El árbol y el bosque A propósito del incidente Valenti-Villar
Por Emiliano Cotelo
(emitido a las 07.35 Hs.)
José Villar y Esteban Valenti se tomaron a golpes de puño en la puerta del estudio principal de El Espectador, donde se cruzaron ayer a las 9 y media de la mañana.
El episodio corrió como un reguero de pólvora y al rato ya se hablaba de él en algunos portales de internet, mucho antes de que nuestra propia radio informara de lo sucedido.
Como las versiones que circularon estaban plagadas de errores, en la tarde Espectador.com difundió una crónica que, aunque era breve, ponía cuidado en mantenerse lo más fiel que fuera posible a lo que había pasado.
Por si ustedes no leyeron esa nota, la resumo.
José Villar, uno de los candidatos del Partido Colorado a la Intendencia de Montevideo, y el publicista Esteban Valenti, del Frente Amplio, se tomaron a golpes de puño, cuando el primero salía del estudio de radio El Espectador tras participar en la entrevista central de En Perspectiva y el segundo ingresaba para salir al aire en La Tertulia de los Jueves.
El incidente se produjo durante la tanda comercial que separa ambos espacios. Tres de los contertulios (Valenti, Daniel Chasquetti y Alejandro Abal, que ayer sustituía a Antonio Mercader) entraron al estudio cuando Villar se preparaba para retirarse mientras dialogaba informalmente conmigo sobre algunos temas que se habían tratado en el reportaje. Como suele ocurrir en estos casos, hubo saludos y algunos comentarios, salvo entre Valenti y Villar, que no se dirigieron la palabra.
Cuando Villar se acercaba a la puerta, Chasquetti le sugirió que escuchara la queja que Valenti iba a realizar contra la Intendencia por el atasco de tránsito que ocurría a esa hora en la avenida Sarmiento debido a una poda de árboles. Yo hice notar que Villar y Valenti no se llevan bien, al punto que ni siquiera se habían saludado esa mañana. Fue entonces que Villar, mirando de reojo a Valenti, acotó: "¡Qué voy a saludar a este personaje!". Valenti, que estaba a punto de tomar asiento, reaccionó instantáneamente y, poniéndose cara a cara con Villar, le retrucó: "¿Y vos qué te creés que sos?"
A continuación todo sucedió en muy pocos segundos: un empujón de Valenti, un cabezazo de Villar y un rápido intercambio de golpes hasta que los dos fueron separados por quienes los rodeaban. Mientras Chasquetti llevaba a Villar hacia la salida y Abal convencía a Valenti de que se ubicara en su butaca para empezar la tertulia, Fernando Scrigna se incorporaba al grupo, pidiendo disculpas por su retraso y cuestionando también la poda inoportuna, pero sobre todo desconcertado por el ambiente tenso que todavía se palpaba.
Casi no hubo tiempo de explicarle lo que había ocurrido porque en ese momento terminó la tanda, se abrieron los micrófonos y yo di la bienvenida a los integrantes de la mesa para pasar luego al debate, que ayer iba a centrarse por completo en la Universidad de la República.
Fue, ciertamente, un episodio desagradable y lamentable. Cada uno de los dos protagonistas tendrá que explicar su comportamiento. Cada uno de ellos debería pedir disculpas por su descontrol.
Fue una pena, sin duda.
Pero yo prefiero encararlo desde otro ángulo, más optimista.
Este enfrentamiento violento de ayer entre Valenti y Villar es sólo una mancha en una larga historia de pluralismo y tolerancia que caracteriza a los encuentros que se dan en los micrófonos y también en los pasillos de radio El Espectador en todas las mañanas.
Ustedes saben: En Perspectiva se ha planteado desde siempre como un programa periodístico independiente que da cabida a todas las voces. Pero en particular, cuando en el año 2001 creamos La Tertulia, nuestro objetivo principal fue fomentar el diálogo civilizado entre seres humanos que militan en diferentes posiciones políticas, ideológicas y religiosas.
Y, francamente, nos sentimos satisfechos con el resultado. Durante estos nueve años las discusiones de la tertulia demostraron que las opiniones divergentes no tienen por qué laudarse a las patadas.
No era algo obvio a priori. Pero en esas mesas se comprobó que es posible que alguien cambie su postura si otro pone en juego argumentos contundentes y que siempre hay espacio para la sorpresa porque las personas de cabeza abierta no necesariamente dicen lo que los prejuicios nos hacen creer que van a decir. Nos consta, además, que a los oyentes estas polémicas les hacen ver razones que tal vez no conocían, que eventualmente les modifican sus posturas previas... pero que, sobre todo, los ayudan a pensar.
Estas consecuencias de La Tertulia nos llenan de orgullo. Pero no son las únicas. En el balance también hay que computar lo que no se escucha al aire.
Por ejemplo, es muy larga la lista de contertulios de partidos distintos que no se conocían antes de integrar una de nuestras mesas y que con el correr del tiempo se han hecho verdaderos amigos. E incluso, más de una vez pasó que, a partir de ese tipo de vínculos, se tendieron algunos puentes interesantes entre el gobierno de turno y la oposición del momento.
Pero además, como la tertulia viene a continuación de la entrevista central, es muy frecuente que durante la tanda de las 9 y 30 se produzcan encuentros muy estimulantes entre el invitado que se va y los cuatro contertulios que llegan. Y fueron muchas, pero muchas, las veces que en torno a la puerta del estudio se produjeron aproximaciones imprevisibles, en un mano a mano provechoso que nos enriquecía a todos. Agrego que hubo reuniones importantes que se combinaron en estos tres o cuatro minutos que dura la pausa. Y también hubo casos de reencuentros personales que fueron propiciados por ese cruce inesperado entre un espacio y otro.
Ayer, ese cruce salió mal. Yo francamente no tenía presente que existía una enemistad previa entre Valenti y Villar. Recién lo recordé cuando el propio Villar me lo comentó al final de la entrevista. Lo cierto fue que bastó una frase cualquiera, dicha con inocencia, para que se disparara un choque lamentable. Como también ocurrió alguna vez dentro de las propias tertulias que una polémica subía excesivamente de tono o ingresaba en el terreno personal y dejaba heridas que había que salir a zurcir esa misma mañana o con el correr de los días.
Pero han sido las excepciones. Podría decirse que unos pocos árboles maltrechos. Y yo me quedo con el bosque completo, ese ambiente de convivencia saludable y sin anteojeras que nos ha hecho mejores a todos nosotros en estos años.
Por eso ayer, cuando terminó la tanda de las 9 y media, yo no mencioné nada de lo que había pasado. Si hablábamos de la pelea seguramente armábamos un circo ruidoso y de buen rating. Pero yo preferí no perder ni un minuto del tiempo que teníamos para discutir nuestra agenda de la tertulia de ayer. Estaba y estoy seguro que de esa manera hacíamos un servicio público mucho más constructivo.
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