La consagración de la primavera: bailar hasta morir.
Nueva página musical en Oír con los ojos, esta vez dedicada a una de las obras más escandalosas, revolucionarias y geniales de la historia de la música: el ballet 'La consagración de la primavera' de Igor Stravinsky.
París, 29 de mayo de 1913. Día del estreno, en el Teatro de los Campos Elíseos, de Le Sacre du printemps, el último encargo de los Ballets Rusos, la compañía del legendario Sergéi Diáguilev al joven y brillante compositor ruso Igor Stravinsky, que en los últimos tres años había deslumbrado al mundo con El pájaro de fuego y Petrushka, piezas de ballet tan audaces, finas y hermosas que muy pronto ya no tuvo sentido bailarlas: su indudable destino era convertirse en exquisitas piezas de concierto. Luego, ¿era posible llegar más lejos para Stravinsky? ¿Podía todavía sorprender al público? ¿Podía causar un encanto aún mayor, podía ser todavía más genial?
El intercambio con Diághilev durante el proceso de la composición había sido muy simple: sería un ballet pagano, muy ruso, en el que una muchacha bailaría hasta morir, sacrificándose a los dioses de la primavera. Stravinsky trabajaría con la estrella de la danza Vaslav Nijinsky, que estaría a cargo de la coreografía; el compositor tenía muy claro lo que se proponía: la música de La Consagración sería realmente salvaje, elemental, devastadora. Un auténtico golpe de electroshock y al mismo tiempo, un gran sacudón de belleza. Sus colaboradores, eso sí, difícilmente la entenderían. El público con toda seguridad quedaría desconcertado, probablemente se indignaría y hasta quizá lo acusaría de defraudación, de tomar groseramente el pelo a todos. La función corría riesgo de ser un enorme fracaso. Todo eso estaba dentro de lo previsible.
Pero la música hablaría por sí sola y, más allá de la perplejidad inicial del público, el mundo artístico no tardaría en comprender lo que estaba sucediendo. Maurice Ravel, Jean Cocteau, Pablo Picasso, por mencionar algunos -que estaban entre el público esa noche-, de inmediato exclamarían "es la belleza la que debe hacer un esfuerzo para ser digna de Stravinsky, no al revés";. La historia de la música ya no sería la misma después de La Consagración, y más tarde o más temprano también el público la convertiría en una de sus obras favoritas.
De La consagración de la primavera se escucharon fragmentos en la versión de la Orquesta de Cleveland, dirigida por Pierre Boulez.