El día que Joe Cocker cantó en Punta del Este
En el verano de 1991 Joe Cocker tocó en Punta del Este, en el Campus de Maldonado. El concierto fue en el marco de un festival organizado por una productora llamada Abraxas, en el cual el programa del sábado incluía a Billy Idol y a Joe Cocker. Para el día siguiente estaba anunciada la presentación de INXS.
Por Alejandro Espina, editor de Espectador.com
Yo estaba en Buenos Aires, pues el jueves de esa misma semana se presentaba en concierto Prince, y el viernes INXS, en el estadio de River Plate. Tenía entradas para ambos conciertos. Como no me quería perder el show de Joe Cocker y tenía la posibilidad de ver a INXS el domingo en Uruguay, regresé a Montevideo.
La pauta publicitaria para los dos conciertos en Punta del Este fue amplia, pero la expectativa de la gente no estuvo acorde a los artistas que llegaban, con una carpeta de éxitos impresionante. Lamentablemente se hizo realidad aquello que repiten muchos empresarios: Punta del Este es la tumba de los cracks.
INXS, uno de los grupos más taquilleros de aquellos años, que en otras partes del mundo estaba a la altura de U2 en popularidad, debió suspender su presentación debido a que casi no se vendieron entradas. En esos días lamenté mucho haberme vuelto de Buenos Aires. Con los años y, en vista de lo que luego sucedió con INXS (su cantante Michael Hutchence murió ahorcado el 22 de noviembre de 1997), lo lamenté aún más.
Pero volvamos al día y hora del concierto de Billy Idol y Joe Cocker. Recuerdo haber entrado al Campus de Maldonado y contemplar la instalación totalmente desierta. Había un escenario gigantesco -digno de estos cantantes-, con apenas algo más de mil personas en la cancha, y el cemento de las tribunas totalmente vacío.
Sentí vergüenza ajena. Aquel artista que había sabido cautivar como pocos a la multitud de Woodstock, que era una leyenda de la música con alcance mundial, con varias canciones que llegaron al número uno en ventas, se presentaría ante un puñado de personas que se disipaban en la extensión del césped. Era como tocar para nadie.
El show comenzó con Billy Idol, quien notoriamente para ese entonces ya había tomado la pendiente artística. Lo secundó una banda de medio pelo y un par de coristas que parecían sacadas de un cabaret oscuro de alguna ciudad perdida del Reino Unido. Ya no estaba su guitarrista Steve Stevens, quien le dio su reconocible sonido rock-post punk.
Luego le tocó el turno a Joe Cocker. La expectativa era grande. Todos los pocos que estábamos presentes teníamos una gran expectativa pues sabíamos que a Cocker no le gustaba salir de gira y, probablemente no habría una segunda oportunidad. Sí la hubo, un año después regresó a Montevideo aunque en esa oportunidad me lo perdí. También nos preguntábamos cómo estaría la voz de aquel drogadicto, borracho y animal salvaje, como él se definió una vez.
Cocker llegó secundado por una gran orquesta que completó el imponente escenario montado en el Campus. Parecía que había más gente arriba que abajo del mismo. Aunque Cocker concentró toda la atención de la audiencia.
Cuando comenzó a cantar, las dudas se disiparon. Los excesos no habían afectado a sus cuerdas vocales e interpretó sus mayores éxitos sin inconvenientes. Sistemáticamente, entre tema y tema, ingirió algo de una botella tapada con una toalla. En un momento, dejó de cantar, se fue para un costado y vomitó. Luego se dijo que estaba tomando whisky y que a la noche, ya después en el hotel San Rafael, donde estaba alojado, se encontraba totalmente borracho.
Fue emotivo verlo. Estar allí para mí significó honrar a uno de mis héroes de la niñez. De los dioses que me hicieron descubrir los secretos del rock'n'roll. Yo tendría unos 10 años cuando me echaron de Palacio de la Música, sucursal Arocena (donde ahora hay una farmacia), porque hacía casi una hora que estaba ocupando una de las cabinas, escuchando "Delta lady";, la maravillosa composición de Leon Russell que la revista argentina Pelo insistentemente le sugería a sus lectores la escucharan. Dejé el disco -pues no tenía dinero para comprarlo- tomé mi bicicleta y me fui andando de regreso a casa con la voz de Cocker sonando en mi cabeza. "No es posible, nadie puede cantar así";, pensé.
Hoy me veo y me recuerdo a mí mismo en el Campus de Maldonado contemplando a Joe Cocker, a un par de metros de él. En el final del concierto interpretó de manera sublime "With a little help from my friends"; y comenzó a mover los brazos, tal cual lo hizo en Woodstock. Fue un instante irrepetible, mágico, como en esta corta vida hay tan pocos; un momento fuera del tiempo que quedó fijado de por vida en mi mente y en mi alma. "Nadie puede cantar así";, pensé ese sábado y para siempre.
Gracias, Joe Cocker, gracias por la música, cantante irrepetible.