La crisis silenciosa
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A la luz de un ensayo de la filósofa norteamericana Marta Nussbaum, analizamos la crisis de la formación humanística en la educación y sus consecuencias en la vida cotidiana.
Crisis de las humanidades
En las últimas décadas, escritores, filósofos y analistas sociales, no han dejado de coincidir en que nos encontramos en una crisis cultural. No todos coinciden en las causas, ni en el modo de asumirla, pero sí en el diagnóstico. Asistimos a una serie de transformaciones culturales que impactan en la vida cotidiana de modo evidente y con alcance global. Y la educación es uno de los ámbitos donde la crisis es más visible.
El prestigio del intelectual académico en humanidades ha decaído en la cultura popular y lo hace desaparecer del horizonte de realización de los jóvenes en este campo. En la cultura del espectáculo, como afirma Vargas Llosa, "ser importante" es igual a ser "famoso". Se existe si se sale en televisión, haciendo algo que "entretenga". O se es alguien en la medida que se puede disponer de una gran vida de consumo, gracias al incremento de los ingresos. Así, en la cultura de masas vale más la palabra de cualquier "opinólogo" en televisión que la de un académico, la de un millonario que la de un filósofo.
No solo la escuela, el liceo, la formación docente y la Universidad deben fortalecer la formación humanística y darle su justo lugar, so pena de deshumanizarnos cada vez más y volver más difícil la convivencia social. Sino que los medios de comunicación, que forman no solo opinión, sino que configuran con mayor fuerza los modos de pensar y vivir, tienen una gran responsabilidad en dar mayor lugar a aquellos saberes que nos ayudan a pensar mejor y a no vivir sumergidos en un mar de frivolidades.
Hoy en día los expertos en "Recursos Humanos", reconocen que hay gente muy capacitada técnicamente, pero hay grandes carencias en cuestiones que antes eran un presupuesto obvio. Hay grandes dificultades para comunicarse, para relacionarse con otros, para tener empatía y comprender a los demás, para trabajar en equipo, para pensar por sí mismos, para tomar las riendas de su vida. ¿Por qué? Creo que es un síntoma de que afirma Naussbaum: formamos maquinitas que prefieren no pensar demasiado ni muy profundamente, ni mirar al de al lado, cuando deberíamos preocuparnos por formar personas con una mente amplia y un corazón abierto. Eso nos lo dan los poetas y escritores, los pintores y escultores, los filósofos y los músicos de todas las épocas. Si queremos un mundo más humano, deberíamos empezar por no arrinconar a las humanidades en la educación.