La economía uruguaya en 2011: balance y desafíos
Análisis del economista Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte.
(emitido a las 8.40 Hs.)
JUAN ANDRÉS ELHORDOY (JAE):
Se acerca fin de año y es tiempo de balances. Hoy les proponemos poner el foco en los aspectos más destacados de la economía uruguaya en 2011 y en pensar cuáles son los desafíos que quedan planteados para el año próximo. En seguida, el diálogo será con el economista Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte.
¿Cuáles fueron a juicio de ustedes los hechos más sobresalientes de 2011 en materia económica?
PABLO ROSSELLI (PR):
Este año fue un año de sobresaltos a nivel internacional, pero si miramos las grandes variables de la economía uruguaya fue un año de pocas sorpresas.
En materia de crecimiento estamos cerrando otro año muy bueno. No tenemos disponibles las cifras oficiales de cierre de 2011 recién conocimos los datos del tercer trimestre pero es probable que el PIB haya crecido algo más de 6% en la medición promedio 2011 versus promedio de 2010. Eso es algo menos de lo que había crecido la economía en 2010, pero la desaceleración era bien esperable a partir de algunos elementos extraordinarios que afectan la medición del PIB. De hecho, destacaría que ese 6% que estamos estimando para 2011 es superior a la tasa de crecimiento que en general proyectábamos los analistas económicos al inicio del año. Si miramos la encuesta de expectativas del Banco Central de diciembre del año pasado vemos que la mediana y el promedio de respuestas estaban en torno de 5,1%, aproximadamente un punto por debajo de lo que finalmente observaremos.
Ese crecimiento económico, a su vez, vino de la mano de un dinamismo importante del mercado laboral y la tasa de desempleo terminó siendo un poco más baja de la prevista.
JAE: Sí, de hecho, estamos en niveles mínimos de desocupación.
PR: Es cierto. El desempleo promedio anual probablemente va a estar en torno del 6% de la población económicamente activa, que es un registro sin precedentes cuando miramos la historia de nuestro país en por lo menos los últimos treinta años. La tasa de empleo, a su vez, se ubica alrededor del 60% de la población en edad de trabajar. Esa cifra también es récord para Uruguay y se destaca a su vez cuando comparamos con otros países. Son pocas las economías en las cuales se ve una proporción tan alta de gente en el mercado laboral.
JAE: ¿Cómo evalúan ustedes el aumento del salario real en este marco?
PR: Estamos cerrando otro año de crecimiento muy firme del salario, probablemente con un promedio de 4% en términos reales. Eso se deriva en parte del contexto de dinamismo económico y de muy bajo desempleo que comentábamos antes, pero se enmarca también en lo que fueron los resultados de la última ronda de Consejos de Salarios, donde se establecieron ajustes bien importantes.
El encarecimiento del factor trabajo para las empresas no ha impedido que el empleo siguiera creciendo este año, pero como hemos comentado otras veces en este espacio nosotros tendemos a pensar que allí la economía puede tener un flanco de vulnerabilidad relativamente importante. La mayoría de los convenios no tiene cláusulas de salida automáticas y si se prolonga un contexto internacional adverso la rigidez en las relaciones laborales puede convertirse en un problema muy relevante.
Esta es una preocupación bastante generalizada entre los empresarios y es probablemente uno de los factores que está erosionando el clima de expectativas. De hecho, llama bastante la atención que estamos cerrando un año muy bueno en materia de crecimiento económico y aun así se advierte un deterioro bastante claro del contexto de expectativas empresariales. La encuesta que realizamos en Deloitte en setiembre marcó un cambio claro de tendencia y encuestas posteriores confirmaron esa situación.
JAE: ¿Ese cambio puede deberse al contexto internacional más negativo que tenemos actualmente?
PR: El deterioro del marco internacional seguramente es un elemento importante, pero tendemos a pensar que no es el origen del cambio de expectativas, al menos no de forma preponderante y directa. De hecho, en nuestra última encuesta de expectativas el 44% de los consultados respondió que cree que el país está bien preparado para un escenario negativo y sólo un 2% sostuvo que el país está mal preparado. El resto de las respuestas señaló que el país estaba más o menos preparado, es decir, con puntos fuertes y débiles. Pero casi no hay respuestas que digan que el país está mal preparado para enfrentar el contexto internacional. Además, la mayoría de las empresas entiende que la crisis internacional tendrá efectos moderados o pequeños en sus empresas y la mayoría de las empresas no está cambiando de manera importante sus planes de inversión.
Con esos elementos, tenemos que concluir que el deterioro de las expectativas tiene probablemente causas muy diversas, desde la disconformidad de la gestión del Gobierno en temas clave como la educación y la seguridad hasta aspectos relacionados con posibles cambios en las reglas de juego. Pero en línea con lo que comentaba antes, las relaciones laborales parecen ser un elemento fundamental. En ese sentido, es posible que la incertidumbre internacional esté reforzando la preocupación por el costo salarial creciente, pero en las respuestas a la encuesta de Deloitte también aparecen preocupaciones por la conflictividad sindical y por la poca flexibilidad que tienen las empresas para gestionar su mano de obra.
Aquí hay un desafío grande para el país en los años venideros, porque en una economía que opera prácticamente en pleno empleo, la flexibilidad de las empresas para trabajar en pro de mejoras de productividad es clave para que puedan sostenerse tasas de crecimiento económico fuertes.
JAE: Queda claro ese punto. Para terminar, te pregunto por la inflación. Estamos cerrando el año con un aumento de precios cercano al 8%. ¿Qué evaluación hacen ustedes?
PR: Es una inflación más alta que la que esperábamos a principios del año, tanto nosotros como el mercado en general. Volviendo a la encuesta de expectativas del Banco Central de diciembre del año pasado, vemos que las respuestas de los analistas apuntaban a una inflación de 6.8% para el cierre de 2011, bastante más baja que lo terminó siendo.
En términos de balance, parece bastante claro que tenemos un régimen de objetivos de inflación que en general no se cumplen. La razón de ser del régimen es alinear las expectativas de los agentes a efectos de la fijación de precios y de salarios en la economía. Pero si la meta se incumple de manera más o menos sistemática, como de hecho está ocurriendo desde hace varios años, la meta pierde credibilidad y por lo tanto el régimen va perdiendo sentido.
A nuestro juicio el Gobierno debería inclusive apuntar en el mediano plazo a niveles de inflación más bajos que la meta actual en torno de 3% o 4% anual porque niveles relativamente altos como los actuales desalientan una desdolarización más rápida de la economía y continúan obstaculizando el desarrollo de un mercado de crédito de largo plazo en moneda nacional.
Ahora, si realmente queremos procurar tener una inflación más baja, dentro del rango meta en forma sostenida en el tiempo, a nuestro juicio es inevitable pensar en una moderación importante de los ajustes salariales. Si los salarios continúan subiendo a razón de 10% anual (o más) será muy difícil tener una inflación más moderada y será difícil evitar nuevas subas de los costos internos medidos en dólares.
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