Cascanueces. En la cima de los clásicos de Navidad.
Una historia de amor entre una niña y un sueño, en las manos artísticas correctas, a través de las muy humanas fantasías de E.T.A. Hoffmann y especialmente a través de una de las músicas más originales, exaltadas y hermosas de Tchaikovsky bien puede ser uno de los grandes logros de la narrativa de todos los tiempos.
El genial compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky (1840–1893) escribió, en los últimos tres años de su vida, un puñado de obras que incluye algunas canciones, algunas piezas para piano (las maravillosas del op. 72, por ejemplo), las óperas Iolanta y La dama de picas, el ballet Cascanueces y su última sinfonía, la sexta.
Esa recta final en la vida del músico presenta dos vicisitudes bien marcadas: la de crisis personal y emocional -reseñas musicales muy negativas, el abandono de su querida benefactora Nadezhda von Meck, la posibilidad de que lo enjuiciaran por su homosexualidad-; y la de un imponente crescendo de su inventiva y de su visión como compositor. Creaciones como El cascanueces o como la sinfonía Patética, además de contener algunos de los más bellos y conmovedores pasajes del gran dramaturgo musical que es Tchaikovsky,provocanen el comentaristael uso de expresiones como: inventiva absolutamente original, imaginación hasta en los más minúsculos detalles, consumación última de la maestría compositiva, estilo tardío, la muerte como objeto obsesivo del arte mayor. En el caso de El cascanueces, algunos de esos rasgos pueden quedar eclipsados, por ejemplo, por el carácter mucho más severo de El lago de los cisnes, en tanto que historia contada a través del ballet, y acaso conviene recordarlos: no obstante su ligereza de espíritu y su encuentro con los niños, no obstante su carácter soñador y festivo, Cascanueces es indudablemente la obra de un artista de madurez, la obra de un genio.
Seestrenó en el Teatro Mariisnki de San Petersburgo en la Navidad de 1892, con coreografía del legendario maestro de ballet Marius Petipa. El argumento, la historia de María -luego Clara- y del cascanueces que recibe como regalo de Navidad y que toma vida para luchar contra un ejército de ratones, lo tomaron Tchaikovsky y Petipa de un cuento de 1816 del polifacético artista alemán E.T.A. Hoffmann (1776-1822), no directamente sino a través de una adaptación y traducción al francés de Alexandre Dumas (el padre, el autor de Los tres mosqueteros). Los cuentos de imaginación y misterio de Hoffmann, hoy relativamente olvidados, fueron inmensamente populares durante del siglo XIX y representan una forma primigenia y canónica de introducir lo fantástico en la novelística clásica. El par Hoffmann-Tchaikovsky resulta, en Cascanueces, poderosísimo como colaboración entre fantasía literaria y fantasía musical.
Esta entrega de Oír con los ojos se completa con la palabra del maestro Martín García, director musical de la producción de Cascanueces que presenta del 21 al 28 de diciembre el Ballet Nacional del Sodre en el Auditorio Nacional, con la Orquesta Juvenil y con el Coro de Niños del Sodre: "es una partitura magistral, con un nivel de creatividad y de expresividad extremo. Presenta los rasgos de la música sinfónica de Tchaikovsky de una manera casi exacerbada. Todo aparece meticulosamente indicado: los acentos, los fraseos, las dinámicas. Mezcla lo festivo con lo ominoso. La fascinación de lo desconocido y también el miedo de lo desconocido. Esta obra reúne todo eso. Su atractivo es el de los grandes clásicos. Lo que tiene de universal y lo que tiene de peculiar también";, es parte de lo comentado por el maestro Martín García.
Fragmentos de Cascanuces por la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam dirigida por el maestro húngaro Antal Dorari.
Detalles de la producción 2017 del BNS: Aquí.