Escritor mexicano Juan Villoro: "La literatura te permite completar cosas con las que te ilusionaste y no conseguiste"
El mexicano Juan Villoro, cuentista, novelista, ensayista, dramaturgo, guionista de cine y columnista en distintas publicaciones, es considerado el autor más importante de la literatura contemporánea de su país. Aprovechando su visita a Montevideo, En Perspectiva conversó con él en fonoplatea desde la librería Más Puro Verso, en Ciudad Vieja. Villoro se definió como un hombre "disperso", "con entusiasmos repentinos y cansancios repentinos" que pueden explicar su versatilidad a la hora de combinar distintos géneros. "Es una manera de ponerme a prueba con retos distintos", dijo. Además de ahondar en algunas de sus principales obras, el autor se refirió a la actualidad política mexicana, a su pasión por el fútbol y a su afición por la obra de Onetti, y aseguró que "la mejor prueba de que algo funciona" en literatura es cuando las obras "cobran una entidad propia". "El sentir que eso se desplazó y parece escrito por otro es la única sensación de que ahí hay un logro estético", señaló.
(emitido a las 9.00 Hs.)
EMILIANO COTELO:
México ha dado autores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, y Octavio Paz. En ese país, entonces, ser el escritor más importante de su generación no resulta algo sencillo. Pero Juan Villoro sin duda lo ha conseguido.
Juan Villoro tiene 56 años y escribe cuento, novela, ensayo, teatro y literatura para niños. Además publica columnas en diarios y columnas de distintos países del mundo y, por si ello fuera poco, también es autor de guiones de cine y hasta de letras de canciones de rock.
Después de su pasaje por la feria del libro de Buenos Aires, Villoro ha cruzado el charco para volver a visitar nuestro país y hoy, a esta hora, tenemos el gusto de que nos acompañe en este lugar, rodeado de libros, en un ámbito donde, claro, es particularmente grato recibir a un escritor.
Una de las características que los críticos destacan de tu obra es la capacidad para fusionar incluso en un mismo texto distintos géneros. Y tú, como yo recién repasaba en la introducción, te dedicas a una cantidad de géneros. Una primera definición, entonces, ¿cómo eres como escritor?
JUAN VILLORO:
Primero la pregunta sería cómo soy como persona, y soy muy disperso, con una atención que va de un lado para otro, con muchos entusiasmos repentinos y también cansancios repentinos. Entonces me interesa mucho una cosa pero luego rápidamente me interesa otra, cambio bastante de intereses y dentro de esta actividad que podría verse como un tanto bipolar, desordenada o caótica, de ir de un lado para otro, busco una apariencia de versatilidad tratando de combinar distintos géneros, que es una manera que tengo de poder ponerme a prueba con retos distintos, ilusiones distintas.
Envidio mucho a los autores que se concentran en un género o incluso en un subgénero, por ejemplo que solo escriben novela negra o novela histórica, yo requiero saltar de uno a otro, escribir un cuento para niños luego un ensayo y así me mantengo más o menos en movimiento.
EC No has cubierto toda la cancha todavía.
JV Imposible porque la poesía me es totalmente refractaria.
EC ¿Por qué poesía no?
JV Bueno, creo que es el género superior de la escritura. La capacidad de condensación de un poeta es extraordinaria, poder resumir la vida, una sensación, en dos versos, por ejemplo el poeta Ramón López Velarde, el que dice "Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre: / ojos inusitados de sulfato de cobre". Ya ahí hay una historia, es una novia muy pobre, en las provincias, con esos ojos extraños, inusitados, de sulfato de cobre, los ríos sulfatados llevan minerales y son verdeazules. Resumir el mundo de esa manera como puede hacerlo un poeta me es totalmente imposible.
Admiro mucho la poesía, de hecho escribí una novela muy extensa, "El testigo", que se trata parcialmente de la búsqueda de unos papeles perdidos precisamente de Ramón López Velarde, que en cierta forma es el poeta nacional mexicano. Pero bueno, creo que la poesía me ha servido a mí para escribir prosa con una tensión un tanto más poética, si acaso eso he podido lograr.
EC ¿Está descartada totalmente para el futuro?
JV Sí, como ejercicio mío sí, no como lector ni como alguien que se deja influir por ella.
GONZALO SOBRAL:
Pero cada uno de esos géneros te tiene que permitir algo para contar. Recién mencionabas a "El testigo", seguramente tu novela más exitosa, la más leída aquí en Uruguay, pero allí alguien puede estar leyendo por un lado una novela, por un lado una historia, por un lado esa búsqueda del poeta; pero por otro lado prácticamente es un ensayo histórico, una mirada sobre el México que está pasando, sobre el recambio político, sobre la fuerza de la Iglesia Católica dentro de la sociedad mexicana, sobre el narcotráfico con un poder importante en buena parte del país. ¿Qué cosas te permite ese movimiento de un género a otro?
JV Bueno, "El testigo", como tantas novelas, tiene varias entradas. Es decir, es una historia que a su vez cuenta muchas historias. El primer impulso para escribirla provino precisamente de la poesía. Leí acerca de un encuentro breve pero muy significativo que tuvieron Jorge Luis Borges y Octavio Paz. Borges, como ustedes recordarán, tenía una memoria de elefante, se había aprendido muchísimos versos, y entre ellos "La suave patria", de Ramón López Velarde, que le admiraba mucho porque era una evocación muy juguetona, muy doméstica, del pasado histórico. Borges había escrito sobre la carga de Junín, tenía una visión heroica de la historia, descendía de militares ilustres y él mismo decía "desciendo de militares ilustres y tal vez por eso soy cobarde, no puedo estar a la altura de mis antepasados". Pero le sorprendió esta evocación de López Velarde donde dice "el tren va por la vía / como aguinaldo de juguetería", donde habla de alacenas con botas, y allí había un verso que decía "Patria, vendedora de chía", y él no sabía lo que era la chía. Cuando conoció a Octavio Paz le preguntó de qué se trataba y le dijo: "es una semilla que sirve para hacer agua fresca"; "y esa agua refrescante ¿a qué sabe?", preguntó Borges, y de manera muy sencilla Octavio Paz le contestó: "sabe a tierra".
A mí me pareció que ahí se encerraba una especie de parábola, porque efectivamente la chía tiene un sabor terroso, pero esta chía, asociada con la patria, el poema "La suave patria", de Ramón López Velarde, también era una versión de la patria que bebes sin darte cuenta: sabe a tierra, sabe a nosotros.
Ese intercambio a mí me llevó a pensar en qué es lo que nos define, cuál es nuestra sensación de pertenencia con un lugar, y fue el germen de una historia muy larga. Un mexicano académico que ha estado más de 20 años fuera de México decide regresar a su país buscando esa agua primera, esa agua de la tierra. Y desconoce su país porque ha estado demasiado tiempo fuera, ya no es un protagonista de los hechos sino más bien un testigo, de ahí el título de la novela, entonces ve justamente la alternancia democrática, un cambio político importante, va buscando también las causas de un amor perdido. Todo se fue intersectando, pero en el origen de esta novela hay una semilla que es la chía, que produce agua refrescante y sabe a tierra.
EC A ti te interesa mucho la actualidad, por ejemplo de tu país, México. De ella escribes por ejemplo en las columnas que se publican en Reforma. ¿Desde qué punto de vista?, ¿cómo se planta Juan Villoro para examinar lo que está pasando dentro de ese que es uno de sus países (no el único)? Pregunto porque tú en las últimas elecciones te alineaste con Andrés Manuel López Obrador. ¿Entonces?, ¿Estamos hablando de una mirada de izquierda?
JV Sí, bueno, yo adhiero a una postura política de izquierda, de izquierda crítica, yo había escrito "hay que apoyar a López Obrador para ser su opositor". Era un apoyo crítico en la medida en que me parecía una posibilidad distinta, pero había que acotar con la crítica, había que vigilar, no se trataba de dar un cheque en blanco para que hiciera lo que quisiera. Ya teníamos 71 años del mismo partido en el poder [el Partido Revolucionario Institucional (PRI), 1929-2000], ya había probado lo que podía hacer. Había habido una alternancia fallida de 12 años con el PAN [Partido de Acción Nacional, 2000-2012] y parecía que nuevas energías podían ser importantes.
Escribí un artículo que se llamaba "Perdone a su candidato", porque en ocasiones tú votas con la ilusión de que tu candidato es el mejor de todos, pero en ocasiones tienes que elegir al menos malo, entonces la pregunta era ¿a quién le puedes perdonar más fácilmente sus errores, los que ya cometió?, y en ese sentido me parecía que [López Obrador] era una opción interesante. Claro que en esta segunda ocasión en que se presentó López Obrador a las elecciones ya tenía muy pocas posibilidades de ganar. Yo mismo escribí un artículo diciendo que seguramente el resultado sería distinto a las ilusiones que teníamos algunos, y ciertos compañeros me dijeron "¿pero cómo puedes de antemano darte por derrotado?". La realidad no puede ser desconocida por el testigo.
Trato de situarme en una postura crítica en la que no acabas quedando muy bien con nadie, pero creo que es mejor para un comentarista de los hechos a ser militante ciego de una facción.
EC ¿Esa distancia o semi distancia tiene que ver también con tu peripecia vital, con el hecho de que no hayas vivido solo en México, que hayas pasado años en Alemania, por ejemplo, o en Barcelona?
JV Creo que a mí me ha ayudado eso, pero también conozco a personas que no se han movido nunca de su ciudad, incluso de su barrio, y tienen una visión absolutamente cosmopolita, muy informada. Hay gente que no necesita desplazarse para cobrar perspectiva. Yo sí necesito de pronto esta sacudida, como los antiguos medicamentos, que decían "agítese antes de usar", de pronto necesito agitarme un poco con un viaje, moverme, y desde la distancia entender mi país de otra manera. Cada vez que he vivido en el extranjero, ya sea en Berlín, en Barcelona, o en Estados Unidos, donde he dado clases, siempre me ha sorprendido que cosas que me parecen primordiales cuando estoy en México y que me obsesionan de pronto se desvanecen, y en cambio otras que yo daba por sentadas o simplemente no las advertía demasiado, se convierten en cosas que me importan mucho. Entonces esta valoración diversa de lo propio gracias a la distancia para mí ha sido muy útil. Escribí la novela "El testigo" fundamentalmente en Barcelona, cultivando una nostalgia, pero hay otros autores que no necesitan este desplazamiento.
EC En seguida vamos a volver a tu obra, pero ya que nos metimos de cabeza con la actualidad mexicana, me despierta curiosidad saber cómo estás analizando el regreso del PRI al poder después de los doce años de administraciones del PAN.
JV Sí, ha sido muy interesante, porque para muchos de nosotros era una cierta resignación ante un aparato político que ya conocíamos y que habíamos descartado como una opción de cambio, porque evidentemente después de estar 71 años convertido incluso en el partido oficial, porque era el único que podía ganar realmente las elecciones, no se esperaba que trajera energías de cambio. Pero ha sido un regreso con iniciativas importantes, una reforma educativa muy significativa, reforma de telecomunicaciones, un pacto por México que aglutina a todos los partidos cosa que no se había hecho, una nueva ley de víctimas muy importante después de lo que pasamos en la guerra contra el narcotráfico en el sexenio pasado.
Todas estas señales han sido positivas; ahora, estamos en una fase muy interesante en que debemos ver si se trata solo de simbología, de señales de representación, o si esto va a cambiar la realidad. Hay que estar atentos porque en ocasiones los políticos prefieren declarar a gobernar, prefieren inaugurar la modernidad con palabras sin cumplirla en los hechos. Ahora estamos justamente en ese tránsito hacia los hechos. Ha habido ya algunas señales importantes también como la detención de una líder sumamente mafiosa del sindicato de educación [se refiere a Elba Esther Gordillo], el más grande de América Latina, con casi un millón y medio de agremiados, el SNTE [Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación].
EC Pero tú has dicho, con ese gesto no alcanza, en todo caso habría que detener a unos cuantos más.
JV Efectivamente, tienes toda la razón, porque si se trata de un chivo expiatorio, sería el clásico culpable señalado, el simbólico, y todo lo demás sigue igual. Si hay un culpable es que hay un aparato que lo hizo posible y eso también se tiene que desmontar.
***
EC Gonzalo, continuamos en esta charla con Juan Villoro yendo a otra de sus pasiones.
GS Sí, y una pasión que además atraviesa mucho de los géneros que él ha planteado: el fútbol, que es parte de sus relatos, sus cuentos, sus crónicas periodísticas y sus columnas. Hincha del Necaxa, ¿equipo de la B todavía en México?
JV Ay, esperaba que no lo recordaras (risas).
GS Hincha del Barcelona en España y un gustador del fútbol. ¿Por qué esa pasión?
JV No lo sé de cierto, para mí el fútbol me dio en la infancia una sensación de pertenencia. Mis padres se habían divorciado, yo estaba en el Colegio Alemán con el que no conectaba del todo, soy el primogénito entonces no tenía antecedentes familiares de amigos o personas que hubieran estado en el Colegio Alemán, tampoco un hermano mayor que pudiera ayudarme ahí, me sentí un poco aislado. De pronto me di cuenta de que en mi barrio todos iban al Necaxa, por una casualidad, me quise identificar con ellos y para mí eso significó ser de mi calle, de mi ámbito, y me dio una simbología de pertenencia. Así me lo explico ahora, por supuesto cuando yo era niño nada de eso entró de manera teorizada en mi mente, simplemente encontré algo que me justificaba y a lo que yo podía pertenecer.
GS Pero ese gusto personal salta a la obra y al recurso de la narración periodística una y otra vez.
JV Claro, bueno, luego viene, como todo aficionado al fútbol, el deseo de jugar. Yo jugué con los Pumas de la Universidad [Nacional] en doble A, que es la categoría inmediatamente anterior a la reserva especial. Me probé en la reserva especial y ahí descubrí, como decía [Roberto] Fontanarrosa, que solo tenía dos defectos para ser un crack: uno era la pierna izquierda y otro era la pierna derecha. Entonces ahí ya me resigné a ejercer más bien la labor compensatoria de escribir, una de las maravillas de la literatura es que te permite completar cosas con las que ilusionaste y no conseguiste, o que perdiste, y solamente existen gracias a la evocación y la memoria.
GS Pero con el fútbol además tenés una particularidad, si bien sos hincha de un cuadro que tiene que ver con tu ciudad y sos hincha de un cuadro de otra ciudad en la cual viviste mucho tiempo como Barcelona, tenés una fascinación especial, por lo menos en la escritura, con el fútbol argentino y por la figura de [Diego] Maradona.
JV Sí, desde luego. A mí me tocó ver a Diego en México en el mundial del 86, seguí toda su trayectoria y desde luego es una figura que literariamente escapa a las definiciones, es una figura de ópera italiana, melodramática, interesantísima, y además fue el futbolista que en el campo más significativamente ejerció un liderazgo. La argentina de [Carlos] Bilardo no era una selección muy potente y de pronto llegó este jugador que revolucionó toda la manera de entender el juego y también logró que todos fueran un poco mejores. Él hizo jugadas tan insólitas como los goles contra Inglaterra, el mejor gol legal en la historia de los mundiales y el mejor gol ilegal en la historia de los mundiales. Es una figura que rebasa el marco de lo futbolístico para inscribirse de inmediato en la leyenda y la mitología, y por supuesto es un personaje fascinante para escribir de él. [Lionel] Messi es extraordinario pero es demasiado deportivo, todos sus méritos tienen que ver con logros estadísticos dentro de la cancha y le falta un poco este color de personaje para ser un personaje más literario.
EC ¿Qué es lo que dice el fútbol sobre un país, sobre una sociedad?
JV Yo creo que es un espejo extremado que distorsiona ciertas cosas pero que de alguna manera refleja lo que puede ser una sociedad en sus luces y sombras, no todo es positivo en el fútbol ni todo es solidario. En los mejores momentos es una recuperación de la infancia, volvemos a sentir esa ilusión por los héroes, esa balanza del mundo donde puede ganar el bien representado por un gol, en especial contra nuestro acérrimo rival; podemos sentir también ese factor humano, esa ley de lo imponderable o ese principio de incertidumbre que es el árbitro. Todas estas cosas son muy estimulantes. Pero también el fútbol, lo sabemos, al ser la forma de la pasión más organizada del planeta Tierra, rehén de especulaciones económicas, políticas, el dopaje, el machismo, la xenofobia, en fin, una serie de valores negativos que conforman una sociedad y que se expresan siempre en forma acrecentada en los estadios. Si hay un problema social fuera de la cancha dentro de ella asume un volumen superior.
***
EC Continuamos En Perspectiva instalados en la librería Más Puro Verso, aquí en la Ciudad Vieja. Seguimos en diálogo con Juan Villoro, mexicano, 56 años, licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana de México, pero sobre todo escritor y periodista. Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra, ahora, el año pasado, 2012, y premio ACE [de la Asociación de Cronistas del Espectáculo] a la mejor comedia del año por su obra teatral "Filosofía de vida", en Argentina, también el año pasado.
Tuve el placer de ver en Buenos Aires "Filosofía de vida", a la que llegué con pocas referencias, te confieso, atraído especialmente por los actores, esos monstruos ya muy veteranos, Rodolfo Bebán, Alfredo Alcón, Claudia Lapacó, que hacen un despliegue magnífico a partir de un texto que, después supe, era el ideal para que se mostraran, ¿no? Esa obra con la cual ganaste un premio por comedia, ¿es comedia?, se puede decir que sí, es divertida, es cierto. Pero también es profunda y se mete por ejemplo con el mundo académico de la filosofía, los celos, las serruchadas de piso, ¿cuánto tiene que ver el ambiente familiar tuyo en eso?, ¿cuánto tiene que ver la experiencia que tu palpaste en tu casa con tu padre, Luis Villoro?
JV Si, fue muy importante. Yo soy hijo de un filósofo, todos sus amigos eran filósofos y durante mucho tiempo los únicos adultos que conocí eran filósofos, lo cual es bastante extravagante, porque no abundan en el mundo, pero eran los adultos que yo conocía. Desde luego haber crecido con este tipo de persona me permitió observarlos con mucha curiosidad.
EC Tenías los entretelones de ese mundillo.
JV Tenía los entretelones, si en "Filosofía de vida" imagináramos un niño de seis años que los está viendo a todos en el escenario ese sería yo. La obra no es autobiográfica, pero sí condensa cosas que he observado en los intelectuales, en los filósofos. Yo quería explorar de manera un tanto cómica pero también dramática los límites de la inteligencia, cómo gente profundamente racional, articulada, de pronto cede a pasiones y las expresa a través de la neurosis. Es decir, cómo de pronto hay un cierto idiotismo de la inteligencia, las personas más racionales y capaces de formular teóricamente el mundo, son incapaces de entender una pantufla que está al lado de ellos, ¿y qué hace ahí?, se irritan por cosas cotidianas que no comprenden y todo eso. También una cierta rivalidad que yo creo que eso se da mucho en el mundo intelectual, solemos aceptar fácilmente el duelo de pistoleros en las películas del oeste pero hay cierta tensión a veces entre personas que han sido amigas durante mucho tiempo y que han utilizado las ideas como armas para competir. Es el último duelo de dos amigos que también han sido rivales intelectuales y sentimentales y se encuentran por última vez. En "Filosofía de vida" también quería plantear esa situación que no siempre sabemos que va a ocurrir que es el último encuentro con alguien que ha sido un compañero de vida, y entonces es como un careo definitivo donde vamos a decirlo todo y se van a ajustar todas las cuentas. De alguna manera es como un duelo, no con armas, o más bien con armas pero que son en este caso argumentos y palabras.
EC Quedaste conforme con la versión, supongo.
JV Yo quedé muy contento con la adaptación que hicimos en Argentina con Javier Daulte, el director, por supuesto es un regalo tener estos actores que tu mencionabas, Alfredo Alcón cuando yo lo conocí me dijo "bueno, estoy cansado de hacer el rey Lear y papeles ya de dramaturgos muertos para actores mayores y estoy muy contento de poder hacer esta obra". Y creo que encarnó perfectamente al personaje, y tenemos ya planes en Uruguay con el actor Walter Reyno para montarla.
EC ¡Qué bueno! Era la pregunta que venía a continuación, si no la íbamos a ver en Montevideo.
JV Sí, Walter Reyno, que hizo "Onetti ante el espejo", que hizo "Las apariencias engañan", de Thomas Bernhard, está muy interesado y creo que es un actor ideal para este proyecto.
EC Acabás de mencionar a Onetti, y por eso creo que no estaría nada mal que redondeáramos esta conversación invitando a Carlos Maggi, que ya está acá junto a los otros integrantes de la Tertulia de los viernes, a que se acercara al micrófono. Porque resulta que para Villoro Onetti no es un escritor más.
JV No, para nada.
EC Carlos.
CARLOS MAGGI:
Sí, Juan, te miraba con admiración, te escuchaba, y me deslumbra la velocidad con la cual trabaja tu cabeza (risas), y me deslumbras dos veces, porque a mí me llamó mucho la atención lo que tú escribiste sobre Onetti. Es un tipo lento, pastoso, una especie de buey viejo, ese es el tempo con el cual trabaja Onetti, y vos trabajás a una velocidad deslumbrante, te miraba la cabeza, la veía pasar como una película a toda velocidad y te admiraba mucho por eso. Tenés una capacidad de taquigrafía para escribir porque tu cabeza va muy ligero, yo no sé cómo tu mano le alcanza para poder escribir (más risas).
Me gustó mucho lo que escribiste de Onetti, lo conozco muy de cerca y te diría que es la crítica mejor que he leído nunca la que tú hacés de él. Realmente. ¿Lo conociste personalmente?
JV No, lo vi cuando fue a México, hay una famosa foto de Onetti con Rulfo, que se admiraban mutuamente, pero yo entonces tenía 17 años, algo así, y simplemente lo vi como quien ve pasar a una leyenda. Después a quien he conocido y tratado con mucho gusto es a [su esposa] Dolly. Lo que dices es como un regalo extraordinario.
CM Lo leíste muy pero muy bien. El verdadero Onetti está en lo que tú decís, que no es lo que se dice comúnmente, lo penetraste mejor.
Yo vine especialmente para conocerte porque me gustó mucho lo que habías escrito sobre él, y creo que le hiciste mucho bien. Onetti era fundamentalmente un gran tímido, así que si lo viste pasar por ahí... él siempre se estaba escudando en cosas para desaparecer de donde estaba y que no lo vieran mucho. Era un tipo que tenía una especie de repelús frente a la cosa literaria y sobre todo a la fama, era muy contrario a eso. Así que no creo que en tu entrevista con Onetti hayas sacado nada, sino de su literatura, exprimiste bien ahí y yo te admiro mucho por eso y te quiero mucho, porque fue mi amigo y me gusta una persona que lo valorice como tú en lo que realmente vale, en lo que hacía bien, que era escribir. Además y como tú bien decís, casi siempre sin ninguna intención: "¿para qué? para nada", se lo oí decir muchas veces, por eso me gustó mucho cómo encarás tú su literatura.
JV Es una maravilla. Muchísimas gracias, fíjate que lo que comentabas del ritmo de Onetti, esa lentitud, en muchas ocasiones uno siente esas pausas del hombre que fuma, del que está haciendo esas pausas con humo entre palabra y palabra, y tiene una cadencia musical pero es una cadencia muy especial. Hace poco conversaba con el escritor uruguayo Hugo Fontana sobre las grabaciones que hay de Onetti, por ejemplo "Bienvenido, Bob", y a mí me maravilla como él leía su propia obra con esa cadencia que tú señalas en donde la literatura se convierte como en una forma despaciosa de la respiración. Y uno dice "esto solo puede haber sido escrito de esta manera", y cómo la puntuación es casi como una melodía de jazz que lo va acompañando lentamente en una cadencia, y uno dice, "qué ritmo interior tenía él", porque lo lees prácticamente de una tirada, pero siempre con este tono cadencioso que te envuelve.
Yo por ejemplo lo pongo una y otra vez en México, en el tráfico de Ciudad de México, que te neurotiza y te vuelve enloquecido, y de pronto entras en una burbuja de tiempo suspendido que es la burbuja de Onetti.
EC ¿Qué es lo que pones?
JV Por ejemplo "Bienvenido, Bob", que lo tengo en un disco.
EC Ah, escuchas la grabación.
JV Claro, pongo la grabación de Onetti y entonces... Onetti es de esos autores que parece regalarte el tiempo para leerlo, porque el tiempo se suspende de alguna manera...
CM Sos un bicho de teatro extraordinario (risas). Estás hablando a otra velocidad porque Onetti es lento (más risas). Es fantástico.
JV Claro, sí, es la influencia del maestro.
CM Me resulta muy bueno.
EC Bueno, por lo visto Onetti está en tu vida y en tu obra por varios lados, ¿no? Porque ahora contabas esta anécdota del día a día, pero has escrito sobre la obra de Onetti, te has inspirado en él y has tomado algunas de sus herramientas y sus recursos en algunas de tus obras, y has escrito también otro tipo de notas sobre Onetti. Yo leí por ejemplo una crónica muy interesante, creo que un descubrimiento para muchos, a propósito de aquel pasaje que tuvo Onetti como vendedor de entradas en el Estadio Centenario acá en Montevideo. Te deslumbró enterarte de ese dato.
JV Claro, eso lo vi en su correspondencia, dentro de los muchos trabajos que tuvo que haya vendido entradas a mí me parece extraordinario, imagina llegar a la boletería con la épica del fútbol, la ansiedad de ver un clásico todo y de pronto te atiende Onetti, cómo habrá sido ese diálogo, Onetti que no cree en la victoria, en el triunfo, un escéptico total, dándote la entrada para la épica. Eso me parece una metáfora extraordinaria y sí, no podía dejar de aprovecharla en una pequeña estampa sobre el fútbol y la literatura.
GS Hablabas recién sobre tu obra teatral, la que vio Emiliano en Buenos Aires "Filosofía de vida" y planteabas que si bien hablabas sobre la filosofía y que la conocías por temas familiares no era autobiográfica total. Pero alguien puede decir que en tu obra hay elementos autobiográficos o referenciales, en "El testigo", recién lo contabas, tenía que ver con la mirada desde afuera que permitía a ese hombre que llegaba a ese hombre que llegaba de vuelta a México. En materia dispuesta el protagonista tiene las mismas iniciales que tú pero además nace el mismo año que tú o con un año de diferencia.
JV Con un año de diferencia porque yo quería hacer coincidir su nacimiento con un terremoto, el protagonista en materia dispuesta es un hijo de los terremotos, nace en el 57, cuando el Ángel de la Independencia se vino abajo, y entonces la tierra muestra cierta "incertidumbre" y él lo asocia con su llegada, que es como que el país protesta porque él nació y lo acompañamos hasta otro terremoto...
GS Hasta el terremoto siguiente.
JV Exacto, el del 85, son 28 años en la vida del personaje.
GS Y también en la del país, ¿y eso permitía miradas personales, colocar en el mismo personaje cosas que tú habías visto o vivido?
JV Son asideros que te permite un pretexto imaginario, volver a cosas que te han sucedido, que has escuchado, que has visto. Pero siempre en la ficción me interesa transfigurarlas lo suficiente para que no sean mías, para que cobren una entidad propia y me sorprendan a mí mismo. Creo que la mejor prueba de que algo funciona en la literatura es cuando de pronto casualmente relees algo tuyo y sientes la extrañeza de lo otro, eso parece escrito por un escritor que no eres tú. Entonces ese distanciamiento repentino, el sentir que eso se desplazó y parece escrito por otro me parece que es la única sensación de que ahí hay un logro estético del cual por supuesto ya no puedes estar muy orgulloso, porque su ventaja es que lo escribió alguien que no eres tú.
CM Y a veces te desilusionás y a veces te ilusionás, porque el texto puesto en el cajón baja y otras veces sube.
JV Exactamente, eso es cierto, yo escribí toda una novela, Carlos, casi la terminé y era muy mala. Fue la primera que yo escribí y se la di a leer a un escritor mexicano que recientemente falleció, Carlos Monsiváis, él tuvo la cordialidad de ser implacable conmigo y me dijo que simplemente eso no servía. Yo, claro, la guardé en el cajón, esperando efectivamente lo que tú dices, que hubiera una transfiguración y que con el tiempo yo la releyera y me diera cuenta de que había cambiado para bien. Y la releí y con el tiempo me di cuenta de que con el tiempo había cambiado, pero era mucho peor, había cambiado para mal. Y fue como una señal de Dios, porque acabé la relectura y en ese momento escuché una campana, y es que en México el camión de la basura tiene una campana. Esto era antes de la computadora, de modo que yo no tenía un respaldo electrónico ni había sacado fotocopias, me pareció una señal del cielo y salí a la calle y le di la novela al basurero y se la llevó.
Luego, con cierta vanidad, pensé "bueno, y que tal si él la publica y es un best-seller, ¿no?" (risas), pero eso no sucedió.
EC Estaba mirando los mensajes de los oyentes y elijo dos. Por ejemplo, dice María: "Qué bueno escuchar temprano a un escritor tan sensible", o este otro, "Muchas gracias por una entrevista que resulta tan enriquecedora". Gracias, Juan, por acompañarnos esta mañana.
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