Un posible número uno y el homenaje a un brasileño inolvidable
Por Andrés Guidali, desde Roland Garros especial para Espectador.com
Hoy viernes en la tarde de París, muchas personas deben haber abandonado temprano sus trabajos, acusando algún dolor de garganta, tener que pasar a buscar a sus hijos por el colegio, mandar a arreglar el auto o alguna excusa similar, ya que los asientos del Philippe Chatrier estaban casi llenos a la hora que definía la segunda de las semifinales Rafa Nadal contra el austríaco Jurgen Melzer.
Las predicciones no fallaron esta vez y fue así que el mallorquín venció en tres sets consecutivos a su rival, que venía de jugar casi dos semanas perfectas. Los dos primeros sets fueron bastante claros para el joven Nadal, que quebró en dos oportunidades a Melzer para llevarse la primera manga por 6-2. El segundo set fue muy parecido al primero y no presentó demasiadas dificultades para el Nº 2 del mundo, que se lo llevó en esta oportunidad por 6-3.
El tercer set parecía una fotocopia de los anteriores, pero el austríaco amagó con repetir la factura del miércoles y empezar a levantar luego de ir dos sets abajo y logró superar un tanteador adverso (con un quiebre a favor de Nadal) para llevarlo hasta el "tie break". Por más de que su tenis fue excelente en los últimos games, no pudo con "El Rey de la tierra batida" y terminó cediendo el último set por 7-6.
El español saltó con puño cerrado y festejó, saludó a su público y se dirigió a la tribuna en un españolísimo inglés para irse ya a concentrar de cara a la final del domingo, que lo enfrentará a su último verdugo en tierras parisinas, el sueco Robin Soderling.
El nórdico venció en el primer turno del estadio principal al checo Tomas Berdych en cinco sets y festejó emocionado después de haber levantado dos sets a uno en el tanteador y haber estado cerca de la derrota en el 5º.
Por otra parte, y mientras la nostalgia se empieza a apoderar del público e incluso de los periodistas porque todos quisiéramos que esta fiesta dure para siempre, Roland Garros ya tiene a todos sus finalistas y también a algunos campeones.
Es el caso por ejemplo de las hermanas Venus y Serena Williams, que al no poder vencer cada una por separado en singles y hacer respetar sus respectivos rankings de Nº 1 y Nº 2 del mundo, se juntaron para tomarse revancha y para que su padre, Richard, pudiera festejar desde el palco un nuevo logro de las "niñas".
En lo que a singles femeninos se refiere, la australiana Stosur y la italiana Schiavone seguramente no salgan de parranda hoy de noche ya que mañana, a las 15:00 horas de París, estarán escribiendo otro renglón en la historia de las finales de Roland Garros. Una vez terminado el partido y levantados los trofeos que correspondan a cada una, los hombres harán lo mismo pero en dobles, para saber quiénes cuentan en un futuro a sus nietos, que fueron campeones del abierto francés.
Pasando de página, aunque en la misma agenda del abierto parisino, los latinoamericanos van teniendo su lugar después de dos semanas casi en el anonimato.
Por una parte, la final de varones en la categoría de menores de 18 años se disputará entre dos argentinos: Agustín Velotti y Andrea Collarini. A su vez, el mismo Velotti junto a su compatriota Facundo Arguello se enfrentará en la final de dobles ante el peruano Duilio Beretta y el ecuatoriano Roberto Quiroz. Cualquiera sea la modalidad en que se estén midiendo, son excelentes augurios para el tenis latinoamericano, que sigue cosechando buenos resultados de cara al futuro; haber copado la categoría de juveniles no es poca cosa y no sabría decir si hay antecedentes de una factura de estas características.
Por otra parte y abriendo un poco los libros de la historia de este torneo y del tenis en general, el brasilero Gustavo "Guga" Kuerten recibirá este año el premio Philippe Chatrier, que se otorga cada año a jugadores ya retirados del circuito ATP.
El ex tricampeón de Roland Garros (1997, 2000, 2001) y Nº 1 del mundo ha sido también uno de los jugadores más carismáticos adentro de una cancha de tenis, y es recordado no sólo por su juego sino también por mantener siempre una sonrisa en la cara como bandera.
Se me pone la piel de gallina cuando recuerdo su último triunfo en la final de este abierto, cuando luego de saludar a su rival se dirigió al medio de su cancha y dibujó con la raqueta un enorme corazón en el polvo de ladrillo, para regalárselo a su público francés. Por suerte el torneo decidió distinguir a este exquisito jugador, que siempre se sintió un afortunado por haber llegado hasta dónde llegó y que siempre dijo que había alcanzado mucho más de lo que se había propuesto ya que, en realidad, era un surfista de Florianópolis.
Es encantador pasar las páginas de un boletín que hizo la ITF (Federación Internacional de Tenis) dónde se repasa el profile del brasilero, y cada una de sus fotos no hace más que recordarnos todo el tenis y la alegría que Guga generosamente decidió regalar al mundo.
Seguramente el domingo, antes de jugar la final o una vez terminada, tengamos la oportunidad de aplaudir bien fuerte desde la tribuna a este representante del tenis brasileño y latinoamericano.
Y a no olvidarnos, cuando estemos presenciando o viendo por televisión la final más importante sobre polvo de ladrillo, que no sólo se estará definiendo quién será el ganador de este Grand Slam y se llevé más de 1.200.000 euros sino que, además, si gana Nadal, estaremos ante el nuevo número uno del mundo.