Juan Cruz Ruiz llegó a Montevideo para presentar su libro "Retrato de un hombre desnudo" y estuvo en la tertulia.

Un escritor en busca de respuestas

Juan Cruz Ruiz llegó a Montevideo para presentar su libro "Retrato de un hombre desnudo". Y con la Tertulia de los viernes tuvo una charla que pasó por su amor a Uruguay, sus entrevistas con Onetti, su relación con Benedetti y, claro, sus inquietudes literarias. "Soy un escritor de lo que pasa. Pero no de lo que pasa en la calle sino de las sensaciones que dejan en mí las preguntas que me hago", afirmó.

(Emitido a las 9.12)

EMILIANO COTELO:
Escritor, periodista, editor. Español; canario. Tenerifeño. Viajero empedernido. Amante de Montevideo.

Si repasamos su trayectoria tenemos que remontarnos a principios de los sesenta, cuando con apenas 13 años debutaba como periodista. Abrazaba así una profesión que más tarde lo vincularía estrechamente al diario El País de Madrid, una de las publicaciones más influyentes del mundo hispanoparlante. En El País escribe desde su fundación, hace tres décadas, y hoy es adjunto a la Dirección.

Pero paralelamente ha publicado más de 10 libros con sus novelas, sus cuentos y sus vivencias. Además ha prologado a los autores más reconocidos y se ha desempeñado como director de la Editorial Alfaguara.

Hoy está de paso por Uruguay, "uno de los países más bellos, tranquilos y cultos de la Tierra", según él mismo ha escrito. ¿Qué hace por acá? Viene a la Feria Internacional del Libro a presentar su último trabajo, titulado "Retrato de un hombre desnudo".

En los próximos minutos les propongo conocer un poco más de cerca a esta figura de la literatura hispanoamericana que tiene 58 años y que se llama Juan Cruz Ruiz.

***

Juan, para empezar, ¿hay un idilio tuyo con Uruguay?

JUAN CRUZ RUIZ:
Hay un idilio canario con Uruguay, desde que esas familias canarias vinieron a Montevideo, y según nuestras historias contribuyeron a fundarlo, hasta ahora mismo Uruguay en momentos buenos y en momentos regulares y en momentos malos ha sido como una parte de nuestra alma y de nuestra tierra. Yo personalmente me crié escuchando a José Larralde y cantando "el Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja".

EC - ¿Escuchabas eso cuando eras chico?

JCR - Sí, yo escuchaba música folclórica latinoamericana con mucha frecuencia. De hecho nuestra música era la música latinoamericana, porque entonces el folclore canario todavía no había despegado, no se había modernizado en su forma, entonces el folclore argentino y el folclore uruguayo eran importantísimos para nosotros. Yo conocía recitados de Larralde, canciones de Falú; ayer hablé con Falú y para mí fue como encontrarme con un tótem de mi adolescencia.

EC - Te preguntaba por tu idilio con Uruguay y me imaginé que ibas a salir por el lado de tu origen canario porque en tu último libro, Retrato de un hombre desnudo, en la página 28, dices: "...Aquel viaje feliz a Montevideo, la sensación de volver a mi casa, a mi pueblo, las calles empedradas y llanas, el sentimiento del mar, su proximidad, el dulce de batata en el puerto, los caminos y las voces, todo se hacía cercano a mi pueblo y a mi casa y a mi voz, jamás me sentí (sí, en Cuba) tan cerca de mi casa y del siglo XIX, de donde mi madre aprendió a hablar, supe mucho más tarde que mi madre aprendió a hablar con aquel castellano de ida y vuelta que pasaba por Canarias, regresaba de América y se quedaba en aquellas huertas donde subsistió durante años siendo un castellano que ella cuidaba con el esmero con el que guardaba las reliquias, y ahora que ya no está y yo lo he descubierto me gustaría decirle, Tenías razón, tú hablabas bien, hacía yo mal en rectificarte, tu castellano era correcto, y era de otro tiempo" (N. de R.: La puntuación es textual).

JCR - Sí, eso lo he percibido ya mucho después, lo percibí leyendo un libro de Álex Grijelmo que se llama El genio del idioma, en el que explicaba cómo fue evolucionando la lengua en su viaje hacia América Latina y en su viaje de muerte. Entonces en Canarias se hablaba cuando ya yo oía la radio española y ya leía periódicos españoles, ya se hablaba otro castellano, sin embargo ella mantenía dejes latinoamericanos o incluso castellanos viejos. Eso me hacía rectificarla todo el rato y decirle "así no se dice". Luego descubrí que era así como se había quedado en Canarias el modo de decir el castellano en virtud de ese viaje. Recuerdo que mi madre, que era muy sandunguera...

EC - "Sandunguera..." ¿Qué es eso?

JCR - Tenía mucha gracia, siempre estaba inventando cosas, sobre todo para distraerme. Entonces decía: "Mira, mi niño, yo sé decir hilo e hilacha y mierda pa’ quien me tacha".

EC - ¿Por qué terminaste viniendo a Uruguay?

JCR - Porque me nombraron director de Alfaguara y hace casi 10 años nos vinimos aquí con Arturo Pérez Reverte a presentar un libro. De aquí es Mario Benedetti, de aquí es Onetti, de aquí son muchos amigos que ya entonces eran autores nuestros o amigos míos y había un reflujo, una importante relación entre mi manera de ver la vida y mi manera de leer. Y muchos de los autores uruguayos, Felisberto Hernández, la propia historia de Uruguay era una historia que nos había golpeado mucho.

EC - ¿La historia reciente?

JCR - Sí, la historia que acababa de ocurrir cuando yo vine, la historia de la dictadura, para nosotros era como si la hubiéramos sufrido nosotros mismos. Entonces venir a Uruguay era como venir a mi propio pasado, incluso a mi propio presente como lector, como ciudadano, en ese momento como editor. Aquí estuvimos, fuimos a almorzar un día a El Palenque. Eso del dulce de batata tiene gracia. Es porque Fernando Estévez, que era el representante de Alfaguara acá, y yo lo llevamos allí a Arturo Pérez Reverte y a Mario Benedetti, y Arturo, que estaba encariñado con el dulce de batata preguntó en El Palenque si había dulce de batata. Le dijeron que no y se enfadó... Se sabe cómo son los escritores... "¡¿Cómo no hay dulce de batata?!" Pero de todos modos nos quedamos allí comiendo, y al final Arturo volvió con la matraquilla del dulce de batata, y el camarero le dijo: "sí tenemos dulce de batata". Y es que Fernando, que entonces tendría 25 o 26 años, se había levantado, había ido sigilosamente a un mercado y había comprado dulce de batata.

EC - Todo para contemplar a un escritor caprichoso.

JCR - Eso fue una anécdota que fructificó mucho, porque cuando a mí me preguntaron en Argentina quién podría ser el director de Alfaguara en Buenos Aires, yo recordé ese gesto de Fernando y dije que quien era capaz de imaginar una solución para ese pequeño conflicto de intereses batateros, podía dirigir Alfaguara en cualquier parte. Y Fernando es director de Alfaguara y además lo está haciendo muy bien, es un gran valor uruguayo al frente de una de las grandes compañías de nuestro grupo. Sigo diciendo que estoy en Alfaguara a pesar de que hace ocho años que la dejé.

EC - Hablando de Uruguay y de uruguayos, te propongo un ejercicio de memoria: 20 de octubre de 1979, en El País de España tú escribiste a propósito de la capacidad de un cierto escritor para "decir en voz baja las cosas más atroces". ¿Recuerdas a quién atribuías esa condición?

JCR - Pueden ser varios, puede ser alguno de los que ya he citado... Onetti...

EC - Sí, Juan Carlos Onetti.

JCR - Por cierto, le hice una entrevista que nunca se publicó, que es bastante larga, se la hice en su casa en enero de 1993, y se va a publicar ahora en la revista Claves, de España.

EC - Tú hablas de esa entrevista en el libro.

JCR - Sí.

EC - Esa entrevista se perdió, la recuperaste un tiempo después...

JCR - La recuperó Dulce Chacón, que es la compañera de la que yo hablo en el libro abundantemente y que es el personaje principal. La recuperé, la transcribimos y en esa entrevista esta condensado ese modo de ser tan especial de Onetti. En esa entrevista es que me cuenta dos cosas que yo he contado en otros lugares pero no sé si te parece que las cuente ahora...

EC - Cómo no.

JCR - Una es cuando Jorge Amado está exiliado en Montevideo y va a ver a Onetti. Le dice: "Mira, Juan Carlos, me va a venir a ver el secretario general del Partido Comunista Brasileño, es una cita clandestina porque está perseguido por la policía, ¿te importaría si yo pudiera ocupar durante algún tiempo, un día, el apartamento que tienes?". A Onetti le pareció bien, habló con el portero que era amigo suyo y le dijo: "Aquí te dejo las llaves, va a venir Jorge Amado con el secretario general del Partido Comunista Brasileño. Hágame el favor de tratarlo como se merece". Al cabo de un día Onetti va a recuperar las llaves y le pregunta al portero: "¿Y se vino el señor Amado?"; "Sí, y qué tetas tiene el secretario general del Partido Comunista Brasileño".

Y luego hay otra de signo distinto que es muy interesante, incluso el otro día la leí en un artículo de Manuel Rivas en El País. Cuando Onetti escuchaba la palabra Cortázar se ponía muy feliz; todo lo contrario, a Cortázar lo estimaba como escritor pero nunca le perdonó que tuviera una relación tan despectiva en su momento con José María Arguedas, el escritor peruano. Onetti recordaba que en aquella ocasión de la polémica entre Arguedas y Cortázar, Cortázar le había escrito una frase que según sostenía Juan Carlos había destrozado a Arguedas. Decía: "Usted toca una quena en Perú y yo dirijo una orquesta en París".

Y hay una última anécdota, muy divertida y que liga a Vargas Llosa. Onetti estaba siendo entrevistado por la televisión francesa; ya llevaba mucho tiempo en la cama, era un hombre que estaba cabreado y entristecido, pero con un humor siempre a flor de piel.

EC - Estamos hablando de la época de Onetti ya en Madrid.

JCR - Sí. Entonces lo está mirando una chica muy guapa, rubia, del equipo de la televisión francesa, y Onetti le dice: "Usted me está mirando porque observa que tengo sólo un diente. Le advierto que tengo una dentadura magnífica pero se la he prestado a Mario Vargas Llosa".

***

EC - Carlos Maggi, ¿cómo te suena encontrarte con alguien que viene de España y que ha estado tan cerca de Juan Carlos Onetti?

CARLOS MAGGI:
Me ha gustado muchísimo todo lo que contó y cómo lo cuenta. Y me gustó muchísimo el capítulo correspondiente a Onetti que se llama Mentiras en el libro Retrato de un hombre desnudo, creo que es uno de los capítulos culminantes porque están casi todas las virtudes escondidas que tenés, querido Juan Cruz.

EC - Desarrolle esa idea, Carlos.

CM - Se dice mal cuando se dice "fulano de tal, un periodista" porque escribe en un diario. El periodismo a veces es la antítesis de la literatura, son los buñuelos calientes que se hacen todos los días y hay que comerlos calientes, si no parecen grasientos. La literatura es lo contrario. Y este libro de Juan Cruz, que yo empecé a leer como libro de un periodista, es muy tramposo porque no tiene nada de la actualidad ni de trabajo periodístico. Al revés, es un libro de fondo buenísimo con muchas virtudes muy lindas escondidas. El capítulo de Onetti es muy representativo. Yo te oía ahora contar, informar cosas, dar relato de lo que pasó, pero en el libro no cuenta nada, es lo más onettiano que he visto, lo escribe para nada. ¿Qué cuenta? Nada. ¿Qué informe da? Nada. ¿Qué mensaje tiene? Ninguno. Es una materia diferente, por eso es literaria y buena. Porque trabaja de manera indirecta y virtual. Me gustó muchísimo tu libro, Juan.

JC – Muchas gracias.

EC - ¿Cómo defines los textos de este libro? Puede decírseles memorias, vivencias, reflexiones. ¿Qué son?

JCR - El otro día me preguntaba Jorge Fernández Díaz en la presentación que se hizo en Buenos Aires cómo catalogaría yo este libro. Yo lo catalogo de libro. En esto creo que Carlos ha dado con la definición difusa que tiene el propio libro, yo no escribo para hacer un libro, escribo porque necesito escribirlo. Decía Cortázar que él había escrito Rayuela –salvando todas las distancias– porque no podía bailarla o esculpirla; yo escribo porque hay algo que desde chico me hace una persona incompleta, hay como una ansiedad que me lleva a la melancolía. No sé de dónde viene la ansiedad, o sí lo sé y estoy buscando la respuesta. Creo que soy un poeta que está lleno de preguntas, preguntas que tienen que ver con la esencia de la biografía: ¿por qué está uno aquí? ¿Qué hace?

EC - Preguntas a propósito de ti mismo.

JCR - No, a propósito de la vida.

EC - Porque tengo acá algunas frases que fui marcando en tu libro: "escribo para saber de mí, ¿por qué, si no, escribir?"; "escribo para saber quién soy"; "para saber quién soy, pues, no leo novelas, escribo".

JCR - Es verdad. Por ejemplo, la poesía o la narrativa que tiene esos componentes que antes citaba Carlos es lo que me interesa, lo que resulta incompleto. La ficción absoluta me parece un milagro creado por el hombre para contar cosas que no ocurrieron. Yo no he alcanzado esa perfección de la ficción, soy un escritor de lo que pasa, pero no exactamente de lo que pasa en la calle sino de las sensaciones que dejan en mí las preguntas que me hago.

EC - Eres un escritor de lo que te pasa.

JCR - Sí, de lo que me pasa.

CM - Una cosa muy interesante sobre ese punto, lo que más me impresionó en tu manera de escribir es que no presentás las cosas, no las contás, aludís a ellas, las metés de un torrente, como de un monólogo interior, y ahí quedan y van apareciendo de golpe. Y lo que más virtud tiene es el hueco que se produce, porque tú trabajás con lo que apreciás, lo que querés, y se trasmite eso, esa tensión afectiva se trasmite, algo se espera y no está. Y eso que no está, que es una cosa hemingwaiana, lo hacés de maravillas. El capítulo de Onetti es ejemplar en ese sentido, lo nombrás seis veces, nombrás el libro, lo que te pasó en la Librería Linardi y no sabés por qué, pero si uno está en el asunto, si conoce a Onetti, si sabe cuál es el libro, si te lee, lo que no decís es lo mejor porque aludís y no presentás el fenómeno, no lo contás.

JCR - En Lewis Carroll hay una frase que siempre me ha revoloteado como la esencia de la preocupación literaria, ¿qué es la literatura? Esa frase la leí no sé si en Tres tristes tigres, de Cabrera Infante, lo cierto es que la leí, no la leí en Carroll sino atribuida a Carroll. Y dice: "A mí me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada". Lo que tú estás diciendo es más o menos eso.

CM - Claro que sí.

JCR - A mí me persiguen las preguntas, esas preguntas. ¿Por qué acaba la alegría? ¿Por qué acaba la salud? ¿Por qué acaba el tiempo? ¿Por qué entra el resentimiento, la vanidad? Son todas preguntas abstractas pero que para mí tienen un componente concreto y a veces lacerante que no puedo soslayar.

EC - Y las planteas a partir de casi cualquier situación, porque este libro acumula una serie de llamémosles memorias, reflexiones, disparadas en situaciones casi cualesquiera. Por ejemplo una vez que estabas en México, adonde habías ido a hacer un trabajo periodístico sobre un partido de hockey sobre patines.

JCR - No, yo estaba en México y me pidieron desde un periódico español que analizara la situación que se producía por la pretensión catalana de que su selección de hockey sobre patines compitiera fuera de la estructura federativa del Estado español.

EC - A partir de ese trabajo empiezas a contar tu encuentro con escritores mexicanos, y surge uno de los capítulos de este libro.

JCR - Yo escribo desde la melancolía, desde el no entendimiento de las cosas. Hay días que me levanto como si tuviera lo que decía antes Carlos, como si tuviera un hueco que tratara de rellenar. En Cortázar hay muchas veces referencias a la conversación como una almohada que uno va rellenando. La vida es como una almohada que está vacía y que no se rellena porque uno haya vivido más, los huecos persisten y se producen de nuevo, se parecen bastante a la relación del mar con la orilla, la orilla parece que está llena y en un instante se vacía otra vez, el mar se lleva su propia orilla, su propio concepto de orilla.

CM - Uno escribe para duplicar la vida, para vivirla dos veces.

JCR - Para entenderla.

CM - Y el que sabe leer tiene la suerte de que duplica su propia vida también, vive dos veces.

JCR - Es verdad.

CM - Ese es el fenómeno final de la literatura, que es una maravilla.

JCR - Sí, pero eso lo consigue sobre todo la poesía.

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EC – Seguimos ahora en tertulia, con Carlos Maggi, Carmen Tornaría y Mauricio Rosencof, que hoy está a la distancia, porque Juan Cruz se vino para acá y Mauricio se fue para España. Así es él... a contramano.

MAURICIO ROSENCOF:
No cabemos juntos en el mismo continente.

EC - ¿Dónde estás?

MR – Estoy en Zaragoza, recorriendo algunas cosas impresionantes. Por ejemplo hice una incursión a Puebla de Albortón, de donde proceden los Artigas.

JCR – Ruso, soy Juan Cruz, he lamentado mucho que no estuvieras acá, pero sé que estás ahí por buenos propósitos, para hacer la revolución en Aragón.

MR – Cuento contigo.

JCR – No olvides que la madre de Artigas era de La Laguna, en Tenerife, y allí tenemos un monumento a Artigas muy importante, en el Camino Largo.

EC – Mauricio, ¿qué nos cuentas a propósito de Juan Cruz?

MR – Juan Cruz ha sido un referente por décadas, y lo sigue siendo, de todos los que escribimos en América Latina y pasamos por las horcas caudinas críticas de Juan Cruz, que dice "esto va, esto no va". ¿Cómo no le vamos a tener respeto, cariño y admiración a un hombre que de alguna manera le ha abierto las puertas a la literatura latinoamericana en España?

EC - ¿Cómo te resulta esa responsabilidad, Juan?

JCR – La única manera que uno tiene de resistir los elogios de los amigos es pensar que se dicen desde la amistad o bien hacia otra persona. Cuando mi madre me hablaba sí me creía que era a mí, pero te agradezco muchísimo que digas esas cosas, sobre todo viniendo de una persona que para nosotros es un referente de compromiso y también de entereza. Cuando estuve en mayo acá le hice una entrevista a Mario Benedetti y al día siguiente cené con el Ruso y en la cena me empeñé en hacerle una entrevista, él no iba para entrevista alguna, yo cogí un block y empecé a anotar y a medida que iba escribiendo aquello decía "qué escribo yo libros ni digo nada después de escuchar una experiencia como esta". En España llevamos 70 años desde que ocurrió la guerra civil, ahora se conocen, gracias a la Ley de la Memoria Histórica, muchas de las atrocidades que sufrió la gente, pero ustedes tienen aun más próximo ese drama en el que la dignidad de las personas fue tachada por la voluntad militar de acabar con la libertad y la Constitución y con el modo que tienen las personas de darse la convivencia.

MR – Les cuento algo que recogí hace 48 horas acá y que tiene que ver con ese tema. Esta fue la zona del ejército del Ebro, de los grandes combates, próximo a aquí está Teruel, pero próximo a aquí hay un pueblo que tiene una historia dramática, que es Belchite, que fui a visitar. Fue un pueblo que tomaron sucesivamente franquistas primero, republicanos luego, tuvo varios cambios de mando, finalmente decidieron cuando pasó la tempestad que iban a mantener como estaba el pueblo viejo, el Belchite viejo, e iban a construir un pueblo nuevo. Los constructores del pueblo nuevo fueron prisioneros del franquismo, curiosamente entre ellos, sin haberlo podido identificar, había un uruguayo. Yendo a visitar las ruinas de Belchite encontré en lo que resta de la catedral, donde asoma el cielo por la cúpula, una leyenda que da idea de la magnitud de lo que padeció toda España en este brevísimo cantar, que dice: "Pueblo viejo de Belchite, ya no te rondarán zagales, ya no se escucharán las jotas que cantaban nuestros padres". El drama español ha pasado, a pesar de las dos Españas, entrecruzándose la una con la otra, y hoy me entero de que hay una modificación legislativa que establece que desaparecerán de las calles y en el nombre de las calles los viejos símbolos. Así que en Puebla de Albortón la calle que se llama Francisco Franco dejará de llamarse así y ese nombre desaparecerá también de las calles de toda España.

JCR – En Canarias además tenemos muchos nombres de calles en los que Franco es protagonista... Se dice que los errores de Canarias cuando intentó entrar Nelson con la Armada inglesa fueron haber impedido que entrara y haber dejado que saliera Franco, porque de allí salió a hacer la guerra civil.

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EC – Vamos a presentar a nuestro segundo invitado, otro amigo de Juan Cruz, Mario Delgado Aparaín. Otro escritor y periodista, en este caso uruguayo, que conoce a Juan, ¿de dónde?

MARIO DELGADO APARAÍN:
Con Juan nos conocemos desde Madrid, desde Jijón, en Asturias, nos conocemos desde Buenos Aires, desde Montevideo. Es un amigo entrañable de la barra de Alfaguara.

EC - ¿Ha sido tu editor?

MDA – Sí, es mi editor acá, es editor en España. Y aparte un hombre muy preocupado por esa enfermedad endémica de los creadores latinoamericanos que son la soledad y el aislamiento.

EC - ¿Cómo es esto?

MDA – Cada vez que lo veo a Juan tengo la sensación contradictoria de encontrarme con una despersonalización de una multinacional.

EC – No entendí.

MDA – Hay un tradicional litigio entre los sellos nacionales y los multinacionales. En este caso ha habido una gran franqueza, una genuina preocupación por favorecer la ruptura de ese aislamiento, de esa insularidad de los creadores latinoamericanos, en la que un autor o una autora de Uruguay no sabe lo que está escribiendo otro escritor en Bolivia, en Ecuador o en México, a menos que sea editado por una multinacional. Juan lo percibió desde sus inicios y luchó denodadamente por crear una Oficina del Autor Latinoamericano en Madrid a los efectos de generar una especie de entramado que atendiera la problemática del creador, de los creadores y las creadoras.

EC - ¿Qué pasó con ese proyecto?

JCR – Está en marcha, yo he dejado el mundo editorial, estoy en El País, pero la oficina existe. Lo más granado de lo que hicimos entonces se llamó Alfaguara Global y atendía precisamente a lo que Mario está diciendo, el problema que tiene la literatura en lengua española en el mundo es su falta de intercomunicación y su falta de cohesión. No tiene sentido que se cree en español en tantos lugares, en tantos países, haya un potencial tan grande de lectores y haya la dispersión que se percibe. Esa dispersión de intereses a veces convierte en esquinas casi irreconciliables lugares como Argentina y Chile, Chile y Uruguay, Uruguay y México, México y Colombia. La voluntad política de la cultura de los países grandes y pequeños debería reflexionar sobre este hecho, que las bibliotecas públicas de América Latina y de España no tengan un espacio en el que ese intercambio sea posible, que las bibliotecas escolares de los distintos países no contemplen que esa diversidad de literatura se crea en la misma lengua apunta a una mezquindad importante de la política cultural global que hay en el ámbito iberoamericano.

CM – No sólo el rubro literatura, la incomunicación es en todos los aspectos, también la política está como divorciada, estos son los estados desunidos de la manera más centrista, sabemos mucho más lo que pasa en París o en Moscú que lo que pasa en Lima. Es así, somos incomunicados de origen y seguimos, pese a los formidables medios de comunicación que tenemos, porque en Internet podríamos estar al tanto de todo lo que sucede, pero seguimos incomunicados.

CARMEN TORNARÍA:
Esa incomunicación original tiene que ver con los españoles, tiene que ver con la historia.

JCR – Seguramente.

CT – La política del Imperio Español en América era justamente tratar de que la comunicación fuera directamente hacia España y que no hubiera intercomunicación. Eso es una herencia del pasado pero que todavía vive en América Latina, lo acaba de decir Maggi, estamos más vinculados con el afuera-afuera que con el afuera cercano, y se replica esa estructura dentro de los propios países, en los que las capitales vinculadas con el puerto, en ese momento de España, después del mundo, quedan también aisladas de los propios países, de los interiores de donde salen escritores como Marito.

EC – Mario es del interior de Uruguay.

CT – Exactamente, lo que están planteando tiene sus raíces históricas.

EC - ¿De dónde sos, Mario?

MDA – Soy de la misma región que el Ruso, de Florida. Pero de un lugar donde solamente nacimos dos, que es el Paraje de la Macana.

EC – Eso marcó tu vida.

MDA – Ahí nacimos Mario Carrero y yo.

JCR – El mismo reproche que estabas haciendo tú lo hacen en España los que no son de Madrid, los que no somos de Madrid. El madrilcentrismo contamina todo, lo bueno y lo malo. En este momento en España hay un momento de tensión y de gran crispación política derivada de la pretensión del Partido Popular y de algunos instrumentos mediáticos de hacer creer a la población que el Partido Socialista (PSOE), ahora en el poder, propició el atentado de Atocha. Eso está también en las manifestaciones, ayer había una manifestación contra la obra de teatro "Lorca éramos todos", que fue sacada de un teatro oficial por represalias contra un director de escena y actor que había dicho cosas contra las que estamos la mayor parte pero que tiene derecho a decirlas porque tampoco es un terrorista al que se le deba cercenar su libertad. En la manifestación de anoche de la ultraderecha se decía "Zapatero, fuiste responsable de la muerte de 200 personas en Atocha". Ese es el caldo de cultivo que se está creando en España y que tiene que ver con lo que se dice en Madrid. No tiene que ver con lo que pasa en Galicia, ni con lo que pasa en Canarias, ni con lo que pasa en Euskadi incluso, sino que hay un madrilcentrismo terrible.

Y con respecto a las políticas globales, España durante muchos años, y singularmente en la etapa del gobierno conservador, descuidó muchísimo una política de integración con América Latina. Espero que ahora el gobierno socialista rectifique esa tendencia. Porque ni las cumbres sirven para nada ni la actitud del gobierno español es autocrítica con respecto a su propia dejadez. Aun más, desde el punto de vista estrictamente comercial la cultura y la educación en español sería un instrumento de desarrollo impresionante también para España.

CM – Hay que hacer una atenuación porque han pasado cosas muy importantes que contradicen esta forma de aislamiento: la diáspora republicana cuando empezó el franquismo le trajo a América una importación de gente valiosa, de gran nivel cultural, que influyó de manera formidable en todos nosotros, mi generación se crió sobre la enseñanza y el ejemplo de los republicanos españoles en el exilio, que por otra parte crearon las grandes editoriales americanas, que fueron todas instrumentos de cohesión, no de dispersión. Eso es una cosa muy importante, no la hizo ningún Estado, no fue política de nadie, fueron hechos, pero qué hechos, qué trascendentes fueron.

MDA – Yo también quiero quebrar una lanza por ese vínculo con España, que no se ha dado a través de los gobiernos nacionales de América Latina y de España misma. La crisis de 2002 profundizó la problemática social de América Latina, y de Uruguay por supuesto, a tal punto que hoy puede decirse que 83% de la población de América Latina vive en las ciudades, y dentro de ese 83% hay 99 millones de indigentes absolutos viviendo en las ciudades, 99 millones de linyeras como decimos nosotros. En ese contexto toda esa problemática violentamente impúdica, por las formas, por la naturaleza de la pobreza y de la miseria, no pudo ser atendida en ninguna medida por los gobiernos nacionales. Eso fortaleció, como contrapartida, los gobiernos locales de América Latina, los ayuntamientos, las prefecturas, las intendencias, etcétera, porque los alcaldes, los intendentes, los prefectos, debieron acercarse necesariamente a la población para atender esa inmediatez de la problemática social.

Como contrapartida, mientras el señor Aznar alternaba o fraternizaba con el señor Bush y descuidaba el vínculo con América Latina, paradójicamente, los gobiernos de las provincias autónomas de España colaboraron como nunca en políticas de cooperación de una manera tan impulsiva, inteligente, como también discordante a veces. Por ejemplo tenemos en el Cerro de Montevideo acá un frigorífico convertido en Parque Tecnológico Industrial. El Ayuntamiento de Jijón, el gobierno de Asturias, colaboró muchísimo para que esto fuese posible. Y en el saneamiento del entorno la Junta de Extremadura. Ninguno de los dos sabe que el otro está colaborando con el mismo proyecto.

***

EC – Mario, en estos días tú también estás de parto, estás publicando tus cuentos completos.

MDA – Sí, es una colección que inventó Juan también.

EC - ¿Él es el culpable?

MDA – Sí, sabido es que los cuentos son difíciles de editar y los libros de cuentos son difíciles de vender, pero sin embargo se creó la colección Cuentos Completos, que me produce una sensación un poco perturbadora porque por lo general los cuentos completos se publican de un modo póstumo...

JCR – No es verdad, hemos publicado muchísimos cuentos completos. Y de hecho, el primer volumen de cuentos completos que publicamos fue el de Juan Carlos Onetti, que armamos cuando él estaba en vida.

EC – Juan Cruz se refiere a su tarea como director de Alfaguara, editorial con la que hoy sigue colaborando pero ya no es director.

JCR – No, que va, por fortuna para ellos.

EC – Sin embargo continúa en el diario El País de Madrid como adjunto a la dirección, y de eso vamos a hablar enseguida porque queríamos, a partir de la iniciativa de Carlos, venir a la vida política y periodística española de las últimas décadas. Tú tomabas como referencia a Felipe González, ¿por qué querías tirar arriba de la mesa el nombre del ex líder del PSOE?

CM - Hay pocas oportunidades de tener aquí un tipo muy inteligente que fue testigo de todo lo que pasó en España cuando se salió del subdesarrollo franquista, el subdesarrollo mental, y se floreció al grado a que llegó España, formidable. Este hombre es un testigo, estuvo en ese lugar, sus amigos y sus compañeros lo hicieron, es una oportunidad para conversar con él y saber cosas que nos importan mucho.

JCR – Ahora que lo dices, el despegue de España conducido por el PSOE en el poder a partir del 82 tiene mucho que ver con uno de los aspectos que está poniendo en marcha esta nueva administración socialista, que es la implementación de las libertades civiles. La razón por la que el felipismo convirtió a España en un país diferente a partir del año 82, y gracias al proceso de transición que había liderado Adolfo Suárez, fue la atención que prestó a las libertades civiles, el divorcio, el aborto, la reunión, la libertad, el cambio o el desmantelamiento de los últimos reductos de lo que había sido la comunicación franquista.

Eso ha venido implementado luego en los años más recientes por otros modos de hacer de José Luis Rodríguez Zapatero, que tienen su símbolo mayor en la legislación que favorece el matrimonio de los homosexuales. Eso ha sido en España bastante importante independientemente de los avances políticos. Añadiría en ese renglón la relación con Europa, que fue fundamental desde el año 85, cambió muchísimos modos, difuminó el ejército como forma de control del poder político, que existió, aunque subliminalmente, por lo menos hasta el golpe de Estado del 81, y ahora las libertades civiles y también la situación de esos poderes fácticos, incluido el de la Iglesia que sigue teniendo mucho vigor –creo que para mal– han sido importantes para entender el cambio en España.

CM – Eso que has dicho es perfecto y es exactamente así, pero hay un trasfondo que es el que más nos interesa a nosotros aquí y ahora, que es el aggiornamento de la izquierda que produjo y lideró Felipe González. Felipe modernizó la izquierda en España, Europa lo logró después, él lo hizo en la década de los ochenta y Europa hizo ese mismo proceso con Prodi y Tony Blaire, aun China continental hizo el mismo proceso, pero diez años después. Ese es un momento crucial para nosotros que iniciamos una situación política por tener por primera vez un partido de izquierda en el poder.

JCR – Sí, ahí hubo un punto de inflexión en el propio PSOE, cuando Felipe González amaga con marcharse si no dejan que haga las reformas que quiere hacer, y hace el famoso discurso "yo soy socialista antes que marxista", eso abrió un campo para que la izquierda no sintiera que para ser izquierda tenía que abrazar casi exclusivamente los dictados del Partido Comunista. Fue un punto importante de cambio en el reagrupamiento de la izquierda. Luego vino la crisis propia del Partido Comunista de España, que derivó en un híbrido que se llama Izquierda Unida y que francamente no ha tenido el éxito que esperaban sus promotores. Tuvo una conducta muy errática en la época de Julio Anguita, cuando Anguita decidió, impulsado por el director de El Mundo y por Aznar, una especie de pinza antisocialista en la que Izquierda Unida y el Partido Popular (la derecha española) se juntaron para quitarle el poder o para deteriorar la imagen y el poder del PSOE.

CM – Es exacto eso, además lo curioso es que lo mismo pasa diez años después en toda Europa, porque empieza Prodi con el Olivo y D’Alema en Italia, y después Tony Blaire, después se produce también en Alemania, Francia tiene una ondulación muy parecida a la que tenemos nosotros aquí, un gobierno que es de izquierda pero no se sabe qué tiene dentro la izquierda y se tiene una interna ríspida y difícil. Es un ejemplo para nosotros porque son cosas que han sucedido en países muy civilizados, más que nosotros, y son ejemplares.

JCR – No acepto eso de que haya países más civilizados que Uruguay.

CT – Juan puso el acento en el cambio español en el tema de la afirmación de las libertades. Yo personalmente fui a España en el 67, era una adolescente, y España estaba muda, la gente común estaba muda, tenía miedo, lo conversamos aquí el día que vino Dahd Sfeir. Volví a España en el 91 y era otra España. Yo no me interesé por el tema político ni nada por el estilo, era otra gente, la gente había cambiado porque había perdido el miedo. Y cuando eso sucede, porque cuando la gente pierde el miedo es porque se fomenta desde el Estado, quien esté de gobierno, la libertad, la atención a la diversidad y se rompe con el fundamentalismo de izquierda o de derecha, no interesa, obviamente un país cambia. Y ahí las telarañas también se rompen en la cabeza aun de la gente de derecha y de izquierda, porque no tienen lugar.

Cuando rigen las libertades efectivamente y se respeta la diversidad lo que hay es combate de ideas, por lo tanto las telarañas caen radicalmente. Esto se ve en el cine, se ve en la educación, y Juan hablaba de las libertades y de lo político, pero un salto cualitativo puede ser –porque el poder de la Iglesia en España fue muy fuerte históricamente y la Iglesia estuvo ligada al franquismo– esa especie de laicización de la sociedad de España que, a su modo, también permitió a los españoles y a las españolas empezar a abrir sus cabezas.

JCR – Tú estás hablando de educación, y antes me contabas a micrófono cerrado algunas de las características de la educación en Uruguay. Nosotros no hemos conseguido consolidar una política de Estado para el cambio en la educación, y eso tiene un efecto tremendo sobre la población. El carácter errático de las políticas educativas españolas que en el período anterior volvieron a colocar la religión como materia obligatoria y hoy la Iglesia Católica sigue intentando hacer que la religión sea obligatoria. Han pasado 70 años de la guerra civil, con lo cual han pasado 60 desde su final, pero España –esto liga con lo que decía Carlos al principio– perdió generaciones de gente, como ha pasado en Argentina, como ha pasado en Uruguay, generaciones de gente que no se pudo formar, que no pudo participar en el cambio de las mentalidades, se interrumpió un modo de educación republicana y de cultura republicana y se instauró una dictadura de corte feudal, medieval, con la complicidad realmente atosigante y atorrante de la Iglesia Católica.

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EC – Volvió a aparecer el término "atorrante". Ustedes tenían el origen de esa palabra, nos lo contaban entre Carlos y Mario en la tanda; sería bueno compartir la explicación con los oyentes.

CM – No hay ningún maestro de etimología mejor que Juan.

JCR – Yo una vez escuché de dónde venía la expresión "atorrante", y luego Carlos me ha apuntado la verdadera razón, o por lo menos el verdadero apellido. Yo creía que los tubos de la calefacción que había debajo de los puentes de Buenos Aires los había hecho un ingeniero francés que se llamaba A. Torrant. De ahí venía porque se ponían allí a pasar la noche y a huir del frío los clochards de Buenos Aires, a los que se les llamó "atorrantes". Pero Carlos tiene una versión mejor.

CM – Los caños de saneamiento eran de la empresa Atorrense, entonces los que vivían dentro de esos caños eran atorrantes.

EC – Siempre se aprende algo.

JCR – Siempre se aprende algo en Uruguay, gracias a la educación.

EC – Y si no es cierto está bien contado.

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EC – Juan Cruz Ruiz, además de sus novelas y sus cuentos, escribe desde los 13 años en prensa, y hace 30 años en lo que nosotros llamamos aquí El País de Madrid y ustedes llaman El País, El País de España, un periódico que al poco tiempo de ponerse en marcha se convirtió en una referencia, por ejemplo para los periodistas uruguayos, acá todavía en dictadura, se ha convertido en un mojón de todo lo que podríamos llamar periodismo hispanoparlante.

Carlos quería hacerle alguna pregunta sobre El País a Juan Cruz.

CM – Yo pienso que mucha plata para hacer un diario tiene cualquiera, pero un buen diario no se hace con dinero. Entonces me gustaría que tú que estuviste cerca de uno de los mejores diarios que han existido en lengua española contaras un poco, aparte de lo que es el Manual, que es una cosa técnica, cómo se hace para mantener un equipo y lograr un nivel sostenido como el que tiene El País, que es una cosa rara.

JCR – Primero que nada fue un medio que aglutinaba ambiciones que en aquel momento ya parecían maduras, la ambición de la libertad, de la convivencia, de la libertad de los partidos políticos, también de los cambios sociales, aquellos cambios con las libertades civiles de los que hablábamos antes estaban latentes, al menos desde finales de los sesenta, y de una manera casi unánime en el colectivo de la sociedad. Eso no lo sentían sólo las personas de izquierda o los represaliados, lo sentía incluso la gente que de algún modo se sintió próxima al régimen. Areilza, el propio Fraga, gente de todas las regiones fue aglutinada por un personaje que entonces era un editor, era el director propietario de Alianza Editorial, el hijo de Ortega y Gasset, José Ortega Spotorno, que desde el 72 se dedicó a recopilar voluntad y a hacer un accionariado muy variado en el que había gente de todos los sectores. Fue ese accionariado el que fue divulgando la idea de que ese periódico en el que ya se estaba trabajando y que pidió permiso reiteradamente para salir, incluso en tiempos de Franco, iba a ser el portavoz de una España distinta. Las casualidades, el tiempo, el azar la voluntad política hicieron que el periódico saliera poco después de la muerte de Franco, cuando ya en España los vientos de transición eran evidentes.

EC – Estamos hablando de mayo de 1976.

JCR – 4 de mayo de 1976. El periódico se instaló como un símbolo de la unión de aquella España republicana ilusionada y la España nueva que quería desprenderse de los modos del franquismo. Esa conjunción fue simbolizada en el primer número del periódico, en el que había un editorial pidiendo la dimisión del primer ministro Carlos Arias Navarro, que había sido puesto por Franco, que era el heredero directo del franquismo, había una crónica sobre la importancia que tenía la relación de España con Europa, un aviso europeo de que si no había libertad de los partidos políticos España no podía ingresar en el Mercado Común, al que pedía su ingreso desde hacía tiempo, y además había un artículo pidiendo la libertad para los partidos políticos. Eso era la primera página del periódico El País. Y había un recuadrito que daba noticia de la muerte a manos de ETA de un guardia civil en Rentería; en otro recuadrito se decía que Areilza iba a Marruecos a resolver los contenciosos que teníamos con ese país del norte de África. De modo que si hoy vemos la portada de El País, veremos también cuál ha sido la evolución de España y cuál es el punto negro que sigue teniendo. Dentro había un artículo que reflejaba también la voluntad del periódico, el primer artículo de opinión que publicó El País fue de Rafael Alberti.

CM – Fijaba una posición.

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Edición: Mauricio Erramuspe
Fotos: Javier Castro