Un intelectual que se inició en el semanario Marcha
Danubio Torres Fierro es un intelectual de larga trayectoria que vivió varios años fuera del país y recientemente se reinstaló en Uruguay, su país de origen. Habiendo trabajado en la revista Marcha, en Plural (México, dirigida por Octavio Paz), en la Revista de la Universidad Autónoma de México, entre otras, y teniendo varios libros en su haber, Torres contó sobre su basta experiencia y sus actividades actuales.
JUAN MIGUEL PETIT:
Nuestro invitado de hoy es Danubio Torres Fierro, un uruguayo emigrado que está volviendo y se está reinstalando en Uruguay, luego de un largo periplo por varios países.
DANUBIO TORRES FIERRO:
Siempre cerca del país, nunca demasiado lejos. Fui agregado cultural en distintos lugares, pasé ocho años como agregado cultural en la embajada en Buenos Aires, aquí al lado, y venía muy seguido. Además siempre me dediqué de una u otra forma a difundir la cultura uruguaya en los últimos tiempos.
JMP - Danubio Torres Fierro es un intelectual de fuste, de larga trayectoria, con una amplia carrera como comunicador en periodismo cultural.
DTF - Me inicié en Marcha, la casa de tantos uruguayos, a los 19 años.
JMP - Después de esa casa siguió camino, estuvo en tres revistas literarias, en Plural, en México...
DTF - Que dirigía Octavio Paz. Fue una revista fundada en el 73, más o menos, por Octavio Paz, una de las grandes revistas de la literatura hispanoamericana y mundial, porque no fue un proyecto sólo para México y en México, sino un proyecto entendido con una proyección latinoamericana y universal, porque eso era Octavio Paz, era un ser universal.
JMP - También estuviste en la revista de la Universidad Autónoma de México, en Vuelta Sudamericana, editada en Buenos Aires entre el 86 y el 89, y has publicado diversos trabajos propios y libros. Aquí tengo Estrategias sagradas, editado por Seix Barral, también has publicado El humorismo en la crónica y en la literatura uruguaya, en el 68, Los territorios del exilio y Memoria plural: entrevistas a escritores latinoamericanos.
Y ya que hablamos de entrevistas, actualmente estás trabajando con un material riquísimo, preciosísimo, que es parte de la obra de Octavio Paz. Contamos un poquito sobre tu próximo libro.
DTF - En efecto, el próximo libro no es exactamente mío, digamos que yo lo fabriqué (porque los libros también se fabrican), es una antología que recoge todos los textos de Octavio Paz sobre la Guerra Civil Española. Octavio escribió mucho sobre la Guerra Civil Española porque fue cuando tenía 23 años, llegó a España a un encuentro de escritores que auspiciaba la República, en ese momento amenazada por el franquismo, y allí hizo una de las experiencias que serían centrales en su vida, se enfrentó a esa especie de cruce de caminos que significaba España, la España del 36, del 37, que era una especie de gran épica universal donde las fuerzas contradictorias de la dictadura, del fascismo, de lo que se llamó después totalitarismo, se enfrentaron en un campo de batalla. Esa experiencia la vivió el joven Paz a los 23 años y fue determinante en su vida. Tan determinante que iba y volvía, volvía e iba. Y si bien no hay un texto decisivo, fundamental, de Octavio en el sentido de un texto extenso, exhaustivo, sobre la Guerra Civil Española, hay muchos textos suyos que hacen alusión directa o indirectamente a su experiencia en la Guerra Civil Española. Y yo he tratado de unir todos esos textos dispersos y hacerlos converger en un solo libro, que es esta antología.
JMP - ¿Ese trabajo es a partir de materiales editados de Octavio Paz?
DTF - Es todo editado, más dos o tres textos que publicó en diarios mexicanos, desde España, como una especie de corresponsal de guerra que fue en ese momento, son apenas dos textos que son casi desconocidos, publicados en diarios latinoamericanos. Todo lo demás está disperso en la obra de Octavio.
JMP - Octavio Paz ha sido uno de los intelectuales latinoamericanos que puede decirse que han sido una especie de montaña en su aporte cultural. ¿Te parece que ha sido valorado por la intelectualidad latinoamericana, o todavía hay allí un reconocimiento pendiente, quizás por sus incursiones en la política?
DTF - Tú apuntas a la relación polémica que siempre tuvo Octavio con la izquierda. Relación polémica que arranca, por cierto, con la izquierda, que arranca en su momento en la Guerra Civil Española. Ahí él entiende el ejercicio de la tolerancia hacia los demás, el discernimiento entre los fines y los medios, la cuestión de si un intelectual debe o no adherir unánimemente a una causa, todas esas preguntas, todas esas interrogantes surgen en ese momento en España. De ahí la importancia de la experiencia de la Guerra Civil Española en Octavio.
Lo que tú dices, si Octavio ha sido suficientemente valorado o no, aquilatado o no como pensamiento crítico que aporta a la historia y al desarrollo de las ideas en América Latina, creo que sí, que ha sido suficientemente aquilatado, a veces para aceptarlo y a veces para rechazarlo, porque Octavio fue el primero que planteó en términos muy serios, de una reflexión analítica, juiciosa y sensata, cuál era el papel que la izquierda debía cumplir en América Latina. Nunca hubo en él una prescindencia del pensamiento de izquierda o del universo izquierdista. De ninguna manera, deliberadamente y con premeditación apostó por un diálogo y por un debate con esa izquierda para hacerla pensar, para desadormecerla, para hacer que tuviera una postura crítica y no una postura dogmática.
JMP - Octavio Paz no está en la galería de los héroes de la izquierda latinoamericana.
DTF - Sí y no, depende de qué izquierda, porque las izquierdas latinoamericanas son muchas y muy diversas; depende de en qué nivel. Hay alguien que es mucho más aceptado por las izquierdas, como Carlos Fuentes, que también es mexicano, cuya evolución y cuyo pensamiento no se explican ni tienen razón de ser sin el antecedente de Octavio, por ejemplo. A veces Octavio era un hombre polémico, un polemos, alguien que gustaba de la guerra...
JMP - Del debate...
DTF - Del debate, del choque. Muchas veces irritaba, pero esa irritación era parte de una política, del ejercicio de una política en el sentido de desadormecer a las conciencias y hacer que no nos atáramos, como desgraciadamente solemos porque la rutina diaria y la rutina de reflexión nos llevan a hacerlo, a supersticiones. Si algo hizo Octavio fue acabar con todas las supersticiones, con esos lugares sagrados, intocables, que existen y a los que a todos de una manera o de otra estamos sujetos. Octavio pedía no estar en ese molde, siempre salirse. Octavio te ponía en una baldosa que podía ser A, inmediatamente te movía a la C e inmediatamente te movía a la D. Ese ejercicio es lo que debemos agradecerle, y creo que buena parte de la izquierda, la izquierda que más piensa, o que mejor piensa (porque pensar pensamos todos, pero además hay que pensar bien), tiene una deuda enorme con Octavio y la ha reconocido.
JMP - ¿Cómo fue tu trabajo con Octavio Paz? ¿Cómo llegaste a él, cómo fue tu experiencia personal? ¿Qué historia nos puedes contar de ese relacionamiento?
DTF - Fue una historia de los años finales de los setenta, yo llegué a México a comienzos del 76, dio la casualidad que estaba colaborando en un suplemento cultural de un diario de allá que se llamó Excelsior, un diario histórico de México (el suplemento cultural se llamaba Ideograma de la Cultura), y un día por los pasillos me encontré con alguien que se llama Octavio Paz. Acababa de empezar a hacer allí, con el apoyo del director de Excelsior, una gran figura del periodismo latinoamericano, Julio Scherer García, Plural, esta revista de la que hablábamos al comienzo. Y Octavio, que había leído algunas cosas mías en esos dos meses que yo llevaba en México, me llamó de manera espontánea y muy natural, conversó conmigo y me invitó a ser secretario de redacción de Plural. Por supuesto, para mí fue una de las experiencias (modestamente, humildemente lo tengo que decir) centrales de mi vida.
JMP - ¿Cómo era el trabajo con él? ¿Era abierto?
DTF - Era un trabajo muy enriquecedor. Y con esto no quiero decir que no fuera un trabajo áspero, Octavio era un temperamento fuerte, pero a la vez era un hombre de una gran generosidad. Yo tenía 26 años en ese momento, que en aquel entonces no era lo mismo que tenerlos ahora, que somos todos un poco más despiertos, había momentos de pánico para mí porque era una responsabilidad muy grande hacer una revista mensual de 70 u 80 páginas y tener todos los elementos en la mano, por ejemplo una traducción, que debía ser impecable, fuera del inglés, del francés o de lo que fuera, no hecha por mí sino por colaboradores pero que yo tenía que revisar, y guay si se deslizaba algún gazapo, porque ahí me tocaban los coscorrones. Más allá de esto, que puede ser anécdota y que el tiempo disipa, lo que queda es un período para mí de aprendizaje muy notable y del que todavía hoy estoy agradecido.
JMP - Tú estás recorriendo el camino inverso al que recorren muchos uruguayos, completando el círculo de irse y luego volver. ¿Cómo es esto de volver?
DTF - No hay verdades universales, cada uno tiene su verdad, su pequeña verdad o su gran verdad, lo que sea, pero el irse o volver, como decía Martín Fierro, tanto hundirse como quedarse lo mesmo fastidea, lo que importa es un trayecto vital. Uno vuelve porque a lo largo de ese trayecto vital ha vivido ciertas cosas y esas ciertas cosas hacen que uno se plantee la necesidad, por ejemplo, de regresar. Si me preguntas qué puede pasar con este regreso para mí, no lo sé, porque vivimos este presente, el pasado es pasado, el futuro es un enigma y este presente lo estoy viviendo de la mejor manera posible, con mucha energía, con muchas ganas y con una especie de apertura hacia el país real.
JMP - Tú eres un hombre de la cultura, por lo tanto te debes haber cruzado con una cantidad de uruguayos que por distintos motivos se fueron del país a vivir en América Latina, en España. ¿Por qué crees que se van los uruguayos? Hay una explicación socioeconómica o de condiciones de trabajo, ¿pero no hay un fenómeno cultural, algo cultural que termina de moverlos? ¿Qué te parece a ti?
DTF - Quizás, el tema es complejo, no es fácil, quizás hay un componente cultural en la medida que somos hijos, nietos o bisnietos de gente que también llegó de fuera, es un país que, a pesar de todo, a pesar de una fuerte dosis de sentido de pertenencia, ha crecido con una mente abierta y dispuesta a vivir en cualquier lado. El uruguayo es uruguayo, como el argentino es argentino, pero uruguayo y argentino convergen en algo, son en buena medida ciudadanos del mundo, o pueden aspirar a ser ciudadanos del mundo. Esto es muy importante, no es lo mismo para un mexicano, por ejemplo, que tiene todo el peso de su historia y de la prehistoria con respecto a los españoles, todo el peso de una civilización, no es lo mismo emigrar para un mexicano que para un uruguayo o para un argentino. En nosotros hay cierto denuedo, cierta modernidad de cabeza que nos permite dar ese paso con mayor facilidad.
JMP - ¿Ese paso es más difícil para un peruano, para un centroamericano?
DTF - Creo que sí, que es más difícil, porque el peso de la historia y el peso, la rémora del pasado en un peruano, en un ecuatoriano incluso, o en un mexicano es mucho mayor. No es lo mismo si te vas a Centroamérica, a las naciones pequeñas, San Salvador, Nicaragua, Guatemala, ellos a pesar de que tienen la misma raíz histórica y sociológica tienen quizás una densidad menor que los mexicanos.
JMP - Tú apuntás a que nuestro sistema educativo, nuestros medios de comunicación, nuestra cultura, nuestra convivencia nos hace más plásticos, más adaptables a lugares que pueden ir desde Sydney, en Australia, a Nueva York, España, Italia, es aquello de esa frase que muchas veces se escucha decir: en cualquier lugar al que vas encontrás algún uruguayo.
DTF - Nos hace más flexibles, más capacitados para adaptarnos y, además (chocolate por la noticia), el que emigra busca progresar y nuestro país en los últimos años, desde el 70, ha vivido en una crisis permanente que empezó a mitigarse, pero que todavía no ha dado un resultado lo suficientemente confortable para todos, que dé amparo y satisfaga esa necesidad, ese resorte humano que es progresar, progresar económicamente, progresar materialmente, pero progresar también culturalmente.
JMP - En general buena parte de la población de casi todos los países latinoamericanos viene de una población vinculada con su pasado nativo, aborigen, plasmado incluso en obras arquitectónicas maravillosas, notables, Machu Pichu, los Incas, en México los aztecas fueron los más recientes, pero antes los olmecas, los toltecas, o sea que miran hacia atrás y llegan a 2000 años antes de Cristo con culturas ya instaladas, con civilizaciones poderosas. Sin embargo, nosotros tenemos un tema de raíces, un pasado un poco oscuro, sobre el cual todavía sabemos poco, sabemos poco sobre nuestros antepasados nativos, charrúas o aborígenes, y sabemos mucho más de nuestro pasado español, italiano o francés. ¿Cómo repercute eso en el día a día de la cultura de un uruguayo y de la cultura de un mexicano, de un peruano que mira hacia atrás y sabe que viene desde muy lejos?
DTF - Son niveles de experiencia distintos, de ninguna manera (insisto y repito algo que ya había dicho) se puede hacer tabla rasa entre la experiencia de ser mexicano o de pertenecer a civilizaciones prehispánicas. Pero sí hay, y la pregunta que haces importa en este sentido, en este momento en formación y con rasgos de mucha energía y de mucho vigor, algo que seguramente al escucha y a ti les sonará, porque enseguida paramos la oreja cuando lo oímos, que se llama la cultura latina, esa especie de label, de marca que se está imponiendo en el mundo, sobre todo en Estados Unidos. Está hecha por todos nosotros, por mexicanos, por centroamericanos, por venezolanos, por ecuatorianos, por argentinos, por uruguayos y por chilenos, por todos nosotros, eso que se llama la cultura latina y que ahora resulta que empieza a ser importante. Ha habido películas en ese sentido hechas en México, por ejemplo, Babel, El laberinto del fauno, que apuntan a una nueva estética. Ahí despunta una estética que puede ser propia, una marca propia de toda América Latina en su conjunto.
JMP - Capaz que ahí integramos nuestro origen en el continente, porque si dejamos eso fuera, capaz que el uruguayo es más parecido a un italiano, a un francés, a un danés...
DTF - Sin que desmerezca ser parecido a un italiano, a un francés...
JMP - A un quiteño, a un mexicano...
DTF - Qué bueno que el uruguayo y el argentino podemos ser muchas cosas a la vez, no una sola cosa. Ser una sola cosa es de un reduccionismo lastimoso, tenemos que ser muchas cosas, somos muchos yo, a las 4:00 horas uno no piensa lo mismo que a las 9:00, que a las 21 horas, somos varios y es formidable que ese ser varios se traduzca además en la propia cotidianeidad y en nuestra relación con la identidad.