Tertulia especial

Batlle y Ordóñez y Saravia, "bisagras" entre la barbarie y la civilización

Son dos pilares de la identidad nacional y artífices de un pasaje de un estadio "bárbaro" a uno "civilizado" en la historia de Uruguay. En 2006, se cumplen 150 años de sus nacimientos y la tertulia de los viernes repasó su legado. Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Carmen Tornaría y Alberto Volonté hablaron de José Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia en una tertulia desde el Museo de Artes Visuales.

(Emitido a las 9.33)

EMILIANO COTELO:
1856. En ese año nacían José Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia.

Una coincidencia que se transforma en un pretexto ideal para analizar cuál es el legado que han dejado estas personalidades políticas que moldearon al Uruguay actual. Pero analizarlas, no desde lo que dejó cada uno por su lado, sino los dos en contexto.

En el marco de los homenajes que se han organizado para conmemorar los 150 años del nacimiento de estas dos figuras emblemáticas, nos hemos trasladado al Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó, donde se ha instalado una muestra que los recuerda.

Empezamos viendo cómo era el Uruguay de aquellos años, el Uruguay de Batlle y Saravia. No sé si el de 150 años atrás, cuando ellos nacieron, quizás un poquito más cerca en el tiempo, cuando empezaron a actuar políticamente.

CARLOS MAGGI:
La historia uruguaya es corta, casi todos los países del mundo son más viejos que Uruguay, Uruguay empezó en 1830. Pero siendo tan corta tiene dos siglos y la ventaja para estudiarlos es que son dos siglos con una bisagra en el medio.

EC - ¿Cuál es esa bisagra?

CM - La bisagra son Aparicio Saravia y Batlle, principios del 900. Tenemos un siglo bárbaro que es el XIX y uno moderno que es el XX.

EC - Dicho el término "bárbaro" en su acepción más precisa.

CM - Bárbaros les llamaban los griegos a los que no eran civilizados a la manera griega, los de fuera eran bárbaros. Nosotros les llamamos bárbaras a las comunidades que no tienen refinamiento en su cultura, en sus costumbres, en su manera de reaccionar, y es muy fácil comprobarlo en Uruguay porque se puede medir a la unidad, entre 1830 y 1908 hubo 71 levantamientos armados y pelearon a muerte entre los uruguayos, 71 revoluciones armadas. Era un país muy diferente del de ahora, en el que una revolución armada es una cosa rara. Allí era lo común, cuando dos personas se pelaban en una pulpería salían a la vereda, tenían un duelo criollo, los otros asistentes miraban cuál de los dos ganaba y casi siempre el que ganaba estaba en buena ley, ni siquiera le pasaba mucho.

Después del 900 eso cambió, y mucho más cuando la diferencia de opiniones no era individual sino colectiva, entonces iban a las cuchillas a dirimir a muerte las opiniones. Eso también cambió a principios del Siglo XIX, por eso el XIX fue un siglo bárbaro, tendente a la violencia y la muerte, y el Siglo XX es un siglo civilizado, tendente a la discusión y el voto.

EC - ¿Qué dicen los demás integrantes de la mesa sobre cómo eran aquellos años? ¿Cómo eran los partidos políticos? ¿Cómo era la correlación de fuerzas entre los partidos?

ALBERTO VOLONTÉ:
Primero hay que decir que no había partidos políticos. En cuanto a si era bárbaro, puede ser que Carlos tenga razón. La barbaridad también dependía de que era una nación en formación. A veces tenemos que rastrear realmente; aparece Uruguay en 1830, ¿cuáles eran los antecedentes para constituirnos en Estado? Nos dan una Constitución hecha en París, la de 1830, republicana, demócrata, con todos los detalles, una maravilla. ¿Se adecuaba a esa sociedad? ¿Se adecuaba a esa barbarie? Más que barbarie digo que tal vez los 71 alzamientos respondieron a los movimientos de la tierra cuando la tierra tiene que acomodarse al suelo que le han dado.

Me parece muy bueno que Emiliano, todos, también aquí en la tertulia pero sobre todo en los programas de historia, que definitivamente la muchachada tenga la oportunidad que yo no tuve. Yo conocí a Saravia por blanco y me dijeron que Batlle era el demonio. Con los años ni Batlle era un demonio ni Saravia era tanto como me contaban. Sigo siendo muy saravista pero dejé de ser antibatllista. Lo que pasó fue que me lo contaron mal, mal desde el punto de vista de la historia. Los chicos se van a perder cómo mi abuela y mi madre me contaron cómo era Saravia, aunque no se ajustaba mucho a la verdad y a la realidad eso tiene el encanto que trae la emoción.

Por tanto aquel Uruguay era bárbaro en los términos que tú decís pero era un Uruguay en formación, en el que, entre otras cosas, no había partidos políticos, y tampoco bandos, había tendencias que contribuían a la formación de la nación. Los blancos y los colorados eran distintas formas de ver cómo había que constituir el Uruguay.

CARMEN TORNARÍA:
Los cortes tajantes me preocupan.

EC - Estás discrepando con Carlos.

CT - Sí, con matices, como siempre. El Siglo XIX fue el siglo de la barbarie, explicada la barbarie como la acaba de explicar el doctor Carlos Maggi, pero fue también el siglo de las Instrucciones del año XIII, del proyecto artiguista, de un proyecto incluso económico vinculado con la tierra. Esto tiene bastante que ver con Saravia y con Batlle como civilizadores.

Estoy de acuerdo en que casi todos los uruguayos que andamos por los 50 y más crecimos con esas dos vertientes. Personalmente casa de abuelos maternos con retratos de Batlle y culto a Batlle, al sobretodo y a sus ideas; casa de abuelos y casa propia paterna, Saravia por todos lados. Blanco hasta en los objetos de un lado, colorado hasta en los objetos del otro.

Hay que matizar esa dicotomía civilización-barbarie que plantea Carlos. El Siglo XX también es un siglo de civilización y barbarie, no lo contrapondría exactamente al Siglo XIX, hay aspectos de civilización y aspectos de barbarie que llevamos los seres humanos dentro. Maggi relató bien un episodio en una pulpería, un duelo criollo, y yo digo: lo que pasó hace poco tiempo en el Líbano, lo que está pasando en Irán, lo que pasa en Argentina, ¿eso es civilizatorio? ¿Lo que está pasando en Gualeguaychú es civilizatorio?

CM - Hay que discriminar varios planos, hay una historia política, hay una historia militar, hay una historia exterior y hay una historia profunda que es la historia cultural. Cuando empieza el Siglo XX Aparicio Saravia es un caudillo que encabeza una revolución pero Luis Alberto de Herrera es un autor que publica un libro que se llama "La tierra charrúa", que piensa todo lo que Batlle va a realizar tres años después, que no creo que lo haya realizado solo.

La maduración cultural de este país, que estuvo convulsionado y regido por la violencia, se hizo horizontalmente en virtud de la escuela vareliana y de la inmigración europea que venía con ideas, venían carbonarios, masones, anarquistas, socialistas. Trajeron ideas. Cuando este país empezó, el 90 por ciento de la población era analfabeta y en el norte había una proporción inmensa de indios tapes que no tenían siquiera que ver con la cultura europea. Eso era Uruguay cuando empezó, fue un prodigio cumplir en 100 años la evolución que a la humanidad le llevó mil o dos mil, no es para despreciar. Pero la verdad exacta es que en el 900 la cuchilla que corta los diferentes partidos no es coherente, porque en el Partido Nacional (PN) pesan muchísimo más la opinión y el libro y lo que hizo Luis Alberto de Herrera que la revolución encabezada por Aparicio Saravia, que correspondía a un mundo cultural anterior.

Aparicio Saravia –quiero defenderlo en un aspecto porque lo creo sinceramente– es el último caudillo pero es el primero que tiene ideas, pelea por una idea, su método no es del Siglo XX, nosotros preferimos que no se discuta de esa manera, con la lanza en la mano, pero lo que quería, que era limpieza electoral, elecciones limpias, respeto por la acción partidaria, eran elemento que pertenecían al Siglo XX, porque culturalmente era superior y ninguno de los caudillos anteriores lo respetó sinceramente.

CT - No habría existido limpieza electoral sin la revolución legítima de Aparicio Saravia. No había otra... se estafaban permanentemente las elecciones.

EC - Volvemos al lado blanco de la mesa para escuchar a Rosencof, porque supongo que hablarás como blanco.

MAURICIO ROSENCOF:
No tengo muy claro si Juan Antonio Lavalleja cuando hace el lanzamiento frente al primer gobierno constitucional de Manuel Oribe tenía noción de que estaba lanzando un golpe de Estado, continuaba una línea que Hudson bautizó en todo ese siglo como el de "la tierra purpúrea". Formaba parte de la naturaleza del territorio y su gente. En cuanto a esa sucesión, esa cifra impresionante de alzamientos que se producen, si tenemos presentes los alzamientos sin tener presente otro aspecto que es subyacente a todos esos movimientos, nos vamos a quedar cortos. Carmen traía las Instrucciones del año XIII, yo traigo el Reglamento Provisional de la Campaña de 1816, que establecía que la tierra tenía que ser repartida con la prevención de que "los más infelices fueran los más privilegiados". Esa reforma agraria fue la primera en América Latina y tuvo más alcance de lo que en un principio los historiadores mencionaban, hasta las investigaciones de Lucía Sala y Julio Rodríguez, a partir de ahí parece que fue mucho más extenso lo que se entregaba, 5.000 cuadras. El tema de la tierra subyace a todos los alzamientos que se producen en forma intuitiva por parte de los alzados. Si sería intuitiva que cuando Basilio Muñoz y Luis Alberto de Herrera firman la paz de 1904 lo que reciben los soldados de Aparicio son cuatro pesos cada uno. "¿Y qué tierra me compro con esto?" Estaba en el imaginario, la imagen de patria para todos implicaba que cada cual tenía su derecho.

Pienso que tanto Batlle como Aparicio formaron parte de una gesta de construcción de un país en la que quedó colgado ese tema. Batlle y Aparicio se integran a una historia que rebasa los límites partidarios –creo que el primero que nos enseña la estatura cuando analiza ese período es Pivel Devoto, que es el primero que empieza a tratar a Batlle y a Aparicio en un nivel de próceres de la identidad nacional– y Seregni es el tercer personaje que de alguna manera pasa a formar parte ya no del imaginario de un sector político, sino de la globalidad, y su punto de referencia es Artigas. A tal punto que el último proyecto de reforma agraria que se planteó procede de Wilson cuando era ministro.

En todos los alzamientos estuvo presente esto pero hay una cosa que rescato: me enorgullezco de un país de armas tomar, de un país de parlamentar, de un país con altura, de enfrentamiento y de un alto al fuego y de entendimiento que lo llevó a este estado de convivencia que tenemos ahora con altibajos. Son gestadores de todo eso, nunca llegamos al estado de ser chiítas y sunitas.

EC - A partir de los aportes que ustedes hicieron podemos pasar al legado, a los aportes de Batlle y de Saravia, y en la medida de lo posible cuáles vinieron en conjunto o a partir del enfrentamiento entre ambos.

MR - La señora de Elordoy me alcanzó algo para Maggi que es una belleza. Es una fotografía del viejo Batlle en su juventud vestido de tropa en los tiempos de la Revolución del Quebracho. Tiene un sentido lo que estoy diciendo porque da la impresión de que en este país hubo civilistas institucionalizados como el viejo Batlle y alzados como Aparicio.

AV - No hay que olvidar que Batlle vio con gran simpatía la Revolución del 97, eso está claro. Está muy bien recordar esas cosas, Batlle vio con simpatía la Revolución del 97, por no decir que la apoyó.

EC - Recordemos qué fue la Revolución del 97.

MR - También Maggi y yo, porque entre los alzados está nuestro antecesor en la dramaturgia Florencio Sánchez.

EC - Alberto, ¿por qué apoyó Batlle la Revolución del 97?

AV - Yo sigo la línea de decir que nuestra patria estaba en formación y no había partidos políticos, mal que nos cueste ahora reconocerlo. Como blanco pensar que no existía el partido como tal en el Siglo XIX es perderme una serie de acontecimientos heroicos e incorporarlos a la vida partidaria. Pero no los puedo incorporar a la vida partidaria porque fueron hechos de la formación nacional. Ya había diferencias muy grandes, en tiempos del gobierno de Iriarte Borda se había planteado dentro de la tendencia del Partido Colorado (PC) una discusión muy importante en la que veían de distintas formas la manera de encauzar a la nación Herrera y Obes, Batlle, un Batlle joven, en ese momento de 42 años, al igual que Saravia. Hay que ver con qué rapidez se producen esos 71 alzamientos que se suceden desde 1870, la de las Lanzas, para inmediatamente ir a la Tricolor, para inmediatamente ir a Quebracho, para llegar a la Revolución de 1897. Yo creía que la Revolución de 1897 había aparecido como un hongo. ¡Qué iba a ser un hongo! Era la continuidad de una larga cadena, y allí las pasiones de la época, pero las ideas de la época, porque si no parecería que el Siglo XIX fue el siglo sólo de la pasión. Fue un siglo con un fermento de ideas muy importante.

La creación de la Universidad por Oribe en 1850 no es un acto espontáneo sino que es la racionalidad de una nación que con 20 años de vida resuelve crear su universidad. A Francisco Lavandeira lo asesinan con 28 años y pese a su juventud ya había sido profesor de lo que podría ser economía política de la facultad. El pensamiento liberal era toda una novedad en esos últimos tramos del Siglo XIX y el primero que lo incorpora académicamente es Francisco Lavandeira.

José Claudio Williman decía: cosa de aquellas épocas, primero se dieron en la cátedra la libertad de comercio, las libertades económicas, y veinte años después la misma tendencia nacional iba por las libertades políticas. Habitualmente viene primero la libertad política y después la libertad de comercio.

CM - Nunca hay ningún elemento químico puro absoluto, en todos los momentos hay diferentes planos en la vida real. Hay una predominancia épica en el Siglo XIX que les cae muy bien a ustedes tres que son blancos, y uno además guerrillero, les cae muy bien porque son personas épicas. Yo desgraciadamente no participo del sentimiento épico, admiro mucho a los héroes y a la gente que se hace matar o muere por una idea pero no participo de esa exaltación. El estilo nuestro es más tranquilo, más conciliador, más pacífico, más tendente a discutir y después lograr soluciones intermedias. La política siempre es una ciencia de porcentajes, la muerte no es por porcentajes, es una apuesta al 100 por ciento. Yo no prefiero eso.

AV - Estoy de acuerdo contigo si reconocemos, hablando de aportes, que Saravia y Batlle, como símbolos de las tendencias del siglo XIX y aquellos enfrentamientos, fueron los que permitieron que después los uruguayos nos convenciéramos de que en realidad la paz, el diálogo, el encuentro, son algo mucho mejor que lo otro.

CM - Pido atención especial para el personaje llamado Luis Alberto de Herrera, que tres años antes del 4 dice: "A los héroes los admiramos mucho, los queremos mucho, vamos a ponerlos en una vitrina de cristal y plata, pero lo que hay que hacer en adelante es tranquilizar a este país porque si seguimos guerreando estamos perdidos". Eso lo explica antes de que empiece Batlle. Batlle y Herrera pertenecen a un mundo diferente del de Aparicio. Aparicio es un tipo que culmina un siglo y estos son personajes que empiezan otra manera de convivir, eso es lo más importante.

¿Qué queda de ellos? Queda mucha cosa, un espíritu de rebelión que no me molesta en absoluto, lo he dicho muchas veces, en el libro que escribí defiendo la posibilidad de iniciar una revolución, a propósito de los tupamaros, o sea que no estoy diciendo una cosa que me horroriza, aunque a veces me causa miedo.

MR - Vos decís a qué hora y estamos ahí.

CT - No deberíamos asimilar revolución con barbarie, revolución no es barbarie, hay algunas revoluciones bárbaras y revoluciones absolutamente legítimas. La revolución de Aparicio Saravia fue legítima, no había otra manera de lograr que en este país hubiera limpieza electoral, lo demostraron las elecciones posteriores. Estafaban permanentemente las elecciones y no permitían una competencia leal, había gente que votaba cinco, siete veces, los chiquilines se divierten enormemente cuando les contamos las triquiñuelas que hacían los colorados para ganar las elecciones. No había otra. Y eso no es barbarie, no lo era antes ni lo es ahora.

CM - ¿No te parece barbarie robar las elecciones?

CT - Robar las elecciones es barbarie, pero tú dijiste que la característica de la barbarie del Siglo XIX era que había habido 71 levantamientos. Robar las elecciones es barbarie y sucede hoy en el Siglo XX que, según tu versión dicotómica, es el siglo de la civilización.

CM - Pero no aquí, sucede en Estados Unidos.

CT - No en Uruguay, sucede en algunos lados.

MR - En esta mesa todos los blancos somos batllistas. Hay un par de cosas que dijo Maggi, la primera asociar los alzamientos con actos de barbarie frente al equilibrio intelectual de los que piensan, afortunadamente en este país no fue así. Esa foto que muestra al viejo Batlle en pie de guerra me recuerda que en el alzamiento de Aparicio, aparte de Florencio, en el 97 estaba Carlos Roxlo, que es el que dice en un fogón –y lo registra Javier de Viana, intelectuales, escritores– aquella frase que tiene un comienzo bíblico: "No quedará piedra sobre piedra, habrá patria para todos o no habrá patria para naides", que es el origen con divisa blanca de Javier de Viana.

La otra cuestión es sobre la expresión barbarie. Utilizamos la expresión "bárbaro" no en el sentido griego, no en el sentido de Sarmiento, sino también como "estupendo". Por ejemplo, Los capitanes de la Arena en Río de Janeiro estuvieron bárbaros.

CM - Yo te quería llamar la atención sobre un aspecto. De los 71 alzamientos armados más de 40 fueron golpes militares, intentos de golpes militares, golpes de Estado armados, no revoluciones sobre la base de un ideario. La costumbre normal era expresarse mediante la violencia, eso es un problema cultural. Cuando el viejo Batlle va al Quebracho está expresando que es un hombre que nació en la fecha en que nació y que tiene una cultura con remanentes violentitas, como tenían muchos de ellos, pero los 71 lanzamientos son la mayor parte golpes militares, son sargentos, tipos que quieren tomar el poder, lo que les importa es el poder, no otra cosa. Algo muy diferente es tener un ideario y pelear por él, pero no corresponde a una época tribal como fue el Siglo XIX uruguayo, en el cual no se puede saber por qué los grandes personajes son maravillosos porque pelearon contra todos por razones personales.

***

EC - En los primeros minutos la charla se concentró mucho en cómo era el Uruguay en el que actúan, en el que entran a hacer política Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia, pero ya con algunos ejemplos de lo que estas dos figuras de la historia uruguaya dejaron como marcas en el país. Sería bueno que ahora nos concentráramos en eso: ¿en qué están presentes hoy Saravia y Batlle?

CT - Batlle y Saravia, como Artigas, están en cada uno de los uruguayos, están en la sociedad uruguaya. El legado de ellos dos, entre otros, fue un estilo de convivencia democrática que ha caracterizado a Uruguay y que perdura. Concretamente en su momento la afirmación de la democracia política, que no es todo pero es la base sobre la cual se pueden construir proyectos económicos, culturales, etcétera. Por eso le doy tanta importancia a la revolución saravista, porque abrió la puerta para la instalación de la democracia política, que no alcanza para la felicidad colectiva pero es necesaria para sobre ella construir proyecto económico, proyecto cultural, proyecto social.

Además Batlle y Saravia provienen de dos vertientes distintas que todavía hoy están presentes en la historia y en la realidad uruguaya, uno de la realidad fuerte de lo que antes se llamaba la campaña, que es el medio rural uruguayo, y el otro con un tinte más ciudadano, más vinculado hacia fuera. Esas dos vertientes perduran y siguen peleando en el Uruguay actual.

EC - Carmen hacía una anotación sobre el legado de Batlle y de Saravia. Me gustaría que siguiéramos y sobre todo que fuéramos dando ejemplos distintos.

MR - Yo voy a agregar una óptica. ¿Dónde está Aparicio Saravia? Es senador por el MPP en este momento. Incluso me dijeron que durante la dictadura hubo titulares que decían: "Aparicio Saravia pasó a la clandestinidad".

AV - No hay que olvidar que Saravia tenía muchos hermanos.

MR - Y colorados. Es curioso que el monumento ecuestre que hay en Santa Clara de Olimar es a un Saravia colorado.

Batlle y Aparicio han impregnado toda la sociedad con su épica, con su pensamiento, hubo muchas discusiones, Batlle fue cuestionado incluso dentro del PC, hay colorados que no son batllistas. Y lo mismo pasó con Aparicio, que como el Directorio del PN no lo apoyaba vino a conseguir recursos con los títulos de su estancia El Cordobés debajo del brazo para hipotecarlos. Pero junto con ellos hay un pensamiento que impregnó esas corrientes y que de alguna manera está consustanciado con los tres grandes partidos. Cuando se produce el alzamiento de 1904 don Emilio Frugoni se anota en las filas de Batlle. Empieza a haber una corriente de pensamiento que trae la inmigración, que traen los libros, los anarcos, los socialistas, y cuando se crea una nueva alternativa en este país la presencia de Batlle y de Aparicio Saravia también está en el Frente, se cortaron un poco los tiempos que sintetizaba Peloduro en aquella caricatura: "¿Viste vo?, parecía que íbamos a ganar los blancos pero resulta que ganamos los colorados".

En la fundación del Frente Amplio (FA) Zelmar y Alba Roballo son la quintaesencia del Batllismo y lo siguieron siendo, y más blanco que el viejo Erro no conocí, sin despreciar.

CM - Yo observo que el cambio sustancial que se produce en esa bisagra de principios del 900 es que se formaron verdaderos republicanos, la escuela vareliana, que es el instituto republicano por excelencia y que se mantiene en eso, es una maravilla en ese aspecto desde el punto de vista de su influencia cultural. Cultura son ciertos sentimientos acendrados que cambian la personalidad, que lo hacen a uno de otra manera. Un republicano es lo contrario de un fanático, después cuáles son las discusiones es otra cosa, cuál es el procedimiento es otra cosa, pero en primer lugar no es fanático, tolera al otro, percibe bien la importancia y la capacidad de ser un ser humano que tiene su adversario. Los militares dicen "el enemigo" porque si dijeran "un morocho simpático que vive acá a la vuelta" nadie tendría ganas de matarlo, hay que despersonalizar, hay que hacer que el enemigo sea una cosa abstracta, mientras que el republicano es lo contrario, siente que el otro tiene una presencia importante. Caramba, está difiriendo conmigo, pero algo tendrá de razón, vamos a examinar, vamos a discutir en pie de igualdad.

Ese sentimiento que aparece en el 900 en Uruguay y que antes no se conocía es compartido por todos y es la esencia del Uruguay de ahora, donde se puede terminar una revolución militar, un golpe militar, una dictadura mediante un convencimiento, no se tiró un tiro para terminar con la dictadura. Yo siempre digo que los militares se retiraron del poder no por vencidos sino por convencidos, y el convencerse es un acto esencialmente republicano.

EC - ¿Convencidos cuándo? ¿En el plebiscito del 80?

CM - El cambio sobrevino cuando perdieron el referéndum constitucional, cuando el "nonazo". Salieron, reconocieron y empezaron a trabajar lentamente, tardaron tres años y lo hicieron.

CT - Estoy totalmente de acuerdo contigo pero más que en el resultado del plebiscito me parece que esa veta republicana que existe en Uruguay –que estoy de acuerdo en que se acentuó en el Siglo XX– está en que no lo estafaron, porque todos los uruguayos y las uruguayas estábamos absolutamente convencidos de que iban a estafar. El resultado afirmó eso que tú venías desarrollando y con lo cual acuerdo totalmente, que ni aun los militares usurpadores del poder se animaron a estafar las elecciones.

CM - Hicieron muchas cosas atroces pero no se atrevieron a hacer esa.

MR - Es un tema interesante para otra tertulia, fueron desplazados pero por una conjunción de problemas que no es su espíritu republicano precisamente. Participaron factores de otra índole.

EC - Volvamos a lo que dejaron Batlle y Saravia y que incluso hoy está sobrevolando la vida de los uruguayos.

AV - Aportes hubo muchos pero los dos en su síntesis, precisamente porque fueron tan antagónicos representaron cosas muy diferentes en la formación de Uruguay. En la formación de algo, y más de una nación, tiene que haber un gran antagonismo, tenemos que tomar conciencia de qué es formar un país, es muy complejo, ni siquiera se dan cuenta los actores de la época. Y seguramente el gran mérito de Batlle y de Saravia fue que en su antagonismo estaban definiendo la formación del país a la entrada del Siglo XX, y la síntesis actual nos permite a los uruguayos rastrear algo que a todo país joven nos preocupa mucho, la identidad nacional. Si queremos explicarnos cómo somos, hagamos una síntesis muy clara de los aportes de Saravia y de Batlle, porque sin perjuicio de que el FA hoy honre a Batlle –y me alegro– y que honre y sienta como uno de sus héroes a Aparicio Saravia –y me alegro–, ambos eran hombres de su partido, Saravia era un blanco como Batlle era un colorado en las tendencias de la formación nacional.

En la síntesis hay una realidad, Aparicio Saravia aportó el concepto de libertad, la libertad que no terminaba en el derecho al voto, el voto secreto y el derecho de representación de las minorías o la coparticipación en el gobierno, la libertad es eso y mucho más. El PN venía con un sentido muy claro de identidad de la libertad interna y externa desde comienzos de la fundación de la nación en 1830. Por tanto para mí Aparicio Saravia es una clara resultante de una tendencia nacional que después fue el Partido Blanco, y Batlle es una clara resultante de una tendencia nacional que terminó siendo el PC. ¿Cuál es el aporte de esos dos hombres extraordinarios? ¿Qué espero cuando se los analiza y se los estudia? Que no se vea a Aparicio Saravia como el héroe  y el caudillo blanco, ni a Batlle como el hombre que marca al país desde el PC, los tenemos que ver como dos hombres excepcionales que aportaron a la identidad nacional, a lo que somos.

¿Y qué somos los uruguayos? En primer lugar tenemos una vocación de libertad que es difícil rastrear. No me gusta hablar de los vecinos, pero miren el sentido de la libertad que tienen algunos vecinos y miren el espíritu de libertad que tenemos los orientales o los uruguayos. Si algo aprendí en cinco años como embajador fue no sólo de lo que decían los argentinos sino de lo que decían los embajadores acreditados en Argentina, la envidia que producía Uruguay por su sentido de la civilidad política. Esa es la gran herencia de Saravia y Batlle, nuestra identidad, su síntesis.

MR - Coincido, en el imaginario colectivo como pilares que estructuraron nuestra identidad nacional están por igual Batlle y Aparicio Saravia, como también otras figuras, porque junto con ellos aparecen puntales como Domingo Arena con Batlle o los que rodearon a Aparicio Saravia, sobre todo figuras como la de Basilio Muñoz, que luego se manda varios intentos de alzamiento, entre otros contra la dictadura de Terra en el 35, cuando lo estaban esperando en Paso Morlán Paco Espínola y Justino Zavala Muniz, entre otros. Como síntesis de los dos nos queda una divisa que pronunció Aparicio pero que hoy es de todos: la patria es dignidad arriba y regocijo abajo.

AV - Te salió el blanco total, no podés con el indio.

***

CM - A Uruguay le sucedió la maravilla de tener un cambio real en su cultura. La cultura no proviene de la actividad política, es al revés, la actividad política es secundaria a la cultura de las sociedades. Las grandes ideas, las grandes convicciones determinan la política, no al revés. Entonces en el 900, que es la época de Aparicio y de Batlle, la gran protagonista de los hechos es la generación del 900, que tiene médicos, pintores, filósofos que no tienen nada que ver con la política pero tienen que ver muchísimo con la formación de la gente, porque si todos los políticos de esa época hubieran hecho cosas magníficas y la gente no hubiera cambiado, nada habría cambiado, se habría repetido la situación de la Constitución de 1830, una Constitución y ningún republicano. Pero ahí hubo un cambio que no se hace con actos políticos meramente, se hace con una estructura cultural, con elementos culturales, con gente que produce ideas, que inventa, que hace sentir la realidad de otra manera, que crea una sensibilidad, un estremecimiento nuevo. Eso es una generación creadora, que fue lo que hubo en el 900. Una protagonista de lo que nosotros llamamos Batlle y Aparicio, una protagonista de ese fenómeno que entendemos y vemos muy bien es alguien que no apareció en ese dúo, que es la generación del 900. Me importa mucho conversar con ustedes de eso, porque pienso que este país está en vísperas de sufrir una transformación de ese tipo y va a surgir una generación.

EC - Carmen, pensando en los oyentes más jóvenes, no sé si adolescentes pero por ahí.

CT - De repente no están muy vinculados con Aparicio ni con José Batlle y Ordóñez, pero hay una respuesta que es insólita incluso a nivel mundial y tiene que ver con esto que hablamos del voto y de la limpieza de las elecciones. Eso también construye ciudadanía, y la respuesta de Uruguay a los actos de convocatoria de la ciudadanía sigue siendo muy fuerte más allá del voto obligatorio, la multa es baratísima y sin embargo la gente opta por ir a votar, los jóvenes optan por ir a votar. Y esto para mi gusto tiene que ver con eso que surge con Aparicio y con José Batlle y Ordóñez y que es afirmado por otros tantos, como el propio Frugoni, desarrolló República y ciudadanía, que es el recurso humano de una República, la existencia de ciudadanos y ciudadanas.

EC - Pensando en la audiencia más joven, una rápida ubicación de la generación del 900 en nombres, porque así presentada para muchos puede significar poco. La lista es formidable, por ejemplo Zorrilla de San Martín, Herrera y Reissig, Ernesto Herrera, Florencio Sánchez, Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira...

CT - Las Luisi, Enriqueta Compte y Riqué, que sí la conocen los jóvenes porque es la responsable de una idea revolucionaria en Uruguay en 1898 y en el mundo, que fue que los chiquitos de 3, 4 y 5 años no sólo podían sino que debían aprender. Por lo tanto los jóvenes conocen más que a cualquiera de estos que nombramos a Enriqueta Compte y Riqué, porque tiene que ver con la cotidianidad de la escuela.

EC - Los jóvenes también conocen a Horacio Quiroga, a José Enrique Rodó, supongo que a Carlos Vaz Ferreira, si vamos a la música conocen a Eduardo Fabini.

CT - Flores del Campo lo cantaba en el liceo, así que también lo conozco.

EC - Me estoy basando en un listado rápido que el propio Carlos Maggi presentó hace poco en una conferencia que dio sobre este tema. Después habla de médicos, como Morquio, Navarro, Ricaldoni, Soca; pintores como Sáenz, Figari, Torres García... Con esos ejemplos nos terminamos de situar.

MR - Es una conjunción que se da y que es formidable. Y como dice Carmen, la presencia de las mujeres, por algo esto es la tertulia y no el tertulio.
 
CT - Yo le contesto nombrando a Petrona Viera, por ejemplo.

MR - Te estoy apoyando, te estoy votando mañana. En el imaginario colectivo de la juventud no se perciben los matices, las sutilezas, pero queda algo que contribuye a afianzar una identidad nacional que se construye todos los días. Oyen 150 años del teatro Solís, 150 años de Aparicio Saravia, 150 años de Batlle y Ordóñez, todas cosas nuestras. Sienten que están viviendo en un territorio que tiene historia, una historia muy rica, que está en los libros, que está en los textos y que es un punto de partida para la aproximación a sus raíces. Como dicen los budistas, el que no cuida las raíces, no florece.

AV - Me gustaría rescatar lo que dijo Carlos en el sentido de que la cultura es en realidad quien informa, alimenta la política, la política es funcional a la cultura. Como mensaje para los muchachos o, más que mensaje, obligación para los que tenemos todavía alguna responsabilidad y para los que la tienen más, la educación, y ahora que estamos en este proceso de transformación, la manera de conocer la generación del 900, de saber quién fue Batlle y quién fue Saravia es precisamente a través de la educación, de la formación. El mayor aporte que podemos hacer todos hoy es enriquecer nuestra cultura con una calidad de información a través del conocimiento y la educación que les permita a los jóvenes disfrutar. Con las pasiones naturales del ser humano, que no hay que dejar nunca porque si no la vida es muy aburrida, pero que tengan conocimiento cabal de quién fue Saravia, quién fue Batlle y quiénes fueron tantos otros. Si no, queda por aquí la cosa y hay que ir más lejos.

CM - Voy a poner un ejemplo próximo. Las obras de teatro de Mauricio son un instrumento humanista para crear cierta sensibilidad, despertar sensibilidades dormidas o crear en la gente sensibilidades que no existen. Cuando yo digo que "Los caballos" es una gran obra de teatro, no estoy diciendo que me admiro mucho porque lo hizo muy bien, estoy diciendo "qué eficaz es para tener consecuencias humanistas". Entonces la formación, la creación artística que viene de otro lado, así como la creación en el pensamiento, Vaz Ferreira no era ni blanco ni colorado cuando pensaba, Quiroga cuando escribió un cuento no era ni blanco ni colorado. ¿Qué estaban haciendo? Estaban creando estructuras capaces de trabajar la formación de la gente y mejorarla, hacerle perfeccionar la percepción del otro, darse cuenta de la riqueza que hay en el mundo. Cuando hablás de una generación, empezás a dar nombres y nunca llegás al final, porque siempre te agregan con toda razón a Enriqueta Compte y Riqué y a Petrona Viera, es porque la lista era muy grande, porque hubo un florecimiento brutal, la gente no hacía obra política, estaba haciendo obra humanística, esto hay que saberlo y enseñarlo para que los chiquilines cobren conciencia.

Eso es lo que importa, porque se están dando las condiciones, porque hablamos de todo esto y nunca nombramos un fundamento material –y yo soy materialista–: todo el fenómeno batllista –porque Batlle hace época y se lleva todo en su nombre– está hecho por una generación muy importante y por un hecho material muy importante. En 1905 cruzó el Atlántico el primer barco frigorífico llevando carne congelada, además de vender lana, charque y cuero, empezamos a vender carne y este país floreció porque tuvo detrás un apoyo material brutal, porque duplicamos las exportaciones.

Y para mí –por eso le llamo Hernandarias 2– la celulosa es un fenómeno parecido al de la carne congelada, va a duplicar las exportaciones del país y cuando venga ese empuje de crecimiento va a aparecer una generación como la del 900, porque una cosa tiene que ver con la otra.

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Edición: Mauricio Erramuspe