"El Patito Feo"
¿Usted cuando juega al ludo y pierde dice "me comí tres fichas contrarias en la puerta de salida del adversario, qué jugada maestra" y sonríe? ¿O...se calienta porque ese contrario que venía de atrás, "de cayetano", a la sordina, alcanza y saca el 6 necesario en el momento determinante y lo deja a usted con tres fichas en la recta final colorida esperando sacar número exacto para meterse en el centro triunfal? Así comienza la columna de Guillermo Trasante.
Por Guillermo Trasante
Y cuando juega a la generala y pierde ¿festeja el tener buenas cifras en las numeraciones con escalera servida y full pero cae ante ese rival que durante casi todo el juego sacó letras pero al final se le abrió el tarro (entiéndase cubilete de lanzamiento de dados) y mete generala y chance y "chau nos vemos"?
O juega al "roba montón" y venía con todas las cartas en la mano pero en el último naipe el rival le "afana" el mazo y se va usted "al mazo" y no queda más tiempo, pero lejos de algún tipo de bronca se para y festeja el haber tenido durante casi todo el juego más cartas que el rival.¿Le ocurre eso? ¿Ve usted al rival que le arrebata el mazo en el último naipe quedar penando porque no tuvo muchas cartas durante todo el juego o lo ve eufórico celebrando porque al fin y al cabo y con todas las de la ley ganó?
El fútbol, más pasional aunque no menos popular que fichas, dados y naipes, también es un juego. Y como tal hay un ganador y un perdedor, cuando no es empate, pero en todo caso al acercarse a la parte cumbre hay que definir, y estará quien levante la copa de ganador y quien pueda recibir los "honores" de la derrota.
Hasta donde lo entendemos el juego lo gana el que gana y lo pierde quien no gana. Con esto quiero decir que lógicamente la estrategia llevada a cabo para la conquista es bien importante y nos consume la energía que vela nuestras armas para el combate. Y eso francamente apasiona.
A muchos les enamora tanto la estrategia que pierden de vista el resultado final y se embarcan en líricas batallas, que inobjetablemente enaltecen el juego y acaban dando mayor robustez al triunfo. Como ejemplo de capitán de ese barco uno puede encontrar al técnico argentino Marcelo Bielsa, que rara vez gana pero logra adhesiones enamoradizas a lo largo y ancho del orbe. Y con valorable justificación. Un lector empedernido del juego, fielmente "casado" a su táctica romántica que tiene por virtud la belleza del esquema y por defecto el fracaso de la conquista.
Pero si aún a sabiendas de una factible derrota uno entiende como dijo el maestro que "el camino es la recompensa", no está mal que se aferre a un credo que tiene la fe por delante de la ciencia, aún cuando el "religioso" luzca de blanca túnica sosteniendo en sus manos tubos de ensayo y repitiendo fórmulas en el laboratorio. Amén.
El fútbol no es cuento. Pero quienes hemos caídos a su merced, rendidos por amor y penitencia, todavía le escribimos. En verso y prosa, con traducciones tantas como idiomas existan en el universo. Trasciende lo ajustado de la norma y transita por libres alberdríos. No sería fútbol si no fuera ley constituida, ni sería fútbol si no hubiesen anarquistas intentando consensuar normas más allá de las letras escritas.
Uruguay ganó los dos primeros encuentros de la serie en el mundial de fútbol y sobrándole un partido ya se metió en octavos de final, el inicio de la competición mano a mano y la parte fuerte del certamen. No lució en su juego pero ganó.
Dominó al rival colectivamente y desniveló dos veces de pelota parada. Su arquero, Fernando Muslera, que igualó las presencias mundialistas del mítico Mazurkiewicz no recibió goles y contó con una férrea defensa de sus zagueros centrales principalmente. Falta ajustar piezas al andamiaje colectivo es cierto. También es cierto que las carecterísticas del rival no le han permitido exhibir a la celeste su clásica verticalidad que tan buenos resultados le ha dado históricamente.
Si será impredecible el fútbol -razón por la cual apasiona- que los dos goles que depositaron a la selección del maestro en "octavos", por tercera vez consecutiva desde 2010, fueron tras un lanzamiento de balón parado de Carlos Sánchez.
El primero desde la derecha tras una falta a modo de corner corto que concreta tras un brillante salto el zaguero "Josema" Giménez ante Egipto sobre el final del partido debut, y el segundo tras un tiro de esquina desde la izquierda que tras superar la posición del arquero y las cabezas propias de Godín y Giménez cae en la zurda de Suárez que la empuja y la manda al fondo de las redes árabes sobre los 26 del primer tiempo.
Ese servidor de pelota quieta fue el que muchos futboleros uruguayos colocaron como uno de los tres candidatos a ser desafectados de la lista final del maestro cuando los 23 de Tabárez eran 26 y faltaba pasar la última lista. Y escribo también si será impredecible el fútbol pues pese a que todos coincidíamos en que llegábamos a la cita mundialista con una selección moderna con buen toque de balón y mayor posesión, lo que vale en fútbol, el gol, se alcanzó a la vieja usanza.
De pelota quieta con centro al área del rival. Se dice por ahí que Uruguay juega "feo" pero "bien". Esto es que no luce a la vista pero logra el objetivo que está claro es ganar.
La literatura universal, muy rica, y conocida en sus grandes obras por millones y millones de seres humanos en el mundo, suele ilustrarnos situaciones del cotidiano vivir en una escala cultural y armoniosa. Sus capítulos, partes, versos o escenas en la dramaturgia, nos ejemplifica a través de sus obras inmortales hechos o características inherentes a la misma cotidianeidad más allá de culturas, religiones o pensamientos e ideas filosóficas.
Así en la política, en el amor e incluso en el deporte uno encuentra páginas escritas que son capaces de servir de comentarios de una acción o una realidad trascendiendo el rubro y la temática.
¿Qué tendrá que ver Carlos "el pato" Sánchez, volante por derecha de la selección uruguaya de fútbol con todo esto?
Y que como fue el denominador común de los dos goles uruguayos que bastaron para avanzar de fase y meternos en la parte decisoria, apelando a su apodo, jugando con el decir colectivo de que jugamos "feo", y sirviéndonos de la nutrida literatura universal, recogemos el título del fantástico cuento escrito por el danés Hans Christian Andersen que narra la historia de un cisne que nace y crece entre patos, por lo cual al principio es rechazado incluso entre sus "hermanos" y que en la huída es perseguido, aunque también mimado por afectos ajenos hasta encontrar su familia, "la suya", le auténtica, que lo recibe con calidez y con amor le abriga. Y por fin aquel animal feo se convierte en hermoso. El "Patito Feo".