En las relaciones de intimidad que se establecen, ya sea entre varones y mujeres o entre personas del mismo sexo, los arreglos ancestrales de poder desafían las mejores intenciones. La calle, el trabajo, el mundo público, se transforman con mayor rapidez que los guiones que pautan el deseo, al margen de las decisiones voluntarias o de las declaraciones ideológicas.

Es por eso que la reflexión y la intervención en ese territorio donde se encuentran los cuerpos apuntan, de modo radical, a subvertir lo que he denominado "las huellas eróticas de la subordinación".

Es una producción académica y también militante, y si intento caracterizar cuál es su reivindicación principal, diría que se trata de la defensa de la fluidez, de la abolición de fronteras entre lo femenino y lo masculino, lo homo y lo heterosexual, con el propósito de habilitar a los sujetos para identificar su propio deseo.

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