Entrevistas

Cristina Morán: desde la primera vez que me enfrenté a un micrófono "tuve la total seguridad de que este era mi destino"

Cristina Morán: desde la primera vez que me enfrenté a un micrófono "tuve la total seguridad de que este era mi destino"

Con más de 60 años en los medios, Cristina Morán es una voz ineludible en la historia de la radio, la televisión y también el teatro. Por eso, en este mes de la mujer, que recién comienza, la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura la ha seleccionado junto a otras 11 comunicadoras para destacar el rol de las mujeres en la prensa. En diálogo con En Perspectiva, Morán recordó sus comienzos en la radio, su experiencia como "pionera total" en la televisión uruguaya y su incursión tardía en el teatro, su "amante postergado". "En todos estos años no hice más que ser yo misma", sostuvo. "En todas las cosas de la vida y en la vida misma tenés que estar parado muy firme, porque si no, te lleva la corriente", añadió la comunicadora, que definió el trabajo en los medios como "maravilloso". Aseguró que no tiene planes de jubilarse y que mientras la salud se lo permita va a permanecer "activa". "Me voy a ir de la comunicación el día que me vaya del todo", remató.


(emitido a las 9.04 Hs.)
    
ROMINA ANDRIOLI:
"Una señorita simpática, de buena presencia y de buena voz." A los 17 años, Iris Fariña Romano sabía que cumplía con esos requisitos, que leyó en un anuncio en el diario, y por eso le dijo a su madre que esa era ella. Hoy, más de 60 años después, Cristina Morán casi no necesita presentación.

Hoy, 1.º de marzo, se inicia el mes que tradicionalmente se dedica a recordar a las mujeres. Por eso, en En Perspectiva les proponemos conversar con Cristina Morán: locutora, actriz, docente, comunicadora, periodista. Una mujer que ha dedicado su vida a la comunicación y que a sus 82 años ya hace tiempo que ha comenzado a cosechar lo que sembró.

El próximo reconocimiento del que será protagonista se llevará a cabo precisamente en estos días cuando sea homenajeada por la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura entre un grupo de 12 mujeres que han tenido una destacada actuación en la prensa en distintas épocas.

Para repasar su trayectoria, pero sobre todo para conocerla un poco mejor, recibimos esta mañana a Iris Fariña o, como la conocemos todos, Cristina Morán.

ROSARIO CASTELLANOS:
Ya que soy "los ojos de la radio", me parece que tendría que contar cómo llega Cristina. Porque realmente está de una elegancia impresionante, con un vestido en gasa de tonos de gris y negro y un bléiser blanco impecable, realmente un figurín.

RA - Así a las nueve de la mañana.

RC - A las nueve de la mañana, perfectamente maquillada, producción perfecta.

CRISTINA MORÁN:
¡Ay, gracias! Me hacés tanta gracia... Me encanta eso de "los ojos de la radio", no sé quién lo puso.

RC - Emiliano.

CM - Es genial, porque tenés un poder descriptivo tan grande...

RC - Pero hoy sos tú la entrevistada.

CM - No importa, una vez que te lo puedo decir, te lo digo.

RA - Empecemos recordando ese aviso de diario que pedía "una buena voz, una buena presencia y simpatía". ¿Qué te llamó la atención de ese aviso que leíste? ¿Qué te llevó a presentarte?

CM - Todo eso, porque decía "buena voz, buena presencia y simpatía".

RA - Y ahí estabas convencida.

CM - Claro, decía "mandar correspondencia a Mercedes 973", y como nosotros no teníamos teléfono, le pedí a un vecino la guía, miré, y era Radio Carve, dije "¡¿cómo?!". Entonces ahí le dije a mi mamá: "Mamá, yo me presento, esta soy yo".

RC - Además audición, no era presentarse y presentar un currículo, era una especie de competencia.

CM - Era un concurso.

RA - Había ciento y pico de personas, ¿no?

CM - Ciento y pico, claro. Pero yo me presenté. Y cuando me enfrenté al micrófono, esos grandotes –los de ahora son casi invisibles–, y me dieron un texto, algo para leer, dije: "Esto es lo mío". Tuve la total seguridad de que este era mi destino, de que este iba a ser mi camino. Y no me equivoqué. Fueron muchas pruebas, muchas instancias, finalmente quedamos dos, y quedé yo, para un programa que se iba a hacer por un año –porque era el advenimiento del cine continuado–, y duró 13. Ahí ya quedé y seguí, no me fui nunca más de la comunicación y me voy a ir de la comunicación el día que me vaya del todo, el día que el señor de arriba diga: "Hola, vení".

RC - Pero no te quedaste en comunicación por radio, eso es sumamente interesante.

CM - No.

RC - También estuviste en televisión desde el principio mismo.

CM - Pionera total, cosa que me enorgullece muchísimo. No sé si me enorgullece tanto ahora, porque veo lo que hay en televisión y digo: las cosas que hacíamos nosotros que no sabíamos nada y no teníamos nada... Pero no importa. Soy pionera con un grupo de jóvenes, de gente divina, y sí, ahí llegué por obra y gracia de don Raúl Fontaina, que entendió que yo tenía que estar en televisión.

RC - Tengo entendido que Fontaina te pedía en particular una condición muy especial: quería que fueras tú misma.

CM - Sí, yo misma.

RC - En ese momento no había ninguna formación detrás, pero había que tener una personalidad determinada para ganarse a la gente a través de la pantalla.

CM - Sí. Qué interesante lo que decís, yo nunca lo tomé así. Cuando mi resistencia fue vencida... Yo al principio no quería ir a la televisión, me daba miedo.

RC - ¿Por qué?

CM - Porque estaba todo el mito de que en la televisión hay que saber todo, no se puede leer, hay que improvisar, hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, y nosotros veníamos de la radio, donde todo se leía, todo se libretaba, en los programas de fonoplatea, todo. Eso me daba mucho temor, además era bastante gordita, decía: "No, ¿yo qué voy a hacer en la televisión?". Después que se calmaron mis llantos le pregunté: "¿Qué tengo que hacer?", y me contestó: "Sé tú misma, no seas otra cosa que tú misma, porque los almidonados quedarán en el camino". Esas fueron las palabras de don Raúl. Y en todos estos años, toda la vida, no hice más que ser yo misma.

RC - En muchas otras cosas que hiciste.

CM - Sí, en muchas cosas.

RA - También tenías la particularidad de no tener ningún referente, ninguna mujer referente en la que te apoyarte, ninguna idea de por dónde sacar, sino que simplemente tenías que innovar.

CM - Sí, en televisión innovamos todos, porque ninguno sabía nada. Pero teníamos tanto entusiasmo, tanto amor, tantas ganas, y éramos creativos, porque nos juntábamos, decíamos tonterías, chistes, y de pronto surgía una idea. Creábamos. Además no teníamos a quién copiar, teníamos que inventar.

RC - Y todo en vivo.

CM - Todo en vivo, por años. La primera vez que me vi en pantalla fue a fines de los años 60, cuando empezaban los 70 casi, cuando vino el videotape. Me vi por primera vez en cámara, en televisión, acá en la calle Tacuarembó, Dr. Lorenzo Carnelli. Me vi, miré, y dije: "¡Gorda, ¿qué hacés acá?! ¡Andate!".

RC - Me gustaría que me contaras cuál fue esa primera impresión tuya.

CM - ¡Esa!

RC - ¿Que se te veía gorda? Claro, porque aumenta cinco kilos.

CM - Era gorda. Yo soy de la época de las chicas Divito, de la cintura chiquita y caderas opulentas, y en los 70 ya no se usaban las chicas Divito, pero yo mantenía eso porque seguía comiendo. Entonces me vi y dije: "¡Gorda, andate para tu casa!".

RC - Pero no te fuiste.

CM - No, qué me voy a ir.

RA - No te arrepentís, fue solo una primera impresión.

CM - Fue la primera impresión. Después, al tiempo, muchísimo tiempo después, cuando empezaron a poner monitores en el estudio, teníamos la posibilidad de mirarnos, desde que empezaron las grabaciones. Entonces podía ir corrigiendo mi forma de pararme, mi forma de disimular, manitos acá adelante para que no se notara la pancita. No era una postura angelical. ¡Mirá las cosas que me hacen descubrir!

RA - Me imagino que tendrás un montón de anécdotas de esas épocas en vivo, de imprevistos, cosas que surgían, porque hasta las publicidades se hacían en vivo.

CM - Claro, por muchos años, desde el año 56 hasta que llegó el videotape, por los 70 y pico. Mientras estaba solo Canal 10 no había ningún problema, estábamos ahí concentrados, pero después aparecieron los otros canales, aparecieron el 4, el 12, el 5, y las tandas seguían siendo en vivo, y los locutores éramos los mismos. Entonces corríamos de un lado para otro, en taxi o en auto, en lo que fuere, en bicicleta, monopatín. Había tantas tandas, eran ocho, diez, doce tandas, y 30 minutos de programa, una cosa así, entonces llamábamos desesperados: "Fulano –el encargado del otro canal–, ¿en qué tanda voy?", "Vas en la segunda", "¡No, correme para la octava, por favor, no llego, estoy acá en los galpones!". Y te corrían, porque era eso o eso, no había otra, porque si no, no llegábamos. Corríamos de un lado para otro.

Y cuando dejábamos de correr de un lado para otro para ir de canal en canal, llegábamos al canal, al estudio, y teníamos que correr de un quiosquito a otro, porque se hacía una suerte de quiosquitos –que empezaron allá en los galpones, porque fue el primer canal– donde se exponía la mercadería con un cartelito. Y acá al lado había otro y otro y otro. Entonces si vos tenías más de un comercial, tenías que saltar de uno a otro. Era muy fuerte, porque era "salí que me toca a mí", "no, voy yo primero", "no, salí", a los codazos limpios. Pero la pasábamos tan bien, era una cosa tan fresca, tan auténtica. Esa es la verdad, tan sincera.

RC - ¿Cómo es el ambiente entre compañeros? Porque se dice que es un medio muy competitivo actualmente.

CM - Es, sí, señor, es muy competitivo.

RC - ¿Lo era entonces?

CM - Sí, claro, cuando el medio empezó a crecer, fue más competitivo. Yo no conozco nada de otros países, y de la Argentina conozxo lo que sabemos todos, por lo que vemos, por lo que ellos mismos promueven, su falta de solidaridad, de compañerismo, de amistad, pero después salen abrazadísimos en la foto. Acá nunca se llegó a extremos, los uruguayos somos distintos, ni peores ni mejores, somos de otro palo, de pronto si hay una competencia no la manifestamos. De pronto somos más hipócritas también, no sé qué decirte, pero nunca sentí esa cosa de decir "esta me quiere mover el piso". De pronto intuís cosas, no es abierto, pero tenés que tener esa intuición, y siempre, en todas las cosas de la vida y en la vida misma, tenés que estar parado muy fuerte, muy firme, porque si no, te lleva la corriente, te viene el tsunami y te lleva. La radio no va en zaga, pero especialmente en la televisión, que es una feria de vanidades, porque tú salís 30 segundos en televisión y ya te conoce toda la gente. Por ejemplo, a la jueza [Mariana] Mota yo nunca la había visto, pero la imagen que tengo de ella es de una mujer delgada, elegante, fina, y no se me borra más, donde la vea la voy a reconocer. Te pongo un ejemplo muy reciente. Entonces la competencia existe, desde luego, pero no es tan abierta, tan descarada, tan grosera como en la Argentina, donde ves que se están pisando el palito a cada rato.

RC - Claro, también es mucho dinero el que está en danza.

CM - Mucho dinero. Acá no, ah no, por el dinero no va a ser acá.

RC - Volvamos a la radio, porque en definitiva tú empezaste en radio.

CM - Sí, gracias a Dios.

RC – La radio en ese entonces era un medio donde se tenía que improvisar mucho y hacer mucha cosa en vivo, ¿no?

CM - Sí, se hacían muchas cosas en vivo, pero había un libretista. FulvioNelson Maddalena, de Colonia, que murió muy joven, era el que libretaba todo. Se hacían cosas en vivo, pero eran las menos. Este tipo de programa, como el de ustedes, como En Perspectiva, pero siempre tenés una guía, tenés la información, tenés algo. Lo que pasa es que nos salíamos, nos íbamos del libreto, más que improvisar. Por ejemplo, los bailables de Sanidor que hacíamos con Raúl Ballefín eran algo totalmente en vivo e improvisado. Las cosas que hacía Ballefín, las cosas que hacía un operador como ese que está ahí ahora y que era grandote y entraba tipo gorila, tipo King Kong al estudio cuando había un corte musical, es algo que no puede ser... Un día hubo un locutor muy serio, Ulises Biestro, una gran voz, un gran profesional, un señor en todo, pero no lo hacían reír con nada. Era tandero, leía las tandas, porque en esa época las tandas se leían, se pasaba el papelito. Un día lo desnudaron, le sacaron toda la ropa, y el pobre Ulises Biestro nunca manifestó nada, siguió haciendo la tanda, eterna, por supuesto. Esas cosas. ¿Querés más improvisación que eso?

RC - Realmente. Además no se veían, ese era otro aspecto.

CM - ¡No, no, no!

RA - No como ahora que tenemos la camarita en el estudio.

CM - No; te voy a decir la verdad: esto conspira...

RC - Contra la naturalidad.

RA - Y contra la magia de la radio.

CM - Exactamente, porque la radio sigue permitiendo imaginar, idear, formar un rostro, un cabello, un peinado, unas manos. Pero con esto de las cámaras se fue todo, no puede ser, protesto. ¡Saquen las cámaras de los estudios!

***

RA - Seguimos repasando la trayectoria de una de las mujeres más reconocibles de la radio y la televisión del Uruguay.

***

RA - En su carrera de más de 40 años en la televisión, Cristina Morán conversó y entrevistó a diversos personajes de la política, la cultura, el deporte y la sociedad del Uruguay y del mundo.

En 1977 entrevistó al jockey uruguayo Irineo Leguisamo en una recordada charla en la que Leguisamo respaldaba la tesis del origen francés de Carlos Gardel.

(Audio Irineo Leguisamo.)

"IL - Por más simpática que seas y más agradable que seas, no te voy a decir nada de Gardel.

CM - Leguisamo, lo que pasa es que yo puedo ser muy simpática y todo...

IL - Todo lo que tú me quieras decir...

CM - Una sola pregunta...

IL - Usted no sea indiscreta, porque yo no le digo nada a ‘nadies’.

CM - Soy incapaz de hacer preguntas indiscretas, Leguisamo.

IL - Vamos a ver, a ver la preguntita cómo viene, por qué lado viene. Vamos a ver.

CM - ¿Era uruguayo o no era uruguayo? ¿Era argentino, era francés o era del mundo?

IL - Pero ¿por qué no la terminan de una vez? Era francés. ¿Y todavía quieren pensar que no es francés Carlitos? Francamente, no hay ningún derecho. La gente ya debería haber terminado ese asunto.

CM - C’est tout."

(Fin.)

CM - Qué pícaro.

RA - ¿Qué recuerdos te trae?

CM - Logré hacer una entrevista de 33 minutos, los conté, tomamos el tiempo, porque era dificilísimo ese hombre. Logré esa entrevista con Leguisamo –que tengo entendido, me informaron, que si no fue la única fue una de las poquísimas entrevistas que dio, porque era un hombre muy parco, muy para adentro– porque yo había hecho una nota con Palito Ortega, porque le habían entregado uno de sus tantos Discos de Oro, y le pedí: "Mire, Ortega, yo quiero tal cosa, necesito... pero no me recibe", y me dice: "Espere un poquito", y lo llamó delante de mí y le dijo: "Acá hay una ‘orientala’ que quiere no sé qué. Tenés que atenderla, tenés que recibirla...". Quedamos para el día siguiente a las 10 de la mañana en el apartamento donde él vivía con su mujer en Avenida del Libertador. Y ahí fuimos. Pero si no hubiera sido por Palito Ortega, yo no habría conseguido esa entrevista.

Duró 33 minutos porque le costaba mucho hablar. La mujer estaba siempre al lado, su esposa, y él la miraba permanentemente. En un momento la esposa –que era cantante de ópera, cantante lírica– trajo una gran caja, le quitó la tapa, y estaba repleta de elementos que había usado Carlos Gardel. Para una uruguaya, pero para una gardeliana como yo y tanguera desde siempre, ver todo aquello ahí, al alcance nuestro... Le dije al camarógrafo: "Vení, grabá". ¡Ah!, se puso como una hiena: "¡No, no, no!". Había discos de pasta anulados por Gardel con su firma "Carlos Gardel". Que es igual a la firma de Escayola, de Tacuarembó, te pido por favor que mires la firma de Escayola y la firma de Gardel, es impresionante. Pero dijo: "No, no, no, esto se va", puso la tapa, se lo dio a la mujer, malísimo. Después nos llevó a ver una gran habitación de su apartamento repleta de trofeos logrados por él, porque era un gran jockey, fotos y todo lo demás, nos estaba mostrando y de repente dijo: "Bueno, vamos, ya está", y cerró la puerta y nos tiró para afuera.

RC - La dio por terminada.

CM - La dio por terminada. Muy pícaro él, porque en un momento de esa grabación pisa su propio palito, porque se descubre más a un mentiroso que a un cojo. Dijo: "Lo que pasa que como yo era del Salto y él de Paysandú...". Se equivocó porque allá arriba se juntan los tres departamentos, Salto, Paysandú y Tacuarembó. Fue un viejo pícaro, esa es la verdad, y no me gustó que siguiera adhiriendo a esa teoría con tal de no decir que era uruguayo, u oriental, como quieran.

RA - Pasemos a otra faceta tuya: la actuación. Podríamos remontarnos a los orígenes con el radioteatro. ¿Cómo fue esa época de radioteatro?

CM - Hermosa, hermosísima. Pienso que es una de las cosas de la radio que se perdieron, y espero que no sea para siempre, siempre me quedan las esperanzas, porque era bellísimo. Era lo que le permitía a la gente esto que se pierde con las cámaras, que era inventar, idear, imaginar.

RA - ¿Cómo lo armaban?

CM - La libretista de la radio era Angélica Ferreira, una mujer grande, morocha, con un halo de misterio, que no aparecía nunca, yo la debo de haber visto una vez o dos, nada más, en la radio. Era la que creaba todo ese mundo.

RC - Y ella les adjudicaba papeles.

CM - No, los adjudicaba el director, Carlos Tolve, que era un genio, como Luis Alberto Negro, un genio de la radio y de los radioteatros. Ahí se repartían los personajes. Me invitaron a trabajar, y yo nunca dije que no para las cosas buenas, siempre tenía el "sí" dispuesto para esas cosas. "Pero yo...", "Dale". Y empecé a trabajar en radioteatro y a tener programas en los que era la protagonista, como "Hola, suegra", con Julio César Armi, con libretos de Mario Rivero. Nos juntábamos media hora, 20 minutos antes, leíamos para ver cómo era la cosa, y después al aire, libreto en mano, por supuesto. Entonces ocurrían cosas impresionantes. Era todo aquello de tener todos los sonidos ahí, las puertas, los goznes, los incendios, las cadenas, el pedregullo. ¡Era maravilloso, maravilloso! ¿Cómo se pudo quitar eso? No lo entiendo; no importa, no voy a empezar a cuestionar ahora.

Una vez había que estirar, Carlos Tolve nos hacía la seña de que había que estirar, y estaba Glauco Pérez Larre actuando, y otro actor, suponete que fuera García Roldán, no sé. Había que estirar, pero no había más texto, no había letra. ¿Cómo estirabas, si no había letra? Entonces García Roldán... pausa, música, sonido de cajilla de cigarrillo y le dice a Glauco: "¿Fuma?" –para tomar todo el tiempo de encender el cigarrillo–. "No, no fumo", y se terminó el radioteatro.

RC - El recurso no sirvió para nada.

CM - Carlos Tolve, que tenía poco pelo peinadito con gomina acá a los costados y arriba una calvicie preciosa, empezó a sacarse los pelos así, nos quería matar. Era maravilloso. Eso no se puede repetir, son esas cosas que ahora pasan, los backstages de los teleteatros, pero nada comparable a esto, porque esto era radio, la radio es única.

RA - La incursión en el teatro como tal fue más adelante en el tiempo. En algún momento te escuché decir que el teatro fue como tu "amante postergado".

CM - Sí, es cierto, fue mi amante postergado.

RA - ¿Por qué se dio después?

CM - Esto tiene su historia también, todo en la vida tiene historia. Los radioteatros que eran de éxito se convertían en piezas teatrales y salíamos a actuar. Actuábamos en el teatro Artigas –Dios me perdone, otra canallada que haya desaparecido y haya un estacionamiento–, y también salíamos al interior. El primer escenario al que me subí fue el del teatro Artigas, haciendo una cosa muy linda que se llama "Los Galíndez son así" –trabajaba Augusto Bonardo también–, que era un programa de la radio de muchísimo éxito. Y salíamos al interior. Es decir, el teatro para mí, cuando empecé acá, no fue nuevo, empecé de antes, pero que yo pudiera dedicarme al teatro... La primera vez que incursioné en el teatro "profesional" fue en "Mi suegra es una fiera", cuando me invitó Eduardo D’Angelo para hacer ese personaje de la suegra.

RA - ¿De qué año estamos hablando?

CM - Año 71, 72, en el teatro del Círculo Católico, que no existe más, era una sala preciosa. De ahí pasaron unos años sin hacer nada, hasta que por los 80 me llamó el Gallego de la Peña, uno de los mejores directores, más talentosos, más cultos, para hacer la Frosina de "El avaro", y me pidió permiso, porque era menor, para invitar a mi hija Carmen a hacer la Mariana, la jovencita de la obra. Así que mi historia con el teatro viene de lejos, empezó de lejos, pero no actuando solo en salas, actuando en galpones con piso de tierra, con gallinas alrededor. Todo eso te va nutriendo de un conocimiento y de una experiencia que se logra solamente así, haciéndolo, viviéndolo, llevándolo a cabo.

RA - Hablando de viviendo, ¿cómo hacés hoy, con 82 años, para aprenderte de memoria el libreto y no olvidarte, para sentirte tan segura arriba de las tablas? Te vi en "Las del barranco" hace poco.

CM - Todo el tiempo estaba en escena.

RA - Todo el tiempo en escena.

CM - Ese personaje habla hasta por los codos. Brutal, empieza y cierra la obra.

RA - Además debés de quedar agotada después de eso.

CM - Sí, quedo cansada, pero no me rindo, quedo cansada pero se me va, voy, me acuesto, como algo, duermo y se me va. ¿Cómo hago? Estudio, estudio mucho el personaje, estudio la letra. La memoria hay que ejercitarla, si yo la dejo quieta, si dejo quietas las neuronas, ellas van a hacer lo que quieran conmigo, y yo no se lo voy a permitir en la medida en que pueda. Entonces las hago trabajar, permanentemente; estudio textos, leo mucho, escribo, hago palabras cruzadas; Sudoku no me gusta, pero palabras cruzadas me encanta.

RA - Compartís una pasión con Rosario.

RC - Y la misma aprehensión por el Sudoku, que no me gusta nada.

CM - Pero además, como amo el idioma español, y vos también y todos nosotros, es maravilloso porque aprendés. Y esas revistas de Quijote traen curiosidades maravillosas. Recomiendo las palabras y la lectura.

RC - A riesgo de parecer cursi, me gustaría terminar preguntándote en cuál de todas estas actividades en las que incursionaste te sentiste "más tú", en definitiva, más feliz.

CM - De pronto hay un pedazo de mí en cada cosa y esos pedazos hacen esta unidad que soy yo. Porque todo me da felicidad. Este trabajo es maravilloso, esta tarea de comunicar, esto de estar cerca de la gente. En el teatro cuando te aplauden y se ponen de pie, es el premio que recibimos los que hacemos teatro, el gran premio es el aplauso. Pero no es solo el aplauso, es el reconocimiento de la gente donde vayas, donde estés, el agradecimiento, cuando en realidad la agradecida soy yo, porque gracias al público estoy donde estoy.

Soy feliz en cada lugar. Yo soy una mujer feliz, tal vez porque nunca pretendí demasiadas cosas, no es que haya sido conformista, no, porque si no, me habría quedado allá en la tranca, pero nunca aspiré a más de lo que podía llegar. Siempre tuve conciencia de mi condición de mujer de clase media, de padres laburantes, de escuela pública, divina, maravillosa escuela que fue. Entonces soy una mujer feliz, tengo una linda familia, una hija, tres nietos, soy sana. ¿Qué más le puedo pedir a Dios?

RC - Y de jubilarte ni hablemos.

CM - De verdad, nunca. Jubilarme de verdad, no. Mientras tenga salud y Dios me conceda esta gracia de salud y de seguir viviendo, voy a seguir activa. Mi vida no puede ser de otra manera.

***

RC - Comenzamos la Tertulia, que en realidad es como una continuación de la entrevista anterior, porque a esta Tertulia, que conforman Juan Grompone, Carlos Maggi, Matilde Rodríguez Larreta y Mauricio Rosencof, también se incorpora Cristina.

***

RC - A expreso pedido de los contertulios, Cristina Morán se queda un rato más con nosotros. Serán ustedes los que ahora preguntarán aquello que quieran saber. ¿Te animás, Cristina?

CM - Yo me animo a todo, les pongo el pecho a las balas.

CARLOS MAGGI:
La primera pregunta es por qué no seguís haciendo radio.

CM - Metiste el dedo en el ventilador, Carlitos. No hago radio porque me cansé de golpear puertas y nunca tuve una respuesta ni afirmativa ni negativa, no me llaman, no contestan. No sabe, no contesta. Por eso no hago radio, cosa que me gustaría muchísimo hacer.

CMa - Ahora estás haciendo radio. Todo es empezar.

MAURICIO ROSENCOF:
¿Y por qué no te quedás? Ella (Rosario) se va de viaje.

JUAN GROMPONE:
Me parece inolvidable 1980, el plebiscito. Recuerdo aquella trasmisión en televisión donde abriste el primer voto "no", segundo voto "no", tercer voto "no"... y se cortó la trasmisión.

MATILDE RODRÍGUEZ LARRETA:
Tal cual.

JG - Pasaron a tanda. La pregunta es: ¿de dónde vino la orden? ¿Qué pasó en ese momento?

CM - No vino ninguna orden, son cosas que ocurren que vos no sabés por qué vienen. A mí no me dieron orden, yo estaba en el Elbio Fernández, a nosotros no nos vino ninguna orden, pero de pronto...

MRL - ... la cortaron.

CM - De allá sí cortaron, yo no sé. No lo puedo asegurar, lo único que sé es que era "un voto por el no, un voto por el no..." y de repente, el primer voto por el sí, luego de tres votos por el no, vino el sí, y luego fue arrollador. "Cantar" –no eran números de lotería, claro– el primer voto por el sí fue histórico, y otro y otro y otro. Omar de Feo, que estaba en estudios, me dijo: "Cristina, usted está protagonizando un hecho histórico". Y tenía razón.

JG - Además fue la primera vez que se trasmitió una apertura de urna por televisión.

CM - No, ya habíamos hecho alguna, pero no que tuviera esta trascendencia. Te acordás que era "hay prórroga, no hay prórroga". Yo fui a decirle a un señor que me dijo que no: "Pero mire que hay prórroga", "Ah, no, no", y se encerró en un aula del Elbio Fernández a hacer el recuento. Pedro Corradi (el actor) estaba de presidente de mesa en esa mesa a la cual yo fui después, la que se abrió. Entonces digo: "Abrimos", y de pronto entra una mujer, una señora, enloquecida diciendo "hay prórroga, hay prórroga", porque hasta ese momento no había venido nadie. Yo desesperada, porque ya estaba esa urna abierta, entonces "cierren las puertas y aquí no entra nadie", había dos marineros de guardia y les dije: "Ustedes no dejan entrar a nadie". Habíamos empezado a abrir, no teníamos cómo abrir los sobres, pedimos algo para abrir, y una señora de los apartamentos bajó y trajo un cortapapeles rápidamente.

MRL - Militante.

CM - Fue una instancia... Y luego se cortó, claro, quedamos ahí, porque había prórroga. Pero ahí ya estaban las puertas cerradas, ya no se podía nada. Fue una instancia muy fuerte, muy emocionante, porque lo que menos se pensaba en aquel momento –ustedes lo saben tanto como yo– era que el "no" iba a ganar como ganó en este plebiscito, que fue una carrera contra el tiempo.

MRL - Fue una noche inolvidable, en la cual tú fuiste protagonista.

CM - Sí, gracias a Dios, sí.

JG - Quiero recordar el ambiente que se vivía. Recuerdo que mi hijo mayor estaba en la escuela –en la escuela del barrio, la escuela Simón Bolívar–, y dijo: "¿Ustedes van a votar por ‘no’?", con un miedo espantoso. Quiere decir que había una presión en la escuela, era un chiquilín de escuela, para que se la trasmitiera a la familia.

MRL - La gente no decía qué iba a votar.

CM - No, mirá que nosotros hacíamos preguntas en las filas que estaban para votar, y la gente no decía nada.

RC - A mí me tocó integrar mesa, y recuerdo perfectamente que nos mirábamos de reojo, nadie decía nada, y al final, cuando empezaron a hacer el recuento, nos vimos las caras las cuatro personas –tres en ese momento, más un suplente–, empezaron a sonreír, y evidentemente todo el mundo había votado el "no".

CM - Recuerdo que Gustavo Ruegger, pobrecito, y Araújo, se enojaron conmigo.

CMa - Porque les ganaste de mano.

CM - Pero yo no tenía la culpa, ellos se quedaron. Cuando llegó la cosa de la prórroga corté, pero mientras tanto no.

MRL - Néber Araújo había llevado un politólogo a su programa, Ulises Graseras, y él dio la perspectiva, dijo: "La tendencia del ‘no’ es a seguir aumentando", y Néber le preguntó: "¿Y esto es irreversible?", y él dijo: "Sí, es irreversible". Fue el momento en que en casa tiramos todos los platos para arriba... pero estábamos pasando de tu canal al otro.

CM - El tema no era tener a Ulises Graseras o a algún otro politólogo muy respetable, por supuesto, el tema era ese otro: cantar los votos y mostrar las papeletas.

MRL - Claro, era una imagen simbólica impresionante.

CM - Eso fue impresionante.

MR - Mirá todo lo que me perdí.

CMa - Yo tuve suerte, porque estaba preso y me soltaron con el nonazo. Recuerdo que para mí fue el síntoma de que iba a ganar muy fácil el "no", porque los militares estaban entregados. Así como dieron la noticia a media noche de que habían perdido, de esa misma manera soltaron a todos los presos que no tenían causa abierta, que no estaban procesados. Yo estuve 24 horas preso, pero justo tuve la oportunidad de estar preso las 24 horas anteriores a eso.

MRL - Así que no pudiste votar.

CMa - Soltaron a la gente para que pudiera votar.

CM - No sabía eso, qué impresionante, ¿no?

MRL - Impresionante, sí.

CMa - Qué mundo raro, ¿no?

RC - Sí.

MR - No es mi caso, pero es interesante.

MRL - A vos no te soltaron.

MR - Nosotros la vivimos de una manera muy especial. Estábamos allí en el 12 de Infantería, en Treinta y Tres. Estábamos el Pepe [José Mujica], el Ñato [Eleuterio Fernández Huidobro], y yo, los tres en el calabozo, y ese día había una algarabía, autorizaron a la guardia a escuchar la radio, venían los oficiales con cola de pavo ahí, espectacular. Y a medida que empezaron a aparecer los resultados, prohibieron la radio y llegó un sargento en avanzado de estado, nos visitó duro, sin decir nada, y preguntó: "¿Y usted qué va a hacer cuando salga?". Recuerdo que me preguntó eso y le dije: "Voy a escribir un libro". Y cuando se fue dejó establecido: "Ese es el más peligroso".

RC - Matilde.

MRL - Yo no tengo preguntas para hacerle, sino evocación de recuerdos. Hicimos un viaje juntas a Moscú.

CM - Sí, cómo no.

MRL - Inolvidable lo que nos divertimos con Cristina en ese viaje.

CM - Era Unión Soviética entonces.

MRL - A la Unión Soviética de [Mijaíl] Gorbachov.

CM - Nos recibió además, el discurso de bienvenida y todo fue de Mijaíl Gorbachov. Nosotros llegamos ya cuando la perestroika.

MRL - Vamos a ubicarlo: era un congreso de mujeres mundial.

CM - Era un congreso mundial. Impresionante la cantidad de mujeres e impresionante la cantidad de ropa.

MRL - Era un desfile de ropa.

CM - Porque eran los trajes típicos.

MRL - Típicos, divino; sensacional fue.

CM - Fue un viaje inolvidable. Yo hice otro viaje, pero esto nada que ver con las mujeres, me fui de viaje a los países del este –vos anduviste también–, y estuve en Auschwitz, y me acordé de vos, Ruso, porque vos en esta misma Tertulia contaste que estuviste.

MRL - Estuviste de visita.

CM - Por supuesto; yo también estuve de visita. ¿Qué te pasó frente a esas grandes, enormes vitrinas donde están los zapatos, está la ropa, están los lentes? ¿Qué te pasó?

MR - Yo tengo una memoria muy nítida de toda esa peripecia, porque cuando iba rumbo a Polonia, porque habían editado "Las ranas" ahí, se me despertó un poco: voy a rastrear el apellido. Los viejos provenían de un pueblito, Belzyce, próximo a Lublin, que era una colonia de agricultores judíos. Y entré a rastrear con una mujer que era poetisa, polaca, cuyo marido era del ejército; se llamaba Sofía Schleien y habían estado con el marido en la Brigada Internacional en la guerra civil española. El nombre no aparecía por ningún lado, entonces empecé a recorrer las barracas. Ni el paterno ni el materno, ni el materno de mi padre ni el materno de mi madre, no aparecían. Entonces vi cosas que me hicieron seguir buscando. Las valijas que tú mencionabas, que venían con los nombres de los pasajeros, y además en los barracones estaban las fotos de los que habían estado ahí. Pero en algún caso había un ramito de flores abajo ajado de alguien que reconoció a un familiar y ahí lo dejó, y había algunas –pocas– que estaban dadas vuelta, es decir, que lo habían rescatado vivo. Lo habían dado por muerto y lo habían rescatado. El sitio donde realmente estaban era esa montaña, esa vitrina con zapatitos de niño y con brochas de afeitar y todo, estaban ahí.

CM - Yo me acordé mucho de vos en ese momento, cuando estaba de visita, porque es muy duro, me acordé de esto que te había escuchado decir. Fui porque tenía una deuda pendiente, desde niña. Yo me crié en un barrio con chiquilines judíos, de familias que llegaban, y era una deuda que tenía pendiente. La cumplí, la saldé.

RC - ¿Algo les queda pendiente, señores?

MR - La historia del congreso de mujeres nos muestra por qué fracasó la perestroika.

MRL - Nosotras fuimos en plena perestroika y glasnot. Voy a contar una anécdota que fue muy graciosa con Cristina, capaz que ella la recuerda. Nos mostraban casas de familia, nos mostraron un hospital, y yo iba cerca de Cristina y sentía los comentarios de ella. Porque habíamos ido treinta y pico de mujeres uruguayas, creo.

CM - Veinticuatro, veinticinco.

MRL - Algo así. Y entramos un hospital donde nos mostraban unos centros tecnificados fantásticos, de alta tecnología, todo muy lindo. Y Cristina me dice: "Pero yo lo que no veo son los enfermos", no había enfermos en ese hospital.

CM - No, no se veían.

MRL - Los habían sacado.

CM - No sé si los habían sacado, no estaban.

MRL - Por alguna razón, las salas estaban vacías, no estaban los enfermos. Mucha glasnot, pero algunas cosas todavía se maquillaban.

CM - Es un país impresionante. Después fuimos a Uzbekistán.

MRL - Yo no hice esa parte.

CM - Fuimos a varios lugares. Fue una muy buena experiencia.

MRL - Vimos nada menos que el Bolshoi infantil, ¿te acordás?

CM - Cómo no.

RC - Me encanta, un oyente dice: "No se puede con Cristina y su condición de comunicadora", le estabas haciendo tú una entrevista al Ruso.

CM - ¡Ay, perdón! Disculpa, querida...

RC - No, al contrario, yo acá no tengo nada que ver.

CM - Lo que pasa es que yo tenía muchas ganas de compartir esto contigo, Ruso. Y se dio, las cosas en la vida se dan, nada es casual, sino causal. No es casual que estemos acá.

RC - No es casual, hasta el punto que, como les dije, fue un pedido expreso comenzar la Tertulia con la presencia de Cristina Morán aquí con nosotros. A quien agradezco, porque esto va a seguir, pero la vamos a liberar, porque está de teatro, esta noche tenés función.

CM - Tenemos función de "Se busca un tenor", el mejor vaudeville que se ha hecho en muchos años. Un elenco impresionante. Yo hago un personaje chiquito. Y sí, tenemos función, y vamos hasta el 31 de marzo, nada más, porque ya hay compromiso de la sala grande de El Galpón, la sala. Empezamos el 10 de enero, lindo verano, muy felices. La respuesta del público es maravillosa.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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