Cultura

A 200 años de Charles Darwin

A 200 años de Charles Darwin

Su teoría sobre la evolución de las especies para explicar el origen de la vida goza de más respeto que nunca entre científicos e intelectuales.

Hoy se cumplen 200 años del nacimiento del hombre que arrojó luz sobre el eterno «¿de dónde venimos?» y se conmemora el 150 aniversario de la publicación de su obra cumbre: 'Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de especies favorecidas en la lucha por la vida'.

Hijo y nieto de médicos, Charles Darwin no encontró el entusiasmo necesario para prosperar en sus estudios hasta que se cruzaron en su camino las Ciencias Naturales. Fracasó en la escuela local, no consiguió terminar Medicina en la Universidad de Edimburgo y sólo obtuvo la décima mejor nota de su promoción de Teología en Cambridge. En aquella época, estos estudios estaban vinculados a la Historia Natural, así que, vista la pasión con que el joven Darwin se entregaba a la caza de ratas y a la recolección de minerales, su padre los vio como una salida plausible. Además, siempre quedaría la opción de convertirse en sacerdote de la Iglesia de Inglaterra.

La jugada no salió mal. En los tres años que transcurrieron desde la llegada del nuevo alumno a Cambridge y su viaje de fin de carrera a bordo del HSM Beagle, vio florecer una fértil pasión por la zoología y un escrupuloso método científico que perfeccionó a base de recoger, diseccionar y clasificar escarabajos. Para ello, fueron decisivas las lecciones de entomología que le proporcionó su primo William Fox, también alumno de Cambridge. Fue éste, además, quien puso en contacto a Darwin con el que sería su primer mentor, el reverendo John Henslow, quien no tardó en descubrir y desarrollar su enorme potencial.

Ése fue el Darwin que se subió a bordo del HSM Beagle el 27 de diciembre de 1831 y que dio comienzo a un viaje iniciático de cinco años que también lo sería para la historia del conocimiento.

Cabo Verde, Bahía Blanca, la Patagonia, Tahití... El barco hizo escala en algunos de los lugares más exóticos del Planeta, pero dos de ellos fueron decisivos. En Argentina encontró huesos fósiles de grandes mamíferos extinguidos y en las Galápagos, ejemplares de pájaros pinzones cuyos picos diferían de una isla a otra. Eran sólo pequeños indicios, pero lograron mover montañas en la mente genial del científico y del creyente. «Han surgido destellos de luz, y estoy casi convencido (totalmente en contra de la opinión con que empecé) de que las especies no son (es como confesar un crimen) inmutables», le reconoció a un amigo por carta en 1844. Y no era para menos. Detrás de esta conclusión de apariencia inocente latía la certidumbre de que tras la belleza de las distintas especies no se oculta la mano de un dios que crea, cuida y sostiene el universo, sino los resortes de la «selección natural», que favorece la preservación de las especies más adaptadas a su entorno y aboca a la desaparición las menos competitivas en la lucha por los recursos.

Consciente de las graves implicaciones de estas ideas, Darwin siguió recopilando pruebas durante dos décadas sobre las variaciones espontáneas que se van introduciendo en las especies y de cómo éstas son capaces de propagarse en el espacio y en el tiempo. No obstante, su rigor y su minuciosidad estuvieron a punto de costarle la primicia. En 1858, su compatriota Alfred Russel Wallace había llegado a conclusiones similares y estaba a punto de publicarlas. Afortunadamente, ambos dieron un gran ejemplo al firmar conjuntamente un artículo en el 'Journal of Proceedings of The Linnean Society'. Un año después, se publicó 'Sobre el origen de las especies', cuya primera edición (1.500 ejemplares) se agotó en un solo día.

La Iglesia. En ocasión del bicentenario de Darwin, el Vaticano analizará en marzo próximo las controvertidas teorías que intentaban demostrar científicamente la intervención divina en la evolución de las especies. Científicos y teólogos se reunirán en Roma del 3 al 7 de marzo para abordar "con espíritu crítico" la herencia de Charles Darwin, el científico que desmintió la creencia de una creación divina y fundó la biología moderna.

La reunión, organizada por el Vaticano, demuestra la exigencia de la Iglesia cada vez mayor de establecer un "diálogo entre ciencia y fe", aseguró monseñor Gianfranco Ravasi, ministro de "cultura" del Vaticano. "Ninguno de los dos ha podido explicar la complejidad del misterio del hombre", subrayó.

Ravasi no quiso evaluar la teoría del "diseño inteligente", de moda en algunos sectores cristianos, la cual no rechaza los decubrimientos científicos como ocurre con las teorías de los llamados creacionistas.

La mayoría de los cristianos acepta hoy en día (exceptuando los llamados creacionistas) el principio científico de la evolución, pero el papel desempeñado por el azar en la aparición de las variaciones o de nuevas especies sigue siendo para muchos un escollo.

Para el teólogo italiano Giuseppe Tanzella-Nitti, existe "mucha confusión" entre el ámbito científico y el religioso. La Iglesia católica considera que "la evolución es en el fondo la manera con la que Dios ha creado" el universo y está convencida de que "ninguno de los mecanismos de la evolución se oponen a la afirmación que Dios quiso y creó al Hombre".

Las conferencias se desarrollarán en la Universidad Pontificia Gregoriana paralelamente a las celebraciones organizadas en todo el mundo por los 200 años de nacimiento de Darwin.