A partir de los datos del primer semestre de 2017, pero mirando también la tendencia, hay menos empleo, menos actividad y mayor desempleo respecto a un año atrás. De hecho, el desempleo podría ser mayor si la tasa de actividad no estuviera cayendo. En definitiva, el mercado laboral sigue sin recoger la mejora económica de los últimos trimestres.

Este divorcio no responde a un único factor. Sin embargo, uno de los principales motivos detrás de la recuperación sin empleo está en la asimetría del crecimiento. En otras palabras, son pocos los sectores dinámicos que empujan la actividad, y además son sectores con baja concentración de mano de obra. Un caso ilustrativo es el de las comunicaciones, que si bien ha sido el que más ha crecido en los últimos años, sólo representa un 2,4% del total del empleo. En la misma línea se ubica el sector de Suministro de Electricidad, Gas y Agua, que representa aún menos empleo.

Por otra parte, también contribuyen a este desacople el hecho de que la recuperación sea reciente y de que esté acompañada de un aumento importante de los salarios reales (que con la fuerte moderación inflacionaria vuelven a crecer en torno al 4% interanual). Ambas cosas podrían estar determinando una estrategia más cauta de contratación por parte de las empresas, que todavía están enfrentando márgenes apretados (o se procesa el ajuste por cantidades o se procesa por precios).

Es por este motivo que hoy no existe la percepción de formar parte de una economía que está creciendo a un ritmo superior al 4%, como evidencian los indicadores de confianza que siguen en una zona de moderado pesimismo. 

Pensando en que el crecimiento económico está muy recostado sobre el consumo privado (70% en el primer trimestre) y que la mayor parte de su impulso está explicado por la apreciación del tipo de cambio (que apuntala los bienes de consumo durables), la recuperación del mercado laboral pasa a ser clave para darle continuidad al proceso de repunte.