13a0

Tragedia del fútbol colombiano

Tragedia del fútbol colombiano

El asesinato de un hincha a manos del jugador Javier Flórez, en reacción a reclamos por una derrota de su equipo, el Junior de Barranquilla, revivió un signo trágico del fútbol en Colombia.

Flórez dio muerte de dos disparos, el pasado domingo, al electricista Israel Cantillo, de 24 años, quien según testigos le reprochó reiteradamente la derrota frente al Once Caldas en partido que permitió a este último ganar el Torneo Apertura-2009 contra pronóstico, el 28 de junio.

"Maleta (mal jugador), no sudaste la camiseta", gritaban varios jóvenes a Flórez cada vez que pasaba por el lugar, donde viven sus padres, lo que enfureció al volante que en determinado momento regresó con un revólver y disparó en cuatro ocasiones contra Cantillo, dijo un vecino.

Aunque inicialmente huyó y más tarde se entregó a las autoridades, el futbolista, de 27 años y quien admitió haber ingerido licor, permanece en libertad porque no ha sido dictada una orden de captura en su contra.

En su primera declaración pública sobre el caso, Flórez pidió "perdón" este martes y dijo que es un ser humano que comete "errores".

"Estaba departiendo con unos amigos, tuvimos la oportunidad de tomarnos unos tragos, estaba bajo el efecto del alcohol", relató al canal Caracol.

El hecho, uno más en la cadena de violencia que afecta al fútbol local, ocurrió dos días después de que se cumplieran 15 años del asesinato de Andrés Escobar, defensa de la selección de Colombia, muerto tras la eliminación del once cafetero en la primera fase del Mundial de Estados Unidos-1994.

Escobar marcó un autogol para la derrota 2-1 de su equipo frente al seleccionado estadounidense, y al regresar a la ciudad de Medellín fue asesinado por un aficionado que lo acusó de haber sido el causante de la eliminación.

Las autoridades señalaron que, al parecer, el verdadero origen del homicidio estuvo en pérdidas de narcotraficantes que apostaron grandes sumas a favor de Colombia.

Los primeros signos que marcarían la etapa violenta en el fútbol colombiano se dieron en noviembre de 1988, cuando el árbitro Armando Pérez fue secuestrado por espacio de 20 horas, al término de las cuales salió a difundir un comunicado, atribuido a 'narcoapostadores', quienes advirtieron que "al que pite mal, lo matamos".

Un año después, en plena ofensiva terrorista del cartel narcotraficante de Medellín, con Pablo Escobar a la cabeza, el árbitro Alvaro Ortega fue muerto a balazos en un hecho atribuido a una presunta red de apuestas. El asesinato llevó a la cancelación del torneo profesional de ese año.

Uno de los momentos más gloriosos del fútbol colombiano, la obtención de la Copa Libertadores por el Atlético Nacional de Medellín, en mayo de 1989, tampoco pudo apartarse de la violencia de esos años.

Además de Escobar, quien militaba en Nacional, dos de las estrellas del equipo verdolaga, Albeiro Usuriaga y Felipe Pérez, también fueron asesinados a balazos, el primero en 2004 y el segundo en 1995.

Y en los últimos años esa violencia se ha trasladado a los estadios del país andino, con el creciente asesinato de hinchas a manos de barras bravas, incluso de un mismo equipo, en la disputa por el control de esos grupos, o simplemente por la intolerancia frente a los colores rivales.