Entrevistas

La Biblioteca Nacional en la actualidad es "un centro de investigación científica y de creación de conocimientos"

En Perspectiva se trasladó hoy, junto a los integrantes de La Tertulia de los viernes, a la sede de la Biblioteca Nacional -en 18 de Julio y Gaboto- para conversar con su director Carlos Liscano y averiguar en qué está esa institución y cuáles son sus principales desafíos en la era de Internet. Liscano aseguró que, para "las necesidades actuales", la Biblioteca no tiene problemas de presupuesto. "El problema es que la plata hay que gestionarla", agregó, "hay que ejecutar eso que se recibe, y ahí es difícil". Dijo también que actualmente "los problemas son otros, como por ejemplo el grado de abandono de 50 años". Por otro lado, aseguró que hoy en día la institución pretende ser "un centro de investigación científica y de creación y difusión de conocimientos". Hizo mención a la importancia de la digitalización de la Biblioteca como uno de los principales desafíos, además de la recuperación del edificio y del archivo.


(emitido a las 9.13 Hs.)

EMILIANO COTELO:
"La Biblioteca Nacional al día de hoy es una cosa que está dejada de la mano, no de Dios, sino del Gobierno". ¿A quién pertenece esa frase? Al ingeniero Juan Grompone.

El viernes 25 de mayo pasado, un día antes del día del libro, en La Tertulia de los viernes hablábamos sobre Dámaso Antonio Larrañaga, el fundador de la Biblioteca Nacional. Fue en medio de aquella charla que Juan lanzó aquella advertencia, que se refería sobre todo al proceso de digitalización del fichero de la Biblioteca.

(Audio.)

JUAN GROMPONE:
"No tenemos el fichero completo de la Biblioteca Nacional digitalizado, ni en Internet.

EC: Se está avanzando en ese proceso.

JG: Se está avanzando, pero hasta la Universidad de la República hace como quince años que tiene los ficheros electrónicos y la Biblioteca Nacional no los tiene. Además es una tarea necesaria porque ¿quién va a tener el fichero fundamental de las obras uruguayas si no es la Biblioteca Nacional uruguaya? Creo que ahí hay una causa que hay que rescatar, de modo que yo quiero, recordando el día del libro y a Larrañaga, decir que esto es necesario.

CARLOS MAGGI:
Yo quiero quebrar una lanza por Liscano porque creo que es un excelente director de la Biblioteca.

JG: Son dos, yo iba a quebrar otra por Carlitos porque todo lo que tú decís lo está gestando con todas las dificultades de un partido de este país que es la burocracia, que si se une gana las elecciones".

(Fin del audio.)

EC: Aquellos comentarios dejaron instalada la curiosidad entre los oyentes y entre nosotros también. ¿En qué está hoy la Biblioteca Nacional? ¿Cuáles son sus principales desafíos? ¿Cómo ha cambiado el papel de una Biblioteca Nacional en esta era la era de Internet? ¿Qué proyectos nuevos se están impulsando? En busca de respuestas a estas preguntas hoy buena parte del equipo de En Perspectiva se trasladó a la Biblioteca Nacional para visitarla, recorrerla, intercambiar con sus autoridades y ver de cerca cómo se desarrolla el trabajo de todos los días.

Allá está Alejandro Acle, allá está también Rosario Castellanos como ya nos dijo temprano, y ellos se disponen a conversar a partir de este instante con el director de la Biblioteca Nacional, Carlos Liscano, a quien yo saludo a la distancia.

ALEJANDRO ACLE:
Antes le damos paso a Rosario para que nos describa dónde estamos instalados.

ROSARIO CASTELLANOS:
En la mañana de hoy estamos instalados en realidad en lo que viene a ser la secretaría de la dirección, aprovechando la condición de que está bastante vacía porque está en vías de ser pintada. Estamos aquí con nuestra mesa y nuestros equipos, realmente invadiendo lo que es parte del sector de dirección, gentilmente cedido por el personal, que en algunos casos está haciendo de platea aquí frente a nosotros.

AA – Ahora sí, pasamos a la entrevista. Liscano, usted asumió la dirección de la Biblioteca Nacional en el año 2010, nombrado por el presidente Mujica, pero ya había tenido una experiencia en el rubro: había sido subsecretario de Educación y Cultura en el primer Gobierno del Frente Amplio, por lo tanto tenía cierta idea de en qué situación se encontraba la Biblioteca Nacional. ¿Cuáles fueron los primeros desafíos que tuvo que enfrentar al asumir este cargo?

CARLOS LISCANO:
Bienvenidos a todos a esta casa. Yo en realidad me empecé a ocupar de la Biblioteca Nacional cuando era subsecretario. La ministra María Simón me pidió que me ocupara de la Biblioteca Nacional, que tenía algunos problemas, y yo, que no conocía su funcionamiento, me puse en contacto con ella. No sé si como premio o como castigo me nombraron después director de la Biblioteca Nacional, todavía tengo dudas. Entonces cuando asumí en marzo del 2010 conocía algunos de los problemas que tiene la Biblioteca Nacional, o por lo menos creía que conocía, pero en realidad no. Una vez acá adentro, era completamente diferente. Una institución que es una maravilla por su acervo, por su historia, su tradición, pero que –no es novedad– estuvo 40 años, 50 años, abandonada por la desidia de todos los gobiernos que habían venido.

Cuando el ministro Ehrlich me ofreció el cargo yo le dije: "Yo soy trabajador disciplinado, no soy técnico, ni soy político". Llegué aquí a trabajar y la realidad era avasallante. La Biblioteca Nacional se llovía. Tenía quince claraboyas de hierro y vidrio, todas estaban rotas por el granizo y todas se llovían. Los aproximadamente 1.200 metros cuadrados de techo se llovían por todos lados. Había problemas con la instalación eléctrica y había muy pocas computadoras en la Biblioteca. También habían problemas de personal en el sentido que el personal es muy mayor, se enferman, falta personal.

Entonces lo primero que hice fue instalarme con mi secretaria, la doctora Mónica Cardoso, que se vino conmigo del Ministerio, y empezamos desde ese lugarcito a ver si podíamos solucionar algunos problemas. Y cuando el ministro Ehrlich me preguntó qué planes tenía. Le dije: "Ninguno. Dejame arreglar la casa hasta fin de año y ahí vemos si podemos hacer un plan".

He contado con la invalorable colaboración de la subdirectora Graciela Gargiulo, que es el técnico más importante que tiene la Biblioteca Nacional. Es bibliotecóloga, archivóloga, hace 39 años que trabaja aquí. Y comenzamos a hacer un plan.

Pero la Biblioteca Nacional no tenía personal de mantenimiento. Entonces se me ocurrió recurrir a la Ley del Voluntariado y pensé, ¿a quién conozco yo en este mundo, quienes son mis amigos viejos? Los ex presos políticos. Entonces me fui a Crisol. Los convencí, firmamos un convenio y me dieron 20 ex presos políticos. Se me escapó el Ruso [Mauricio Rosencof] porque tiene que trabajar. Y con ellos empezamos a trabajar. Hemos sacado 37 camiones de basura; muebles rotos, obsoletos; lámparas; equipos; una fotocopiadora que pesaba como 250 kilos y que hace 30 años que no hay repuestos en el mundo; toneladas de papel.

Y ustedes me dirán, ¿qué tiene que ver esto con la Biblioteca? Es que teníamos que hacer algo. Creamos un centro de cómputos, que ya estaba en cierne pero ahora tenemos técnicos que dependen de nosotros. Tenemos que atender las bibliotecas municipales, la ley del año 2009 le asigna a la Biblioteca Nacional la tarea de coordinar las 237 bibliotecas municipales que tiene el país, sin presupuesto y con el personal que tenemos. Nos abocamos a eso, ¿qué podemos hacer? Darles cursos, asesorarlos. Hay once departamentos que no tienen bibliotecólogo, ¿cómo los asesoramos? Compramos 30.000 libros, se los mandamos a las bibliotecas municipales; entre abril y mayo de este año le mandamos 12.000 libros a los centros MEC.

Y desde diciembre del 2009 –exactamente desde el 30 de diciembre porque el convenio lo redacté yo– firmamos con la Universidad de la República (Udelar) el convenio para introducir el programa Aleph para informatizar la Biblioteca Nacional. Somos vicarios de la Udelar que contrata ese programa a una multinacional chilena.

AA – Ahora vamos a entrar en ese detalle. Usted recién estaba haciendo referencia a este tema, es tradicionalmente sabido que la Biblioteca Nacional es una de las grandes olvidadas dentro del presupuesto del Ministerio de Educación y Cultura ¿Esto sigue siendo así? Usted de cierto modo daba a entender que cuando recién asumió la gestión tuvo que hacer frente a todos esos problemas tan de base, de infraestructura, con pocos recursos. ¿Esa situación se mantiene actualmente?

CL – No, cuando yo asumí no era así. Acá le contesto a Grompone: no está dejada de la mano del Gobierno. En el 2005 el presupuesto quinquenal fue generoso para la cultura, para toda la cultura, y en particular para la Biblioteca Nacional. Para los parámetros de Uruguay empezó a haber plata. El problema es que la plata hay que gestionarla. Si a uno le dan plata y ejecuta el 5% del presupuesto que tiene en inversiones y el resto lo tiene que devolver, ahí empezamos con problemas. Yo tengo el mismo presupuesto que había en el 2005 y entre el año pasado y este entraron 22 funcionarios nuevos. Hacía 30 años que no entraba nadie. Es decir, no es un problema de presupuesto. Yo sé que me estoy tirando tierra encima al decir "no es plata lo que necesitamos, necesitamos otra cosa". Todo el mundo me dice que no diga eso, pero nosotros, para las necesidades actuales, no tenemos problemas de presupuesto.

El problema es que hay que ejecutar eso que se recibe, y ahí es difícil. El Estado tiene problemas en las licitaciones, que demoran tres o cuatro meses, son observadas... Los problemas son otros, como por ejemplo el grado de abandono de 50 años. Cuando los techos se llueven uno tiene que dedicarse en primer lugar a arreglarlos. Cuando los subsuelos no tienen ventilación desde hace 30 años, y ahí trabajan seres humanos, lo primero que hay que hacer es poner la ventilación. Eso nos llevó nueve meses de discusión y pelea entre nosotros mismos acá, con los técnicos nuestros, que son todos ex presos políticos. No hacen nada pero hablan mucho, y algunos saben mucho de lo suyo. Nueve meses de discusión, un millón y medio de pesos, y un día empezó a funcionar la ventilación. Esas cosas no se ven, pero son imprescindibles para la Biblioteca. No puede no haber baños, porque acá trabajan 150 personas.

¿Qué definimos nosotros? El programa Aleph es una cosa, pero lo otro es que está cambiando el carácter de la Biblioteca Nacional, no solamente de ésta, de todas. La información que antes se venía a buscar a la Biblioteca está en Internet, entonces ahora tenemos los lectores de siempre, los calificados, que son los investigadores; algunos docentes; algunos estudiantes de nivel terciario. Por eso, nosotros hemos definido –y esta es una definición política– que la Biblioteca Nacional es un centro de investigación científica y de creación y difusión de conocimientos. Tenemos un departamento de investigaciones, pequeño pero potente, que se está haciendo notar cada vez más en los medios académicos de Uruguay y la región. Yo lo he fortalecido trayendo gente en comisión, contratando gente y contratando a investigadores asociados. En este momento somos creadores de conocimiento.

Entonces: menos biblioteca pública, más biblioteca nacional y la informatización de la biblioteca. Estamos digitalizando libros, y yo discrepo con Grompone porque la Universidad no tiene todos los ficheros digitalizados. Vamos a llegar nosotros antes, porque ellos son catorce bibliotecas y nosotros somos una sola.

Seguimos enumerando: la digitalización, la recuperación del edificio, el centro de investigación científica y la recuperación de archivos para la Biblioteca Nacional. Recuperamos a José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Aníbal Barrios Pinto, María Esther Gilio, Sarandí Cabrera, Juan Carlos Macedo, y ahora viene Carlos Martínez Moreno y Juan Carlos Legido. Eso es patrimonio de la sociedad uruguaya y lo tenemos acá. Empezó con las 40.000 piezas del archivo de Rodó.

RC – Seguimos insistiendo sobre el tema del manejo del libro como fundamento de las funciones de la Biblioteca Nacional. Y yo creo que eso en la opinión pública debe ser una de las funciones más claras, más evidente. La gente viene a leer a la sala de lectura. Sin embargo, creo que los que conocemos este lugar sabemos que la biblioteca tiene otro tipo de materiales que son tanto o más sensible que el libro y que realmente han sido objeto de un cuidado y de un interés muy especial. A mí me gustaría que usted contara qué otros objetivos tiene la biblioteca, más allá de la custodia de toda la producción bibliográfica, porque aquí en la sala de materiales hemos visto verdaderas joyas en materia de fotografía, de colecciones de grabados. La Biblioteca Nacional es mucho más que libros.

CL – Sí, el fundamento de la Biblioteca Nacional es la Ley de Depósito Legal: todo lo que se edita y se imprime en el país tiene que venir acá. Eso genera problemas de espacio, porque acá entran cosas todas las semanas.

También tenemos los archivos literarios, 133 archivos, que incluye las 40.000 piezas del archivo Rodó, Delmira Agustini, Julio Herrera [y Reissig], Gesualdo, Enrique Amorín, etcétera. Y después se fueron quedando históricamente por acumulación donaciones, por ejemplo tenemos una colección de monedas y billetes del siglo XIX, que eran de circulación legal en Uruguay. Alguien la donó y la tenemos acá. Tenemos una pinacoteca, algunos cuadros importantes y otros de valor histórico. Tenemos una colección de máscaras mexicanas que donó Ángel Falco. Tenemos libros incunables, un pergamino, una colección de mapas, 50.000 fotos, objetos raros como el vestido de novia de Delmira Agustini; tenemos la colección de cuadros de Delmira Agustín, que los estamos restaurando que no pintaba bien, era un poco ingenua. También tenemos el cuadro donde están las perforaciones de los dos balazos que le pegaron. Tenemos la valija y la billetera de Florencio. Cartas, documentos, curiosidades. Ayer la subdirectora me trajo una libreta de 1865, que era donde ingresaban los libros que encontramos por ahí. Tenemos restos de lo que fue la biblioteca china, muebles y tapices chinos. Estamos trabajando en lo que viene a ser el museo de la Biblioteca Nacional, por ejemplo, restauramos la pinacoteca gracias al trabajo voluntario del maestro Walter Di Brana, que tiene 76 años y que como es un poco solitario debe andar por ahí trabajando en este momento, no quiere aparecerse por acá.

***

EMILIANO COTELO:
En el año 2015 la Biblioteca Nacional celebrará su bicentenario. Fue fundada en 1815 por Dámaso Antonio Larrañaga, y el 26 de marzo de 1816 abrió sus puertas en su primer emplazamiento, en Ciudad Vieja, frente a la plaza Zabala. El edificio que ustedes conocen, que recibe hoy al equipo de En Perspectiva, fue inaugurado en 1964, está por cumplir 50 años.

El acervo de la Biblioteca está compuesto por miles de libros, colecciones, diarios, fotografías, obras artísticas y materiales de diferentes tipos y orígenes que se han ido acumulando.

Sobre los desafíos que implica dirigir una biblioteca nacional en el siglo XXI, en plena era de internet, estamos conversando con su director, Carlos Liscano. Allí están Alejandro Acle y Rosario Castellanos, y se incorporan los integrantes de La Tertulia de los Viernes: Carlos Maggi, Juan Grompone, Matilde Rodríguez y Mauricio Rosencof.

ALEJANDRO ACLE:
Liscano, usted hacía referencia al proceso de digitalización de los ficheros y al aggiornamento de la Biblioteca al siglo XXI y los desafíos que eso conlleva. La popularización de internet ha permitido que la gente tenga acceso a datos e información a la que antes solo accedía a través de los libros. ¿Cómo cambió el funcionamiento de la Biblioteca?

CARLOS LISCANO:
El carácter de ésta y de todas las bibliotecas nacionales está cambiando. La gente no viene a buscar información sobre Pedro Figari ni sobre Van Gogh, viene a buscar otro tipo de materiales. Se ha producido un fenómeno que no es nuestro solamente –eso lo aprendí en otras bibliotecas–: vienen jóvenes a estudiar en busca de un espacio, pero no usan los materiales de la Biblioteca. Transformamos la Sala Varela para este uso, vienen con la mochila, el tupper con la comida que les prepara la madre en Canelones, San José, Florida o en los suburbios, tienen aire acondicionado, la prensa del día, wifi, y pasan el día allí. A veces duermen una siesta encima de los apuntes, todos sabemos que si alguien se levantó a las cinco de la mañana, a las 10 ya tiene sueño. La gente que no tiene casa también viene.

Internet ha cambiado el carácter de la Biblioteca Nacional, más dedicada a los usuarios especializados, investigadores, tanto uruguayos como extranjeros. Estamos vinculados al proyecto ALEPH. Hemos comenzado a digitalizar 97.000 fichas. Ya nos entregaron las primeras 20.000, es un gran trabajo prepararlas y enviarlas, y cuando vienen tenemos que revisarlas. Estamos digitalizando los primeros impresos del Río de la Plata. Lo que le da sentido a esta institución es la Sala Uruguay, donde están los materiales que se imprimen y se producen en nuestro país. Como extravagancia, tenemos "La Revue de Monde" del año 1835, que no está en la Biblioteca Nacional de Francia y está aquí. Eso lo descubrió Carlos Demasi cuando estaba estudiando en París.

El desafío es entrar en el siglo XXI. Para eso, hicimos un congreso el año pasado con técnicos de Chile, Argentina, Brasil, España, Alemania y Francia financiado por nosotros, y llegamos a una conclusión: en Uruguay nadie tiene una idea de lo que debe ser la Biblioteca Nacional. O hay, como dice la subdirectora, cientos de ideas, esto es como decir que no hay ninguna.

AA - Los tertulianos están escuchando atentamente la entrevista, obviamente conocen bien este local. ¿Qué comentarios tienen?

JUAN GROMPONE:
Lo primero que quiero aclarar es que cuando yo decía que la Biblioteca Nacional está dejada de la mano del gobierno, me refería a todos los gobiernos, no a uno en particular. Hace décadas que no se considera la Biblioteca Nacional como lo que realmente es.

Para mí, la Biblioteca Nacional en la era de internet cumple un papel adicional. El papel de la consulta del libro es secundario para el público en general y para los especialistas. Pero en tiempos de Internet, cumple el rol de presentar al mundo el estado de la cultura uruguaya. Si yo quisiera averiguar algo sobre la producción intelectual de Perú, me dirigiría a la Biblioteca Nacional de Perú para ver qué cosas hay. Si quisiera saber cuándo se publicó por primera vez la obra de Mariátegui, iría a la biblioteca de Perú y allí me tendrían que suministrar esa información.

La Biblioteca Nacional de Uruguay tiene que presentar el estado de la cultura uruguaya, desde La Estrella del Sur hasta el último libro que se haya publicado, tiene que estar toda esa información como mínimo en Internet. Porque es lo que permite ubicar qué ha publicado un autor, cómo se ubica ese libro, cómo se lo puede comprar, entre otras cosas. Tener el fichero de 1990 a 2010 es muy poco, tenemos que tener dos siglos de fichero. Es urgente, porque estamos dando una imagen pésima de la cultura uruguaya, y eso es lo que le critico al Gobierno, que no tiene conciencia de que la Biblioteca Nacional uruguaya es muy pobre al lado de la de Haití, que la tomé como referencia luego de haber buscado información en Internet. Entren a la Biblioteca Nacional de Haití en internet y vean lo que ofrece sobre la cultura de ese país, un país que ha tenido catástrofes y grandes problemas.

Segunda etapa, la digitalización. Uno espera encontrar libros que ya no tienen derechos de autor, que son de dominio público, digitalizados. Recuerdo que hace tres o cuatro años quería una copia de Ariel, de [José Enrique] Rodó. ¿Saben dónde lo encontré? En una biblioteca nacional de Venezuela. Hay muy pocas cosas de los autores uruguayos digitalizadas. Esa es la segunda urgencia.

Durante muchos años el Estado no ha invertido dinero en seguir el paso de los acontecimientos. Internet apareció en 1995, hace 15 años. Y hace más años, Unesco entregaba gratis su programa Isis para archivo bibliográfico, porque pretendía digitalizar los ficheros de las bibliotecas. Eso es lo que acuso, que estamos muy atrasados y habría que hacer un esfuerzo enorme para ponerse al día.

CARLOS MAGGI:
Gran parte de lo que dijo Juan Grompone es así, y de lo que dijo Carlo Liscano está bien, pero no del todo. Están en proceso de digitalizar los ficheros que están para el uso del público, y yo estaba al frente del proceso técnico cuando se fundó. La Biblioteca no tenía la plata que necesitaba para darle el ritmo y la velocidad que se necesitaba. Pero se adoptó el sistema del Congreso de Washington que resultó perfecto. Ahora están para utilizarlos y ponerlos en internet digitalizados. No creo que haya sido una cosa extraordinaria, pero es un proceso que empezó en la década del 40, y es muy útil actualmente.

Todos los desarrollos mencionados son ciertos. Pero la Biblioteca fue, durante mucho tiempo, una cenicienta del presupuesto. Y en cuanto a sus directores, gente de mucho talento, cercana a los libros, sabían muy poco sobre la función de administrar. Vemos los libros de Rodó, en su propia época, la Biblioteca tenía catalogados esos grandes libros de un metro de altura y manuscritos. Tener eso y no tener nada es exactamente lo mismo, enormes volúmenes puestos en el orden en que llegaban.

Después se sucedieron muy buenos intelectuales al frente. Pero pienso que por primera vez la Biblioteca tiene la cruza que necesita, un intelectual que además sea un cancerbero administrativo. Si no se ve que primero hay que tapar el techo para que no se llueva, estamos perdidos. En el período en que ha estado Liscano, que se cuenta en meses, ha rehecho la máquina para poder empezar a hacer cosas, porque si no limpiaban –sacaron 37 camiones de basura– y no veían que entraba el agua, que estaban los libros rotos, había que empezar por el principio. Liscano cumple las dos funciones, y tiene el carácter y el amor para hacerlo. Por eso quiero exaltar la Biblioteca, porque no ha logrado todavía los frutos, pero está haciendo los cimientos para poder trabajar como una biblioteca verdadera.

Y quiero destacar que la Biblioteca fue durante mucho tiempo de los estudiantes de secundaria. Si hacemos una revisión concreta, las grandes cifras de préstamos en sala eran para los estudiantes de secundaria. Cuando la Biblioteca se vino a este edificio, se habilitaron salitas para investigadores. Pero ahora la Biblioteca pone el énfasis donde corresponde, un lugar de investigación, y para eso no había nada que estuviera bien hecho. Hay que tener cuidado, hay obras que se hacen ligero y obras que se hacen despacio. Nunca fue destruida, pero fue enlentecida.

EC - Sobre lo que decías, Gabriel manda un mensaje que dice: "Yo hice el liceo estudiando en la sala estudiantil entre el 78 y el 83".

MAURICIO ROSENCOF:
El hecho de que el primer director de la Biblioteca haya sido [Juan Carlos] Onetti es emblemático, si no estoy mal informado. Que hayamos llegado hasta Tomás de Mattos, que quedaba estreñido viendo que tenía que descalzarse y andar con el agua hasta los tobillos, hasta esta gestión, me parece que hay una complementación entre un criterio pragmático y de conducción, más toda la jerarquía que tiene el conocimiento intelectual. Con el riesgo de que puede haber un mensaje subliminal: seguí en esto y dejá de escribir. En este momento se está atendiendo el edificio y tenemos todos los planes en marcha, no creo que la alternativa sea mandar becarios a Haití. A pesar de que se diga que necesitamos más recursos, pienso que estamos muy bien encauzados. Lo único que se puede hacer es alentar y poner esto como referencia de que cuando hay un espíritu pragmático además de criterios, pasamos a puntualizar.

CM - Una pequeña puntualización: Onetti fue director de las Bibliotecas Municipales, y fue un buen director porque era un novelista y además un muy buen gerente, tal es así que fue el gerente de Reuters aquí, y posteriormente lo llevaron a Buenos Aires, que era la cabeza de esa empresa noticiera en el continente. Onetti cumplía bien las dos funciones porque tenía la capacidad de gerenciar y tenía una capacidad enorme en materia de libros. Pero en la Biblioteca Nacional no sucedió eso, si hubiera estado Onetti habría sido mejor administrada, estoy seguro.

MATILDE RODRÍGUEZ:
Simplemente quería puntualizar sobre el tema en la gestión. En este caso se ponen de relieve las palabras del director de que había un presupuesto tan bueno en la administración pasada como en esta, pero que se ejecutó un 5%. Cuando en una situación tan dramática como la que estaba este edificio se ejecuta solo un 5%, hay un tema de gestión muy grave. Y ahora se está poniendo en marcha una nueva gestión que implica imaginación. Primero hay que arreglar los techos y los acondicionadores de aire, ya que hay distintas temperaturas en cada sala. Y quiero resaltar a la subdirectora, que presentó un proyecto a la Universidad de Harvard y con esa plata se pudo terminar un trabajo técnico de recuperación.

CL - El gabinete de fotografía.

Mat R - Lo que está haciendo posible que esto se recupere implica imaginación y capacidad de gestión, para que podamos disfrutar de este acervo histórico tan importante. A mí me interesaría que el director se explayara en explicar el convenio que se hizo con el Correo, a los efectos de prestar libros al interior y al medio rural, para que maestros rurales puedan tener acceso a un préstamo de la Biblioteca Nacional.

CL - Una información para Grompone. El Ministerio de Educación y Cultura, por medio de Agesic (Agencia para el Desarrollo del Gobierno de Gestión Electrónica y la Sociedad de la Información y del Conocimiento), contrató una consultora que va a trabajar con las instituciones de nuestro ministerio que necesitan digitalizar documentos, el Archivo General de la Nación, el Museo Histórico, y comienza la semana que viene. Eso llevó sus seis meses de licitación.

Me gusta la posición de Grompone, porque yo quiero que los políticos y los gobernantes vean la Biblioteca y sepan que es importante. La Biblioteca Nacional no puede ser un asunto político, es un asunto de toda la sociedad. Por una ley de diciembre de 2009 se levantó el receso parlamentario y se creó el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, cuyo artículo 8 le asigna a la Biblioteca Nacional la tarea de coordinar todas las bibliotecas públicas. Y aquí entramos en problemas, porque las bibliotecas municipales dependen del Municipio y yo del Poder Ejecutivo, o sea que tengo que ayudar a las bibliotecas municipales, pero no puedo decirle al funcionario municipal qué es lo que debe hacer. Pero las atendemos, les mandamos libros, asesoramiento, les damos cursos, exposiciones. Pero hay 11 intendencias que no tienen un bibliotecólogo contratado. ¿Cómo puede haber un sistema sin técnicos? Se votó la ley pero no hay sistema. Y no tiene presupuesto.

Aun así hay otras críticas que me parecen justas, como que la Biblioteca Nacional de nacional tiene el nombre nada más, porque es montevideana. Tanto me han criticado por esto que se me ocurrió inaugurar el préstamo a distancia, que es para todos los departamentos excepto Montevideo. De un catálogo limitado de libros se puede pedir por Internet, y la Biblioteca Nacional en conjunto con el Correo Nacional, se hace cargo del costo del envío y reenvío. El servicio está destinado a todos docentes y futuros docentes del interior del país, desde la maestra rural hasta el futuro profesor de matemática, de biología, el bibliotecólogo y el ingeniero agrónomo. A los de los CERP (Centro Regional de Profesores), a los de UTU, a liceos. Tuvimos que afinar la fantasía: ¿cómo sé yo que quien me pide el libro es docente o estudiante del CERP? Se lo mandamos a la dirección donde trabaja o donde estudia. Me da lo mismo si lo pide para un sobrino, esa persona se hace responsable. Gracias al Correo Nacional, el libro sale y llega a las 72 horas a la escuela rural más alejada de Montevideo. Y luego recibimos los libros de vuelta. Una curiosidad: funciona de abril a diciembre, en las vacaciones nadie pide libros.

No todo el mundo sabe que la casa que está atrás se llama la Casa del Pastor. "¿Dónde está fulana?" "En la casa del pastor." Se la compramos a la iglesia evangélica, y ahí está el Departamento de Investigación. Ahora estamos en proceso de comprar la iglesia, porque no hay espacio para ningún lado. Tenemos la Facultad de Artes, la Casa del Pastor que ya es nuestra, y vamos a comprar la iglesia. Como comprenderán, para conseguir los ocho millones de pesos que necesito, hay que remar.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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