Roberto Matosas recuerda al profesor Ricardo De León
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"Son muchos los pensamientos que se agolpan en mi mente al recibir la noticia de que el tiempo huyó de esa inteligencia cultivada en la adversidad que fue don Ricardo De León", comenzó escribiendo Matosas.
Por Roberto Matosas
Profesor. Entrenador de fútbol. Campeón. Innovador. Líder. Aunque le recordaremos por haber sido más que eso. Mucho más! Su humanidad, su capacidad para la conducción fina, sin alardes, sin poses, pero con argumentos junto con esa característica que lo distinguió por encima de sus conocimientos futbolísticos y que pertenece a los hombres que dejan huella: su solidaridad! Una faceta en extinción por todo lo que revela: fortaleza, convicción, riesgo y jugarse por el otro. Y que tan pocos sostienen en los momentos que aparece el viento en contra y que define la verdadera estatura de un ser humano!
Sí profe, el asunto es ganar! Y usted ganó por goleada! Se adelantó a la época, cuando empezó a poner su librito en circulación con conceptos y maneras de hacer las cosas diferentes, muy diferentes. Y no porque fueran cosas nuevas, no. Lo que usted introdujo en los equipos fue algo anormal hasta ese entonces: orden, planear sobre la base de un par de principios hasta ese momento ignorados, saber qué hacer dentro de un campo de fútbol. Personalidad para combatir el eterno y fuera de circulación "hay que meter"... Y, por si fuera poco, entrenarlo durante la semana! Además, una hojita muy sencilla con toda la semana planeada, escrita a mano (!) hasta la charla técnica que irradiaba una seguridad y una convicción personal que se transmitía a todos los que le escuchábamos.
Fue mucho lo que irradió don Ricardo, lo que hará que siempre lo recordemos, más allá de pressings, campeonatos ganados y ejemplo de entrenador constructor y dedicado, es su calidad humana y su ejemplo personal. Porque hoy cuando sigue primando el fútbol metalúrgico (sable en mano y carabina a la espalda) y el resultado en el deporte está por encima de cualquier concepto ético y estético, donde se busca ganar de cualquier manera y/o actuar solamente pensando en sobrevivir, este hombre fue ejemplo de lo que la mayoría de los entrenadores tenemos como metas prioritarias: dignificar la profesión, mejorar las relaciones dentro del grupo, fortalecer la comunicación, exhibir altos estandares de actuación ética personal y mantener- como toda la vida en el fútbol uruguayo- un sólido y aguerrido espíritu colectivo. En una palabra: trascendencia en nuestra manera de hacer las cosas. Y todo a través del ejemplo de su integridad. Porque siempre sus palabras coincidieron con lo que hizo. Casi nada!
Ha escrito Mario Benedetti que a veces se tiene valor a prueba de balas y, sin embargo, no se posee un ánimo a prueba de desencantos. Y esta era su arma fundamental: una robusta mentalidad para enfrentar desencantos, frustraciones y críticas. Y vaya que fue atacado! Aunque siempre escuché de los jugadores que fueron conducidos por él, comentarios de admiración, como entrenador, como compañero y, sobre todo, como persona! Durante los años que lo traté, jamás un reproche fuera de lugar, un índice acusador, o una palabra que no respetara la dignidad del dirigido. Por si fuera poco, acompañando siempre a los que no jugaban, entusiasmando con su diálogo contagioso a la banca, defendiendo a aquellos que nadie defendía y jugándose- rescatando además- por muchos jugadores que el medio ya había desahuciado.
Habrá oportunidad para recordar muchas anécdotas, pensamientos, momentos emotivos y el reconocimiento para el espíritu, la filosofía y los valores de un hombre de excepción que ha vivido sabiendo que en el fútbol y en la vida el asunto es ganar, lema que ha servido para transmitirnos a través de sus ideas futbolísticas, normas esenciales del desarrollo personal y deportivo como el orden, la dedicación y la inteligencia, junto con la principal virtud de un conductor de la talla de Don Ricardo De León: ¡Solidaridad!