Lo que Nietzsche le dijo a Mahler
Este viernes 1ero. y sábado 2 de junio en el Auditorio Nacional del Sodre se podrá escuchar una de las grandes proezas de la historia de la música sinfónica: la Sinfonía no. 3 de Gustav Mahler, con Nancy Fabiola Herrera (solista), coro, coro infantil y orquesta sinfónica del Sodre, dirigidos por Diego Naser.
De las sinfonías de Gustav Mahler (Bohemia 1860 Viena 1911) suele decirse que son nueve, como las de Beethoven y las de Bruckner. En realidad, son once: nueve numeradas, La Canción de la Tierra y una décima, de la que Mahler llegó a completar el primer movimiento y esbozó los otros cuatro, y de la que existe una versión ejecutable, preparada por el musicólogo inglés Deryck Cooke, que muchos directores mahlerianos importantes han incorporado a su repertorio.
A diferencia de lo que pasa, por ejemplo, con Beethoven, cualquiera de las sinfonías de Mahler, incluida la primera, conocida como Titán -originalísima, hermosa obra, amén de que se trata de un trabajo claramente inicial-, puede ser la favorita. De la segunda a la cuarta, Mahler ensaya con la palabra, con la voz humana. Hasta ahí, sus búsquedas son poéticas, filosóficas, religiosas. Todas son grandiosas: la segunda, la llamada Resurrección es quizá la única competidora directa de la novena beethoveniana para ser la más universal de las expresiones de la música, mientras que la cuarta, que cierra ese microciclo, contiene las más imaginativas noticias acerca de cómo es el paraíso aportadas por un compositor. De la quinta a la séptima, que son puramente instrumentales, su lenguaje madura y sus concesiones a la esperanza, empiezan a desaparecer. La octava, conocida como la sinfonía "De los mil", por sus proporciones orquestales y corales, es filosóficamente la más problemática de las sinfonías mahlerianas. El microciclo novena-Canción de la Tierra-décima, por último, que mira, como Schopenhauer, hacia oriente, desarrolla el tema de la despedida. En particular el movimiento final de la novena, Adagio, es quizá el estudio sobre la muerte más hondo y más cargado de verdad artística que conoce la música.
En la tercera, escrita entre 1895 y 1897, la más extensa de todas, Mahler se asoma a la naturaleza, como Beethoven en la Pastoral, pero a través de grandes símbolos alegóricos y dedicándole el doble de tiempo y música y poesía. Hasta ese momento había muy pocas sinfonías de cinco movimientos y ninguna superaba los setenta minutos. La tercera de Mahler consta de seis movimientos y dura, por lo menos, una hora y media. Los movimientos cuarto y quinto demandan, además de una orquesta inmensa, coro de niños, coro femenino y una contralto.
Mahler amaba a Schopenhauer, pero por aquellos años el filósofo más popular de todos en lengua alemana era Friedrich Nietzsche. El amigo y rival artístico de Mahler, Richard Strauss, dedicaba por esos mismos años al extraño, profético libro que Nietzsche había publicado entre 1883 y 1884, Así habló Zaratustra, un gran poema sinfónico. Lo que cuentan los biógrafos es que Mahler leyó el libro, se detuvo con cierta perplejidad en algunos pasajes -los que exponen la teoría del "eterno retorno"-, eligió una canción que le pareció adecuada para su sinfonía:
¡Oh, hombre! ¡Atento!
Profundo es su dolor ,
El placer más profundo aun que la pena:
El dolor dice: ¡Pasa!
Pero todo placer quiere eternidad ,
¡quiere profunda, profunda eternidad!
y luego se apartó de Nietszche, llegando al punto de pedir, tiempo más tarde, a su mujer, Alma Mahler, que tire los libros de Nietzsche al fuego.
El primer movimiento es inmenso. Individualmente, junto con el último de la sexta, el más extenso escrito por Mahler. Los otros son más breves y avanzan hacia la entrada de la voz humana y hacia el final, Langsam. Ruhevoll. Empfunden (Lento, tranquilo, con hondo sentimiento), enteramente instrumental y de una belleza sobrecogedora. Del segundo al último, todos llevan títulos que comienzan con "Lo que me dice..." En el sexto, el que habla con Mahler es el amor.
Oír con los ojos dialogó con Diego Naser y Nancy Fabiola Herrera, antes de uno de sus ensayos.
Pasajes de la Sinfonía no. 3 de Gustav Mahler, por la Orquesta Filarmónica de Viena - Jessye Norman, solista Miembros del Coro de la Ópera Estatal de Viena y Coro de niños de Viena, bajo la dirección de Claudio Abbado.
Detalles de los conciertos en el ANS: aquí.