Cultura

Ideas para China


—Mi viejo te come la cabeza —dice en el taller Guillermo Hiriart, el único de sus cuatro hijos que siguió el legado de los soldaditos. Es flaco, usa el pelo con raya al costado y tiene 38 años. —Igual nos entendemos. Él opina sobre los modelos y yo lo escucho. Pero de la producción me encargo yo. Hablo con los clientes, fijo los precios, hago los envíos.

Mientras habla suena el teléfono. Es Jaime, que llama desde su casa. Le quiere contar que un periodista está diciendo pavadas en el zoológico.

—¿No te digo?

Guillermo tiene la idea de abrir una fábrica en la que trabajen unos 100 empleados. En China, probablemente. Hoy, hay veces que embalan pedidos de 1.200 soldaditos para un solo cliente, y han llegado a producir 13.000 figuras a pedido de una juguetería francesa. Hasta 2013 tienen todos los meses ocupados por demanda del exterior.