Opina Ã"scar Belo

Más que una derrota

Más que una derrota
Nicolás Celaya

Peñarol jugó un primer tiempo soñado, pero el segundo fue una pesadilla. Terminó perdiendo 3 a 2 ante Palmeiras cuando comenzó ganando 2 a 0. En 4 días el carbonero hipotecó gran parte de sus chances en los 2 torneos que disputa. En la copa sigue con vida desde lo matemático pero está muy complicado. Al término del partido, se dio una "batalla campal" dentro de la cancha que se trasladó a las tribunas.

Por Óscar Belo - (@OscarBelo)

El primer tiempo disputado por Peñarol fue sin lugar a dudas el mejor en la era de Leonardo Ramos y de los mejores de los últimos años. El aurinegro presionó, marcó, recuperó, y -sobre todo- jugó muy bien al fútbol teniendo el monopolio de la pelota, algo que no es habitual en equipos uruguayos. Como si fuera poco, también fue contundente en ataque: de 3 chances generadas 2 terminaron dentro del arco rival. Asimismo, Palmeiras no remató al arco y en ningún momento incomodó a Gastón Guruceaga. Naithan Nández fue la figura sobresaliente del equipo desde todo punto de vista. El volante central se movió por todo el ancho del campo sosteniendo un nivel que, de mantenerse, seguramente lo llevará a estar considerado nuevamente para la selección Nacional. Pero, además, es difícil encontrar jugadores de Peñarol que no hayan estado en ese primer tiempo en un nivel de por lo menos 7 puntos.

Pero como sucedió en San Pablo hace pocos días, el entre tiempo no sirvió para clarificar conceptos sino todo lo contrario. Peñarol nunca volvió a ser el mismo y el conjunto brasileño creció de la mano de los cambios que hizo su entrenador: no solo fueron variantes de hombres y de nombres sino que además llevaron a un cambio de sistema, abandonando la línea de 5 para pasar a defender con 4 y colocando gente con mucha técnica, velocidad y habilidad por los costados. Los de Leo Ramos nunca le encontraron la vuelta. Ya los laterales no tenían la misma libertad para irse al ataque. Las conexiones dejaron de existir al igual que la precisión con la pelota. Arias y Affonso hicieron lo que pudieron pero siempre fuera de los circuitos. Los únicos que pudieron mantener medianamente el rendimiento del primer tiempo fueron Nández y Christian Rodríguez. Fueron llegando los goles del verdao y al mismo tiempo el desconcierto en los jugadores uruguayos. Ya no ganaban las divididas y corrían atrás de la pelota. Cuando más se necesitaba pausa, el DT decidió mandar a la cancha a Ángel Rodríguez. Futbolista de características de recuperación que generó seguir corriendo atrás de la bola. Los ingresos de Dibble y Rossi fueron intrascendentes hasta el final del partido.

Peñarol termina perdiendo increíblemnte un encuentro que parecía tener controlado. Otra vez Gastón Guruceaga, que muchas veces salvó al equipo, termina teniendo respuestas que al menos no parecieron ser las adecuadas. La derrota le significa a Peñarol quedar muy relegado en el grupo de Copa Libertadores. Es cierto que sigue con vida pero la tiene más que complicada.

 

EL OTRO PARTIDO: EL QUE SEGUIMOS PERDIENDO

Lo que sucedió al final del compromiso fue insólito desde todo punto de vista. Alguno futbolistas de Palmeiras no fueron dignos ganadores y la mayoría de los de Peñarol no supieron perder. Es una realidad innegable que Felipe Melo había calentado, con declaraciones polémicas, la previa de este ida y vuelta. Además, adentro de la cancha se encargó de provocar y tratar de generar reacciones desmedidas. Es por esto que Melo debe ser duramente sancionado por la Conmebol.

Pero, hablando ahora pura y exclusivamente de los uruguayos, sostengo que lo sucedido es inadmisible, inentendible, vergonzoso y -sobre todo sumamente- inoportuno con los tiempos de violencia que se viven en la sociedad y en el deporte. Con este tipo de mensajes se borra todo lo que se intenta hacer en materia de prevención. De nada sirven las muy buenas campañas que los propios protagonistas llevan adelante en redes sociales y medios de comunicación si después SE AGARRAN A TROMPADAS ADENTRO DE LA CANCHA en un espectáculo deportivo.

El agravante es que estos mensajes que nacen adentro se trasladan afuera, a las tribunas. Es difícil que dentro de la cancha los jugadores sean brutalmente agredidos ya que, aunque quieran, hay mucha gente que intenta evitarlo. Están protegidos. Pero en las tribunas está LA GENTE. En su enorme mayoría gente de bien, gente sana. Es esa gente la que corre el riesgo de quedar totalmente desamparada y desprotegida cuando los incidentes van de adentro hacia afuera. Sin policías dentro de las tribunas y con seguridad privada totalmente superada, son las familias las que quedan a la deriva. Y una vez que se enciende la mecha no alcanza con ir hasta el alambrado para calmar los ánimos porque ya es tarde. La bronca, las provocaciones desleales, las pulsaciones altas, la decepción por el resultado, son cosas que se entienden pero de ninguna manera sirven para justificar lo sucedido. 

Todo esto, además de la gravedad que tiene en si mismo, le va a costar muy caro a Peñarol desde lo deportivo. Es evidente que llegarán sanciones a varios de los futbolistas que participaron de los incidentes pero también le puede caber una nueva sanción al estadio Campeón Del Siglo. 

No hay respiro, no hay tranquilidad. Cuando parece que las cosas pueden comenzar a tener solución enseguida retrocedemos la misma cantidad de casilleros que habíamos avanzado.