Noa y Mira Awad en el Sodre
Noa y Mira Awad se abrazan, se tocan. En el Sodre, ante cientos de personas, entrelazan los dedos y cantan, como en el Festival de Eurovisión de 2009, el tema There Must Be Another Way.
"Buenas noches. Buenas noches, amigos. Estamos muy felices de estar aquí con ustedes la primera vez." Noa canta estas palabras a capela a modo de bienvenida. Su español, que según ella es muy malo, se camufla dentro del tono suave de su voz y el movimiento ralentizado de unas manos que acompañan las palabras.
Desde las butacas de la sala Adela Reta del Sodre el público asiste a un concierto cantado a varios registros de voz, en varios idiomas, con varios instrumentos y disponiendo de sólo dos músicos además de Noa y más tarde, de Awad.
La acompañan Gil Dor en la guitarra y los dedos ultra-habilidosos de Gadi Seri en la percusión. Cuando Noa los deja a ellos dos solos en el escenario, Seri taladra el tambor sólo con los dedos y al final levanta en el público un bramido de reconocimiento.
Luego de la cuarta o quinta canción Noa cambia de vestuario y pasa de un negro completo a un verde que la cubre desde los pies hasta los hombros.
Cuando llega el momento de cantar el tema que Joan Manuel Serrat compuso para interpretarlo con ella "Es caprichoso el azar", sus fallas con el español apenas aparecen. En un momento el público la ayuda a conjugar el futuro del verbo "cantar", porque Noa no encontraba la forma.
Sin embargo, su relación con el español es muy estrecho. "Cuando vivía en Estados Unidos estaba rodeada de gente que lo hablaba. El español lo tengo en la cabeza y vuelve a mí naturalmente, con mucho amor", cuenta la israelí a los espectadores uruguayos.
Ahora Noa se golpea el pecho con las manos, del lado del corazón. Mientras canta, la voz se le quiebra con intermitencias a medida que los dedos impactan contra la piel. Pero las barreras que Noa quiere romper no son las de su pecho.
"Este tipo de música, fluyendo libremente entre un idioma y otro, ayuda a tirar abajo los muros que solemos construir y los estereotipos y los prejuicios", había dicho unos días atrás en entrevista con Espectador.com.
Las ganancias del concierto serán destinadas en su totalidad al área de discapacidad de la Comunidad Israelita del Uruguay, a quien Noa les dedicó una de sus canciones, luego de contar que la había visitado ese mismo día.
En un momento la cantante hace participar al público. Una, dos, 13 veces lo hace cantar, en una voz que será muy tenue, "I dont know" "Yo no sé", hasta que la canción sigue un poco más y al final concluye: "Ahora sé".
Noa toca los tambores, pasa sus manos por la lonja, sacude un par de maracas o algo similar y hace música con dos latas de aceite, como es costumbre en Yemen, de donde provienen sus padres y la canción que ahora suena.
El concierto dura unas dos horas. Sus canciones, aunque pregonen la coexistencia de los pueblos, no son siempre pacíficas. A veces son intensas, aguerridas, enojadas. A veces el volumen sube y las paredes tiemblan, pero todo termina siempre con una sonrisa y un "gracias".
Veinte minutos después de terminado el concierto, Noa y Awad bajan por la alfombra roja de las escaleras con tres o cuatro personas que les hablan y se sacan fotos con ellas. Pero en el hall ya hay una mesa dispuesta para que las artistas firmen autógrafos, y la gente se amontona de a decenas a su alrededor.
Siempre sonriendo, Noa continúa sacándose fotos y no deja de estampar su nombre donde le piden. Awad está a su lado, también sonriendo. Parece un poco más relajada.
"El público fue muy agradable conmigo. Estoy muy feliz de estar aquí en Uruguay, eso es todo lo que puedo decir", alcanza a decir a Espectador.com por encima de las voces que le cuentan cosas y la aíslan en un semicírculo de admiración.
Rubén Rada, presente en el concierto, dijo a Espectador.com mientras salía del Sodre que Noa es "una excelente cantante, una excelente actriz y una persona humana maravillosa", y que el mensaje de paz que transmite en sus canciones "es lo que hacen las personas de bien".
Foto: Tomer Urwicz