Guerreiro opinó que "en política es muy lindo aplaudir desde el lado opuesto, siempre es difícil ponerse en el lugar, al dibujante le pasa lo mismo. El humor caracteriza a la colectividad política uruguaya".

"Caracterizar de malo al caricaturista es un poco injusto. El caricaturista tiene la dosis necesaria de maldad para hacer bien su trabajo. El caricaturista es un enfermero, da la inyección, que duele pero cura", dijo el caricaturista de políticos.

"El humor puede invertir la adultez, esa seriedad, esa sacralidad con la que se reviste la política. El humor muchas veces cumple el rol de invertir el poder, en el sentido de humanizar al político, de mostrar facetas del político que lo colocan un lugar muy humano, de vulnerabilidad, y no en ese lugar que muchas veces lo coloca la gente. La infantilidad humana cree que estos seres super poderosos, semidioses, que lo pueden todo, lo ven todo y lo fiscalizan todo. El humor los muestra como seres humanos, que es lo que son", expresó Guigou.

Por otra parte, consideró que hay sistemas como los totalitarios que no aceptan el humor. "Nadie puedo hacer nunca un chiste sobre Stalin o Hitler y quedar vivo, y en las dictaduras, como en la nuestra, las pocas humoradas que hubo sobre los militares fueron muy cruelmente reprimidas. El humor humaniza, es de las herramientas más potentes de los seres humanos", añadió el tertuliano.

Por último, Ahunchain sostuvo: "estas épocas son complicadas para el humor. La corrección política es el gran antídoto para el humor. La palabra parece que tuviera un poder destructor, y el hecho de utilizar la parodia y generar determinada sátira para determinado colectivo, fuera convertirse poco menos que una agresión para ese colectivo".