voy a hablar exclusivamente de lo que me pasó a mí. Las dos novelas que escribí fueron porque las tenía atragantadas. No se podían resolver desde el ángulo del ensayo, de escribir columnas, etcétera, había que escribirlas desde la ficción. Me faltaba, había escrito un libro de cuentos cuando la crisis de mi mundo, y entonces me pareció que tenía que ser más exigente y ponerme a escribir una novela. Es otra cosa, construir una novela implica un esfuerzo diferente. Empecé con "Las viudas rojas", que básicamente es una novela internacional de espionaje, y después tenía 10 veces más atragantada "Geranios en la ventana".

EC - ¿Qué era lo que tenías atragantado?

EV - Relatar una parte de mi vida y de mis experiencias desde la ficción. La ficción tiene la gran ventaja, sobre todas las otras formas que yo practico de periodismo o de escritura, de que en todas las demás tú tenés que justificar las cosas. Además, yo vengo de la escuela de una agencia de noticias en la que era religión citar las fuentes, no existían las "fuentes bien informadas". Y vengo de una escuela política en la que había que hacer referencia a los textos sagrados y uno tenía que ser conocedor profundo de eso, es decir, había una justificación histórica-política-filosófica. La ficción es exactamente lo contrario: la ficción es inventar, la ficción es crear. Y cuando uno se entusiasma con crear personajes, crear situaciones, crear sentimientos, crear panoramas, crear comidas, crear amores, crear odios, es maravilloso, porque no tiene que justificarse más que ante sí mismo y ante sus lectores, que lo tomarán de una u otra manera. Y la verdad es que después de "Las viudas rojas", que creí que era una incursión circunstancial, me di cuenta de que me faltaba una parte fundamental de mi vida.

EC - Yo decía que el libro se inscribe en toda una onda de trabajos sobre el pasado reciente que se viene dando en el mundo editorial uruguayo. No es un libro de historia, pero tiene mucho de historia o de memorias. ¿Cómo lo defines?

EV - Hay muchos libros de ensayo sobre la época de la dictadura. Y habiendo sido el período de más épica, de mucha más épica que el período que llevó a la dictadura, a pesar de que muchos ensayos quieren mostrar que en realidad todo el período anterior de la guerrilla, de la lucha entre la guerrilla y el gobierno autoritario, fue un período de una épica excepcional, el período de más épica social, de más épica colectiva, de más épica nacional desde la guerra civil de 1904 fue la lucha contra la dictadura. Sin embargo, no había novelas, no había ficción, casi no hay ficción. He leído muy poco, he leído algunos muy buenos como la de Silva, esta chica que escribe muy bien, pero sobre todo sobre las consecuencias. En esta novela no quise escribir solo sobre esa época. En realidad los personajes son de ahora, la novela es sobre hoy, la novela sucede y se desarrolla en lo fundamental con las raíces clavadas en esa época, pero los personajes comienzan, desarrollan todas sus pasiones y terminan de una determinada manera en la actualidad. No es una novela histórica, es una novela de lo que nos ha quedado...

EC - ...Dijiste que no es una novela histórica, sino una novela "de lo que nos ha quedado"...

EV - Claro, hay grandes novelistas históricos, yo soy fanático de los grandes novelistas históricos; además, me apasiona la historia y me apasiona la novela de la historia. Pero para eso hay que hacer una gran investigación. Yo no quise en absoluto, no hay investigación en ninguno de los episodios, que es lo que hago en otras cuestiones de mi actividad periodística. Es cómo lo vive el personaje, cómo lo vive Mara, la que relata, que es una mujer, que tiene una particularidad, algo que también tenía atragantado. Uno va conociendo, investigando, y se da cuenta de que falta una épica; las mujeres presas escribieron libros muy conmovedores, pero hay una injusticia tremenda de la sociedad uruguaya, de los hombres en particular, porque no hemos sido justos con un hecho abrumador, que uno puede decir que no le toca, pero ¿cuánto no me toca que los hombres torturaron, desaparecieron, asesinaron, violaron a las mujeres y nunca pasó al revés en la dictadura, jamás? ¿Qué hay de señal de eso para una sociedad? ¿Cómo lo hemos reflejado?

Y una cosa todavía más importante, que en la novela me esforcé por que estuviera en los detalles, que es lo que más me cuesta, porque uno tiende a la trascendencia: las mujeres tienen una épica de lo cotidiano, una épica diferente. No son solo las combatientes que fueron presas, torturadas, que mantuvieron la resistencia. Las mujeres crearon otra épica. ¿Alguien puede creer que en la derrota del referendo del 80 no hay la épica de cientos y miles de madres uruguayas que educaron a sus hijos en otros valores durante los 10 años previos a la dictadura? Eso es una épica, es una parte fundamental. Ahí está reflejada una historia de mujeres, fundamentalmente, aunque hay personajes masculinos, porque si no, tampoco sería una historia de mujeres creíble.

Las dos cosas me impulsaron, la épica de lo cotidiano a partir de las más grandes heroínas de lo cotidiano, que son las mujeres... Y lo dice un machista arrepentido, lo que creo que, como todas las cosas, nos permite tener una visión mucho más devastadora de nuestros defectos. Por eso está escrito en primera persona por una mujer, que es, además, muchas mujeres. ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad? Todo es ficción, porque la vida de los seres humanos no se puede componer de muchas vidas, es una sola. Pero todo es realidad porque la mayoría de los hechos están compuestos de personas que yo conocí.

***

EC - El libro incluye varias referencias a hechos realmente ocurridos y conocidos, públicos. Por ejemplo la muerte en la tortura de Nibia Sabalzagaray, por ejemplo los asesinatos de Héctor Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini, Rosario Barredo y William Whitelaw en Buenos Aires...

EV - ...y Manuel Liberoff...

EC - ...El secuestro y desaparición, también en Buenos Aires, de Manuel Liberoff; y otros ejemplos más. Entonces, ¿también los hechos centrales que cuenta el libro, los que viven los personajes principales son ciertos?

EV - Me cuesta contestarte que sí o que no...

EC - ...Por ejemplo, Rafael, ese maestro que se instala en Buenos Aires y queda a cargo, del lado argentino, de los traslados clandestinos de personas y materiales que el PCU organizaba a través del Río de la Plata, ¿existió y vivió una peripecia como la que muestra el libro?

EV - No, uno con las novelas es mucho más libre y mucho más generoso con los personajes. Existieron personajes así, el corredor que teníamos entre Montevideo y Buenos Aires, que vivió prácticamente durante toda la dictadura, que operó gente con Favaloro –ahí lo describe, era Alberto Altesor– y que cruzó centenares de personas de un lado para el otro, existió.

EC - Es Alberto Altesor ese militante que es llevado desde Uruguay a Buenos Aires para ser operado de un problema cardíaco.

EV - Sí, un problema que en Uruguay en esa época no se podía operar. Y tiene una anécdota increíble: en el mismo piso donde estaba operado Alberto Altesor –con una actitud de Favaloro, el gran médico argentino, de una solidaridad que no tiene límites–, a cuatro habitaciones, estaba con guardia militar disimulada Chape Pose, operado de lo mismo. Esas cosas que se dan en la historia...

EC - ...Un militar de la dictadura y un militante comunista clandestino operados en el mismo piso y casi al mismo tiempo en Buenos Aires.

EV - El mismo día que mataron a Raúl Feldman. En esa época todavía no estaba la dictadura, fue la AAA; eso también es cierto, un compañero de mi generación. Está relatado lo que yo recordaba y reconstruí...

EC – ...El libro también cuenta que ese aparato que funcionaba a los efectos de traslados clandestinos entre Uruguay y Argentina llegó a preparar el aterrizaje, en territorio de la provincia de Buenos Aires, de un avión que iba a traer al general Líber Seregni. No está dicho el nombre Líber Seregni, pero la descripción que se hace de un militar, líder político, que acababa de salir de la cárcel y que seguramente iba a ser encarcelado de nuevo, etcétera, da a entender que se trataba de Seregni. Se llegó a pensar en que Seregni saliera clandestinamente del país por esa vía...

EV - ...Era la única manera, porque estaba libre pero con condiciones de imposibilidad de moverse en el país. Pero él dijo: "No, no voy a ir, no voy a abandonar Uruguay, me voy a quedar aquí", absolutamente. Estaba todo preparado, íbamos a llevarlo a la ciudad de Rosario previamente. La descripción del lugar de aterrizaje y el barro es rigurosamente cierta, la persona que hizo todo eso eran los Bayardes, dos cineastas uruguayos; el padre fue un pionero de la cinematografía uruguaya, y Jorge era el piloto del Frigorífico Tacuarembó. Fue con él que hicimos las "paradojas", un ser humano maravilloso en todo sentido, que murió en un vuelco de auto de un hematoma subdural –de lo mismo que yo me salvé–, porque en la mutualista que tenía no había un tomógrafo en ese momento. Fue así, es verdad. Lo escribí en algunos artículos, lo relaté cuando murió Seregni, que él dijo "yo me voy a quedar".

Uno de los grandes complejos de mi vida, una de las cosas que todavía cargo es precisamente esa respuesta de Seregni. Porque yo, a pesar de que me fui de responsable del aparato militar –así me sacó el Partido, clandestinamente, porque yo no tenía ni documentos, tenía una cédula provisoria–, me marcó, porque él se quedó y yo me fui. En esa época eso era una cosa terrible, que de una u otra manera me ha marcado y me sigue marcando, es una gran derrota de mi vida.

EC – Entonces, las tareas que cumple ese maestro Rafael en Argentina en la novela "Geranios en la ventana" ¿están inspiradas en lo que tú hacías en Argentina?

EV - Varias, recuerdo perfectamente, y además los relatos del río, el cruce del bravo, algunas peripecias. Algunas están noveladas para darles más interés, muchos condimentos son novelados, porque eso es lo que tiene de bueno la novela, uno es generoso con las aventuras. Pero efectivamente eso funcionó, existió. Y como vengo de un juicio contra este libro que en realidad trata de mostrar que la delación era inevitable, el libro contra el PCU, quiero decir que yo soy un sobreviviente de la gente que no me delató, porque yo trabajaba con un grupo grande de gente aquí en Uruguay. Soy un sobreviviente también de un gran traidor, que está descrito en el libro con toda claridad, porque tampoco quiero presentar un mundo idílico en el que todos éramos héroes, porque no lo fuimos. Pero hubo héroes. Yo, personalmente, no como testimonio general ni como análisis historiográfico, que no pretendo en absoluto, no estoy preso –y en Argentina lo de preso era una suerte, era como sacar la lotería–, porque hubo varios compañeros que no hablaron, a pesar de que el aparato en Argentina era uno de los objetivos principales y habían destinado un equipo especial a derrocarlo, y no lo lograron. Es más, Coirolo organizó operaciones especiales para desarmarlo.

EC - Coirolo es el delator. Pero los hechos que protagoniza el personaje Rafael ¿ocurrieron? Por ejemplo, el episodio en que casi cae atrapado en una emboscada en Buenos Aires armada con la colaboración de este delator, y del cual se salva disparándole a uno de los represores vestido de particular, ¿pasó?

EV - Eso es ficción.

EC - De todos modos, el libro revela una de las formas de operar del aparato del PCU en la clandestinidad durante la dictadura, y también reconoce cómo algunos de sus militantes se formaban en Moscú en técnicas de espionaje y de supervivencia.

EV - Sí, y es cierto. En "Las viudas rojas" reconozco que le debo la vida a ese entrenamiento, sobre todo de técnica de seguimiento, porque la pude detectar en Argentina por el nivel de sofisticación y de calidad de ese entrenamiento.

EC - El título del libro, "Geranios en la ventana", obedece a un código que aparentemente existía de colocar en la ventana una maceta con flores para indicar que allí había un peligro, que podía estar montada una ratonera o algo por el estilo...

EV - ...O sacarla.

EC - ¿Ese código también existió?

EV - Absolutamente. Hay gente que usaba macetas con diferentes flores, básicamente malvones y geranios; en mi caso, mi primera esposa, Ana, utilizó una manguera verde el día que mataron a Nibia Salbalsagaray en una redada contra los estudiantes universitarios. Era efectivamente, funcionaba.

EC - ¿Qué quiso decir la manguera verde?

EV - Que estaban dentro. En esos ganchos que sostienen las persianas había una manguera verde; yo venía de una reunión muy terrible del Comité Central del Partido fraccionado que se hacía en esa época, pensé: "Hoy es sábado, me voy a mi casa" –yo ya vivía fuera de mi casa–, pero cuando llegué vi la manguera y no entré. Estuvieron siete días en casa. Es también una forma literaria, creo que la mayoría de las macetas eran malvones, pero suena más lindo "geranios".

***

EC - ¿Qué diferencias existen entre "Geranios en la ventana", esta novela que publicó Sudamericana este año, y la que escribiste y se publicó el año pasado, "Las viudas rojas"?

EV - Son etapas totalmente diferentes de mi vida, de mi experiencia, y de mis ganas. Incluso técnicamente. "Las viudas rojas" es una historia de personajes que conocí cuando estaba en el exilio en Inter Press Service, básicamente periodistas, con mezcla de personajes. La única que vive –más allá de que la descripción de eslava, es Selva, no es Selva el personaje, porque es una periodista serbia que conocí perfectamente y que murió hace no mucho tiempo– es María. Pero María es parte de María, la más loca de todas. Lo he contado en varios medios. María era una niña austríaca que mandaron a Portugal a salvarse de la muerte por hambre. Su padre armó una bicicleta con piezas en el año 47 o 48, cuando Viena era una ruina, y se fue pedaleando hasta la frontera con España y Portugal, porque no podía entrar a Portugal, vio a los hijos, que eran dos, se volvió y desapareció. Eso existió efectivamente. Todos los demás son periodistas que conocí, una periodista portuguesa, otra inglesa que conocí en Luanda en los años 78, 79, cuando la invasión sudafricana y la guerra civil.

EC - Comparando, mirando los dos libros, yo veo que en las dos novelas los personajes fueron militantes comunistas y viven todavía hoy conmovidos por la caída del Muro de Berlín y el desplome de los paradigmas a los cuales dedicaron buena parte de sus vidas, incluyendo sacrificios muy fuertes. En el caso de "Las viudas rojas" la mayoría de los personajes son ex militantes comunistas de distintas partes del mundo, todos conocidos del personaje central, Ernesto, que por lo visto tiene mucho que ver con tu propia experiencia. En cambio, en "Geranios en la ventana" casi todos los personajes son uruguayos...

EV - ...Y algunos argentinos...

EC - ...Y antes de la herida que les dejó la caída de la Unión Soviética ya habían tenido su vida marcada por otra historia, la de la resistencia a la dictadura. Ese es el matiz entre una y otra.

EV - Es una buena observación. Sí, ese es un matiz, una es una historia de personajes en el exterior, con un final totalmente diferente, que yo quería que fuera desproporcionado a su épica, y creo que lo logré, por lo menos en las críticas literarias todo el mundo lo captó de esa manera. Esto es diferente, en realidad es una pregunta que no se formula ningún personaje, que no está contenida explícitamente en ninguna parte de la novela: si valió la pena...

EC - ...Algún personaje se lo pregunta...

EV - ...Pero muy colateralmente...

EC - ...Mara, la mujer personaje central en algún momento dice: "¿Y si todo hubiera sido en vano, un gran error, un trágico y grave error?".

EV - Pero la respuesta no es una respuesta explícita. Es como el encabezado de "Las viudas rojas": "A mis compañeros, aunque nos hayamos equivocado". Mientras que en "Geranios en la ventana" dice: "A ellas". La novela responde esa pregunta, que está de pasada, es una sobreviviente de aquellos años de plomo, una sobreviviente de experiencias humanas muy duras –porque su relación con el compañero, etcétera, termina siendo una experiencia muy dura–, pero es una mujer llena de vida, jovial.

También con un hecho que todos los que pasamos por esa experiencia llevamos marcado; yo no conozco nadie que no haya tenido ese sueño deslumbrante, que no tenga en el fondo de su alma, en la mitad de su alma o tapando su alma –cada uno lo lleva como puede– una gran frustración. No conozco. No conozco nadie que lo pueda resolver racionalmente. Cuando alguien ha encontrado una respuesta aparentemente a todos los humanos avatares y problemas, el derrumbe –que no es un derrumbe físico, es un derrumbe mucho más hondo– está planteado. Mucho más comparado con una gesta, mucho más cuando se hace un sándwich entre esas mujeres hoy y su vida cotidiana, el retorno al pasado –no producto de la memoria, sino de un episodio que las lleva y las precipita en el pasado de manera brutal– y su reacción actual, cómo reaccionarían actualmente, qué harían actualmente. ¿A qué apelarían? ¿A la resignación, al miedo, al viejo miedo, a replegarse? ¿Qué harían? Esa enorme morsa que tenemos en las pequeñas cosas cotidianas... Yo la tengo cuando decido hacer política o no hacerla; tú hacías una reseña de lo que yo hago; y debajo de los muros se me podían haber quedado, por ejemplo, las ganas de hacer política.

A muchos compañeros se le quedó la gana de hacer política, fueron perdiendo esa gana paulatinamente, y ahora algunos la están recuperando. Además, una política que tenía, básicamente, un paradigma final total; algunos dirán totalitario, es admisible discutirlo, pero era total, en el sentido de la forma de relación entre los seres humanos. La frase "que el hombre no sea más lobo del hombre" es un sueño de antes de San Francisco de Asís. Lo hago referido a un personaje que tiene una relación particular con los lobos, había logrado amansarlos con su mirada y su voz, pero es la historia de la humanidad. Eso es imposible.

EC - Tú decías más temprano que el libro busca reivindicar la gesta de muchos de esos militantes desconocidos, anónimos. ¿Por qué?, ¿porque cuando hubiera llegado el momento de reivindicarlos la estructura a la que respondían y por la que habían hecho todo lo que habían hecho se cayó, entonces ese reconocimiento de hecho o no lo tuvieron o no lo pudieron "asimilar"?

EV - Hay dos lecturas, las dos válidas. Una más generosa: es escribir la épica de personas y personajes que existieron, que forman parte de la historia uruguaya y que han sido poco reflejados en la parte de la ficción, en particular las mujeres. La otra es más estomacal: creo que hay una épica que falta, que ha sido deformada, que no corresponde a la realidad. En la época de la dictadura no todos peleaban contra la dictadura...

EC - ...Acá venimos a una de las preguntas que yo dejaba pendientes en la apertura de esta entrevista: ¿cómo se inscribe un libro como éste en tu actuación contemporánea como operador político? ¿No estás marcando matices, no estás marcando diferencias entre lo que fueron la actitud y la actividad del PCU en la resistencia a la dictadura y la del MLN?

EV - Ojalá no tuviera que hacerlo con relación a la realidad política nacional actual. Tú sabés que yo me batí por que eso no se diera, me parecía que había que combinar historias diferentes en condiciones diferentes. Pero no estoy de acuerdo en combinar falsedades; falsedades no voluntarias, sensaciones de la sociedad. Tu pregunta –como casi siempre, porque a veces discrepo, a veces le metés el dedo en el ojo demasiado fuerte a la gente– se mete en una herida, y el periodismo es meterse en las heridas, no hay nada que hacer.

EC - ¿Acá hay una herida?

EV - Sí, pero no tiene que ver con lo que estoy haciendo. Así hoy me estuviera dedicando a una campaña diferente o a no hacer nada, la herida y la sensación equivocada o falsa –según mi visión, cada uno tiene el derecho a tener la visión que le parece–, yo estoy con Caetano...

EC - ...Con el historiador Gerardo Caetano, cuando dice ¿qué cosa?

EV - Cuando dice en su reciente disertación en homenaje a Rodney Arismendi: "Yo tengo que decir que yo que he accedido a los archivos de la dictadura, y la resistencia en este país se llamó el PCU". Eso es así.

EC - Es complicado, porque tú con libros como éste sales a reivindicar la resistencia de un partido al que ya no perteneces y que con sus características actuales directamente te resulta muy lejano, ajeno, con el que discrepas por completo.

EV - Totalmente...

EC - ...Hay una cosa rara allí...

EV - ...Desde la elaboración teórica hasta la elaboración política. Pero lo quiero dejar así, no quiero transformar este programa en algo que pueda ser utilizable para la polémica más actual. Yo la hago cotidianamente, permanentemente; creo que el PCU tiene un déficit terrible en reivindicar su propia historia, pero la culpa más grande la tenemos los que vivimos ese momento. Entonces, yo lo hago para cumplir mi cuota parte de culpa. Yo conocí, yo participé, yo sé lo que sé, no más ni menos. Ahora tenemos más elementos, tenemos más instrumentos, y me sentía en la necesidad de relatar esa parte de la historia desde la novela, desde la épica, que siempre es más generosa que la realidad.

***

EC - El libro se ocupa de esa épica, pero también de las miserias del lado de la resistencia. Por ejemplo, menciona más de una vez a las presas que en el penal de Punta de Rieles colaboraban con sus captores. No se regodea en esos comportamientos pero los señala más de una vez. Y sí, en cambio, dedica un espacio importante al caso de un hombre, Mingo, militante importante del aparato clandestino del PCU (uno de los jefes), que cae preso y, sin ofrecer mayor resistencia, decide delatar a la organización y ayudar a la captura de una gran cantidad de militantes, infraestructura y hasta dinero del Partido. Ese caso existió, por lo que tú mencionabas hace un rato, y tuvo las consecuencias que se describen en el libro.

Pero el libro no solo cuestiona el comportamiento individual de este hombre, sino también al propio Partido. Más de una vez se remarca la perplejidad por el hecho de que ese hombre, Mingo, conociera tanto del aparato del PCU, bastante más allá de lo que debía conocer en función de la compartimentación en la que se trabajaba. El personaje de Rafael carga con esa pregunta a cuestas varios años después del regreso a la democracia: ¿por qué? ¿No hubo ámbitos para esa autocrítica en el PCU?

EV - No. Todos los de mi generación que tuvieron algo que ver con eso saben que es un tema que no fue abordado, que dejó muchas preguntas. Incluso sobre los grandes traidores –que no fueron muchos, pero fueron, creo que no llegaron a 10, fueron menos– el Partido nunca hizo una definición y una indicación precisa. No está en mí analizar las razones en una novela, pero es la sensación de miles de personas que tuvieron otro tipo de comportamiento, con todos los matices –porque tampoco tengo una visión idílica–, y no soy yo que no estuve preso durante la dictadura, sino antes, quien pueda juzgarlos. No me siento ni con fuerza ni con autoridad moral para hacerlo...

EC - ...Pero el libro no apunta solo a esos individuos, apunta a fallas de la organización que permitieron que esos individuos tuvieran en su poder tanta información.

EV - En ese momento yo no estaba en el aparato como para saberlo, lo que sé son la consecuencias, y lo que sé es que ese individuo y otro más, por su versatilidad y su capacidad organizativa... Y acá voy a decir algo que tiene mucho que ver con otras experiencias de ese tipo: no es casual que los grandes traidores hayan sido todos muy eficientes organizadores. Y no quiere decir esto que los grandes organizadores sean grandes traidores, estoy diciendo otra cosa: que los mejores planificadores de algunas columnas, junto con los mejores organizadores de algunos aparatos, que se movían en función de las necesidades, porque eran muy eficientes, después, violando todo lo que son las normas básicas de compartimentación, etcétera, cuando defeccionaban producían un daño devastador. Este es el caso de Mingo, que sabía mucho más -era, además, el responsable en Uruguay del aparato de transporte desde Buenos Aires- y causó un daño terrible.

Hay quienes piensan todavía –y eso ya da una idea de que no lo discutimos a fondo– que era un infiltrado. Yo como sé que aun los traidores a veces se reservan una dosis para alguna gente que por cualquier motivo no quieren entregar, mientras que los infiltrados no lo hacen, tengo la impresión de que el relato –que es totalmente de ficción, en realidad fue diferente, fue en un ómnibus al Chuy– se parece mucho más a la realidad que todas las especulaciones que se han hecho. Lo importante son las dos cosas que señalabas tú: que hubo traidores y que en honor a los miles que no lo fueron –de los cuales yo conozco decenas por razones personales, porque si hubieran traicionado, yo no te estaría contando aquí ni la novela ni hace muchos años otros cuentos– era absolutamente justo y correcto relatarlo. Y la épica para asumir su verdadero sentido es confrontar las grandes miserias con la cotidiana, invisible, permanente, sistemática resistencia de la gente, desde Mara, que además de resistir, no sabe dónde está Rafael, hasta los que sabían y se callaron. Esa contradicción entre los grandes gestos y lo cotidiano es lo que la novela trata –no sé si lo logra– de expresar.

EC - Falta otra épica, en todo caso; o quizá más de una, pero me da la impresión de que falta, por lo menos, una épica después de leer una novela como ésta: la de las familias de esos militantes, y en particular la de los hijos, que pagaron las consecuencias de una entrega probablemente excesiva que sus padres hicieron a una causa discutible...

EV - ...Sin límites. En el libro está esa épica...

EC - ...Pero muy atenuada...

EV - ...Es más, el padre de Mara y la familia de Mara son un ejemplo de esa épica, un hombre que no tenía nada que ver, que estaba enfrentado a Mara, que crió a los hijos, porque no tenían padre ni madre. La épica es más difícil de hacer, porque es una épica de gestos todavía casi imperceptibles. El de llevar el paquete a Punta de Rieles, el de criar los hijos en el respeto a sus padres, el de entregarlos después de haberlos criado en esas circunstancias, es una épica que falta, que yo intenté que estuviera, porque no se puede entender nada de lo que sucedió sin ese entramado de épicas familiares, de hijos, de padres, que surcan la sociedad uruguaya de una manera mucho más profunda que lo que nosotros queremos reconocer.

EC - Pero quizá todavía falta poner más el énfasis en los hijos.

EV - Hay una novela, la de Silva, esta chica que cuenta el regreso de una exiliada, que es una épica de la familia. Está muy bien.

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EC - Tú sigues escribiendo novelas. ¿Cuál es la próxima?

EV - No...

EC - ...Ya está.

EV - Como hay campaña electoral... Ahora escribí una serie de cuentos. La ventaja –y la desventaja– de los cuentos es que en pequeños fogonazos tenés que resolver situaciones determinadas; tienen relatar cosas.

EC - ¿Cuál es el tema? ¿Es el mismo tema? ¿La misma obsesión?

EV - No, al contrario, tiene más de ciencia ficción, tiene relación con temas de historia, con pasiones humanas más básicas, como el amor, tiene historias de aventureros de los siglos XVIII y XIX. Es una mezcla, tiene algunas parodias sobre los libros que explican todo sobre la Tierra, yo tenía uno, entonces es una historia escrita en Villa Serrana sobre eso.

Lo tengo prácticamente terminado, me faltan dos cuentos que tengo en la cabeza y después esperar que se vendan todas las ediciones de "Geranios en la ventana". Voy a escribir porque tengo un compromiso con la editorial Sudamericana, que se ha portado maravillosamente conmigo en todo sentido, porque me ha puesto una editora estupenda, como es Aída Altieri, que me saca la preocupación de mis italianismos. Es un libro sobre 20 años de campañas electorales en Uruguay, cómo han cambiado al Uruguay. Pero me cuesta, porque es una variable de lo que hago todos los días hasta por los codos.

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Transcripción: María Lila Ltaif