Cuentos ganadores de la edición de octubre del Concurso de cuentos breves de La Tertulia de los Viernes
La consigna este mes era escribir un cuento que llevara como título "Una historia que cambió mi vida"
Autores de los cuentos nominados
1. BUITRE NEGRO
2. CABALLO
3. DON VIEJO
4. QUIQUE
5. REDDING
6. TEO
Cuentos preferidos del jurado
Seudónimo: Buitre negro
 Elegido por Mauricio Rosencof
Recuerdo poco de esa noche. El ruido de las botas. El sonido de cada pisada es espeso, aturde, de a poco se va transformando en miedo. El llanto de mi madre a mi lado se hace eco en el silencio de la casa, que se va impregnando de vacío.
Más de treinta años después la casa y el alma se fueron vaciando de ese vacío y llenándose de recuerdos inconclusos, algo melancólicos quizás, pero cada vez más repletos de amor por mi padre.
Creo que el día que se lo llevaron marcó mi vida.
Â...Â...
Seudónimo: Caballo
 Elegido por Carlos Maggi
Una historia que marcó mi vida y se despierta a mi lado todas las mañanas.
Â...Â...
Seudónimo: Juan
 Elegido por Juan Grompone
Inteligencia me pisa los talones.
Entro al apartamento que,
por seguridad,
nadie mas debía conocer.
Respiro profundamente,
mi último minuto,
ante la ventana abierta que nunca abrí.
......
Seudónimo: Amaia
 Elegido por Matilde Rodríguez Larreta
Me resisto, por naturaleza, a los cambios tecnológicos, pero el celular me pudo, dado que me estaba quedando atrás respecto de mis relaciones. Sin cámara ni otros chiches de los que reniego, lo heredé de alguien que se cambiaba a un modelo más avanzado.
Ahora vamos a lo que fue para mi un ANTES y un DESPUÉS: era Navidad, hace unos años, había gente joven, y sorprendí a una chica a quien le llegaba un SMS desde Paris.
Yo, con dos hijos en Europa, hice la prueba silenciosamente: contacté a cada uno de ellos, y digité: Si me recibís, contestame SI. Recibí dos SI, y la emoción que me sacudió fue tremenda: ahí los tenía, sus palabras en mis manos. Lágrimas en los ojos, fui la persona más feliz de la reunión.
Cuentos finalistas
Seudónimo: Quique
Quique Bidondo recordaba claramente cuando el Pelusa los separó:
Â"Seriamos 5 o 6 chiquilines. No teníamos más de 10 o 12 años. Quizás el Tatú chico le erró a la pelota y le pegó a Jorge, no recuerdo bien por que ya estaba oscureciendo, de pronto todos a las piñas.
- ¡Paren botijas! ¡que hacen! ¿Son amigos o no? gritó enojado el Pelu.
Vení Enrique, vos que siempre decís la verdad, contá qué pasó, me dijo luego de separarnos.
Recordarlo 6 décadas después me emociona ¡Vos que siempre decís la verdad! Es que esa frase se me agregó al adn. Me poseyó en la inocencia, se radicó en mí y me marcó. Claro; el Pelu era el mejor, todos queríamos parecernos a él cuando fuéramos grandes. Me escuchó el Pelu, que era como el padrino de la barra, acarició mi cabeza. ¡Bien Quique!
Me trajo muchos problemas decir siempre, que pude, la verdad, y cuando no lo hice me dolió. Sé que nadie me cree que no miento, tampoco yo. Lo que nunca pude saber es ¿Cómo sabía el Pelu algo que ni yo sabía?Â"
Â...Â...Â...Â...
Seudónimo: Â"ReddingÂ"
Otra mañana en la escuela. La maestra lo sabía, pero su silencio retrasó mi dolor. El pizarrón, en su ángulo superior derecho indicaba: Â"hoy es martes 5 de noviembre de 2002Â". Un día como cualquiera, pero diferente a los demás; sin saber por qué exactamente. Eran tiempos convulsionados y el pequeño pueblo en que vivía no estaba ajeno a esa conmoción. Supongo que con once años eso no captaba demasiado mi atención.
Era muy aplicado en la escuela, pero ese día apenas fui alumno de la distracción. Algo me aquejaba. Me senté en el banco que no me correspondía sin que la maestra se opusiera. ¿Acaso eso debía alarmarme? No, ella solía ser benevolente. Pero su actitud de mujer amable no disimulaba que algo escondía. No salí al recreo, sólo esperé la hora de salida.
Como siempre, luego de caminar sólo una cuadra llegué a casa a las 14:30. Mamá salió a recibirme y al ver su cara lo entendí: abuela, -hasta entonces en pie de guerra con su enfermedad-, había muerto. La maestra lo sabía.
Cuento ganador
Seudónimo: Don Viejo (*)
Una tarde helada allá por junio de 1904, llegué al Paso del Gordo con una caballada que había mandado a rejuntar el Gral. Saravia, y cuyo destino eran unos campos al otro lado del Tarariras, en Cerro Largo. Llovía, el paso crecido. Volví sobre el camino y en unas mangas de piedra dejé la tropilla. Cerca, un panteón nuevo, sin uso, con capilla, y un portón de rejas. Manié el caballo, entré, hice fuego. Caña y churrasco más tarde. A la medida moche, calculo, se apareció a la orilla del fuego y cortó grueso un pedazo del asado. Era vieja, desdentada, sucia y andrajosa. Tantié la daga; me miró a los ojos y dijo, Â"nos vemos en TupambaéÂ", después me heló la sangre con un beso, dio un grito de loca y desapareció. La volví a ver de cerca el 25 por la tarde, revisando el campo de batalla. Había juntado más de 200. Pero yo ya iba rumbo a Melo, con una herida de Mausser. Marcó mi vida.
(*) - Autor: Alejandro Cristiano.
C.I 1.570.655
Melo - Cerro Largo