Cantá conmigo
Va, viene, rezonga, se enoja, festeja, se rie, protesta, corrige, enseña, aprende, se alegra. La carta de presentación de Rubén Magnano nos enamoró.
Más o menos lo conocíamos. Sabíamos que el palmarés no era gratis y que alguna forma de maravillarnos iba a tener. A su estilo, sin buscarlo. Es así. Tiene el don de enamorarte a primera vista. No es para cualquiera, es patrimonio de los que son grandes de verdad.
La tonada cordobesa es mueca de sonrisa asegurada. Es imposible que no te caiga simpático cada chiste de este hombre. Porque es así, se enoja y se ríe, disfruta de cada estado emocional como forma de vida. Y con él disfrutamos nosotros.
Trasmite confianza y enseña en cada indicación. Explica, corrige y apunta a mejorar todo el tiempo. Cuando al equipo le toca defender, es tan intenso de afuera como los que están adentro. Está metidísimo, y muchas veces da la sensación que con su joystick imaginario intenta mover a los jugadores para el lugar donde más cree necesitarlos.
Toda su simpatía se termina cuando se enoja. Se hace sentir y respetar. Y bueno, a veces larga algún insulto, como ya vimos. Tranquilo Rubén, a todos alguna vez se nos escapó un "la concha de la lora" gratuito, y ahí demostraste que sos humano.
Su conferencia post partido fue un clinic en la corta, repleto de algarabía por el triunfo. Tiró: "No se gana como sea, es una gran mentira establecida, inculcada muchas veces por los medios. Se gana jugando al básquet. Con coraje y con entrega que está en el ADN del uruguayo, pero también con variantes técnico-tácticas". Y ahí nos explicó todo.
No sabemos si nos va a llevar a China, incluso si lo hace gran parte del mérito también va a ser de Marcelo Signorelli. Más allá del resultado final, hay que disfrutarlo, aprovecharlo y aprender. No todos los días estamos tan cerca de alguien tan grande. Gracias cordobés, seguí dejando tu huella.