Especiales

Cotelo y Real de Azúa, de cerca y de lejos

Por Romeo Pérez

1.- Se me ha propuesto referir especialmente a una relación de dos intelectuales esencialmente contemporáneos, que se encontraron y desencontraron en el contexto de la intelectualidad uruguaya de los años cincuenta, sesenta y setenta. Una intelectualidad numéricamente pequeña y sin embargo cruzada por múltiples tensiones, dentro de la cual se puede registrar, en la perspectiva que hoy tenemos, algunos notables encuentros y otros no menos notables desencuentros.

De tal manera que uno no puede mirar sino como azarosas, condicionadas, las coincidencias y, mucho más que ellas, las confluencias y las cooperaciones. Quien pensara en nuestro sector intelectual como un ámbito pacífico, en el cual a partir de determinadas opciones de base prosperaban líneas de agregación de esfuerzos y eventualmente líneas de cooperación, de unificación de esfuerzos, se equivocaría. Era una comunidad en la que la intercomunicación parecía -parece hoy en día- fuertemente condicionada y relativizada. ¿Por qué factores? Esa sería otra pregunta, que no tenemos tiempo de abordar. Vamos a centrarnos en la peripecia de Ruben Cotelo y de Carlos Real de Azúa, que nos dejará una cantidad de motivos de reflexión y de pistas de diagnóstico de nuestro pensamiento de esas décadas, las del cincuenta, el sesenta y el setenta principalmente.

2.- Podemos seguir la trayectoria de Real de Azúa y va a aparecer allí con perfil propio y un muy peculiar destaque Ruben Cotelo, a quien hoy queremos evocar. Comenzamos con Real de Azúa, pero ya vamos a encontrar a Cotelo y en particular a Carlos Real de Azúa de Cerca y de Lejos, este pequeño gran texto que hoy se puede leer con el mismo interés, aunque quizás con interpretaciones diferentes de las que suscitó hace casi veinte años, cuando apareció en 1987.

Retengamos esto de "de cerca y de lejos", esta expresión adverbial que Cotelo toma del título del primer libro de Carlos Real de Azúa, España de Cerca y de Lejos. No es una expresión que complemente dos perspectivas, no es de cerca y también de lejos, es en tensión lo cercano y lo lejano, en tensión el encuentro y el desencuentro. Eso valía para Real de Azúa respecto de España en 1943 y valía para Ruben Cotelo respecto de Real de Azúa en 1987.

3.- Comencemos con Real de Azúa. Es difícil, si uno quiere captarlo en su inserción en la intelectualidad uruguaya, no arrancar por el estigma, originario en este aspecto, de su militancia en un movimiento fascista en los años de la Guerra Civil Española, su adhesión al falangismo ya netamente fascista de la Guerra Civil Española. Hay una breve prehistoria intelectual y política de Real de Azúa, anterior a 1936, años de formación decisivos, todavía no bien investigados, pero en cuanto a su socialización intelectual el estigma originario es el verdadero comienzo. Pudo haber quedado encerrado en esa militancia autoritaria, antidemocrática, pero no ocurrió eso, ya conocemos el resto de la historia y todos somos lectores de Real de Azúa. ¿Por qué no quedó encerrado en aquella opción triste y que pudo ser trágica? Finalmente no fue trágica porque fue superada. No quedó encerrado por cómo era en su personalidad intelectual, por el modo como fue fascista y también por lo que hicieron otros respecto de él. En lo que tiene que ver con los factores correspondientes al personaje, habría que hablar mucho del Real de Azúa de los años 35, 36, 37, 38, pero no tenemos tiempo de hacerlo. Quiero resaltar su ruptura con las convicciones fascistas, que es en el mismo acto un compromiso (dentro de la dialéctica de la Segunda Guerra Mundial, en 1942, cuando visita España, y 1943, cuando aparece su libro sobre España y sobre la política de su tiempo), el compromiso con las democracias que luchaban contra el Eje. No con todos los enemigos del Eje sino con las democracias, encabezadas por Estados Unidos. España de Cerca y de Lejos es tanto una ruptura como un nuevo comienzo, un nuevo compromiso: la exposición exhaustiva de una ruptura enormemente enérgica, madura, mucho más allá de lo que se podía esperar de un intelectual de veintiséis años. Y de un compromiso, que se comparte o no, que se comparte íntegramente o no, pero que está tan prolijamente fundado como la ruptura. En buena medida, Real de Azúa se libera de sí mismo con esa obra. Pero hubo respuestas y hubo conductas de otros que concurrieron a liberarlo y sin las cuales probablemente su mérito no habría bastado.

Hay ahí una primera y trascendente decisión de Carlos Quijano, que lo acogió en Marcha, cuando aún estaba marcado por el estigma, a mediados de los años cuarenta, y con eso lo distanció de muchas cosas, lo revalidó, lo presentó a públicos que quizás por otros canales se habrían cerrado, o interpelados de otra manera lo habrían simplemente rechazado in limine, sin leerlo.

La inclusión de trabajos de Real de Azúa en la Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, especialmente el prólogo a Motivos de Proteo, de 1953, cumplió similar función. La Gaceta de la Universidad tuvo conductas de rescate de Real de Azúa, a lo que contribuyó también la invitación a participar en los Cursos de Verano de la misma casa de estudios. Unos años después, se añadió la edición por parte del Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República de la Antología del Ensayo Uruguayo Contemporáneo, obra magistral, que se salvaba por sí misma pero cuya publicación continuó liberando a su autor de un estigma que no estaba en 1964 definitivamente obliterado, definitivamente borrado.

Se suceden así en los sesenta las obras de Real de Azúa, que disponía ya de un espacio de admisión y de los primeros reconocimientos de mérito intrínseco y de inserción aprobable en los esfuerzos de la intelectualidad uruguaya. El Patriciado Uruguayo, en 1961, El Impulso y su Freno, en 1964. Hay además amistades que dialogan con él; nombro las que conozco, no soy testigo directo de estos acontecimientos: las de José Pedro Barrán, los Oddone, Methol Ferré, Reyes Abadie, Williman, Angel Rama..Hay una extensa red de amigos e interlocutores de Real de Azúa. Y ya está allí en su trayectoria Cotelo, que mantiene amistad con él y reseña esos títulos como crítico de libros, como periodista cultural de gran influencia.

Sobre fines de la década de los sesenta -no recuerdo con exactitud la fecha- Marcha promovió una encuesta acerca del mejor ensayista uruguayo, entre otros interrogantes. Los encuestados eran intelectuales de nuestro medio. Recuerdo que me sorprendí, por lo poco que conocía en la época, de que Real de Azúa hubiera sido el más frecuentemente mencionado como primero de los ensayistas uruguayos vivos, en producción en esa época.

Es interesante tener en cuenta que todos estos movimientos, todas estas novedades, todas estas alteraciones genuinas por parte de Real de Azúa y todas estas respuestas y aperturas con relación a Real de Azúa, que van dando su pasaje del estigma a principal ensayista sobre fines de la década de los sesenta, ocurren sin que haya caído en adecuaciones oportunistas, en demagogia y juego para complacer a la tribuna o a la platea. En movimiento siempre, flexible, autocrítico, pero sin facilismos. Y así fue comprendido y recibido.

De ahí en adelante Real de Azúa se vuelca a la ciencia política, es el principal de los fundadores de la ciencia política de Uruguay. Es catedrático de esa materia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República, trabaja en ciencia política en el Instituto de Economía de la misma Facultad, diseña las primeras investigaciones empíricas, que no pueden llevarse a cabo porque la dictadura y la intervención de la Universidad interrumpen estos proyectos. Un poco antes de la intervención publicó Política, Poder y Partidos en el Uruguay de Hoy, un texto que hasta ahora se lee y los docentes recomendamos a los estudiantes, a veces muy jóvenes, que siempre reaccionan elogiándolo. Captan las claves que todavía proporciona, dentro de un análisis sumamente balanceado, lleno de afirmaciones y señalamientos del alcance con que deben ser tomadas, en un vaivén analítico constante que es muy propio de Real de Azúa y que lo aleja de cualquier simplificación.

Ocurre el golpe de Estado, se instaura la dictadura, Real de Azúa queda excluido de los ámbitos en que se movía. Apenas en el año siguiente al golpe de Estado, como excepción, algunos secretos admiradores en el Ministerio de Relaciones Exteriores le encargan un ciclo sobre Teoría de la Política Internacional, que fue dictado en el Instituto Artigas del Servicio Exterior a partir del 29 de octubre de 1973, en seis conferencias que finalizan el 12 de noviembre de ese mismo año, y que fue publicado en 1987, con carácter de homenaje a los diez años del fallecimiento de su autor, con el título de Curso de Política Internacional. El silencio de la dictadura dentro del cual fallece Carlos Real de Azúa escondió la redacción de los libros póstumos que van apareciendo con el correr de los primeros años de democracia posdictatorial, relativos al Uruguay visto como sociedad amortiguadora y al poder político, junto a dos extensas reflexiones importantísimas, una sobre los orígenes de la nacionalidad uruguaya y otra sobre la crisis de la Universidad en Uruguay, los éxitos y los fracasos, aquello que cumplió y aquello que dejó de cumplir la Universidad en el desarrollo de la crisis uruguaya.

4.- Ahora bien, en 1986 y 1987, en democracia ya Uruguay, se producen dos aniversarios de Real de Azúa, el de su nacimiento en el 86 y el de su muerte en el 87. Son celebrados con una tónica de indiferencia, de ajenidad. Real de Azúa se leía mucho, por entonces, en las ediciones previas a la dictadura y mediante estos libros póstumos y alguna reedición que por ahí aparece, y sin embargo no se lo conmemoró como habría sido oportuno.

Claro que hubo excepciones. El semanario Jaque le dedicó una separata importante, ya en 1984; la Biblioteca Nacional conmemoró los diez años de su muerte en 1987, junto con el Instituto Artigas del Servicio Exterior y ese es el origen del texto de Ruben Cotelo que comentaremos de inmediato; los Cuadernos del CLAEH conmemoraron los diez años de la muerte de Real de Azúa en el 87, a través de un número monográfico. Carlos Real de Azúa de Cerca y de Lejos, que mencionamos antes, es un texto sumamente valioso, valor en el que se conjugan en primer lugar su autor, Ruben Cotelo, y en segundo lugar su editor, Gustavo Martínez Villalba. El libro es breve, extraordinariamente denso; breve en páginas pero largo en ideas, en conceptos, en juicios, en pronunciamientos. No es la expresión de una coincidencia, mucho menos de una confluencia, pero es la expresión de un respeto y una internalización de intelectual a intelectual, mediada a veces por alguna comunidad de convicciones y otras por distanciamientos, queriendo a veces llevar el pensamiento de Real de Azúa, porque el autor del análisis es Ruben Cotelo, la iniciativa es de él, a un punto en que poder aceptarlo, forzando la expresión misma del autor, con ánimo de entender, de comprender, de rescatar. Cotelo escribe indignado por la tónica de ajenidad, de indiferencia con que transcurrían estos aniversarios. El opone a esa actitud general su respeto por Real, al que se acerca entre fuertes tensiones, características de una época y una intelectualidad.

No podemos profundizar en el libro, pero tiene una enorme cantidad de pronunciamientos, de estructuraciones sobre los cuales convendría hoy volver. Es una lectura muy rica, así lo entendí cuando lo leí por primera vez, poco después de aparecer, y así lo entendí ahora, cuando retomé contacto con él pensando en esta intervención.

El libro tiene un prólogo que se titula Muerte en Sicilia, y que refiere a la muerte de José Enrique Rodó. Cotelo convoca a Rodó como mediador indispensable para la lectura de Real de Azúa. Esa es una clave, que nos lleva a pensar en circunstancias en las que ahora no podemos profundizar. Les menciono simplemente una: en el rescate del estigmatizado -justificadamente estigmatizado- Real de Azúa por parte de Marcha interviene un rodoniano, Carlos Quijano. Rodó, muerto décadas antes, medió decisivamente en el rescate de Real de Azúa, y eso lo insinúa o probablemente lo dice Ruben Cotelo. De ahí en adelante, Carlos Real de Azúa de Cerca y de Lejos es un acoso, no del hombre Real de Azúa sino del intelectual, en toda su complejidad. Está dividido en capítulos que toman diversas facetas de este autor uruguayo. Me parece que no se encontraron pero es un acontecimiento, lo fue y lo sigue siendo hoy, que haya aparecido en 1987 este texto, indispensable en el carácter que tiene, de encuentro tanto como de desencuentro. Indispensable, para leer con un mínimo de rigor, con un mínimo de autoexigencia a una figura de la trascendencia de Carlos Real de Azúa. Y esa necesariedad expresa mucho de éste pero también de Ruben Cotelo.