Cultura

En Perspectiva cumple los 25 años con una grata novedad

En Perspectiva cumple los 25 años con una grata novedad

Este lunes, En Perspectiva comienza a transmitirse en simultáneo por El Espectador (AM 810) y por Urbana (92.5 FM) como parte de las novedades al cumplirse 25 años del programa periodístico. Espectador.com mantuvo una extensa entrevista con su conductor, Emiliano Cotelo.


Por Alejandro Espina, de Espectador.com


- ¿Cuál ha sido la mejor entrevista que ha hecho?

- Aunque esta pregunta es muy difícil, cada vez que me la hacen vuelvo a elegir la misma entrevista. El protagonista  no fue ni con un dirigente político, ni un jerarca de gobierno ni un artista famoso. Fue un oyente, llamado Julián Cabrera, un pequeño productor agropecuario, de unos 40 años de edad, que vivía y trabajaba en el departamento de Flores. Un día me mandó una carta (una carta de las de antes: escrita en papel, envuelta en un sobre y remitida por correo) en la que desarrollaba su preocupación por el abismo cultural que separa a la ciudad del campo y que él entendía se reflejaba en particular en los contenidos de En perspectiva. De manera muy elocuente, Julián hacía una reivindicación de la cultura del paisano del interior del nuestro país. Apenas la leí y la discutimos con el equipo, no dudamos: teníamos que poner al aire ese alegato, que era totalmente válido, muy punzante y que, además, nos permitía salir de la agenda de todos los días. Una primera opción que manejamos fue que yo, simplemente, leyera la carta frente al micrófono. Por suerte, él había dejado su teléfono, y eso me llevó a llamarlo el día anterior para contarle cómo nos había impresionado su planteo. En esa charla me dí cuenta de que Julián no sólo escribía muy bien sino que, además, hablaba de manera muy entradora.  Decidí cambiar el plan. Al día siguiente en el programa leí la carta, sí, pero a continuación lo puse a él, en vivo, por teléfono, desde su chacra. Fue una entrevista absolutamente removedora.  A mí me cambió los esquemas, me dio vuelta la cabeza. Los mensajes de los oyentes batieron record. Incluso, a los pocos minutos se comunicó con nosotros el ministro de Educación y Cultura de la época para hacer sus comentarios sobre lo que acababa de escuchar. Las repercusiones se prolongaron por varios días.

- ¿Cómo mantener la inspiración a flote y combatir el desgaste?

- Esta pregunta pega en uno de los flancos críticos de este trabajo. No tengo una fórmula, pero sí algunos recursos que funcionan.  Uno, la audiencia. Los mensajes de los oyentes vienen llenos de aportes útiles. Por una parte están las críticas constructivas, que yo atiendo con mucho interés, que me hacen pensar y nos han permitido corregir errores o rutinas. Además, están las sugerencias: cuántas veces gracias a un oyente hemos incorporado a nuestra agenda una situación que no conocíamos o que habíamos visto pero no le dábamos importancia. A veces hay oyentes que se quejan porque no pasamos todos sus mensajes al aire. Obviamente, resulta imposible hacerlo. Pero ellos saben –porque yo lo he explicado– que nosotros leemos todos esos sms y mails y que para nosotros son un combustible imprescindible.

Dos, la gente que me acompaña en el programa. Los co-conductores, los productores y todos los colaboradores (analistas, corresponsales y tertulianos) son fuentes permanentes de ideas refrescantes: tanto cuando proponen temas como cuando discutimos a propósito de formatos. Y, en particular, es fundamental la contribución de los más jóvenes. En el grupo de En Perspectiva las edades van desde los 20 a los 80 años. Y los más "chicos", al tiempo que seguramente aprenden con nosotros, también nos enseñan mucho. Por ejemplo, me hacen notar costumbres o tendencias en los que yo no había reparado porque no corresponden a mi generación o a los ámbitos en los que me muevo, etétera.

Tres, nuestra costumbre de hacer el programa afuera de los estudios de la radio, tanto en el interior como en diferentes lugares de Montevideo.  Hace años que nos propusimos cortar regularmente con el "periodismo de escritorio". Eso nos permite conocer mejor el país, su paisaje, sus emprendimientos y su gente. Y además nos facilita el diálogo cara a cara con diferentes sectores de nuestra audiencia que, como ya dije antes, siempre es estimulante y nutritivo.

Cuatro, tratar de no quedarnos encerrados en el Uruguay. ¿Cómo se logra eso? Por supuesto, en la medida de lo posible, viajando; en esa dirección sirven tanto los viajes de trabajo como los de turismo, ambos abren la cabeza.  Además, reservando tiempo para lecturas "no obligatorias": en libros y en Internet. Y, por citar otra vía, la que ya señalé de escuchar o ver cómo hacen periodismo los colegas de otras partes del mundo.

- ¿Le presta atención a los ratings?

- Sí, claro. Pero no me desvelan. En Perspectiva nunca se propuso ser un programa de alcance masivo.  Esa pretensión, si la tuviéramos, probablemente nos llevaría a hacer concesiones en cuanto a los temas y a la calidad que no estamos dispuestos a hacer ni El Espectador ni yo.

En este espacio concebimos el periodismo como un servicio público.  Nos proponemos colaborar con la población en la comprensión de la actualidad en la cual vivimos y los desafíos que se nos presentan hacia adelante. Y si el objetivo es ser eficientes en esa contribución, por supuesto, trataremos de ser lo más claros y entretenidos posible, para que nuestro producto le llegue al público más amplio posible. Pero hay límites. Hay simplificaciones a las que no estamos dispuestos a llegar. Hay golpes de efecto que no vamos a emplear nunca.

Al rating lo observamos para saber cuán viable es, desde el punto de vista comercial, esta forma de encarar nuestro trabajo.  Y eso, afortunadamente, no depende sólo de la cantidad de oyentes, sino, sobre todo, de calidad de esa audiencia.

- Larry King tiene 60 años en el aire, esta cerca de los 80 años de edad, y no dio señales de pensar en retirarse. ¿Cómo se imagina en ese periodo de su vida?

- Seguramente, seguiré muy vinculado al periodismo, aunque no necesariamente a esa edad vaya a continuar conduciendo En Perspectiva.  Es discutible que un programa como este pueda o deba permanecer en el aire tanto tiempo. Ya evaluaremos esa decisión. Pero, suponiendo que En perspectiva se mantuviera, lo más probable sería que yo me fuera liberando de a poco de la carga de trabajo tan fuerte que hoy implica para mí: el madrugón a las cuatro y media de la mañana, las tres horas y media de micrófono, y el estar prácticamente enchufado las 24 horas del día.  Sin duda existe un margen amplio para que, aún aflojando en esa exigencia cotidiana, yo pueda continuar aportando desde algunos de los formatos que manejo con comodidad y que a los oyentes le interesan. Vamos a ver.

- Guglielmo Marconi, a quien se considera padre de la radio y de las telecomunicaciones inalámbricas, dijo en alguna parte que cuando era chico soñaba con la posibilidad de comunicarse con miles de personas situadas en otro lado. Es decir, la radio era para él un acto de la imaginación. Cuando era chico, ¿soñó o imaginó poder algún día tener el dialogo diario que tiene ahora con la gente?

- Definitivamente, no. Cuando chico ni siquiera me imaginaba que iba a dedicarme a la radio.  Dicen en mi familia que durante mi niñez yo tenía vocación de bombero. Después, ya en la etapa de liceo, mis intereses se fueron volcando hacia la ingeniería, que fue la carrera universitaria que finalmente hice hasta completar 4º de la Opción Ingeniería Civil.

Lo que sí es cierto es que la radio siempre me atrajo mucho, sobre todo a partir de los últimos años de la escuela.  Yo escuchaba mucha radio, desde CX 6 Sodre, que mis padres tenían sintonizada permanentemente, hasta programas musicales y periodísticos en Sarandí, CX 30 La Radio, Radio Independencia y Radio Panamericana. Sentía una enorme curiosidad por desentrañar cómo se hacía radio, cómo era el estudio, qué micrófonos usaban, qué hacía el operador, qué aparatos utilizaban.  A la altura de 3º o 4º de liceo la radio se fue convirtiendo en un hobby para mí, y, con un grabador Philips a casete que había en casa, su micrófono y un tocadiscos Dual, solía armar mis propios programas musicales.  

- ¿Cómo fueron sus inicios en radio?

- A partir de aquellos "juegos de radio" que yo contaba recién, un poco más tarde, en 1976, mientras cursaba 2º de Preparatorios, decidí grabar un programa piloto y lo presenté en más de una emisora.  Me aceptaron en CX 26 Sodre y pude realizar allí un espacio que se irradiaba dos veces por semana y que yo libretaba y conducía. El primero se llamó Perfiles y salió al aire en 1976 con música popular de calidad del hemisferio norte. El segundo, en 1977 y 1978, fue Sonido Nacional, dedicado a la música uruguaya, en una mezcla que incluía desde Totem y El Kinto, pasando por René Marino Rivero y Camerata, y llegando al movimiento de la MPU (música popular uruguaya) que estaba naciendo en esos años con Los que iban cantando, Rumbo y Fernando Cabrera, entre otros.

Nunca cobré un peso en esa época. Cuando empecé me habían aclarado que no había sueldo ni honorarios pero que si yo conseguía anunciantes se podía firmar un contrato de co-producción.  Hice algún intento de comercialización pero fracasé; no tenía ningún contacto en el ambiente publicitario. De todos modos, eso no me preocupaba demasiado. Aquellos dos programas semanales eran mi "desenchufe", yo aprendía y me divertía mucho. Mientras tanto, seguía estudiando ingeniería, que se suponía iba a ser más tarde mi profesión.

Sonido Nacional terminó abruptamente cuando alguien en la Dinarp (Dirección Nacional de Relaciones Públicas; el organismo de la dictadura que, entre otras cosas, ejercía la censura en aquellos años) encontró inmoral (o algo así)  la canción Imaginate m´hijo de Leo Maslíah, que yo había pasado una sola vez.

En aquel momento yo estaba en 2º año de facultad, así que pasé a concentrarme exclusivamente en los cursos y exámenes, que demandaban mucho tiempo y energía.

- ¿Por qué la radio y no la televisión o la prensa?

- Mi regreso a la radio, ya para trabajar en información y periodismo, se daría recién en 1983. La cosa fue así: en 1982 yo seguía estudiando en facultad y, paralelamente, trabajaba cuatro horas diarias como ayudante de ingeniero en una empresa constructora, en medio de aquel "boom" inmobiliario que inundaba de edificios a Montevideo y Punta del Este. A raíz de "la rotura de la tablita", en noviembre, aquel boom se pincha, la empresa reduce personal y yo me quedo sin empleo.  Yo necesitaba volver a trabajar pero la situación económica se había vuelto muy grave. Como ayudante de ingeniero no había lugar ni en el sector privado (por lo que ya expliqué) ni en las empresas públicas (porque se había instaurado el Plan de Contención del Gasto Público). En los avisos clasificados de los domingos la única opción que abundaba era la de "venta de libros puerta a puerta". Terminé probando. Pasé algunos meses en esa tarea, caminando Montevideo de arriba para abajo, barrio por barrio. Lo positivo fue que conocí muy a fondo la ciudad, los barrios, las casas y las formas de vida de la gente. En plata no me iba horrible, la cifra que sacaba por mes era aceptable. Pero el trajín resultaba muy duro por la incertidumbre absoluta con que se iniciaba cada día; el desgaste anímico me liquidaba.

Por eso un día decidí volver a probar con la radio. Hice alguna prueba como locutor pero no me fue bien, así que el intento siguiente lo planteé en Informativos y concretamente en CX 30.

Yo ya había hecho algo de prensa en la revista Diálogo. Se trataba de una revista universitaria en la que convergían estudiantes de distintas carreras y que, junto con publicaciones específicas de cada facultad, formaba parte de una corriente de periodismo universitario que desafiaba a la censura y que, de hecho, fue el germen de la Asceep (Asociación Civil y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública), una especie de FEUU que organizó la famosa marcha de setiembre de 1983 y otras protestas contra la dictadura. A raíz de Diálogo yo había conocido al director de CX 30, Germán Araújo, una vez que lo visitamos para negociar un canje de publicidad con su radio.

Basándome en aquel contacto que yo había tenido con él, fui hasta el Palacio Salvo y le pedí otra reunión. Me recibió muy bien y me respondió que por supuesto que precisaba periodistas para el Servicio Informativo pero...¡que no tenía dinero para pagar nuevos sueldos! La única solución era que yo consiguiera algunos anunciantes; hasta cierta cifra de facturación, lo recaudado iría todo para mí, para pagar mi salario. Yo ya sabía que no era bueno en el rubro publicitario, pero resolví intentarlo. Después de todo, conseguir un par de avisos tenía que ser más fácil que vender libros puerta a puerta todos los días. Acepté su ofrecimiento. Salí a caminar y a los pocos días logré un pequeño contrato con una disquería de una galería en 18 de Julio. Ya tenía un piso de ingreso y pude empezar a trabajar en los noticieros. Creo que era mayo de 1983. Un par de semanas después obtuve el segundo anunciante, con lo que ya estaba "financiado" y mi situación ganó estabilidad.

- ¿Cuándo se dio cuenta que lo suyo era esto, donde ha dejado una marca tan fuerte?

- En CX 30, como decía, empecé haciendo informativos. Pero a las pocas semanas pasé a conducir un programa. Germán Araújo observó la forma en la que yo trabajaba y evaluó positivamente el cuidado que yo ponía en la forma de redacción de las noticias, la documentación que realizaba para cada una de ellas, la dedicación y el entusiasmo con que encaraba la tarea. Yo no tenía formación en periodismo y estoy seguro de que en aquel momento no era un buen informativista.  Pero contaba a mi favor con algunas cosas: mi cabeza de "ingeniero", con lo que ella implica de rigor y método científico; los conocimientos de periodismo que yo había ido absorbiendo naturalmente en mi casa durante años, en las conversaciones con mi  padre, que fue periodista (de información nacional, pero también crítico de cine, teatro y libros) buena parte de su vida, entre otros medios en Marcha y en El País; y lo que había ido aprendiendo de radio, primero como oyente activo y después con aquella experiencia en CX 26 Sodre. De alguna manera, el "método Cotelo" ya estaba bastante delineado en aquel momento. El director de la radio detectó que allí había algo que podía valer la pena y me confió la conducción de un programa.

Era un espacio de una hora de duración, iba a las 9 y media de la mañana de lunes a viernes, se llamaba Opiniones y pretendía ir haciendo periodismo político y social en la medida que se pudiera, empujando de a poquito la barrera de la censura.  Pese a que lo hacía yo solo, había mucha producción detrás de cada emisión: guión, grabaciones realizadas fuera de la radio y en estudios, musicalización, etcétera. Por otra parte, estábamos en un momento apasionante de la historia del país.  La sociedad empujaba el final de la dictadura, los partidos políticos autorizados cobraban fuerza, los partidos proscriptos se las ingeniaban para marcar presencia, el gobierno daba pasos hacia la apertura y pero después venían las contramarchas.  Nosotros trasmitíamos en directo las convenciones coloradas y blancas, el primer acto autorizado del Día de los Trabajadores, las elecciones argentinas de regreso a la democracia, el Acto del Obelisco "Por un Uruguay sin exclusiones"...Metido como yo estaba en un contexto tan especial como aquél, fui dedicándole cada vez más tiempo a la radio y menos a la ingeniería, y el periodismo fue atrapándome, lentamente pero de manera definitiva.

- Cuando empezó Néber Araujo reinaba en la mañana y parecía imbatible. ¿Pensó en sus inicios que con el paso del tiempo podría igualarlo, superarlo, y luego ocupar el lugar que por tanto tiempo ocupo Araujo?

- Con Néber Araújo yo tuve un primer período de coincidencia horaria en 1984, cuando él ya tenía muy consolidado En vivo y en directo y yo co-conducía, con Ricardo Larrosa, el programa de la mañana de CX 30, Ustedes y nosotros. Pero duró poco y además entonces no pensábamos en términos de "competencia"; lo importante era la re-democratización del país.  Después, en marzo de 1985 yo dejé CX 30 y pasé a trabajar en el semanario Jaque. Recién volví a hacer radio a mediados de ese año, cuando Enrique Alonso Fernández, Carlos Nuñez y Claudio Paolillo me invitaron a acompañarlos en el programa En Perspectiva, en Emisora del Palacio FM.  Pero ahí no competíamos con Néber, porque en sus primeros años En Perspectiva salía al aire de 11.00 a 13.00 horas.  Ese horario de las 11 de la mañana era un nicho fuerte para los temas políticos que se había generado al final de la dictadura con el editorial de Germán Araújo en CX 30 (Diario 30) y otros programas, entre ellos Momento político, que Aníbal Steffen y Graziano Pascale habían conducido en la propia FM del Palacio durante 1984.

Un poco más tarde, en la medida que En Perspectiva fue madurando, en conversaciones con la dirección de la emisora, llegamos a la conclusión de que si queríamos consolidarnos y perdurar teníamos que desplazarnos al prime time de la radio, que es la mañana temprano. La apuesta era doblemente riesgosa.  Primero, porque Néber era toda una institución en ese horario.

Segundo, porque para ponernos a nosotros ahí, FM Del Palacio tenía que recortar un programa que andaba muy bien desde el final de la dictadura, que era Temas y voces de ayer, hoy y siempre, dedicado a la música popular uruguaya y latinoamericana. Después de mucho pensarlo, optamos por correr el riesgo y nos instalamos de 08.00 a 10.00 horas.  Pero no lo hicimos con la intención de "ganarle" a Néber. Para empezar, en aquellos años la FM no tenía la penetración que tiene hoy: salvo los jóvenes, la gente de mediana edad  para arriba casi no sabía cómo sintonizar una señal de FM. Y además lo periodístico y lo informativo se asociaban a AM y no a FM. Nuestro objetivo era, simplemente, generar una alternativa, otra opción de programa periodístico matutino que se planteaba diferente al modelo Sarandí, por una cuestión de edades y de forma de trabajo, aunque compartiendo el rigor y hasta la formalidad.

Después, cuando nos corrimos para las 7 y media, y sobre todo más tarde, cuando pasamos definitivamente a las 7, allí sí la apuesta era más competitiva. Habíamos encontrado un recurso que nos daba una ventaja frente a la mañana de Sarandí y de otras radios de AM. Además del estilo diferente, nosotros empezábamos antes. A los oyentes interesados en programas periodísticos, les ofrecíamos uno que arrancaba más temprano. Nosotros madrugábamos y salíamos a pescar en un "mercado" que entonces sólo estaba ocupado por informativos más o menos tradicionales. Así que también al público de los noticieros que podía estar cansado del formato tradicional de informativo radial, le dábamos una opción diferente, porque nuestra grilla comenzaba con un resumen de noticias, pero realizado de una manera menos convencional: con una lectura menos declamativa, más conversada. Esa fórmula anduvo bien. Tan bien, que los programas de las AM, incluso el de Néber,  fueron siguiendo ese camino y animándose a madrugar más.

- Algunas películas clásicas, como Obsesión mortal, con Clint Eastwood, y Días de Radio, de Woody Allen, han presentado la radio como un espacio de magia, ideal para la imaginación. ¿Es tan así estando dentro de la radio?

- Sin duda. Los oyentes están permanentemente imaginando cómo somos los que hacemos el programa, qué pasa adentro del estudio o cómo es ese lugar que está describiendo Rosario Castellanos desde su móvil. Pero del otro lado del mostrador, también, muy a menudo, yo trato de imaginarme a la audiencia.  Claro, eso en realidad es imposible. Se trata de un conjunto enorme y heterogéneo, distribuido en lugares y situaciones muy diferentes. Pero yo conozco a unos cuantos oyentes. A algunos porque los he tratado mano a mano y sé qué cara tienen, qué hacen y dónde y cómo nos escuchan. A otros porque leo sus sms o sus mails, y ya sé bastante bien qué edad pueden tener, qué les interesa o qué opiniones tienen, aunque, es cierto, no tengo ni idea de cómo lucen. Entonces, según sea el tema que tratamos, yo trato de imaginar cuál puede ser la actitud o la reacción de un cierto tipo de oyente (Fulano o Mengano) ante una entrevista o un comentario. Es un ejercicio que me sirve mucho, para agregar preguntas o hasta para corregir el rumbo de una nota.

- ¿Qué programas de radio lo marcaron, con cuáles aprendió más?

- La lista es larga y abarca programas periodísticos y no periodísticos, la mayor parte de ellos de radio, pero también algunos de televisión. Conozca su derecho (Eduardo Reisch Sintas, Canal 12), La Gente (Augusto Bonardo, Canal 5), Discodromo (Rubén Castillo, Sarandí), La síntesis de medianoche (Juan Francisco Fontoura, Otto Cisneros, en Sarandí), En vivo y en directo (Néber Araújo, Sarandí), Mundo Abierto (Milton Schinca, CX 30 La Radio), Viva la tarde (Carlos Martins, CX 30), Reencuentro (Hugo Guerrero Martinheitz, CX44 Panamericana), Magdalena Tempranísimo (Magdalena Ruiz Guiñazú, Radio Mitre, Buenos Aires), Larry King Live (CNN), Hoy por hoy (Iñaki Gabilondo, Cadena Ser, España), Protagonistas (Luis del Olmo, antes en la Cope, hoy en Punto Radio, España), Herrera en la Onda (Carlos Herrera, Onda Cero, España), Hard Talk (BBC).

- Después de un cuarto de siglo en el aire con el mismo programa y después de haber impuesto un estilo, ¿hay todavía espacio para seguir aprendiendo?

- Afortunadamente, sí.  Además es necesario o, mejor dicho, imprescindible.  Por mencionar un ejemplo, las nuevas tecnologías que van surgiendo me obligan a aprender qué son, qué posibilidades tienen y cómo usarlas; y muchas veces dan paso a una innovación en la forma de conducir el programa o de preparar una nota. Otro de los aprendizajes viene del equipo. Los productores, todos notoriamente más jóvenes que yo, son una fuente permanente de ideas e innovaciones.

- Los periodistas que trabajan en horarios de la mañana suelen mencionar lo agotador que es tener que levantarse cinco días a la semana bien temprano, antes de que cante el gallo. ¿Cómo es un día de trabajo, a qué hora se levanta? ¿Cómo se prepara para cada emisión diaria?

- Varios de nosotros (Juan Andrés Elhordoy, Elena Risso, María José Pino y yo) nos levantamos antes de las cuatro y media de la mañana y, según el caso, llegamos a la radio entre las cinco y las cinco y media. Desde ese momento y hasta las siete (cuando salimos al aire) leemos la prensa (tanto la nacional como la extranjera que seguimos por Internet), armamos los panoramas nacional e internacional y terminamos de discutir y producir los contenidos que dependen de las noticias más frescas: el tema de la apertura del programa o la entrevista telefónica de las 7 y media.

Una vez que termina La tertulia, sobre las 10 y media, yo tengo un 15 o 20 minutos de "afloje", durante los cuales: seguimos discutiendo algunos temas con los tertulianos, antes de que se vayan; resuelvo algunos asuntos personales; coordino detalles pendientes con otras secciones de la radio (Técnica, Informática, Dirección, Programación, etcétera).  A las 11 iniciamos la reunión de producción, que va como máximo hasta las 12, para evaluar el programa que pasó y planificar el próximo y también otros contenidos de mediano plazo que es necesario preparar con tiempo (por ejemplo, la siguiente salida desde exteriores).

El mediodía es mi pausa. Hoy voy directamente para mi casa o, algunos días de la semana, hago deportes. Pero a esa hora me encuentro con mis tres hijos (Diego, 19; Felipe, 16; Catalina, 15).  Según los horarios de cada uno, almuerzo con todos o con algunos de ellos.  A esa hora, mi esposa, Alexandra, está en su trabajo. Ella se encarga de ponerlos en marcha de mañana temprano, cuando yo estoy saliendo al aire.

Después me hago un espacio para leer más allá de las urgencias de prensa y duermo una siesta, algo imprescindible, porque de noche es difícil dormir más de cinco horas. Y luego, a eso de las cinco, me reengancho en el trabajo a partir del trabajo de producción que el equipo estuvo realizando a lo largo de la tarde. Es el momento, entre otras cosas, de resolver los temas de la tertulia del día siguiente, de estudiar y terminar la entrevista central.  También puede pasar que un acontecimiento inesperado ocurrido un rato antes nos obligue a esa hora a cambiar todos los planes que teníamos y empezar de nuevo.

Lo cierto es que sobre las ocho de la noche, si todo va bien, puedo desconectarme y dedicarme a la vida familiar y al entretenimiento. Con algunas limitaciones, entre ellas la hora tope de las 11 de la noche, cuando más vale que ya esté acostado para ir bajando las revoluciones y poder dormir ese mínimo de cinco horas, sin el cual, para mí por lo menos, es muy complicado aparecer lúcido al día siguiente, a las siete, cuando comenzamos el programa.

Por supuesto que, en realidad, todo el día está salpicado de llamadas y mensajes de texto que intercambiamos con el equipo para ir resolviendo sorpresas o situaciones que vienen entreveradas.

- ¿Escucha radio en la tarde o en la noche?

- Sí, escucho mucha radio. Por ejemplo, de madrugada cuando me afeito, me ducho y me preparo para salir; o cuando manejo mi auto; o a eso de las seis de la tarde, cuando empiezo la última etapa del trabajo del día y necesito saber qué ha ocurrido desde el mediodía.

- ¿Escucha en onda corta, como solía hacerse antes, programas de otros países?

-En onda corta no. Pero sí en el equivalente actual de la onda corta, que es Internet. Hace tiempo ya que mi celular es un I-Phone 3G, una herramienta muy completa que, entre sus múltiples prestaciones, permite acceder muy fácilmente, mediante las aplicaciones hechas para ese teléfono, a las trasmisiones en vivo de radios de casi todo el mundo.  De esa manera, y también mediante grabaciones en podcasts, yo escucho la BBC, France-Info, Cadena Ser y otras radios españolas, la National Public Radio de Estados Unidos, Caracol de Colombia, Mitre y Radio 10 de Argentina, etc.  Es un recurso formidable, tanto para informarme de los temas internacionales desde ángulos que no aparecen en los medios uruguayos, como para conocer y analizar cómo se hace radio en otras partes, qué formatos nuevos hay, qué tecnologías aparecen.

- ¿Cuál ha sido la entrevista más rara que hizo?

- Recuerdo dos telefónicas. Una con Aramir Silva, líder de aquel movimiento de pequeños productores agropecuarios que reclamaba la refinanciación de sus deudas con la consigna "Rentabilidad o Muerte".  Lo llamamos porque habían instalado una barricada frente al Palacio Legislativo. En determinado momento yo me refiero a esa movilización como un "piquete" y él me corrige, dice que se trata de un "campamento artiguista".  Al rato, en otra pregunta, sin darme cuenta yo vuelvo a hablar de piquete y el hombre reacciona mal. Empieza a gritarme y sube más y más el volumen. De tan alterado que estaba, larga el llanto, pero sigue vociferando. Nunca me había pasado algo así. No había manera de pararlo, pero además yo no sabía cómo pararlo.  Hubo un momento en que pensé que él iba a sufrir un infarto y me preocupé mucho. Opté por dejar que siguiera hasta que se cansara. No polemicé con él. Cuando terminó con su alegato, esperé unos segundos. Después de ese silencio, hablándole muy lentamente y con bajo volumen, le hice otra pregunta, que –increíblemente– él contestó en ese mismo tono que yo había elegido, pero que era el día y la noche con el que acababa de usar.  Hablamos dos minutos más como si nada hubiera pasado y terminé la entrevista como si hubiera sido una más.  

Otra insólita ocurrió una mañana en que repentinamente se había vuelto noticia una edila de Maldonado. Casi no era conocida a nivel nacional pero teníamos que conseguirla sí o sí. Nos dio mucho trabajo localizarla. Cuando conseguimos su celular, nos daba permanentemente ocupado. Finalmente, sobre las 8 y media pudimos ponerla al aire. Creo que sólo pude hacerle una pregunta y allí ocurrió lo terrible. Ella interrumpió su respuesta, dijo que su teléfono estaba casi descargado y, sin darme margen para reaccionar, agregó, sin ninguna malicia, como para ayudar: "Voy a cambiar la batería".  Yo no podía creer que no se diera cuenta de que si sacaba la batería, la llamada se cortaba. Pero eso fue lo que hizo: sacó la batería, la comunicación se interrumpió y nunca más pudimos volver a encontrar al personaje del día.

- ¿Y aquella entrevista que en mitad de la misma, pensó "estoy deseando que termine"?

- Una ocurrió con un académico extranjero (no recuerdo su nombre) cuyos anfitriones nos habían asegurado que hablaba bien español. Lo entrevisté en vivo y a los cinco minutos quedó absolutamente claro que su español era directamente espantoso: lleno de titubeos en busca de la palabra adecuada y, para salir del paso, mezclado todo el tiempo con palabras o frases en su idioma original. Aquello no iba ni para atrás ni para adelante. Fue un naufragio perfecto y tuve que liquidar la nota mucho antes de lo previsto, con el problema adicional de que no había preparado un contenido alternativo para los minutos que quedaban. Desde entonces tenemos todo un protocolo organizado para verificar cómo hablan español esas personalidades que están de visita en Montevideo y que nos interesa invitar.

Otra situación incómoda se dio cuando, en medio de una entrevista en vivo, el invitado empezó a toser. Por supuesto que intentó arreglar la cosa, carraspeó varias veces y tomó agua. Pero la tos seguía. Inventamos un corte comercial para darle tiempo a probar otros recursos. Le trajimos un té. Mejoró algo. Y cuando volvimos al aire, regresó la tos, volvió a carraspear, y a tomar agua, etcétera. Al rato logró dominar la crisis. Pero igual, la voz le había quedado totalmente alterada y rasposa, y por eso sus respuestas se desflecaban. No había manera de que su exposición sonara ordenada. Y lo peor es que estaba hablando de algo muy importante para él porque se estaba defendiendo de un ataque que había recibido.  Fue un desastre absoluto, para él y para el programa.

- Los tiempos cambian, las modas desaparecen, ¿cuál es el secreto de la permanencia?

- En el caso nuestro, creo, el secreto viene por varios lados. Primero, nuestra filosofía de trabajo. Nosotros encaramos el periodismo con vocación de servidores públicos.  No trabajamos en esto para hacernos famosos o llamar la atención, sino para ofrecerles a nuestros oyentes cada mañana un producto que les permita entender mejor lo que pasa y abrir la cabeza a otros temas o a otras opiniones. Segundo, muy relacionado con lo anterior, el rigor con el que tratamos de enfrentar cada tema, estudiándolo a fondo, para entenderlo y poder luego comunicarlo, ya sea en una noticia, un informe, una entrevista o un debate. Tercero, el pluralismo: nosotros no estamos alineados (ni con un partido, ni con una iglesia, ni con un grupo corporativo, etcétera), no trabajamos para llevar agua a ningún molino y, además, le damos participación a todos. Y, cuarto, la inquietud permanente por la renovación: manteniendo nuestros rasgos fundamentales, nos gusta sorprender a la audiencia, tanto en la forma como en los asuntos que abordamos, estando atentos a nuevas tendencias.

Por supuesto que, para lograr todo lo anterior, es imprescindible el trabajo de un equipo muy profesional y creativo.  Afortunadamente, después de alguna época, allá por 1986, cuando ese equipo llegó a reducirse a nada más que tres personas, el crecimiento de En Perspectiva y, especialmente, el respaldo contundente con el que contamos en El Espectador desde los años 90, han permitido ir ampliando y fortaleciendo ese grupo humano de periodistas, productores, analistas, colaboradores en el exterior, tertulianos y técnicos, con el que yo me siento tan seguro y orgulloso.