Mató a los que le creímos y le defendimos, porque apostaba a volver a la historia del fútbol uruguayo, jugar bien, por afuera y con muchos arriba, jugar para ganar y ser protagonistas. Mató la ilusión de progreso, de que el fútbol uruguayo avanzara y dejara de ser el aburrido y conservador apostador del cero en el arco propio. Hizo el trabajo para la contra, para los sistemáticos de la destrucción, porque ahora nadie va a hablar de jugar bien sino que se va a hablar de ganar a cualquier costo y de cualquier manera. Y así nuestro fútbol de todos los días se morirá un poquito más. Y por si fuera poco, otra vez el cambio estaba en manos de un soberbio, que se creyó por encima de la gente y del conocimiento y nos estropeó una nueva experiencia. Esa estúpida actitud de no escuchar y sonreírse cuando los demás dicen algo que creemos equivocado, y que ha sido la perdición de los poderosos y de muchos que tuvieron la oportunidad y no solo la desaprovecharon, le cerraron el camino del cambio a todos los demás. La derrota ante Venezuela es mucho más que la peor derrota de la historia, es una vuelta a la edad de piedra, es la vuelta a la segunda pelota, cobertura y el cero en nuestro arco.