Entrevistas

"El flaco de Trouville"

"El flaco de Trouville"

Pese a haber ocupado cargos destacados en la diplomacia uruguaya –como la embajada de Argentina o la Dirección de Comercio Exterior– Gustavo Magariños nunca dejó de ser "el flaco de Trouville". En 1945 fue el capitán del último equipo rojo en salir campeón. Ahora, en 2006, vivió con emoción la vuelta al triunfo de su club. (En la foto Joaquín Izuibejeres, un símbolo de la última gesta)

(Emitido a las 9.10)

EMILIANO COTELO:
Trouville acaba de coronarse campeón de la Liga Uruguaya de Básquetbol 2005.  Y en todos estos días, cada vez que se comenta el resultado de la final con Aguada, para destacar la importancia de este trofeo para los rojos de Trouville se recuerda que hace 60 años que Trouville no salía campeón.

Hoy les proponemos ir 60 años atrás en el tiempo para charlar con el protagonista más destacado de aquella gesta de 1945.

Hablo de Gustavo Magariños que fue el primer egresado de la Facultad de Humanidades. Su título de licenciado en Letras lo recibió nada más y nada menos que de manos del maestro Carlos Vaz Ferreira.

Fue embajador uruguayo en Argentina, en la Unión Europea, en Bélgica y Luxemburgo, también se destacó como secretario general de la ALALC, antecesora de la actual ALADI. Y se desempeñó, por ejemplo, como director del Instituto Artigas del Servicio Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Yo, en particular, lo entrevisté varias veces como director de Comercio Exterior de la Cancillería, para hablar de asuntos referidos al Mercosur o temas comerciales más en general.

Hoy, a los 83 años, ya está retirado después de una carrera diplomática muy rica y extensa. Sin embargo, según sus propias palabras, en Uruguay lo conocen más como "el flaco Magariños de Trouville", una especie de líder del equipo campeón uruguayo de básquetbol de 1945.

¿Cómo vivió el triunfo del lunes pasado? Pero, sobre todo, ¿qué cambió en el básquetbol en estos 60 años? Vamos a conversarlo con el embajador Gustavo Magariños.

***
Embajador Magariños, ¡cuánto tiempo hace que no charlábamos!

GUSTAVO MAGARIÑOS:
Efectivamente, hace un tiempito bastante largo.

EC – El lunes pasado Trouville se coronó campeón de la Liga Uruguaya después de vencer cómodamente a Aguada, 87 a 73 y barrer además en la serie: 3 a 0. ¿Usted cómo estaba viviendo un triunfo como ese?

GM – Se imaginará que una gran emoción porque han pasado nada menos que 61 años desde que nos coronamos campeones en 1945 en el Federal de ese año. Eso no quiere decir que Trouville vaya a ser campeón una vez cada siglo, espero que repita con mayor frecuencia éxitos de esta naturaleza. A los de aquella época que todavía vivimos nos han representado un sentimiento emocional muy fuerte y un goce infinito por ver de nuevo la casaquilla roja al frente del básquetbol nacional.

EC – ¿Ha ido a los partidos?

GM – Los miro generalemente por televisión. Se ve más claro, se ven las faltan y los aciertos con mayor precisión y uno está más tranquilo.

EC – Según sus amigos usted siempre dice que en Uruguay lo reconocen más que nada como "el flaco Magariños de Trouville"... ¿Supongo entonces que aquella etapa suya de basquetbolista fue determinante en su vida?

GM – Sí, fue determinante o más bien marcó mi vida porque yo dejé el básquetbol prematuramente, me retiré a los 25 años, después de las Olimpíadas de Londres. Una de las características más fundamentales ha sido que se me recuerde mucho como jugador de básquetbol y que en otras actividades profesionales y oficiales que he desempeñado siempre ha estado presente de alguna manera un sesgo vinculado al deporte. Por ejemplo en la diplomacia tengo algunas anécdotas que podrían ser significativas a ese respecto...

EC – A ver, por ejemplo cuente alguna

GM – Y por ejemplo me he encontrado en la diplomacia brasileña con algún ex contrario mío en algún campeonato sudamericano de básquetbol.

En otra ocasión cuando compartimos el primer puesto en el campeonato de Lima de 1943 en el estadio de Santa Beatriz, que era un estadio de piso de madera pero no de tabla sino con una especie de tacos, como recuerdo me traje un taquito del costado y años después el embajador Alejandro Deus de Perú en el Uruguay me dijo "yo te ví jugar en Santa Beatriz" y entonces yo le dije "sí, me viste jugar y además ahora te regalo un pedazo de la cancha en la cual jugamos".

Y quizás el más significativo por sus características es que cuando voy a presentar las credenciales al Gran Duque de Luxemburgo allá por 1979 se estaba por realizar la Olimpíada en Rusia y había una reunión preliminar del Comité Olímpico Internacional en Montevideo y yo naturalmente le dije al Gran Duque que esperaba que él -que a su vez era presidente del Comité Olímpico Luxemburgués porque era un gran deportista-, tendría que asistir a esa reunión previa del Comité Olímpico y le dije: "se lo está pidiendo nada menos que un olímpico". Me dijo: "¿Cómo, olímpico cuándo?" "En 1945 en Londres", le respondí. "¿Y a qué jugaba?", me preguntó. "Al básquetbol", le respondí. Me dijo: "Ah, jugaban al lado de la cancha del Estadio de Wimbledom... Yo lo ví jugar. Porque yo me acuerdo de un partido de ustedes con Corea al cual asistí. En ese partido ustedes se clasificaron en la rueda consuelo, como quintos en el campeonato de Londres". Entonces yo le dije que cuando saliéramos y yo le presentar a los funcionarios de la embajada, les dijera eso para lucirme frente a ellos.

EC – O sea que sus antecedentes basquetbolísticos por lo menos un inconveniente no fueron en su carrera diplomática...

GM – No y tampoco en la carrera profesional como funcionario público porque a cada rato, en cada reunión en la que participaba después de haber dejado de jugar, siempre me encontraba con algún personaje, algún dirigente político que me hacía así al aire algún comentario con respecto a si seguía jugando al básquetbol, qué hacía, o me preguntaba sobre algún hecho determinado. Cuando participaba del seleccionado estaba trabajando en el Senado, había entrado con un concurso de taquígrafo, y entonces me tenían que dar licencia para ir a jugar a un Sudamericano. Ahí estaba Héctor Paysée  Reyes que a su vez era presidente de la Federación Uruguaya de Basquetbol, estaba Carlos María Penadés como secretario que era el que me tenía que dar la licencia y después fue el consejero de Gobierno, estaban Haedo, Fernández Crespo, una serie de gente vinculada al deporte. Después cada vez que nos encontrábamos en alguna reunión en donde yo actuaba como asistente o como funcionario, siempre de alguna manera u otra, me hacían alguna mención al básquetbol.

Por eso efectivamente es posible que se me conozca más en muchos círculos como ex jugador de básquetbol después de tantos años, que como protagonista más o menos visible en alguna de esas otras actividades públicas y privadas.

EC – ¿Qué recuerdos le vienen a la mente si piensa en el Trouville campeón de 1945?

GM – El recuerdo que me viene fundamentalmente es de que ese equipo fue sin duda uno de los mejores de la historia, sino el mejor de la historia del básquetbol uruguayo en materia técnica. A través de él se produjo la transformación de todo el estilo de juego que había en este país, a la mano de Héctor López Reboledo que fue un técnico excepcional. Revolucionamos el básquetbol, ahí se hizo famosa la expresión de "la calesita"...

EC – ¿Qué era eso de "la calesita"?

GM – "La calesita" era un desarrollo táctico del juego en el que participaba todo el equipo en una concertación colectiva bastante espectacular en donde todos los jugadores se movían a un ritmo determinado y terminaban con una jugada que se convertía invariablemente en gol y eso asombraba a un básquetbol bastante atrasado que había en ese momento en el Uruguay. Desde ese momento, Trouville pasó a ser un equipo que llevaba mucha hinchada de segunda, es decir, que los que no eran de Trouville cuando no jugaba su equipo iban a ver a Trouville. Y en esa época tuvimos entonces una figuración muy destacada, no solamente acá.

Habíamos ganado el campeonato invierno anterior a ese año, no habíamos salido campeones en 1944, ganó Peñarol, porque durante quince días estuvimos jugando al mismo tiempo el Campeonato Federal en Montevideo y un campeonato internacional en Buenos Aires.

EC  - ¿Iban y venían permanentemente?

GM – Y, había tres jugadores, Antón, Mendiondo y yo viajábamos todos los días, jugábamos una noche acá y la otra noche allá.

Acá nos esperaban para reforzarnos Alberto Langlade, el famoso director técnico y preparador físico que no podía ir a Buenos Aires porque había nacido en Argentina y no había hecho el Servicio Militar y en consecuencia no estaba habilitado para viajar a ese país y "Macoco" Acosta y Lara que a veces no podía viajar o jugar porque el padre era bastante severo y prefería que estudiase un poco más de lo que lo hacía.

Y en esos 15 o 20 días no perdimos ningún partido ni allá ni acá, pero cuando regresábamos, después de pasar algunos días, el efecto del cansancio se sintió, perdimos un partido con Sudamérica y ahí se nos quedó el campeonato en el camino.

En esa época también hay un hecho muy destacado, que a veces no se recuerda con claridad, los de Trouville sí, que ganamos un campeonato en Valparaíso en donde vencimos un equipo que se llamaba la Unión Española que hacía 20 años que no perdía en su cancha, ni siquiera había perdido con los americanos que eran los cracks mundiales del deporte. Era imposible ganarles por su estilo, por su brusquedad y por la presión que ejercían sobre los árbitros, etcétera. Nosotros les ganamos en el último instante y después de eso el juez del partido me pidió disculpas por haber sido parcial a favor de ellos, porque de otra manera, dijo, "no me hubiera ido muy bien".

EC – ¿Así que reconoció eso?

GM – Reconoció eso. Ese equipo después nos siguió para buscar la revancha y jugamos con ellos en la cancha de Sporting y les volvimos a ganar, así que ese pleito quedó terminado en ese momento.

EC – Fue una época gloriosa entonces, realmente. No es una exageración...

GM – No, no es una exageración, es realmente, en ese momento, en esa época, además el básquetbol uruguayo estaba al tope sudamericano. En esa época Trouville era indudablemente uno de los equipos más visibles, de más notoria excelencia técnica del país.

EC – Y sobre la final del ’45, ¿qué es lo que usted tiene en la memoria? ¿Dónde se jugó el partido, quién era el rival?

GM – No, lo que pasa es que no hubo final porque ganamos por dos puntos, jugamos con Sporting, en la cancha de Sporting el partido anterior y ya ahí salimos campeones con un punto de ventaja.

EC – ¿Usted era el capitán?

GM – Yo era el capitán.

EC – ¿Qué significaba ocupar ese puesto?

GM – Significaba dirigir tácticamente dentro de la cancha al equipo y concertar las acciones con un entrenador, con un director técnico de la calidad de López Reboledo con el cual hacíamos una pareja bastante efectiva por cierto porque me dejaba bastante libertad de acción para cambiar de táctica en medio de un partido después de haber estudiado cuidadosamente la forma en que íbamos a intervenir, con pizarrón, tácticas, jugadas de ataque, jugadas de defensa, etcétera... Fui capitán de Trouville y en algunas ocasiones, por ejemplo en ese campeonato de Valparaíso al cual no había ido López Rebolledo, yo actuaba como capitán y como entrenador, como director técnico. A veces me sacaba a mí mismo...

(Risas)

EC – ¿Se sacaba a usted mismo?

GM – A mí mismo para poner a otro ...(ríe)

EC – Y se ofendía con usted mismo?

(Risas)

GM – No, no me ofendía. Decía: "¿me habré sacado bien?"

EC –  ¡Por lo menos tenía un margen para la duda...!

GM – Tenía un margen para la duda.

EC – ¿Conserva la Copa del ’45?

GM – Mire, el otro día hubo un motivo bastante humorístico en Trouville porque me habían invitado a tener una charla no se con qué periodista y ahí yo le digo al presidente Roberto Izuibejeres: "Dame la copa que han ganado" Es una copa enorme, grande. Y yo le digo: "¿Dónde está la copa del ’45?" Él dice que tenía que estar en la sede. Entonces, yo le pido que me la muestre.  Y no la podían encontrar, no la pudimos encontrar. No sabemos si era porque era rotativa... Y yo para tomarles un poco el pelo había ido con la copa que yo tenía del ’45, que decía "Gustavo Magariños" con una plaqueta, no se si era personal; y la copa mía tenía más o menos 4 centímetros de altura frente a la otra que tenía más de medio metro.

EC –  Qué contraste... ¿Qué hicieron, una foto trucada? ¿Cómo pudieron comparar una con la otra?

GM – Y bueno, yo puse la copita mía en mis dedos con el brazo alzado al lado de tamaña copa que ganaban ahora y eso marca la diferencia entre dos épocas.

EC – Justamente, me gustaría seguir charlando de la diferencia entre las dos épocas...

GM – Y la diferencia fundamental era que nosotros jugábamos al básquetbol por jugar al básquetbol.

***

EC – Yo le preguntaba a propósito de los contrastes entre el básquetbol uruguayo de hoy y el de hace sesenta años, en particular había algo que aparecía de inmediato cuando intentábamos esta comparación: ustedes no vivían de esto ni por asomo.

GM- Éramos totalmente amateurs.

EC – Absolutamente amateurs.

GM – No había ninguna diferencia en esto que ustedes acaban de pasar (se refiera al audio del relato de la consagración de Trouville en la Liga) con el entusiasmo de la hinchada de Trouville (de aquella época). Siempre Trouville tuvo una gran hinchada, a veces con gran proporción femenina que provocaba ciertos celos o envidias en otros jugadores de otros equipos.

Nosotros éramos totalmente, practicábamos el deporte como tal. El otro día me preguntaban eso, la misma pregunta y yo contesté de una manera muy clara: "a mí no me dieron nada, yo pagué, porque yo era socio de Trouville, pagaba la cuota de socio y jugaba al básquetbol".

EC – ¿Y el régimen de trabajo implicaba qué dedicación horaria, qué tipo de exigencias había?

GM – Jugábamos, practicábamos todo lo más posible. Trouville era famoso porque se decía, no se si con razón o con exageración, que nosotros jugábamos muy bien al principio, la primera rueda y que en la segunda aflojábajos algo.

EC – ¿Y por qué aflojaban?

GM – Y aflojábamos por dos razones muy sencillas, primero porque empezaba la playa y aparecíamos más morenitos y en segundo lugar porque la mayoría éramos estudiantes y en consecuencia teníamos que dar exámenes y entonces descuidábamos un poco el entrenamiento. No había profesionalismo nada más que en algún caso, ahí, perdido en algún equipo, pero en general el básquetbol en aquella época se jugaba por jugar.

En Trouville era casi clásico eso. A tal punto que fíjese que cuando hablábamos de la influencia de la figura deportiva en mi vida posterior, una de las razones por las cuales yo dejé el básquetbol era porque no quería pasar por toda la vida como siendo un jugador de básquetbol.

EC – ¿Cómo es eso? Usted se retiró del básquetbol muy joven.

GM – Sí, a los 25 años.

EC – Con nada más que 25 años...

GM – Los compañeros míos siguieron jugando y fueron los que fueron a Helsinski a Melbourne, sacaron la medalla de bronce, etcétera, etcétera.

EC – O sea, que jugaron hasta qué edad.

GM – Y se jugaba hasta los 30, 31 años. Macoco Acosta y Lara jugó hasta los 33.
Yo me retiré a los 25 y había empezado muy joven, había tenido mucho éxito al  principio, empecé a jugar en menores, a los 15 años, a los 17 años estaba en primera división, a los 19 años estaba en el seleccionado, jugué todos los campeonatos internacionales, y llegó un momento en que dije: "termino".

EC – ¿Cómo fue el razonamiento?

GM – El razonamiento era ese. Un día me fui a comprar zapatos de básquetbol porque ni siquiera el club al principio nos daba los zapatos, entro en una zapatería, me probé y cuando fui a pagar me dijeron: "No, Magariños, usted no lo paga, se los regalamos". Y dije, bueno, entonces voy a ser un jugador de básquetbol toda la vida y en consecuencia dije: "vamos a cortar en algún momento". Ya estaba un poco también cansado de esos ocho años de actividad intensa y me retiré.

EC – ¿Se retiró cuando estaba a qué altura de sus estudios?

GM – Y bueno, estaba al final de la carrera.

EC – ¿No se arrepiente?

GM – No, no me arrepiento para nada. En algún momento sentí, cuando volvimos de Londres se dio el caso de que jugamos los uruguayos contra los Glove Troters americanos, que era la cosa más excepcional que había y ahí tuve cierta tentación de vestirme y entrar en la cancha, pero resistí esa ansiedad y no jugué más. No jugué más. Y los otros siguieron jugando, entre los grandes campeones, Lombardo, Noguera, Costa, etcétera, siguieron jugando durante varios años más, hasta los 30, 31 años.

EC – Y usted siguió siendo espectador y fanático

GM – Ah, sí, siempre seguí vinculado a eso y siempre interesado en ver lo que pasaba sobre todo porque toda esa gente que tuvo grandes triunfos, como el de ser medallistas olímpicos, habían sido compañeros míos de equipo.

EC – ¿Hoy cómo ve el básquetbol uruguayo? ¿Cómo ve a Trouville, pero, en general cómo ve a ese deporte en nuestro país, en la comparación internacional, en la comparación con el de hace sesenta años?

GM – Y la conclusión quizás más significativa es que el nivel del básquetbol uruguayo es bajo. En aquella época, en los años ’40 hasta los años ’53, ’54, el uruguayo era un equipo de los principales de América. Es decir, yo tengo la Copa América en propiedad, la primera copa América que hubo, y soy dos veces campeón sudamericano y dos veces vicecampeón sudamericano. Después de los años ’50 el básquetbol uruguayo, como otras cosas de este país, empezaron a perder consistencia y a bajar mucho de nivel. El básquetbol uruguayo hoy no puede participar con éxito marcado en las competencias en el continente.

EC – ¿Y tiene arreglo este problema?

GM – A mí me parece que es bastante difícil porque hay una base de escasez de preparación para obtener una cultura física lo suficientemente alta como para competir con rigor con equipos muy poderosos. En segundo lugar cambió bastante todo el sistema de juego hasta la pelota... La pelota por ejemplo es distinta a la que teníamos cuando jugábamos nosotros. Nosotros jugábamos con una pelota de cuero, y esta pelota hace cambiar el estilo de tiro por ejemplo, y se ve que hay un acierto mucho mayor en los lanzamientos largos por ejemplo, en el momento actual que antes.

Después está el tema de la altura, ahora hay que tener dos metros para jugar al básquetbol con cierto éxito, en la época nuestra hubo ocasiones en las cuales el sudamericano por ejemplo, había un límite de 1.90 de altura. Una vez tuvimos que rallarle un poco el talón a Alberto Roselló, el grandote aquel que era el Discóbolo también  que jugó en Sporting, en otros cuadros, y en Peñarol, con una cajilla de fósforos porque en el Sudamericano de Ecuador el medidor de altura no era del todo fiable, en consecuencia, era cuestión de un milímetro o dos, no sea cosa que lo eliminen, y le decíamos que no pusiera las rodillas muy rectas, que tratara de aflojarlas un poquito por lo menos. Hubo épocas en donde había limitación de altura.

Nota relacionalada:
Estados Unidos - Mercosur: ofensiva de Bush sin fast track. Entrevista con Eduardo Magariños (24.08.01)

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Edición: Mauricio Erramuspe