Oír con los ojos

Emily Brontë

2018 es el año del bicentenario del nacimiento de una de las más grandes narradoras de la literatura: la inglesa Emily Brontë, autora de la inmortal novela 'Cumbres Borrascosas'. Oír con los ojos le dedicó un programa especial.

Primera parte

Segunda parte

Emily nació en 1818, en Thornton, Yorkshire. Tenía cuatro hermanos mayores y todavía tendría una hermana más, la pequeña Anne. Su madre murió cuando ella tenía tres años. Cuando tenía seis, su padre, el párroco Patrick Brontë, la envió, junto a sus tres hermanas mayores, a un internado, en Cowan Bridge, Lancashire. Elizabeth y Mary volvieron enfermas de tuberculosis y murieron, en 1825. Emily, Charlotte -la autora de Jane Eyre- y la pequeña Anne -la autora de Agnes Grey- vivieron a partir de ese momento en una suerte de encierro perpetuo, en la oscura casa parroquial de Haworth (hoy mítica, fascinante, turística), en la que el viejo Brontë comía solo, casi no les hablaba y diríase que no les permitía tener contacto con nadie.  

El internado está perfectamente retratado en Jane Eyre. La casa, en Cumbres Borrascosas. La corta y asombrosa vida de las hermanas Brontë consistió casi enteramente en leer y escribir. Emily, que de las tres hermanas era la que más se ocupaba de los quehaceres de la casa y también la que más se ocupaba del único hermano varón de la familia, el pintor, borracho y jugador Patrick Branwell Brontë, escribía unos poemas furiosos y confesionales que, pese a no estar, quizá, a la altura de la gran poesía romántica y victoriana, sí son de enorme interés para el estudio de su vida y su personalidad literaria, de la que, por lo demás, poco se sabe, salvo por noticias dispersas y por lo que hay dicho sobre ella en el Diario de Charlotte. 

Tenía veintiocho años cuando publicó, bajo el seudónimo masculino Ellis Bell, Cumbres Borrascosas, que no es una novela romántica -como pueden llevar a pensar algunos lugares comunes- sino una historia de venganza, de violencia, de autoconocimiento y, de un modo único, incomparable, inquietante, de amor. Era parte de un plan literario y pragmático para salvar su casa y sus vidas; su padre, el viejo párroco, no tenía nada para dejarles; Branwell, el hermano varón, era un artista frustrado y los vicios lo habían perdido; dependían de sí mismas, y confiaban en sus virtudes literarias. Charlotte y Anne publicaron sus primeras novelas también en ese momento. La de Emily es la de mayor mérito literario, aunque las tres guardan su lugar de inmortalidad en la historia de las letras inglesas.

Tenía treinta años cuando, poco después de morir su hermano, murió ella también, en diciembre de 1848, enferma de tuberculosis. Salvo por un breve período en Bruselas, nunca salió de Inglaterra; nunca tuvo novio; nunca conoció personalmente a otros escritores; no tuvo oportunidad de corregir su gran novela; trabajaba demasiadas horas en su casa como para tener tiempo de componer un diario. Es una de las voces literarias más personales, autosuficientes y admirables del siglo XIX y ha creado un personaje, Heathcliff, que vivirá mientras viva la lengua inglesa.   

Fernando Medina y Saskia Sibille la recordaron, para Oír con los ojos, presentando los hechos fundamentales de su vida, subrayando la fascinación lectora de su gran novela Cumbres Borrascosas y repasando, en un breve capítulo final, algunas de las muchas películas que cuentan la historia de Heathcliff y Catherine Earnshaw, de las grandes performances de Sir Laurance Olivier y Merle Oberon en 1940 a las más recientes de la BBC, en 2009, con Tom Hardy y Charlotte Riley.

Imagen: Chloe Pirrie en el papel de Emily Brontë (To walk invisible, BBC, 2016)