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Y seguirá estando cerca

Y seguirá estando cerca

Pasión futbolística, recuerdos de artistas famosos y cierto aroma a Montevideo la unen al Uruguay. Invitado por Sol Líneas Aéreas, Espectador.com estuvo en la ciudad de Rosario, Santa Fe.

Por Alejandro Acle, de Espectador.com

Los doce periodistas se encontraron en el Aeropuerto de Carrasco. Pertenecían a diferentes medios gráficos, televisivos, radiales y digitales pero compartían una misión: viajar hacia Rosario para cubrir una conferencia de prensa de la aerolínea argentina Sol, que anunciaría su intención de establecerse en Uruguay con el objetivo primordial de volar la línea Montevideo-Madrid.

La cita era a las 10 de la mañana, pero la impuntualidad uruguaya no distingue profesiones. Un poco más tarde de lo pactado se completó el quórum y, previo papeleo, se dirigieron hacia el avión. Durante el camino especularon sobre la posibilidad de convertirse en los primeros uruguayos en contraer el dengue, enfermedad que, bromas aparte, ya se había cobrado varias vidas en el país hermano.

El Saab 340, una nave de pequeño porte, pronto completó su capacidad. Los turistas miraban extrañados al heterogéneo y ruidoso grupo de periodistas que, con sus cámaras de fotos, filmadoras, micrófonos y notebooks a cuestas, hacían intuir que un suceso impactante ocurriría de un momento a otro. Sin embargo, el viaje transcurrió con normalidad; tanta que incluso uno de los pasajeros, en un arrebato de solidaridad, se ofreció a generar una noticia ficticia al instante para no desperdiciar tanta carga de equipamiento periodístico. Amablemente agradecieron el gesto y explicaron que ya tenían agendada la nota que iban a cubrir.

El avión despegó. Cuarenta minutos hasta Buenos Aires, pequeña parada, cambio de avión y 55 minutos más para ingresar al espacio aéreo de la provincia de Santa Fe. Desde el cielo se distinguían cientos de cuadrados de tierra recién arada que confirmaban el famoso poder agrícola de la zona. El Río Paraná se asemejaba a una enorme serpiente marrón que cargaba decenas de barcos sobre su lomo.

Aterrizaron sin inconvenientes. Rosario, tierra fecunda tanto en cultivos como en personalidades famosas (Ernesto Che Guevara, Roberto Fontanarrosa, Alberto Olmedo, Fito Páez, Leo Messi, por nombrar algunos) los recibió con un día espectacular. El otoño daba una tregua y el sol brillaba como en un día de verano.

Al bajar fueron recibidos por el gerente general de la empresa aeronáutica. Conociendo las desmedidas necesidades alimenticias que caracterizan a un periodista que se precie de serlo, la firma había reservado una enorme mesa en un bonito restaurante, donde, una vez más, acapararon la atención de los presentes. Iban en busca de una noticia, pero curiosamente ellos parecían serla. Quizá simplemente fuera el famoso "cholulismo" argentino, que se despierta ante la sola visión de las cámaras, pero nunca pudieron confirmar el verdadero motivo.

La comida suscitó algunos comentarios sobre la calidad de la misma, como suele ocurrir durante cualquier banquete entre gente que apenas se conoce. Una entrada compuesta por suculentas empanadas, una sabrosa ensalada condimentada en la medida justa, carne tierna de excelente calidad y un vino acorde componían el almuerzo.

Finalizado el festín, el ómnibus que los trasladaba –con un ligero sobrepeso producto de sus abultados abdómenes– partió rumbo a las oficinas de la empresa. Empero, el viaje les tenía reservada una sorpresa agradable.

Alberto Olmedo, el genial cómico fallecido en 1988, es, sin lugar a dudas, motivo de orgullo para los rosarinos. Como tal, y al igual que próceres y demás figuras históricas, posee una estatua de bronce, en tamaño real, recordando su labor. Uno de los reporteros, semidormido, con la cabeza apoyada contra la ventana, fue el primero en verla. Tras gritos, exclamaciones y amenazas de motín en caso de que no frenaran en ese mismo instante, el conductor no tuvo más opción que estacionar. La horda  -no hay otra manera de calificarlos en ese momento- bajó y se acercó a la famosa estatua que presenta al Negro en una de sus sketches más famosos: "Borges y Álvarez". Olmedo, de traje, sentado en un banco de plaza, pierna izquierda cruzada sobre la derecha en gesto típico, los recibió con una sonrisa. Uno a uno, se turnaron para fotografiarse junto a la figura del cómico. Mientras tanto, el conductor esperaba pacientemente, acostumbrado a estas ceremonias propias de turistas. "Chau, Negro", se despidieron, y volvieron al bus.

Sin más interrupciones, llegaron a la sede de Transatlántica, grupo al que Sol pertenece, y se dedicaron a la tarea para la que habían sido convocados. Recorrieron las oficinas, hablaron con gerentes y directivos, y marcharon hacia la conferencia de prensa, básicamente una charla informal entre los jerarcas y los periodistas. La empresa detalló sus planes en Uruguay y reafirmó su deseo de gestionar los vuelos desde la capital montevideana hacia Madrid.

Finalizada la agenda laboral, pronto quedaron libres para conocer esta bellísima ciudad, la más habitada de la provincia de Santa Fe, e importante centro comercial de la región. Pese a cierto parecido a Montevideo en cuanto a clima, tamaño y población, debieron reconocer que estaba bastante más limpia y cuidada que su querida San Felipe y Santiago.

No obstante, continuando las comparaciones con la capital uruguaya, el Paraná les resultó menos impresionante que el "río ancho como mar", aunque mejor explotado; a lo largo de su costanera, pubs y boliches alternan con locales de alquiler de lanchas, kayaks y canoas en una cantidad que, a ojos de un montevideano típico, poco acostumbrado a los deportes acuáticos, resulta casi exagerada. El Puente Rosario-Victoria comunica con la provincia de Entre Ríos y ocupa gran parte del panorama con sus casi 60 kilómetros de hormigón.

El habitante de Rosario –su carácter, estética y forma de hablar– no difiere sustancialmente del uruguayo promedio, reforzando la idea de hermandad que habitualmente surge al pensar en las provincias de la otrora Liga Federal.

El fútbol es la pasión principal de los rosarinos; se respira en todo momento, inunda las calles. Su fervor por este deporte sólo puede compararse a su rivalidad con los residentes de la ciudad de Córdoba.

Durante el recorrido, los reporteros pudieron divisar el famoso "Gigante de Arroyito", estadio del club Rosario Central y subsdede mundialista en 1978. No vieron, en cambio, el de su eterno rival, Newell´s Old Boys, apodado "El coloso del Parque", en una competencia que se extiende hasta en el nombre de sus canchas, cada uno empeñándose en ostentar el nombre más imponente y aparatoso.

Entre discusiones futbolísticas y recuerdos de viejas glorias pasadas, llegaron al hotel. Los esperaban habitaciones espaciosas con todas las comodidades, donde algunos aprovecharon para descansar hasta el momento de la cena.

Dos horas después, el "G-12" periodístico se encontraba en el hall del hotel. Ya recuperados y recién bañados, estaban prontos para recorrer la noche rosarina. La guía sugirió el nombre de un moderno boliche, mezcla de restaurante y discoteca, y hacia allí se dirigieron. Cuatro taxis fueron necesarios para transportar al "team celeste".

Por alguna razón, el pub presentaba una gran proporción de mujeres. Confiados del efecto que causarían en la platea femenina, hicieron su entrada triunfal. Se desplegaron aparatosamente alrededor de la mesa, seguros de que acapararían el interés de las presentes.

Por primera y única vez en todo el viaje, absolutamente nadie se dio vuelta para mirarlos. "Será porque no trajimos la cámaras", se consolaron mutuamente.

La noche transcurrió entre chistes, anécdotas y observaciones sobre la ciudad. Poco antes de que abriera la discoteca –y mucho antes de lo que algunos de ellos hubieran deseado– emprendieron la vuelta al hotel con la intención de aprovechar al máximo el día siguiente. Consiguieron cuatro taxis más y dieron por finalizada la primera etapa.

Un sol radiante saludó la última jornada de su viaje. Tras un abundante desayuno, cargaron los equipos nuevamente y retomaron su recorrida por las calles de Rosario. Un pequeño mapa y una gran curiosidad eran sus guías esta vez.

El punto más destacado del periplo matinal fue, sin dudas, el bar El Cairo. Emplazado en la esquina de Santa Fe y Sarmiento, fue refugio de artistas y bohemios, siendo uno de sus más frecuentes clientes otro Negro: Fontanarrosa. El local y sus parroquianos sirvieron de inspiración al autor para varios de sus cuentos y personajes, según sus propias palabras. Decorado en un estilo colonial donde predomina la madera, conforma un ambiente cálido y acogedor. No es difícil imaginarse al creador de Inodoro Pereyra sentado a la mesa, café mediante, garabateando algunos bocetos o discutiendo si el domingo le robaron el partido a su querido Rosario Central.

Los periodistas abandonaron el bar. El más joven de ellos casi podía sentir al Mendieta –fiel compañero de Inodoro– siguiendo sus pasos, al trote lento, pronto para dar algún consejo. Se dio vuelta para comprobar si era cierto. Detrás de él, sólo había transeúntes. "¡Qué lo parió!", dijera el can.

La mañana siguió su curso. Recorrieron plazoletas, calles –incluida la famosa peatonal Córdoba– e hicieron las compras de rigor. Por último, visitaron el famoso "Monumento a la Bandera", una enorme obra arquitectónica que conmemora el nacimiento del pabellón patrio. Su impresionante torre central se eleva 70 metros sobre el nivel del suelo y desde sus escalinatas se tiene una hermosa vista del Paraná, que fluye a escasos metros.

Esa fue su última parada. El tiempo apremiaba, no habían almorzado y tenían un avión que abordar. El Aeropuerto Internacional de Rosario los esperaba nuevamente, esta vez para recorrer el camino inverso. Les llamó la atención lo solitario de sus pasillos y salas, ya que eran casi los únicos pasajeros en el lugar. No se escuchaban altoparlantes informando los horarios de los vuelos, ni murmullos, ni siquiera música funcional. Una enorme sala vacía y un silencio tan grande como ella los despidieron de esos pagos de soja transgénica y artistas memorables.

A los pocos minutos subieron al avión que los llevaría de vuelta a Buenos Aires, para luego aterrizar definitivamente en Montevideo.

Asomando la tardecita, sin dengue y cargados de cálidos recuerdos, pisaron suelo oriental.