Argentina Uruguay, ¿cómo salir del pantano?
Por Emiliano Cotelo.
(Emitido a las 08.40).
Estoy de acuerdo con lo que dijo el viernes aquí, EN PERSPECTIVA, el politólogo argentino Rosendo Fraga. Al analizar la marcha del diferendo entre Argentina y Uruguay por las plantas de celulosa, Fraga opinó que el diálogo bilateral ya está agotado y sugirió que la única forma de desbloquear la situación es recurrir a un mediador.
El diagnóstico de Fraga sobre el diálogo bloqueado, que pudo sorprender en ese momento, se ha ido consolidando en los días siguientes. El propio canciller uruguayo, Reinaldo Gargano, se pronunció en términos parecidos este domingo. Y el final del trabajo de la comisión técnica binacional vino a confirmarlo el lunes.
La discusión sobre el tema de fondo se ha vuelto una conversación entre sordos y la polémica política está saturada de declaraciones y gestos infelices -no sólo del lado argentino- que han ido construyendo un pantano diplomático perfecto.
Eso es clarísimo. Pero lo más interesante del comentario de Rosendo Fraga fue su propuesta, la de recurrir a un mediador:
(Audio)
ROSENDO FRAGA:
"Entonces todo el contexto, la situación, hace que el diálogo esté agotado y si no se busca un árbitro o un mediador aceptado por ambas partes y cuya resolución ambas partes acaten, el conflicto va a seguir escalando.
Hay un antecedente. En 1978 Argentina y Chile vivieron al borde de una guerra por tres islas del canal de Beagle. En ese momento se convocó al Vaticano como mediador, el Vaticano dio una solución y la misma terminó siendo acatada por ambos países. Si no se encuentra una solución de este tipo me da la impresión de que el conflicto va a seguir escalando".
(Fin del audio)
A mí me gustó esta idea porque es ingeniosa y pragmática pero, sobre todo, porque aporta aire fresco a un litigio que se fue de cauce, alcanzó ya límites gravísimos y aún puede llegar a deparar sorpresas más desagradables que las que ya produjo.
La gravedad
Realmente, lo que ha estado ocurriendo en estos últimos meses es muy serio, como quedó de manifiesto este lunes, cuando el presidente Tabaré Vázquez convocó por primera vez a una reunión cumbre a los líderes de todos los partidos políticos.
¿Y por qué digo que es muy serio el escenario de los últimos dos meses? Por muchas razones. Pero yo quiero destacar una.
Cuando lo único que pueden esgrimir es la posibilidad no demostrada- de que las plantas de celulosa provoquen un perjuicio ambiental, para protestar contra esa eventualidad, un grupo de ciudadanos argentinos decidió infligirle a nuestro país un perjuicio real, al cortar el tránsito de personas y de algunas mercaderías por los puentes binacionales.
El contraste es muy fuerte: movilizándose contra el muy discutible riesgo de un daño se provoca del otro lado un daño palpable y concreto.
No sólo se entorpeció de manera evidente el ingreso de turistas en el momento pico de la temporada de verano, sino que se alteró en general la circulación por los puentes del Río Uruguay, afectando el comercio y la actividad particular de miles de personas.
Y lo más grave de todo es que esas medidas, llevadas adelante por militantes entrerrianos, eran fogoneadas claramente por el gobernador de la provincia, Jorge Busti, y toleradas sin disimulo por el gobierno del presidente Néstor Kirchner.
Cuesta aceptar que este tipo de atropellos se prolonguen durante meses en la relación de dos países históricamente amigos pero además socios en el Mercado Común del Sur (Mercosur). De todos modos, estos hechos han tenido la virtud de permitirnos calibrar, en carne propia, qué tipo de gobierno encabeza Kirchner: una administración imprevisible, con frecuentes caídas en la arbitrariedad, que necesita del enfrentamiento para mantenerse.
¿La Haya?
Hace una semana, cuando la pulseada estaba ya muy desgastada, trascendió que Kirchner y Busti habían decidido poner punto final a los excesos. Pero no. Lo que terminaron anunciando fue la decisión unilateral, no consultada con Uruguay- de presentar un recurso ante el Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya. Un camino que, claro, es preferible a una guerra. Pero que, detrás de su apariencia civilizada, abre un nuevo frente de preocupaciones.
¿Cuántos años puede dilatarse ese contencioso? ¿Qué gastos implicará?
Pero además, ¿qué pasa si, en la primera de cambio, Argentina solicita la suspensión provisional de las obras? ¿En qué situación quedarán, en ese caso, los cientos de empleados que ya han sido contratados? ¿Quién les pagará? ¿Y qué será del dinamismo empresarial y comercial que ha hecho resucitar a Fray Bentos y su zona de influencia?
Afortunadamente, ayer la situación tuvo un nuevo giro, cuando desde la Cancillería argentina se indicó que el Tribunal de La Haya es la última instancia que se evalúa.
Hay que cortar la escalada
Parece evidente que se necesita un mecanismo menos dramático, más ágil y expeditivo.
Por eso a mí me suena muy razonable la propuesta de recurrir a un mediador. Porque, como destacaba Rosendo Fraga, el mediador, al buscar una solución, debe integrar factores técnicos y políticos. Y este último ángulo, el lado político de la salida, es muy importante. Porque no sólo hay que salir de este lío llevando tranquilidad sobre el impacto ambiental de estos dos emprendimientos. A esta altura es muy relevante también desarticular este clima enrarecido en que han caído las relaciones diplomáticas entre los dos países y que lamentablemente de a poco va permeando también en el vínculo persona a persona, de un lado y del otro del río. Hoy ya hay uruguayos que sienten un ambiente hostil cuando visitan Gualeguaychú, Colón y otras ciudades del litoral argentino. Y hoy ya hay argentinos que durante su veraneo en balnearios uruguayos se han sentido incómodos por comentarios e indirectas que han recibido de parte de compatriotas nuestros.
¿Tiene sentido que esta escalada siga agravándose?
Por ejemplo, ¿es sano que haya uruguayos, incluso dirigentes políticos, que digan que ya es tiempo de adoptar represalias del lado uruguayo? ¿Es bueno que sigan llegando mails de oyentes que, ahora ya en serio, invitan a organizar un bloqueo comercial a los productos argentinos?
¿Debemos, uruguayos y argentinos, aceptar que nos atrape la ceguera de nacionalismo enfermizo? Las respuestas a esas preguntas me parece que son más o menos obvias.
Yo creo que ya es tiempo de cortar esta espiral antes de que se descontrole. Y una buena manera de intentarlo es que los dos gobiernos retomen el diálogo pero centrándose en la búsqueda rápida de un mediador: un hombre o una institución que genere confianza a ambas partes y a cuyo criterio los dos países acepten someterse.