Romeo y Julieta: ¿final clásico o final feliz?
"Los muertos no bailan", dijo Sergei Prokofiev en 1935, el creador de Romeo y Julieta, el ballet, cuando decidió cambiar el final imaginado por Shakespeare. Pero la oficialidad soviética a cargo de los dictados estéticos no se lo permitiría.
Sergei Prokofiev es uno de los grandes innovadores de la música rusa del siglo XX. Sus primeras composiciones causaron la perplejidad y el rechazo de sus maestros, por su lenguaje heterodoxo y endiablado. Pero también había quienes confirmaban su talento. Sentía profundas inquietudes artísticas, viajó a Inglaterra y a Francia, donde conoció a Stravinsky y a Diághilev, que fueron determinantes para alcanzar su madurez musical. El genio de Prokofiev es hoy indiscutido. Sus conciertos y sinfonías, sus óperas y ballets no se interpretan tanto como los de Shostakóvich, su audacia y su estilo personalísimo no son tan reconocidos como los de Stravinsky, pero de todos modos, siquiera en una medida menor, su música guarda el respeto y la admiración de músicos y melómanos.
Romeo y Julieta fue un encargo del Kirov. A Prokofiev le entusiasmó la idea, pero sentía que el final original de Shakespeare no convenía a un ballet, y concibió algo diferente: en el desenlace, el mensaje de Fray Lorenzo advierte a Romeo que la muerte de Julieta es simulada, resolviendo el equívoco de la tragedia original. Romeo espera silenciosamente junto a la cripta de los Capuleto. Un sonido de arpas y de suaves pizzicatos anuncia que Julieta vuelve a respirar. Los amantes se abrazan. Escapan juntos. Prokofiev proponía un final feliz para Romeo y Julieta.
Pero meterse con Shakespeare era un asunto serio en la Rusia de Stalin. Era como meterse con Pushkin. No se lo permitirían. Cinco años tardó en llegar Romeo y Julieta al Kirov. Prokofiev tuvo que aceptar, luego de varios intentos de que estrenaran su ballet en otros teatros, que debía ser fiel a Shakespeare y volver al final clásico, de tragedia.
El guardián de los libros contó la historia de esa demora y adelantó parte de su diálogo, sobre el ballet y en particular sobre el final de la historia, con María Noel Riccetto y con Gustavo Carvalho, Julieta y su Romeo en la producción del Ballet Nacional del Sodre que se represeta por estos días en el Auditorio del Sodre, con coreografía de Kenneth MacMillan y de acuerdo, claro, a la versión clásica, la que siempre se interpreta, con los amantes decidiendo, porque no los dejan estar juntos en vida, estar juntos en la muerte. El diálogo completo se podrá escuchar en espectador.com/oir-con-los-ojos.