Ojo por ojo

Los dibujos de Federico García Lorca

En 1936, en Madrid, a los comienzos de la revolución española, en un banquete homenaje a otro gran poeta español, Rafael Alberti, Federico García Lorca lee un manifiesto de los escritores españoles contra el fascismo que avanzaba de la mano del general Franco.

Poco tiempo después, en la ciudad de Granada, es asesinado García Lorca, en un intento vano de callar su arte, más que sus dibujos, su poesía oficiaba de metralla de ideas, arma que la muerte recargó con más fuerza aún, como puede acontecer con cualquier gran artista, que después de muerto, parece como que su arte se liberara del cuerpo y vagara más potente entre nosotros.

Los ingenuos dibujos de Lorca muestran un mundo verdaderamente poético, con un lenguaje fresco que nos recuerda a nuestro particular artista del pueblo de Santa Lucía, Raúl Javiel Cabrera, conocido por todos nosotros como "Cabrerita".

En los dibujos de García Lorca encontramos la libertad y la frescura que de pronto en un artista plástico es más difícil ver, ya que el poeta dibujaba como si hiciera poesía, tratando los temas con una frescura envidiable para los que tenemos una formación estética y pretendemos a ésta altura de la vida "desaprender" lo aprendido en pos de una expresión más libre.

El artista contaba con un grupo de amigos, entre los más cercanos estaban los artistas Joan Miró y Salvador Dalí, además del poeta Rafael Alberti, pero en el famoso hogar estudiantil, además de éstos artistas, se encontraba nuestro entrañable Rafael Barradas, del que el poeta era muy amigo y que convivía con ellos en éste mítico lugar en el que habían coincidido todos éstos jóvenes antes de su consagración.

Lamentablemente, algunos quedaron tempranamente por el camino como Barradas, que se lo llevó la enfermedad dada la indiferencia del mundo a su arte y García Lorca, cuya vida fue apagada por militares analfabetos, circunstancias que potencian más el mito de éstos artistas.

En 1927, en la famosa galería Dalmau de Barcelona, el artista expone sus dibujos, con el respaldo de la colectividad artística, y más que nada con el aval de artistas como Salvador Dalí que escribe en su catálogo diciendo: "Los dibujos de Lorca tienen el defecto, cada día más irresistible de una extrema exquisitez".

Pero el también poeta español, Rafael Alberti, nos cuenta con admiración: "Lorca, cuando cogía unos lapicillos de colores o la misma pluma con la que escribía sus poemas, seguía teniendo una frescura de fontana, una gracia como de juego en la calle, de sonrisa de patio, de gallo de veleta, de todo aquello que había visto u oído, no sabía cuándo con los ojos de su niñez granadina: jarrones con peces y flores, vírgenes atravesadas por puñales, niñas en las ventanas y azoteas, ángeles de las torres, manolas, arlequines, bandoleros y marinerillos ebrios y enamorados, todos los temas y figuras de su poesía lírica y dramática, hasta el momento del romancero gitano, un año antes de marchar a Nueva York, época en que cambia su estilo, contagiado sin duda por la atmósfera surrealista que ya se extendía por casi toda Europa". 

Nuevamente ahí, en esa descripción de los dibujos de español, esos dibujos a lápiz, mayormente coloreados con lápiz de color, como mal "rellenados", como pintados tímidamente por un niño que recién empieza, con personajes estáticos que nos miran sorprendidos de haber sido descubiertos, como posando para la foto, con sus ojos grandes y manos de muñeco, en  perspectivas poéticas que no fugan por donde fugan los dibujos de un artista plástico, que gozan de una licencia poética admirable, un mundo como de cuentos, todo eso me hace recordar inevitablemente a "Cabrerita", con sus niñas de ojos grandes, sorprendidas por nosotros al mirar para adentro de ése mundo, "su" mundo.

Esos dibujos, además de mostrar el mundo poético de Lorca, servían como herramienta para la descripción de los vestuarios o los personajes de sus obras teatrales y de las escenografías, siempre ésa línea fresca, por momentos como cautelosa recorre la superficie de los papeles, por momentos se transforma en caligrafía, y las zonas de color realizadas con lápices, granulosas, texturadas, chocan dentro de ésos espacios, las rayas y rayones vibran como queriendo desbordar el dibujo.

El poeta, verdaderamente dibuja como un poeta, influencia a muchos, entre los que se cuenta al propio Rafael Alberti, que dibuja igual que Lorca, pero además los dibujos del granadino tienen que ver con el dibujo del gran Chagall, incluso de Paul Klee, dos pintores que encontraron una libertad poética en sus mundos y la manera desprejuiciada de representarlos, pero no lejos de él, el uruguayo Rafael Barradas, si bien con una línea más exacta, más plástica, con una línea más sensual y segura, también merodea por los caminos del poeta español ya que sus maravillosos dibujos a lápiz y coloreados con lápiz de color, se asemejan a los de García Lorca.

Decía Pablo Picasso: "Dibujé 20 años como un renacentista y el resto de mi vida como un niño".
Picasso nos convenció de que por el resto de la vida teníamos que dibujar como niños, o como poetas, que es casi lo mismo, pero porque el artista, de niño, tuvo la incapacidad, como él nos cuenta, de no poder dibujar como tal.

Para Picasso que dibujó casi como Ingres desde su temprana infancia, después, a raíz del descubrimiento de la potencia del arte primitivo, era fundamental entender que había que "desaprender" lo académico y retomar ésa visión fresca, casi infantil que pretendemos muchos artistas después de tantos años de formación.

Federico García Lorca, con orgullo y convicción de artista, en una conferencia y con naturalidad describe una visión que tuvo: "En el año 1917 tuve la suerte de ver un hada en la habitación de un niño pequeño, primo mío. Fue una centésima de segundo, pero la vi. Es decir, la vi...como se ven las cosas puras, situadas al margen de la circulación de la sangre, con el rabillo del ojo, como el gran poeta Juan Ramón Jiménez vio a las sirenas, a su vuelta de América: las vio que se acababan de hundir".

García Lorca murió porque un militar no llegó a tiempo para avisar que su pena había sido conmutada y una ráfaga de balas dibujó el final de un hombre, de un mortal que supo andar hasta por Montevideo, pero liberó el duende de la poesía y de ésos dibujos mágicos, a partir de su muerte, la leyenda, y citando al propio artista, desde el poema "Alma ausente":

"Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace
      un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
    y recuerdo una brisa triste por los olivos".