Francis en Paraguay

Francis Andreu, la voz del tango clásico

Francis Andreu, la voz del tango clásico

Con una mezcla de voz ronca, casi como quemada, y una actitud descarada, propia de un personaje de arrabal, la cantante Francis Andreu declaró en una entrevista con Efe en Asunción.

Es la primera vez que pisa Paraguay y, pese a que ya ha actuado en varios países de la región, Andreu, de 31 años, dijo que no hace "un tango 'for export', para vender en el extranjero", sino que pelea por "llevar el tango a lo más crudo", a su esencia.

"No uso pollera, no uso escote, no tengo bailarines, ni voy vestida de tanguera. Respeto la música: los tiempos, las bases, la respiración. Lo importante es que se llegue a entender lo que cuentas. La auténtica 'vedette' del tango es la letra", afirmó.

En el escenario, sus armas son su voz rajada y socarrona, "de camionera" como ella la define, que desmiente la melancolía típica de los tangos que a ella le gustan, con los que se siente cómoda.

"El tango es como un pantalón de jean: no puede quedarte ni muy holgado, ni muy fajado, te tiene que quedar bien", ilustró.

Su estilo desenfadado la ha hecho ganarse un público muy joven, y aseguró que, a veces, coinciden en un mismo concierto abuelas, madres y nietas, ya que, si bien el tango "habla de cosas muy crudas", Andreu opina que "no tiene generación".

Ella misma se inició en el tango siendo muy joven, aunque en aquel momento, y pese a que creció rodeada de músicos, no soñaba con ser cantora.

"En mi casa se escuchaba mucha música, pero nunca tango. Mi padre decía que el tango era un bajón. Pero mi abuelo, que murió cuando yo era niña, escuchaba tangos por Radio Clarín, una emisora que en las horas pares pasa música de (Carlos) Gardel. Un día que lo echaba de menos, me puse a escuchar "Que siga el corso", y me di cuenta de que era una maravilla", relató.

Contó, sin embargo, que no le gustaba la voz de las mujeres que cantaban tango, "porque gritaban, estaban muy arriba", en una tesitura que no se adaptaba a su garganta arenosa.

Hasta que descubrió a la argentina Adriana Varela, a la que vio actuar en un bar de Montevideo a los 17 años.

"Había en ese concierto un hombre que me miraba todo el tiempo. En un momento, la Varela pidió que el público corease un tema, y el tipo se me acercó y me dijo que cantaba muy bien, y que me iba a presentar a la cantante. Era su manager. Cuando acabó el concierto, ella me escuchó y me dijo: vos tenés que cantar", recordó Andreu.

Sin embargo, su prioridad de entonces era estudiar la carrera de agronomía y el tango fue siempre un 'hobby' más: cantaba por gusto con sus amigos, y tenía como manager a su padre, "que lo mismo vendía una cortina que un recital", ironizó.

Así, llegó a tocar en salas respetadas de Montevideo como la Sala Zitarossa, compartió escenarios con artistas como Diego El Cigala o el Canario Luna, y viajó por Chile, Argentina, Brasil o Paraguay, adonde llegó esta semana invitada por la embajada uruguaya, para festejar el 191 aniversario de la independencia de su país.

Alejada de los tópicos, no entra en el debate sobre si el tango es más argentino o más uruguayo, ni tampoco se casa con la idea de que este género rioplatense sea machista.

Así, si el tango lo escribió un varón, Andreu busca transformarse en varón en el escenario, sin alterar nunca el género de las palabras en las letras.

En esto, como en todo su repertorio, se declara "muy conservadora" y se confiesa una fanática del músico argentino Roberto "Polaco" Goyeneche, pero con una actitud "rockera" en el escenario, modulada en compases de dos por cuatro. EFE