Famosa exactriz y ahora monja caminará por la alfombra roja
La especulación se mantendrá hasta el último minuto sobre el desfile de moda en los Oscar que se entregan este fin de semana, pero ya se sabe que al menos una de las actrices desfilando hacia el Teatro Kodak de Hollywood, se vestirá de negro, con el hábito negro de las monjas.
Se trata de Dolores Hart, una estrella de los años 1960, la primera mujer que besó a Elvis Presley en pantallas y que luego se convirtió en monja.
La última vez que Hart caminó por la alfombra roja de los Oscar fue en 1959. En ese entonces era una estrella, como puede serlo hoy Angelina Jolie. Tenía 23, se había asegurado un contrato de un millón de dólares y la posibilidad de compartir reparto con algunos de los principales hombres de Hollywood.
Pero Hart optó otro camino y desapareció de la vida pública pues sintió "el llamado de Dios".
"En 1963 dejé Hollywood porque sentí la vocación, no porque fuera el lugar del pecado", asegura desde la abadía de Regina Laudis en Bethlehem, a poco más de dos horas de Nueva York.
Actualmente es la priora de esta congregación de benedictinas que vive en clausura, pero la madre Dolores acaba de recibir un permiso especial porque el 26 de febrero paseará por la alfombra roja de los Oscar vestida con su hábito y su boina para apoyar la nominación del cortometraje documental corto "God is the bigger Elvis" dirigido por Rebecca Cammisa.
A lo largo de 37 minutos se narra su historia y la de su abadía: "Dejé entrar a las cámaras para ayudar a todas aquellas personas que están en busca de su alma. El camino hacía el Señor es un trayecto maravilloso".
Hart es la única monja con derecho a voto en la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood: "Empecé a votar en 1960, pero al pertenecer a la orden pensé que no era correcto. En 1990 me llamó mi amigo Karl Malden, entonces presidente de la Academia, para que reconsiderara mi postura y acepté. Me dio un aparato para ver las películas en mi habitación y envío mi voto. De esta manera estoy en contacto con la realidad".
Hart tenía apenas 18 años cuando protagonizó "La mujer que yo adoro" ("Loving you") junto a un joven Elvis Presley. La película de 1957 convirtió a Hart en la envidia de las mujeres por el beso que le dio al mítico cantante de rock.
"Creo que es el beso más largo de la historia porque ha durado 55 años. Cuando empezamos a rodar, el director cortó la escena porque él se sonrojaba; volvimos a besarnos y volvió a cortar porque me sonrojé y así en varias ocasiones", recuerda.
"No sabía quién era, y antes de rodar la película me lo presentaron. Elvis era muy guapo y me preguntó si yo cantaba. Al regresar al colegio, mis amigas, histéricas, me gritaron: '¿le has tomado un mechón de pelo?' ¿Bromean? les contesté. Él era un fenómeno y yo no lo sabía".
En 50 años de clausura, Hart ha contado con la ayuda de numerosos amigos. Entre ellos, Maria Cooper hija de Gary Cooper, "que es como mi hermana", Paul Newman y Patricia Neal, de quien nos confesó. "Fue monja durante tres meses, incluso tuvo sus propios hábitos".
Como actriz, Hart, además de "La mujer que yo adoro", también filmó el clásico "King Creole" (1958), también con Presley. Posteriormente Hart debutó en Broadway, ganando un Premio World Theatre, así como una nominación al Premio Tony como Mejor Actriz Revelación por su papel en "The pleasure of his company".
En 1960 protagonizó el filme "Se necesitan dos para amar" ("Where the Boys Are"), una comedia adolescente acerca de estudiantes universitarios en spring break, que se convirtió en obra de culto para sus seguidores.
En la película, representa a una estudiante que lucha por encontrarse a sí misma al enfrentarse a su recién descubierta sexualidad y popularidad con el sexo opuesto.
Protagonizó otras cuatro películas, incluyendo un papel principal en "El inspector" (internacionalmente se llamó "Lisa"), basada en una novela de Jan de Hartog. Fue nominada al Globo de Oro como mejor película dramática.
Su último papel fue con Hugh O'Brian en "Ven a volar conmigo" ("Come Fly with Me", 1963). Fue en este momento cuando decidió dejar la industria cinematográfica y, tras romper su compromiso con el empresario de Los Ángeles Don Robinson, la actriz de 25 años profesó como monja en la abadía benedictina de Regina Laudis en Bethlehem, Connecticut, llegando a ser Abadesa del Convento. Ahora canta en latín ocho veces al día.