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Internet, quinta y montañas

Teletrabaja desde fines de los 90. De hecho, fundó una academia para enseñar matemáticas por Internet en 2001. Así, fue uno de los "pioneros" del trabajo en línea en Uruguay. Hoy, Nicolás Erdody se dedica a desarrollar proyectos y captar inversiones para la compañía en la que trabaja. Pero vive en el medio del campo y en Nueva Zelanda. ¿Teletrabajo?. "Para mí está incorporado. No concibo otra forma de trabajar", dice.

Hizo la escuela en Treinta y Tres, terminó el liceo en el "Zorrilla" y después de la crisis decidió cambiar de país. Pero mantuvo su confianza en las posibilidades de la web. Hoy vive en una casa entre las montañas, a 13 kilómetros del pueblo donde está su "central de operaciones": Oamaru. Allí también estudian sus tres hijos y trabaja su esposa.

"Me llevó cuatro meses conseguir el primer trabajo regular que me permitiera sacar el ´work permit`  y dejar de ser turista: profesor de Matemática. (...) Di clases en un Politécnico, creé un curso-taller para las Community Classes del High School acerca de como crear empresas y a partir de ese curso contacté a quienes me emplearon luego", contó en un artículo publicado en Redota.com.

Erdody ofrece, a través de Internet, opciones para "inversores de riesgo" que pueden estar en cualquier lugar del mundo. "Para mí lo más importante es la banda ancha y el teléfono", asegura. Incluso decidió dedicar tiempo de sus vacaciones para explorar las nuevas posibilidades que le depara su laptop con conexión inalámbrica y los "celulares para videomensajes".

Su puesto actual se llama startup manager. Implica que está a cargo de desarrollar proyectos y empresas para ampliar la cartera de actividades de su compañía. "Manejo un fondo de inversión directa en alta tecnología, empresas basadas en  conocimiento y que se comercializan directamente por Internet", explica.

En este momento, figura como el contacto para invertir en una firma que se dedica a las construcciones prefabricadas. En el sitio web de su empresa, New Zealand Venture Capital Association, figuran algunas condiciones de la inversión. Por ejemplo, un mínimo de dinero para  invertir: 15.000 (dólares neocelandeces). Y unas zonas de preferencias geográficas: Nueva Zelanda  Australia y Latinoamérica.

"Tengo un sueldo fijo que me permite mantener a mi familia, y a medida que los proyectos se transforman en empresas que den ganancias, tendré participación en ellas", explica.

A pesar de las posibilidades de la tecnología, a veces no tiene más remedio que trasladarse y alejarse de su jardín; donde también tiene "muchas cosas para cuidar".

"Si necesito algo concreto (firmar un contrato o conocer un proyecto) tomo mi auto, manejo 250 kilómetros hasta el aeropuerto de Christchurch, dejo el auto en el aeropuerto y me tomo un avión que a la mañana siguiente me deja en Los Ángeles o en Hong Kong o en donde precise. El resto se hace online", asegura.

En su opinión, la gente ya no tiene tiempo para verse todos los días. Y cuenta: "Mañana viene a verme una persona de Auckland para una reunión de negocios que confirmamos hace dos meses. (...) En enero me reúno con una gente con la que vamos a participar en la misma empresa. Hace seis meses que estamos en negociaciones. En ese tiempo, al principal sólo lo vi una vez, cuatro horas, en una ciudad que nos quedaba cerca a los dos. El resto: teléfono, e-mail, fax...".

Incorporar la tecnología al trabajo, resume Erdody, es una cuestión más que nada de mentalidad.