Crónica

La eternidad de una noche mágica fuera del tiempo

La eternidad de una noche mágica fuera del tiempo

El concierto de Paul McCartney en Montevideo fue el mejor que se ha visto y oído en Uruguay. La afirmación no está influenciada por el fanatismo de este cronista, quien considera a Paul McCartney el músico de mayor importancia de la segunda mitad del siglo XX. La exquisitez del repertorio, el detallista esmero del cantante y compositor brindándose por entero al público, el refinamiento de la banda acompañante, el excelente sonido, y la duración sin altibajos del show –casi tres horas– avalan tal afirmación. Fue, un show perfecto.


Por Alejandro Espina, editor de Espectador.com


Es increíble lo bien que está Paul McCartney con sus casi 70 años. Arriba del escenario parecía tener 20 años de edad (salvo por su pelo teñido). Mantiene sus cualidades intactas. Esa voz única, dulce por momentos e intensa en otros, está igual que hace 40 años y eso se vio desde el vamos con canciones como "The Night Before", original del álbum Â"Help!Â".

Lo de McCartney fue realmente admirable. Cantó casi tres horas y su voz nunca se resquebrajó.

Por ejemplo, interpretó Â"YesterdayÂ" a las dos horas y media del show y su voz permanecía tan cristalina, pura y bella como cuando comenzó el concierto. Enganchó a Â"YesterdayÂ" la fortísima Â"Helter SkelterÂ" donde impuso su reconocido falsete Â"histéricoÂ" sin mayor dificultad. El momento también sirvió para comprobar la grandeza de McCartney como compositor. Mientras que una de las composiciones está considerada el Big Bang de las baladas, la otra es tomada como el puntapié inicial del heavy-metal.

El repertorio interpretado explica la grandeza de McCartney como artista. Fueron casi tres horas de canciones que todos los presentes en el Centenario conocían y cantaron, a pesar de ser en inglés. Pero el repertorio pudo haber sido otro de igual duración y con canciones también conocidas. ¿Qué artista vivo puede hacer esto? Ninguno, salvo McCartney.

Es difícil destacar un momento de un concierto sin decaídas que fue –repito– perfecto.

Objetivamente debe mencionarse "Maybe I'm Amazed", una canción que originalmente McCartney tenía compuesta para tocar con The Beatles y como no entró en el álbum Â"Abbey RoadÂ", la incluyó en su primer disco solista.

Por cierto, Â"Abbey RoadÂ" fue uno de los discos de The Beatles de los que McCartney extrajo más canciones para su repertorio en Montevideo. Fue sorprendente escucharlo en canciones como Â"Golden SlumbersÂ", Â"Carry That WeightÂ" y Â"The EndÂ", pertenecientes al mítico medley del lado B del álbum.

También de allí es Â"SomethingÂ", composición de George Harrison que McCartney interpretó tocando el ukelele, un instrumento que apasionaba a su finado amigo.

Otro momento trascendente fue cuando interpretó Â"A Day in the LifeÂ", la joya de Â"Sergeant PepperÂ" y original de John Lennon (aunque se sabe que McCartney hizo un aporte considerable).

Por suerte, McCartney ya no tiene prejuicios a la hora de interpretar temas de Lennon, a quien trató de Â"hermanoÂ" cuando dedicó la balada Â"Here TodayÂ". También interpretó otro tema emblemático de Lennon, Â"Give Peace a ChanceÂ". Allí pidió que todo el Centenario lo acompañara y su solicitud fue cumplida de grata manera.

La banda acompañante también lució, especialmente en la notable composición Â"Band on the RunÂ", que, según este cronista, es la obra maestra de McCartney como solista.

La única objeción que podría hacérsele al espectáculo –pero en plan de buscarle la quinta pata al gato– fue la pirotecnia empleada en Â"Live and Let DieÂ". Tal vez esa parafernalia pudo haber sacado de onda a algunos fanáticos, pero debe ser considerada una ironía de McCartney. De hecho, una vez concluida la interpretación, el ex-Beatle se autodespeinó, haciendo gestos de que le había molestado a sus oídos tantas explosiones.

La comunión del público con McCartney fue sublime. El ex-Beatle se mostró súper simpático, sencillo y sin ninguna actitud falsa o chauvinista (no se puso la camiseta de la selección uruguaya de fútbol, por ejemplo). Por el contrario, fue llano, modesto y hasta mandó un saludo para los departamentos de Maldonado y Rivera que estaban viendo el show a través de una pantalla gigante.

En otro momento dijo: Â"(Luis) SuárezÂ... un hombre de LiverpoolÂ", pues McCartney es hincha del Everton, rival tradicional del cuadro de la misma ciudad donde milita el futbolista uruguayo, quien el sábado hizo uno de los dos goles que dejaron al club del músico fuera de la final de la FA Cup.

McCartney habló poco en español, aunque lo suficiente como para meterse al público en el bolsillo. Tiene una dicción impecable y lo que dijo en español fue con total claridad. Resultó gracioso escucharlo decir varias veces Â"uruguayosÂ", pues –por su tono– hizo pensar en Tabaré Vázquez cuando solía decir Â"festejen uruguayos, festejenÂ".

McCartney, quien con The Beatles cantaba el bolero Â"Bésame muchoÂ" (por cierto, la segunda canción en la historia, luego de Â"YesterdayÂ", con mayor cantidad de interpretaciones registradas), contó que en la secundaria tomó un curso de español. Â"Esto es lo que me enseñaban: Tres conejos en un árbol, tocando el tambor, que sí, que no, que sí lo he visto yoÂ", afirmó ante la risa del multitudinario auditorio.

En un interesantísimo collage de imágenes que se proyectaron antes de que comenzara el concierto, aparecían varios objetos y personajes representativos de la cultura pop. La primera palabra que apareció fue Â"LoveÂ" y la última frase fue  "And in the end, the love you take is equal to the love you make" ("Y al final, el amor que tú tomas es igual al amor que haces"), de la canción Â"The EndÂ", la última que fue grabada por los cuatro integrantes de The Beatles. Y luego comenzó el show.

No fue casual. El amor define el espíritu de la obra de McCartney, toda. Y cargado de amor estuvo su concierto en Uruguay.

Al terminar el espectáculo, se prendieron las luces del Centenario. Una quinceañera que había cantado prácticamente todos los temas, tenía una mirada emotiva, una sonrisa en su rostro y los ojos cargados de lágrimas.

Esa adolescente, como las otras 55 mil personas presentes, acababa de presenciar un show irrepetible. Hablar de viaje hacia la Â"nostalgiaÂ" para referir a las casi tres horas que duró el espectáculo sería una idiotez total. Las composiciones musicales extraordinarias, como son las de Mozart, de Schubert, de Gershwin, o de Paul McCartney, están más allá de las limitaciones temporales. Esto es, viven en un tiempo sin pasado, presente ni futuro. En un tiempo solo de ellas. Por eso son tan imprescindibles.

Paul McCartney pasó por Montevideo dejando un recuerdo imborrable. La noche del domingo 15 de abril de 2012 en el Estadio Centenario permanecerá para siempre vigente, eterna y llena de magia, sin fecha de caducidad. Fue la gira que por tantos años estuvimos esperando, una que si bien dejó de ser misteriosa, sigue siendo todavía, afortunadamente, muy mágica.