en perspectiva y sus oyentes

Ganadores de la primera convocatoria de la edición 2013 del Concurso de cuentos breves de La Tertulia de los Viernes

En esta oportunidad, la consiga era escribir un retalo que llevara como título "Sucedió una noche en el Hotel Carrasco".



CUENTOS NOMINADOS


ANDERSSEN
ANGEL
AZUL
BEBI MUCHACHO
CALY
CARPERO
CHINITA
GEA


Cuentos elegidos por los tertulianos

Juan Grompone

Paré el auto a una cuadra  y corrí pero no llegué, ya había comenzado la inauguración.

Me  senté en un banco a los fondos del Hotel para recuperar el aliento y fue ahí que la vi. Quedé impactado. Desde una puerta trasera del edificio ella me miraba casi con complicidad. Con su acento francés me susurró: Puedes entrar por aquí. Le muestro mi invitación pero ella insiste. Se había desencontrado con su padre, maestro marmolero del nuevo hotel y me suplica que la ayude a ubicarlo. Me toma fuerte de la mano y entramos en un pequeño pasillo que daba a un hall  casi sin gente. Hubo encanto y atracción al instante. Anduvimos rápido, durante horas hablándonos cerquita sin parar y evitando a la gente. Recorrimos todo el hotel ya remodelado como si ella lo conociera de memoria. Agotado la detengo e indago: Donde perdiste a tu padre. Con dolor balbucea: Desde 1920 no lo encuentro. Ven, ven, sigamos buscando. Quedo aturdido. Se aleja de mí nerviosa desvaneciéndose al atravesar una pared entelada.

Seudónimo: Â"PíccoloÂ"

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Matilde Rodríguez Larreta

Está cayendo la noche. Llegan los invitados, las cámaras de televisión, los curiosos de siempreÂ... Tuve que dejar el auto lejos y llegar caminando, de día, como ella me dijo. Un largo cortinado me cubre hasta los pies. Mi escondite es perfectoÂ...

Desde acá escucho los sonidos que llegan de fuera. Las ruedas de los coches corriendo por las arenas de la playa. Tal como ella me contó. Los susurros de las mujeres, las voces graves de los hombres, tan elegantes, tan solemnes. Ella se destacará, sin dudas. Por su sonrisa, sus collares, contenta de haber llegado hasta Carrasco, ¡sin pinchar una rueda!

Espero a que la noche cubra totalmente los alrededores del Hotel. Por fin me animo a salirÂ... Sé que ella está entrando, mirando con curiosidad para ver si me descubreÂ...

Hasta que por fin la veo y ella me reconoce. Corro a sus brazos, entierro mi cara en la estola de piel, reconozco su perfume de siempre, sus polvos y coloretes, el olor de la naftalinaÂ...

Â"¡Abuela!Â"
Â"¡Mi niña querida!, ¡qué grande estás!Â"

Seudónimo: Â"ChinitaÂ"

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Mauricio Rosencof

María llegó de España en1934. Halló trabajo en el Hotel Carrasco, desempeñándose como planchadora.

Una noche le ordenaron llevar la ropa planchada a la habitación 304. Caminó por corredores, salones con luces y lámparas deslumbrantes, todo era bellísimo y ese hotel era un palacio de cuentos.

En la 304, encontró la puerta entreabierta, María anunció - Ropa planchada, señor -. Se escuchaba la melodía de un tango y de pronto ante sus ojos: ¡ Carlos Gardel !  El, la tomó de la cintura y bailaron, hablaron. Finalizada la melodía, la besó. - Sos linda galleguita - le susurró.

Para María fue la noche más maravillosa de su vida. Conoció a su príncipe en el palacio. Ella no había dejado ningún zapatito; pero estaba segura que volvería a buscarla.

Días más tarde el periódico anunciaba la muerte de Gardel.
Ella gritó su desesperación y desde entonces rociaba con sus lágrimas las prendas que planchaba.

Seudónimo: Azul

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Carlos Maggi

En los últimos tiempos el hotel lucía apacible. Los huéspedes que llegaban cada vez eran menos. Fui el único viajero en algunas ocasiones. Lo se porque me gustaba recorrerlo enteramente por las noches. Sobre todo esas cuando la sudestada arrecia contra el edificio, como empecinada en derrumbarlo.

Una noche, tentado por un murmullo inusual, decidí salir de mi habitación y transitarlo una vez más. Esta vez se veía distinto. Todo brillaba como la primera vez. Curioso caminé por el largo pasillo hacia la escalera. Cerca de ésta, vi a un niño que la subía. Mi sorpresa fue mayor, hacía mucho tiempo que me sabía el único huésped. Su cabellera rubia, llena de vida, me paralizó. Ambos quedamos contemplandonos un instante. Pero él fue más rápido en gritar. Y el pánico me hizo retroceder.

Ahora salgo de mi habitación solamente cuando el silencio es total. Y si siento algún viajero, evito cruzarlo. Rápidamente atravieso las paredes y me cubro con las sábanas temblando de miedo.

Seudónimo: Â"Bebi MuchachoÂ"

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CUENTOS FINALISTAS

Tercer Premio:

El tres de corazones llegó justo, pero no alcanzó. La enorme suma de dinero desapareció de su vista como por encanto, hacia un bolsillo ajeno. Mientras bajaba por la escalinata del hotel resonaban en sus oídos las palabras del croupier mientras arrastraba aquella riqueza: Â"gana el señorÂ". Recordó su miserable desventura, sus billetes atesorados para ofrendarlos a la diosa fortuna en busca de un golpe de suerte. Con los ojos empañados cruzó la rambla tambaleante y ya sin coraje. Desde la explanada observó la luna roja que se escondía tras la Isla de Flores, y sin titubear bajó a la arena para reunirse con ella.  

Seudónimo: Â"CarperoÂ"
RUBEN URRUTIA  
C.I: 1.369.281-0     

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Segundo Premio:

Aquella tarde de 2002 la gente se agolpaba en las puertas de los Bancos. Yo entré por última vez al Hotel en busca de mis pertenencias. La obra se había suspendido y de un día para otro me convertí en ingeniero desocupado.

Sin saber bien lo que hacía deambulé por horas en el foyer, en los corredores, esquivando andamios y gente cabizbaja. Era un velorio sin muerto.

En mi mente la vieja película casera de mi abuelo se reproducía sin parar. Imágenes mudas, en blanco y negro, de mi padre y mis tíos, de niños, corriendo por la playa. Mi abuela joven, sonriente, de sombrero y con la silueta del hotel al fondo. Gente feliz, 70 años atrás, en un país próspero.

Perdí la noción del tiempo. Cuando salí a la calle, ya era de noche y la tormenta se había instalado. Era un mundo en blanco y negro, como el de la película.  Arocena estaba desierta, ni un auto. Vi solo a una mujer a lo lejos que corría bajo la lluvia con un grupo de niños.

Fue algo instintivo. Levanté mi brazo y grité: ¡abuela, abuela!

Seudónimo: Anderssen
Joaquín Lanza
CI: 1.882.017-7

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PRIMER PREMIO

Fueron las noches de 1920 las que mi abuelo no olvidó. El jueves en que se enamoró a primera vista, se despertó a las 6. A las 7, ya había tomado el barco. Llevaba todo lo necesario para irse de su país: una cabeza llena de problemas. Arriba, se puso su sombrero verde. Debía parecer un duende triste, como ahora (pero joven).

El humano promedio no sabe armar una valija. Está el que no incluye las medias, el que deja el cepillo de dientes. Mi abuelo se olvidó del corazón. La noche anterior se lo había sacado. Lo incomodaba para dormir, le daba pesadillas. Y lo encerró en una caja de vidrio, que no trajo a Montevideo. Por eso, merecía encerrarse. En vez de a la playa, se dirigió al hotel.

Pero apenas llegó, la vio. Llevaba un sombrero más hermoso que el suyo. Y la quiso. Sucedió una noche en el Hotel Carrasco, y varias más. Era la mujer de su vida. Él lo sabía, lo supo siempre, lo supo cuando la miraba a la cara y cuando le sacaba la ropa, mientras mi abuela lo esperaba en Buenos Aires.


Seudónimo: Â"CalyÂ"
Carol Milkewitz
CI: 4.575.451-3