Iglesias propuso un nuevo paradigma para América Latina
Enrique Iglesias dijo que para lograr un crecimiento económico, América Latina debe pensar en un "paradigma incremental", con tres frentes: la gestión macroeconómcia con orientación social, redefinir las relaciones entre Estado y mercado, y lograr una inserción inteligente en el mundo.
El jueves 15 y el viernes 16 de abril de 2004, tuvieron lugar las Sextas Jornadas de Coyuntura Económica Regional y Nacional, organizadas por el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República. Desde el Aula Magna de la facultad, el viernes a las 09.10 horas, El Espectador trasmitió en vivo la conferencia que dictó el contador Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. El tema fue: "Evolución reciente, situación actual y perspectivas de las economías de América Latina".
Programa del seminario.
Texto completo de la conferencia brindada por Enrique Iglesias.
ENRIQUE IGLESIAS:
Muchas gracias, decano; muchas gracias por esta invitación a volver a estos claustros de nuestra facultad. Como él recordaba, aquí empecé, en este Instituto, el 2 de enero de 1952. El 1º no se podía porque era feriado, pero el 2 sí. Instituto donde estaba este gran profesor y gran ciudadano que es Faropa, y otro gran ciudadano, que ya no está con nosotros pero está en este ambiente, porque esta aula lleva su nombre: el profesor Wonsever. Ciertamente estoy muy reconocido a esta casa de estudios, todos mis títulos salieron de aquí, no tengo otros; los otros me los dio la vida, pero la formación ha sido de esta casa, que me dio las grandes oportunidades. Primero la docencia, que considero que es una de las profesiones más fascinantes y nobles que puede tener una persona, y luego la oportunidad de trabajar para el país en esta misión del CIDE que recordaba muy bien el decano, que fue una experiencia para mí realmente muy conmovedora, muy importante.
Creo que esto me hace sentir muy feliz, ver tantas caras jóvenes y de alguna manera recordar, no sin cierta nostalgia, aquellas experiencias importantes, en aquellos momentos bastante turbulentos que tuvimos que vivir en la década de los 50 y 60 y, por supuesto, en los 70.
Yo pensaba: ¿qué les puedo contar a ustedes que pueda ser de interés en este ciclo importante de coyuntura (que) han tenido muy buenos y excelentes documentos. Quiero felicitar al amigo (Fernando) Antía por las cosas que está sacando el Instituto, y también por el debate que se ha generado en torno a este documento, según he visto en la prensa. De manera que el tema de coyuntura no va a ser mi reflexión. Quizás lo que más pueda aportarles a ustedes sean algunas breves reflexiones sobre mi experiencia en estos 50 años de vida en los que he tenido la suerte de pasar por tantas experiencias y tantas oportunidades para poder trabajar con muchos sombreros nacionales e internacionales.
Me tocó vivir tres grandes momentos de la experiencia de política económica. Uno fue la experiencia heterodoxa que mencionaba el decano, la experiencia cepalina, la experiencia de la posguerra, yo diría la experiencia básicamente orientada por el pensamiento de CEPAL (Comisión Económica para América Latina). La otra fue la gran crisis de los 60 y los 70, la antesala que fueron los 70 y la eclosión de la crisis de los 80, la crisis de la deuda. Por último, la experiencia de la década pasada, que fue la experiencia del retorno de la ortodoxia, del neoliberalismo, y ahora las dudas que tenemos respecto de adónde vamos. Quizás sea una cuarta etapa pero creo que por ahí andan las cosas.
Recordaba muy bien esa experiencia, la primera experiencia cepalina, que aterriza en esta casa en el segundo semestre del año 1950, cuando el informe de CEPAL es de 1949 y Faropa lo trae en la cátedra en 1950, en el segundo semestre. No dice que no nos ocupáramos más de Hicks, de Valor y capital (por suerte porque era bastante pesado aquello) y, entonces, nos dedicamos a mirar aquel informe de CEPAL que nos dio un poco la perspectiva de una economía viva, la realidad latinoamericana desde una perspectiva muy rica y atractiva. Fuimos seducidos todos por aquella experiencia. Ahí empezó ciertamente un proceso que después continuó con el curso de CEPAL que tuvimos unos años más tarde, que nos dio una nueva forma de acercarnos a la realidad de América Latina.
Esta experiencia fue marcada por un período donde las ideas preceden a la praxis. La segunda fase fue un período donde la praxis se adelanta a las ideas, se trata de entender la realidad que se viene. Y la tercera etapa, nuevamente el retorno de la ortodoxia, es un período donde las ideas anticipan y de alguna manera conducen la praxis de la economía.
Hay que tener cuidado en todo caso, una vez más, se ha dicho tantas veces y yo lo repito también, con las generalizaciones. Hablar de América Latina cada vez es más complicado, cada país es una realidad, cada país tiene una perspectiva propia, pero de todas maneras creo que importa un poco mirar ese conjunto de tendencias. Aquel período de los años 50 estaba marcado, primero, por una desconfianza grande en el mercado. Éramos todos hijos putativos de la crisis del 30 y teníamos también una desconfianza implícita en el sector privado. De alguna manera la experiencia que había precedido a la crisis nos había dejado un sabor amargo en ese sentido y la iniciación de ese período de heterodoxia está muy influida por el pensamiento keynesiano, la presencia del Estado en la conducción de los problemas económicos y, de alguna manera, en la trastienda estaba toda la experiencia emergente del mundo comunista, la experiencia marxista planificada que nos estaba impresionando. Aparecen los grandes pioneros del desarrollo, aparece Raúl Prebisch en América Latina y sus vigorosas teorías que nos influyeron tanto, la sustitución de importaciones, la incorporación de la tecnología, la presencia del voluntarismo estatal, que es lo que marca un poco la gran orientación de los 50 y los 60, una presencia demandante del Estado.
Recuerdo que en los años 50 estábamos seducidos por la Corfo (N. de E.: Corporación de Fomento de la Producción creada en Chile en 1939). Nos parecía una experiencia magnífica y durante mucho tiempo estuvimos pidiendo aquí en Uruguay el nacimiento de una experiencia de intervención del Estado a través de los mecanismos de promoción y de la banca de desarrollo, porque ése era un poco el concepto central.
Como digo, todo esto respondía a un cierto continuo histórico, venía un poco del gran desastre de los 30 y la gran desconfianza del pensamiento neoliberal neoclásico y de alguna manera la importancia que eso traía para nosotros en la forma de ver las cosas en América Latina y ciertamente en Uruguay. Todo eso dio lugar al voluntarismo estatal, al avance de la sustitución de importaciones, el proteccionismo, las primeras tentativas de programación. Y no nos fue mal. Los 50 y los 60 fueron años buenos; claro que un poco también estábamos viviendo de los dividendos de la guerra, habíamos tenido esa situación de holgura en la balanza de pagos y de alguna manera vivimos un poco como en ese marco de apoyo, pero de alguna forma nos dio incluso la oportunidad de, también fue CEPAL quien lo hizo, de lanzar la idea de la integración, el regionalismo cerrado. La creación de la ALALCA (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) en 1959 fue un poco el producto de un modelo de economía cerrada que de alguna manera quería encontrar en la integración una forma de aliviar los costos que tenía internamente esa economía cerrada. Ésa fue una primera etapa, la del voluntarismo.
Dicho sea de paso en esa etapa se hace el informe del CIDE, lo que nos dio la oportunidad de conocer al país, de cuantificarlo, de tener estadísticas, el primer censo después del año 1908, las cuentas nacionales y una gran presencia en todos los grandes temas nacionales que nos permitió un gran diagnóstico de la realidad nacional. Creo que fue quizás la experiencia más rica que me ha tocado vivir en mi vida ha sido aquella aventura del CIDE con tanta gente voluntaria trabajando, más de 300 personas, técnicos nacionales que se sentaban a trabajar, y 80 o 90 personas de afuera; nos ayudó mucho la CEPAL, el BID, la OEA; fue una experiencia realmente de conocimiento, pero siempre con esta óptica que tenía la influencia muy grande del pensamiento cepalino.
Cuando llegan los años 70, aparecen dos fenómenos que golpean la realidad nacional; yo ya estaba en CEPAL en esa época. El primero es el agotamiento del modelo cepalino de los años 60 y 70, y el segundo es el efecto de los primeros impactos de la globalización en el mundo. El primer tema, el agotamiento, creo que tuvo básicamente tres grandes tolerancias, el modelo se hizo tolerante con la inestabilidad, especialmente a través de los problemas del déficit fiscal y las políticas monetarias sueltas, que hubo mucho hasta ese momento, y aparece la inflación, como un fenómeno, un flagelo que ya estaba incorporado en los genes de muchos países, pero que en esa época comienza a acelerarse en América Latina, y el gen de la inestabilidad es un tema que comienza a generar problemas que se van a trasladar finalmente a las crisis de balanza de pagos. La otra tolerancia fue con la ineficiencia, nos cerramos y seguimos cerrados en un mundo que se venía abriendo rápidamente y nos dejó un poco desubicados. América Latina pierde porciones muy importantes de participación en el comercio mundial, llegamos a ser el 10 por ciento y terminamos siendo el 3 por ciento. El mundo avanzó en apertura, nosotros nos cerramos y eso nos dio una gran ineficiencia y pérdida de competitividad en las relaciones internacionales. Y yo diría tolerancia con la inequidad, con la desigualdad, fuimos seducidos por la distribución nominal de los ingresos y terminamos favoreciendo a las clases medias y altas en lugar de atacar directamente los problemas de los sectores más desamparados de la sociedad.
Ése fue el primer tema: se nos agota el modelo, como alguna vez dijo María de Concepción Tabárez en aquel famoso artículo sobre el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones. Comenzamos a tener los primeros impactos de los nuevos rostros de la globalización. El primero fue el precio del petróleo, en la globalización siempre estuvo con nosotros, pero en los años 70 aparece el precio del petróleo como un fenómeno que explota, y junto con eso la inflación internacional.
Recuerdo que desde la CEPAL criticábamos mucho la inflación internacional porque evidentemente, entre otras cosas, tuvo como consecuencia los flujos financieros, detrás de la gran crisis de los años 80 está el dinero fácil que llega, incluso la teoría en el norte era extender al sur para evitar que haya inflación en el norte, es decir que un pecado compartido del endeudamiento fue alguien que nos prestó y alguien que quiso tomar. América Latina se endeuda y llega a los 250.000 millones de dólares a principios de los 80, y ese tema, creo que el agotamiento más el tema de la globalización incipiente, esa combinación, de alguna manera dio lugar a la famosa crisis de la deuda externa, la crisis de los años 80, donde realmente comienza a aparecer la crisis de las instituciones, el retroceso en materia social y los grandes problemas de la renegociación de la deuda con dos vertientes. En los años 80 aparece una vertiente tradicional, que es el famoso Plan Baker -démosle más plata para que la gente pueda seguir pagando-, y la tesis Brady -esto no da más, hay que reducir la deuda-. Entonces vino el famoso Plan Brady acompañado sobre todo por la presencia de los organismos de Bretton-Woods.
Así como en los años 60 y 70 la CEPAL fue un gran inspirador ideológico, en los años 80 aparece por primera vez el Banco Mundial (BM), que es el gran impulsor de las políticas de transformación estructural en América Latina, que vino acompañado fundamentalmente a través de este programa de reestructuración de la deuda que fue el Plan Brady. Ahí comienzan a sentarse las bases de lo que habría de ser a fines de los 80 y en los años 90 la tercera gran fase del ciclo de los últimos 50 años, que es el retorno de la ortodoxia y la introducción de las tesis neoliberales en la conducción de la política económica.
Nuevamente aquí el tema es praxis siguiendo a un esquema de ideas, ya era mucho el consenso de Washington, que aparece hoy en día como el culpable de muchas de las cosas que ocurren, pero el consenso de Washington fue también en buena medida la racionalización de cosas que venían ocurriendo en América Latina. Había que recuperar la estabilidad, había que tratar de ver la forma de ganar eficiencia y todo eso se empaquetó, como se dice muchas veces al que le puso el nombre. Creo que fue así, el consenso de Washington vino a sintetizar una serie de tendencias que se daban como consecuencia de la profunda crisis que vive la región en los años 80.
Esa tercera etapa tuvo tres puntales centrales. Había que primero rescatar la estabilidad, la inflación era rampante en América Latina, no se podía construir nada a partir de los desórdenes macroeconómicos espectaculares, y viene un poco el tema de la estabilización con el retorno a la vigencia del mercado como asignador de recursos y del sistema de precios como el instrumento fundamental para ello. Eso se hace con reformas fiscales muy fuertes, muchas de ellas aplicándose el IVA básicamente, que fue el instrumento fundamental de las reformas, y comienza a aparecer todo el proceso de privatizaciones que tiene un ritmo muy importante en algunos países, como en el caso de Argentina, en otros mucho menos, como aquí. En términos generales son varios miles de grandes empresas públicas que pasan al dominio privado y se convierten por tanto en un factor importante de las reformas del Estado.
Políticas monetarias y fiscales forman parte del instrumento fundamental de ese primer puntal del consenso de Washington que es la estabilidad. El segundo fue la redimensión del Estado, se busca el principio de que las privatizaciones son el instrumento fundamental de la transformación del Estado y comienza a haber miles de privatizaciones en América Latina. Junto con eso hay un proceso de desregulación y un proceso inicial de descentralización del Estado. Ése es el segundo instrumento del consenso de Washington y el tercero es la apertura externa. Ahí sí hay una explosión de apertura externa en América Latina dentro del modelo neoliberal que llega con el consenso de Washington. Tenemos la apertura externa a través de la reducción unilateral de las tarifas, la creación de nuevos mercados regionales, como el caso del Mercosur, la reedición de otros, como el Grupo Andino y el Grupo Centroamericano, tenemos una proliferación de más de 20 acuerdos bilaterales entre países, Uruguay es uno de ellos que comercia con varios en América Latina, por ejemplo México; y tenemos el avance muy importante hacia la Organización Mundial de Comercio (OMC), que nace de alguna manera aquí, cuando parte la ronda Uruguay a mí me tocó trabajar para ella en esa época, se termina esa ronda creando la OMC. Esos tres grandes puntales, estabilidad, redimensionamiento del Estado y apertura externa, aparecen como los grandes instrumentos de la llamada reforma neoliberal.
Esa reforma tiene grandes críticas, que ustedes conocen. Hay una crítica importante entre otras cosas porque se habla de expectativas frustradas, de los problemas en este momento de la opinión pública, tres de cada cuatro personas creen en América Latina que las cosas van mal, solamente una de cuatro cree que van a ir mejor. Es decir hay un estado de desencanto muy grande, hay fatiga respecto de las reformas, hay críticas públicas de la sociedad civil, lo vemos en este momento con un activismo muy grande de la sociedad civil, un fenómeno nuevo en América Latina, en realidad un viejo fenómeno pero con una dinámica renovada hoy por hoy. Además tenemos además las críticas académicas, interesantes, Joseph Stiglitz es uno de los críticos de esto y no está solo, Roderick a su manera lo hace desde Harvard. En fin, el tema de toda esa experiencia hoy está sometido a profundas críticas de la opinión pública, de los hechos y del lado académico.
Si uno mira con un criterio objetivo la experiencia del retorno de la ortodoxia, diría que hay que mirar esto como el vaso, hay una parte medio llena y una parte medio vacía. Se han hecho cosas que no se pueden desconocer, se logró la estabilidad no es poca cosa y se logró una mejor eficiencia del sistema de precios. Además se produjo un retorno a cierta confianza internacional, a veces demasiada porque ingresaron capitales que nos dejaron más endeudados de lo que estábamos, pero de alguna manera hubo un retorno de la confianza internacional, acompañada muchas veces por tendencias especulativas. Y yo diría que mejoró mucho en ese período algo que creo que es un activo que hoy tenemos que reconocer: la gestión macroeconómica hoy en América Latina es mucho mejor de lo que era en el pasado, entre otras cosas porque sabemos más. Ustedes saben mucho más de lo que sabíamos nosotros cuando salimos de la Facultad hace 50 años, hay generaciones preparadas, hay toda una nueva capacidad de gestión que me parece muy importante. Es un capital neto que no se puede desconocer y está dentro del vaso medio lleno que acabo de mencionar.
Pero está el vaso medio vacío y ése es un poco el tema central que cuestiona esta experiencia en la que entramos en los años 90. Primero crecimos poco, pensábamos todos que íbamos a crecer mucho más a principios de los 90, 1 y pico por ciento, 2 por ciento, 3 por ciento, el crecimiento fue realmente de 3 por ciento comparado con el 1 por ciento de la década precedente, o algo por el estilo. Crecimos poco y eso es ciertamente un factor de insatisfacción del modelo.
Segundo: las economías volvieron a reproducir en forma violenta la vulnerabilidad externa. Nosotros conocimos tradicionalmente la vulnerabilidad histórica de los países en desarrollo, que es la de las materias primas. Así como tuvimos en estos últimos cuatro años un ciclo negativo, ahora estamos con un ciclo positivo y eso siempre es un buen tónico para nuestras economías.
Recuerdo que en Chile se decía que el mejor ministro de Economía es el precio del cobre; en Uruguay en aquellos años lo primero que nos interesaba era ver el remate de lana de Gallinal, si se remataba con precio alto las cosas venían bien, si los precios eran bajos, las cosas iban a ir mal. Esa vulnerabilidad siempre existió y va a seguir existiendo mientras tengamos el 70 por ciento de las exportaciones dependiendo de materias primas, no hay forma de evitarlo.
Pero los años 90 descubrimos otra vulnerabilidad, producto de la globalización financiera internacional. Nuestros países se hicieron muy dependientes de los flujos de recursos externos y comenzamos a conocer las crisis del contagio, las crisis que ocurrían en Rusia o en Asia, todos esos fenómenos repercuten inexorablemente, como también repercutieron en su momento las crisis de México y Argentina de mediados de los años 90 hacia otros mercados. Conocimos un nuevo fenómeno, que es la volatilidad que Guillermo Calvo, el economista jefe del Banco, llamó del "Suden Stop", las frenadas rápidas de ingreso de capitales. De alguna manera esas frenadas rápidas llevaban a que esos capitales entraban y de repente se detenían y se iban, porque había mucho de corriente especulativa en estos ingresos de capitales. El caso de Argentina en buena medida tuvo que ver con la gran frenada de dinero del año 2000, cuando empezaron a venir los rumores, lo que frenó el capital y se convirtió en una profecía autocumplida. De manera que la vulnerabilidad adquirió una nueva visión, una nueva cara, que fue la vulnerabilidad financiera; yo siempre digo, curiosamente en los años 70 fue también los flujos de capitales fáciles que alimentaron la crisis de la deuda. Si uno mira la historia de esos 50 años, estos dos fenómenos de dependencia financiera internacional acentuada estuvieron detrás de las grandes crisis que de alguna manera alentaron esas mismas corrientes financieras.
Esa vulnerabilidad externa puso de manifiesto dos de las grandes debilidades que tenemos en América Latina para navegar en esta economía globalizada: poco ahorro y poca exportación. Con el poco ahorro nos hacemos dependientes del ahorro externo, con la poca exportación nos hacemos vulnerables a los ciclos del balance de pago, y creo que en esos dos casos América Latina mostró las grandes inequidades intrínsecas. México exporta hoy el doble que Argentina y Brasil juntos, ahí hay algo que nos pone de manifiesto la vulnerabilidad central, que nos abre la puerta a la vulnerabilidad externa.
Por supuesto, la otra vulnerabilidad del modelo fue la social. La CEPAL ha venido hablando claramente de que la pobreza bajó, bajó poco, de 48 a 42, pero en los últimos años, por la crisis argentina, uruguaya, venezolana, volvió a subir, es decir tenemos más pobres hoy de los que teníamos antes y eso ciertamente es un motivo de frustración.
Como es motivo de frustración el hecho de que la desigualdad tampoco cedió; incluso en países tan exitosos como Chile la desigualdad no ha cedido, y es uno de los temas que preocupan y que hacen de este tema un tema central para el debate. El desempleo aumentó en los últimos años y además ciertos bolsones de exclusión, que son graves en América Latina, ya sea la exclusión de tipo étnica o las indígenas, las minorías negras, las marginaciones de las ciudades, todo eso mantuvo una presencia muy dramática y no ha cedido como hubiéramos querido.
Pero todo este tipo de temas no quiere decir que no haya habido avances, vuelvo a repetir: el gasto social aumentó 58 por ciento en la década del 90 frente a la década anterior, es importante recordarlo. Esto nos llevaría a otra reflexión sobre la eficiencia del gasto social, que también es un tema pendiente. De manera que diría vulnerabilidad económica y ante el mundo interior vulnerabilidad social. La vulnerabilidad institucional es importante, una de las cosas que se han puesto de manifiesto es que las instituciones no estaban a tono con las respuestas que requerían los problemas que teníamos que enfrentar.
Y por último la vulnerabilidad de los sistemas políticos. Yo tengo la impresión de que esta alta volatilidad que han tenido los sistemas políticos, 12 presidentes en los últimos años se han ido, no han podido terminar su mandato en América Latina, todos se fueron por vías constitucionales, pero son 12 presidentes, a veces perdemos un poco la pista de lo importante que es esa volatilidad en el sistema democrático, algo está pasando en los sistemas políticos, en la capacidad de los partidos políticos de responder a las demandas de la nueva sociedad, y de alguna manera todo eso marca una problemática de respuesta del sistema político que ciertamente también está siendo cuestionado.
Éste es un poco el tema de esa experiencia de los 90, los tres grandes capítulos de estos últimos 50 años vistos a vuelo de pájaro y por tanto con todos los peligros que tienen las simplificaciones.
¿Adónde vamos ahora? Este año aparecen señales de una coyuntura favorable. América Latina comienza a tomar el crecimiento, donde hay factores claramente del exterior, como los precios de las materias primas, pero también factores internos. América Latina ha tenido un manejo prudente de sus finanzas, de la política monetaria y de sus tasas cambiarias, las políticas cambiarias han sido mucho más, sobre todo a través de la flexibilidad del tipo de cambio, eficientes de lo que fueron nunca; yo un día decía que había que escribir la historia de Uruguay a partir de las políticas de cambio, sería posible hacer una historia muy importante de la economía a partir de ese fenómeno. Creo que en eso América Latina ha ido aprendiendo, esa mezcla de las dos cosas nos dio que el estancamiento de los últimos cuatro años esté hoy en vías de recuperación, pero con cuidado, porque estos ciclos vienen y van, por lo tanto esto no nos puede hacer olvidar que los temas estructurales, que nos deja la experiencia de la década pasada, siguen presentes para enfrentarlos si queremos realmente salir de los problemas y tener un crecimiento sustentable y más equitativo.
En este momento hay una creciente demanda de un nuevo paradigma en América Latina, lo cual es comprensible cuando se ven las frustraciones de la década pasada. ¿Cuál sería ese nuevo paradigma? Creo que hay que tener mucho cuidado cuando hablamos de estos temas de no repetir una cierta tendencia que tenemos en América Latina a descubrir la rueda de vez en cuando, hay que tener mucho cuidado en evaluar serenamente lo que está pasando y ver cómo a partir de las experiencias pasadas podemos seguir adelante.
¿Cuáles serían las alternativas? Una sería volver al modelo heterodoxo del pasado; nadie está hablando de eso, nadie imagina que la alternativa pueda ser volver a los déficit fiscales, el cerramiento de las economías o al desorden de la ineficiencia del Estado, nadie estaría hoy en condiciones de poder ofrecer eso como alternativa.
La otra alternativa es profundizar el modelo liberal. Tampoco es una alternativa porque está muy claro que en esta materia el modelo liberal profundizado debería tener un grado institucional, de comportamiento de la economía internacional que hoy no está dado y tampoco ha sido éste el modelo que ha tenido prevalencia para resolver los grandes temas de los países en desarrollo.
Yo diría, a mi modo de ver, sin teorizar demasiado sobre este tema, yo hablaría de un paradigma incremental; ¿cuál sería para mí el paradigma incremental con el cual enfrentar las perspectivas de futuro de América Latina? En el fondo tendría dos o tres puntales que trataría de privilegiar, en la búsqueda de ese paradigma incremental. Lo primero es la revisión de las experiencias. En América Latina no hemos tenido, incluso en nuestras universidades, nunca estamos demasiado atraídos, por lo menos en mi época, por los análisis comparativos; las escuelas sajonas son mucho más sensibles, nosotros somos mucho más deductivos que inductivos y creo que mirar lo que ha acontecido en el mundo es muy importante porque es una fuente muy importante de lecciones en las cuales inspirarse.
¿Por qué ciertas reformas funcionaron en ciertos países y en otros no? ¿Por qué Chile ha resuelto los problemas económicos y está resolviendo muy bien los temas sociales? ¿Por qué, por ejemplo, el Sudeste asiático -recuerdo que en aquella época decíamos "el Sudeste asiático es otra cultura", pero en el fondo es el producto de cinco intervenciones que está dando mucho resultado, esta gente en el Sudeste asiático ahorra más, exporta más, tiene más tecnología, tiene mucha más educación y tiene una relación inteligente entre el Estado y la empresa privada. Ese pentagrama de líneas, eso está influido por ciertas conductas individuales, claro, hay ciertos problemas culturales que son muy importantes, pero de ahí a pensar que sean tan distintos, tenemos que tener cuidado, hay diferencias, pero estos elementos están allí. De manera que analizar experiencias creo que de alguna forma nos va a dar ciertas respuestas. Por ejemplo, cuando se produce la crisis asiática en Corea, Malasia y Tailandia se produce una crisis brutal y en dos años están creciendo al 8 por ciento; son esas cosas... Yo estuve en China la semana pasada, es un mundo realmente muy impactante. Entonces muy bien, hay temas culturales, pero tengamos cuidado con sintetizar las cosas que realmente están detrás de ese fenómeno, no digo para imitarlo, pero por lo menos para entender por dónde van los caminos del desarrollo económico y social.
Entonces, primero diría que hay revisar las experiencias tanto regionales como mundiales para entender las raíces del subdesarrollo y de las soluciones que le están dando en otras tiendas, por lo menos para estar enterados.
El segundo puntal de ese paradigma incremental sería tener una clara conciencia de los hechos nuevos que están ocurriendo hoy en el mundo. Yo estoy en una posición privilegiada, viviendo en Washington uno tiene oportunidad de ver las cosas desde un sitial realmente privilegiado. Están pasando cosas muy importantes en el mundo, a veces tengo la impresión lo digo con todo respeto de que nuestro debate a veces es un poco viejo, no viejo en el sentido de que no sean temas importantes, sino que no estamos siendo capaces de incorporar las nuevas cosas que están ocurriendo en el mundo. El fenómeno del avance que ocurrió en menos de una década, en una década larga en China y la India, estos países le pusieron un segundo piso al mundo, es un fenómeno que nunca vio el capitalismo en su historia. Yo decía hablando con unos economistas en China, es un fenómeno realmente impresionante, y la India viene atrás, y no solamente es impresionante en el ingreso en las cosas tradicionales en las que nosotros veníamos exportando, sino que ahora van a entrar en las tecnologías de la información, hay políticas explícitas del Estado para llevar a estos países en esa línea. Es un fenómeno que abre inmensas posibilidades, pero abre inmensos desafíos.
En este momento de Panamá para abajo el ingreso de China es fundamental, es una bendición, hoy en día nos preocupan las política de las reservas de verano, a mí me preocupa qué pasa con la economía china, porque si en la economía china se producen alteraciones importantes en su condición económica y tenemos un bajón, las materias primas van a sufrir y vamos a tener problemas con la soja, con el cobre, con el hierro. De alguna manera éste es un problema muy importante, el mundo está cambiando rápidamente y están entrando en escena nuevas figuras que de alguna forma se hacen temas centrales en la transformación del mundo.
Otro tema que creo que también hay que pensar un poco es todo lo que está ocurriendo en materia demográfica. Nosotros generalmente no incorporamos estos temas, pero para el año 2011 todos los países del mundo industrializado, con la excepción de Estados Unidos, van a quedarse con poblaciones negativas, las corrientes en los flujos migratorios ya están teniendo 40 millones de latinoamericanos en Estados Unidos que mandan 40.000 millones de dólares por año, más que la inversión privada extranjera. Son fenómenos, elementos de referencia que tenemos que conocer, porque de alguna forma, el perfil del mundo de hoy es muy distinto del que va a tener en el año 2025, el poder económico, el poder demográfico y yo diría también el poder militar, que es otro tema.
Por supuesto estamos acostumbrados a hablar de la tecnología, de la empresa global, todas esas cosas ya están incorporadas en la forma de pensar al mundo. Creo que de alguna ,amera hay que incorporar estos nuevos fenómenos si queremos entender hacia dónde iría un eventual paradigma incremental, como lo acabo de llamar.
Veo que están pasando cosas también en América Latina, el avance de la integración regional, liderazgo político de algunos presidentes para impulsar la integración regional en América del Sur, el hecho que ocurrió ayer con México ofreciendo su integración plena en el Mercosur. Son fenómenos también que están generando nuevas dimensiones, tenemos que imaginar qué tipo de país y de región queremos tener en los próximos años.
Yo diría que esta experiencia comparada de lo que pasa en el mundo más los escenarios mundiales y regionales en evolución van a limitar las opciones de política económica de todos los países, desde Barbados pasando por Uruguay y terminando por Brasil. Las opciones de políticas son limitadas, están acotados por estas realidades que nos vienen de las mutaciones que están ocurriendo en el mundo y en la región, y por tanto de alguna manera tenemos que tener conciencia de todo eso para tomar las opciones.
El paradigma incremental parte un poco de la evaluación del pasado y hay tres frentes que diría que vamos a estar demandando para repensar el "qué hacer". El primero es la gestión macroeconómica con vocación social. Se han hecho avances en materia de gestión macroeconómica, creo que de alguna forma esa gestión macroeconómica debe que tener algo más que la estabilidad, tiene que ayudar a reducir las vulnerabilidades, especialmente en materia de ahorro y exportaciones, tiene que ayudar a poder identificar en los países programas anticíclicos, no los tenemos, estamos discutiendo ahora en Washington con el Fondo Monetario (FMI) el famoso tema de cómo computar las inversiones en infraestructura porque es una de las formas de hacer anticíclico el proceso de cambio que es otro tema importante.
Y por último, otro elemento de la macroeconomía sobre orientación social es cómo hacer para refocalizar el gasto social. Este es un tema fundamental porque uno de los puntales fundamentales que hay hoy en día en América Latina respecto del desencanto es que no llegan a la gente los procesos de cambio, las estadísticas globales no permean a ciertos sectores de la sociedad, y eso es lo que hace que la gente sienta el descontento. En eso he tenido muchas experiencias para contar otro día, sobre cómo es posible refocalizar el gasto social, el mismo gasto social. Por supuesto, si es más, mejor. Eso es lo que llamo macroeconomía con orientación social y es un tema fundamental para definir el nuevo paradigma.
El segundo frente es la relación Estado-mercado, un tema que ha estado presente desde siempre. Cuando uno ve lo que está pasando hoy en el mundo, evidentemente que el mercado es un tema muy importante, se ha demostrado que es un gran asignador de recursos, creativo de la reiteración de oportunidades, pero tiene que haber un Estado presente, el Estado tiene que estar presente, no es el Estado de los 60 o 70, es otro Estado, un Estado con intervenciones inteligentes, que permitan descubrir las asociaciones que corresponde con el sector privado, pero también un sistema regulatorio que permita, entre otras cosas, hacer frente a los intereses corporativos que en democracias son muy poderosos y limitan muchas veces la acción y la gestión pública.
La idea de un nuevo Estado redefinido a partir de ese tipo de programas me parece de una enorme importancia y creo que es válido en todas partes. Estamos viendo unos proyectos de crear un instituto en San Pablo, que surgió hace pocos meses, sobre la reforma del Estado. Hay que repensar al Estado con las características que debe tener, es un Estado regulador, habilitador sobre todo de la gente para poder insertarse en la dinámica productiva, y es un Estado compensador de los sectores desamparados. Pero no es un Estado ineficiente o impune que ampare la falta de transparencia en la corrupción. Yo no discuto si es un Estado más grande o más pequeño, en el fondo ése es un problema de segunda importancia. Lo más importante es que tenga esas características de Estado regulador, habilitador y compensador y que al mismo tiempo evite ser ineficiente o impune.
En el tercer frente de esa revisión de paradigma incremental es la inserción internacional. Los próximos meses, en los próximos años este país y toda América Latina van a tener que tomar decisiones que de alguna manera van a marcar la historia de nuestros países por décadas, es la inserción internacional; aquí quiero decir lo que siempre creí y sigo creciendo: creo que la integración regional es un elemento fundamental dentro de nuestras estrategias. Y digo esto cuando veo estos fenómenos asiáticos, somos el 8 por ciento de la población del mundo, somos 500 millones frente a 2.300 entre la India y China; tenemos que tener conciencia, y creo que en ese sentido hay que hacer una integración regional profunda y tirar en todas las direcciones, el ALCA, la Unión Europea, Asia, creo que América Latina tiene que abrir puertas unida en negociaciones comerciales y asentar alianzas que nos permitan navegar en este mundo cada vez más complejo y donde realmente si no nos subimos a la dinámica o al carro, vamos a quedar fuera de los vagones del tren de la historia.
Éstas son las cosas que me inquietan como reflexiones a integrar con ustedes. Creo que esos tres frentes, una gestión macroeconómica con orientación social, las relaciones Estado-mercado y una inserción internacional inteligente son tres elementos sobre los cuales yo definiría el paradigma incremental.
Antes de terminar debería decir que no olvido que estamos en un mundo integrado, por tanto si seguimos con este mundo con relaciones comerciales injustas y el proteccionismo que conocemos en todas partes, vamos a tener limitantes muy importantes en cualquiera de las opciones. Si al mismo tiempo seguimos con un mundo internacional con una arquitectura financiera que sigue siendo débil y los mercados siguen sueltos de una manera u otra, ahí también debemos que tener una reflexión para otro momento.
Por último retomo un tema que mencioné antes: todos estos temas van a tener un gran impacto en la calidad de la política de nuestros países. Los sistemas políticos van a estar demandados por enormes problemas que provienen de esa nueva realidad internacional, de esa nueva realidad regional y ahí así que es un desafío sobre el cual no tengo mucho para decir, solamente digo que así como estamos hablando de modernizar estructuras económicas o de modernizar las políticas sociales, también hay que modernizar los sistemas políticos para de alguna forma responder a todo eso.
No tengo más nada que contarles, esas reflexiones responden más que nada a mi experiencia personal, ha sido muy grato estar con ustedes aquí hoy. Muchas gracias".
(Aplausos.)
Cobertura especial del Seminario con los audios y transcripciones de todas las conferencias.