Análisis Económico

El crédito al consumo en Uruguay: las principales cifras y los posibles impactos de la rebaja del IVA a los gastos con tarjetas

Análisis del economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte.


(emitido a las 8.47 Hs.)

EMILIANO COTELO (EC):                                                                                        
En los últimos días la agenda política tuvo un centro de atención en el proyecto de ley que rebaja dos puntos de IVA a los gastos realizados con tarjetas de crédito y débito. Como ustedes saben, ese proyecto despierta dentro del Gobierno varios debates.

En ese marco, nos pareció oportuno dedicar nuestro espacio de análisis económico de hoy a este tema. ¿Podría este cambio propuesto terminar alentando un mayor endeudamiento? ¿Qué impactos se pueden esperar en la distribución del ingreso? Con estas preguntas sobre la mesa, en seguida, el diálogo es con el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte.     

Quizás sea bueno comenzar ubicando a los oyentes con algunos números clave. ¿A qué ritmo aproximadamente está creciendo el crédito al consumo?

 
PABLO ROSSELLI (PR):
En realidad no existe una única fuente de información que consolide todas las cifras de los bancos, administradoras de crédito y otras empresas financieras no bancarias. Sin embargo, en base a cálculos que realizamos en nuestra firma con datos a setiembre, estimamos que el stock de crédito al consumo aumentó cerca de 35% cuando se compara con un año atrás. Por lo tanto estamos viendo tasas de crecimiento bien importantes. Si descontamos el efecto de la inflación, el crecimiento del crédito es de 27% en términos reales en el último año.


EC: Está claro entonces que el crédito viene creciendo fuerte. Ahora,  ¿cuánto deben las familias?


PR: Cuando hablamos de crédito al consumo nos estamos refiriendo a los créditos tomados a través de tarjetas de crédito y a los préstamos que toma la gente en los bancos y en empresas no bancarias con la finalidad de atender gastos más o menos frecuentes (por eso les llamamos de consumo). En cambio, dejamos de lado lo que son préstamos para vivienda (hipotecarios).

Hecha esa aclaración, podemos decir que el stock de crédito al consumo en setiembre se ubicó en torno a US$ 3.200 millones.


EC: ¿Y cómo se reparte ese financiamiento entre bancos y otras instituciones?

PR: De los US$ 3.200 millones de crédito al consumo que tenemos en el país, unos US$ 2.300 millones pertenecen a los bancos (1.500 millones al BROU y unos 800 millones a los bancos privados). Las empresas financieras no bancarias acumulan algo más de US$ 900 millones de préstamos al consumo, un valor inclusive superior al de los bancos privados.

A su vez, de esos US$ 3.200 millones la gran mayoría (alrededor de US$ 2.500 millones) son préstamos personales que se amortizan a lo largo de varios meses. El resto, unos US$ 700 millones, son gastos financiados con las tarjetas de crédito. El predominio de los préstamos amortizables se debe esencialmente a la presencia del BROU y de las financieras no bancarias. En los bancos privados es más importante el negocio de tarjetas de crédito.


EC: Un tema que surge con frecuencia al observarse la expansión del crédito es si al final no hay un riesgo de que se caiga en una situación de exceso de endeudamiento de las familias, como la que se vivió antes de la crisis de 2002. ¿Cómo están viendo ese tema?


PR: Si miramos la evolución del crédito en relación al PIB, encontramos un aumento en los últimos años. Es decir que el crédito ha subido más rápido que la producción y que los ingresos de la población.

Sin embargo, ese crecimiento se dio a partir de niveles muy reducidos en los años anteriores. De hecho y aunque subió, el crédito al consumo se sitúa en torno de 7% del PBI. Es un nivel relativamente alto en términos históricos pero inferior a lo que se observa en otros mercados comparables como Chile o Colombia.


EC: ¿No hay entonces un riesgo importante de que esto se vuelva un problema ante un escenario que se torne más negativo?


PR: A nuestro juicio y a partir de los niveles actuales de endeudamiento, no observamos un riesgo importante. Aunque, lógicamente, si el crédito continuara subiendo a tasas de dos dígitos en términos reales por un tiempo largo, esa conclusión seguramente cambiaría. Pero el nivel actual de endeudamiento luce a nuestro juicio sostenible. A diferencia de lo que ocurría a fines de los 90, el crédito a las familias está fuertemente desdolarizado.

Por último, aunque no hay datos precisos de cuánta gente tiene créditos –y es un dato relevante porque no es lo mismo si ese dinero se le presta a unos pocos que si se reparte entre más personas– a nuestro juicio es razonable pensar que el crédito está bastante más repartido en términos de personas en comparación con fines de la década de los 90.


EC: Ahora, ¿qué impactos puede tener el proyecto de ley que rebaja el IVA? Una de las preocupaciones es que se termine alentando el endeudamiento de un modo excesivo.


PR: A nuestro juicio, la reducción de dos puntos de IVA no plantea un riesgo de estimular en forma desmedida el endeudamiento de las familias.

Las cifras que marcábamos antes muestran que el crédito es esencialmente crédito bajo la forma de préstamos amortizables. El crédito generado con tarjetas se corresponde con una parte relativamente pequeña del endeudamiento total (700 millones en 3.200 millones de dólares).

La rebaja del IVA aplica tanto a tarjetas de crédito como de débito. No pretende estimular el crédito de por sí, sino alentar el pago con medios electrónicos como una manera de promover una mayor formalización de la economía. De todos modos, por ahora al menos, el uso de tarjetas de débito es muy reducido; en 2010 se hicieron pagos por unos 80 millones de dólares solamente. Por lo tanto, debemos asumir que los efectos que pueda tener esta medida en términos de alentar el uso de tarjetas operarán por ahora a través de las tarjetas de crédito.

De todos modos, a nuestro juicio es claro que el impacto de la medida será muy pequeño.


EC: ¿Por qué?


PR: Esta medida se enmarca en dos objetivos. Por un lado, hay un objetivo político de reducción del IVA, que tiene que ver con los compromisos que asumió el Gobierno y sobre el cual no tenemos mayores elementos que aportar desde esta perspectiva técnica. Por otro lado, esta medida es una de varias que el equipo económico plantea para formalizar más la economía.

El conjunto de medidas que está en discusión puede tener un impacto acumulativo a lo largo del tiempo relativamente importante. Pero si miramos esta medida aisladamente, es claro que por sí sola no fomentará de manera muy importante el uso de las tarjetas. Por una razón simple, una reducción de 2 puntos de IVA sobre el precio de un producto que está gravado a la tasa de 22% supone un descenso de precio de 1,6% aproximadamente. Se trata de una reducción pequeña como para que pensemos en cambios importantes en los hábitos de uso de las tarjetas; pequeña para que pensemos que la gente consuma más o termine financiándose más.

Y por la misma razón, es una modificación pequeña como para pensar que esta medida puede incrementar mucho el negocio bancario. Los bancos ya están haciendo muchos más esfuerzos –vía promociones– para alentar el uso de sus tarjetas.


EC: Para terminar, otro aspecto de debate está en torno de los efectos que tendría o que no tendría esta medida en la distribución del ingreso. ¿Cómo ven ese tema?


PR: Creo que es saludable que el país discuta sobre la necesidad de mejorar la distribución del ingreso. El país debe procurar que el crecimiento económico permita mejorar las condiciones de vida de un conjunto numeroso de la población y que los frutos del crecimiento conduzcan a una mayor igualdad social.

De todos modos, el debate de estas semanas está a nuestro juicio muy desenfocado. Modificar la distribución del ingreso toma tiempo. La perspectiva académica y la evidencia empírica muestra que es bastante más potente lo que se puede lograr por la vía de la asignación del gasto público en cantidad y calidad que por la vía de cambios tributarios. Eso no quiere decir que los gobiernos no deban procurar actuar sobre la distribución del ingreso también con los impuestos. Pero el impacto del camino tributario es moderado aun cuando se establecen modificaciones tributarias significativas. Toda la reforma tributaria del 2007 tuvo impactos moderados. Cambios marginales como los que se discuten en estos días no pueden tener efectos significativos en la distribución del ingreso.


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