Viajar en avión aterroriza a más de 200.000 uruguayos
Tener fobia a volar en avión puede ser una limitación para aquellas personas que dependen de viajar ya sea por trabajo o por otras cuestiones. Cerca del 25% de los uruguayos que viajan sufre de un miedo significativo a volar en avión; ¿cuáles son los síntomas de la aerofobia? ¿Por qué surge? ¿Existen formas de superarlo? Lea el informe de Espectador.com
Por Lital Bajarlia, de Espectador.com
Deborah, una montevideana de 42 años, tiene fobia a volar. Esto le trajo complicaciones tanto a nivel laboral, porque su trabajo le requería hacer viajes que no pudo concretar, como a nivel personal, porque en más de una ocasión tuvo la posibilidad de viajar con su familia y no pudo hacerlo. "Íbamos a viajar a Estados Unidos con mi familia y ese mismo día me levanté y dije: `No voy`, y empecé a sacar las cosas de la valija. Mi esposo no entendía nada y me llevaron a la urgencia, donde la doctora que me vio dijo que no estaba en condiciones de viajar", relata.
El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo generado por un riesgo o daño real o imaginario. En algunos casos, cuando éste se activa ante situaciones reales de peligro, ayuda a ser precavidos; en otros provoca gran malestar y quita autonomía.
El miedo a volar no se desarrolla con la misma intensidad en todas las personas. Según estudios realizados en Estados Unidos (extrapolables a Uruguay), aproximadamente el 25% de las personas que viajan posee un miedo significativo a volar. Esto correspondería a 235.615 personas de los 942.461 pasajeros que transitaron por el Aeropuerto Internacional de Carrasco de enero a setiembre de 2009.
De ese 25%, el 15% tiene una preocupación mayor, por lo que, a la hora de viajar, recurre a alcohol o medicamentos, y el 10% posee un temor tan profundo que directamente trata de evitar volar.
¿Qué es la fobia? La fobia puede ser definida como un miedo intenso y sumamente irracional, que hace que quien la padezca quiera evitar la situación, pues, a diferencia de quien tiene un miedo común, el fóbico no es capaz de enfrentarlo racionalmente, sino que busca huir de esa realidad.
Normalmente, este miedo no se experimenta únicamente durante el vuelo; existe una etapa previa, donde el individuo comienza a anticipar el acontecimiento, preocupado por lo mal que lo pasará o por los problemas que se le podrán presentar durante el viaje.
Esto lo conduce a sentir gran intranquilidad, malestar físico y psicológico.
Gastón, 25 años, convive con esta fobia desde chico. Eligió como destino de su luna de miel Buenos Aires, porque otros países hubiesen significado tener que enfrentarse a la situación de viajar en avión. "Yo dije: `Bueno, capaz que hago el esfuerzo`, pero después me di cuenta de que me iba a arruinar, porque en vez de pensar en el casamiento iba a estar pensando continuamente en que tenía que irme después en avión. Entonces dije: No, me voy a arruinar el casamiento, vamos a hacer algo acá nomás", cuenta.
"Yo necesito asimilarlo. A mí me dicen `tenés que viajar mañana´ y me muero", admite, por su parte, Mateo, un estudiante de Economía de 23 años que cada viaje lo realiza muy medicado, con el fin de estar lo menos consciente posible durante el vuelo.
¿Por qué surge la aerofobia? La aerofobia es generada por diversas causas; depende de la persona. Gabriela Servetti, licenciada en Psicología y terapeuta cognitivo-comportamental, las divide en cuatro grandes categorías, según cuál sea la motivación verdadera de ese temor.
Habla de fobia cuando el miedo es provocado por el hecho de no tener los pies en la tierra. Aquí, en realidad, se manifiesta el temor a las alturas en general: azoteas, ascensores, montañas, entre otras. "(Es) la sensación de no poder dominar la situación ante cualquier cosa, de sentir que estás allá arriba entregada", afirma Deborah.
Otra causa puede ser el miedo a que el avión se accidente: el sujeto da por sentado que el avión se va a caer, y eso es en lo único que piensa. "La obsesión es que estás continuamente pensando que eso se va a caer en cualquier momento", explica Gastón, que además admite haber perdido muchas posibilidades de viajes familiares y de trabajo por no poder enfrentarse a la situación de vuelo.
La aerofobia también puede ser motivada por la posibilidad de desarrollar una crisis de pánico. Éstas "suceden cuando todos, o casi todos, los síntomas de ansiedad se desarrollan juntos y elevados a la enésima potencia", indica Servetti. En este caso, el sujeto, que ya sufrió crisis de pánico anteriormente, genera una fobia ante la eventualidad de padecer la crisis arriba del avión y no saber qué hacer. Las crisis de pánico pueden llegar a darse también como consecuencia de la fobia.
La cuarta categoría que explica la psicóloga es la fobia "tipo encierro". Es la causada por el temor a los lugares cerrados.
Para la licenciada en Psicología y docente supervisora en la cátedra de Psico-diagnóstico de la Universidad Católica, Lorena Estefanell, es importante focalizar en el verdadero tipo de fobia que el sujeto sufre, pues "muchas veces los tratamientos de miedo a volar fracasan porque se abordan mal", explica.
Si bien la fobia a volar -como las demás- no es hereditaria, existe un factor genético que predispone a la persona a reaccionar con ansiedad frente a determinadas situaciones. En este sentido, dependerá del proceso de aprendizaje de cada persona que esa tendencia se manifieste o no.
Para Servettti, no es un requisito haber pasado por una mala experiencia para tener fobia, sino que existen tres maneras de adquirirla: el aprendizaje imitativo, cuando el sujeto ve a otra persona que reacciona con miedo y aprende de él; aprendizaje cognitivo, cuando la persona escucha que a veces los aviones se caen o que hubo algún accidente y comienza a sentir miedo; y condicionamiento, que implica que el individuo, por haber vivido una mala experiencia, condiciona una fobia.
¿Qué se siente al viajar? "Lo que me pasaba cuando viajaba era que me venían ataques de pánico con diferentes manifestaciones. Se me aceleraba el pulso, me venían taquicardias, me sudaban las manos, me ponía a hablar mucho y estaba acelerada", admite Deborah.
El trastorno de ansiedad que supone la fobia puede manifestarse por tres vías: la fisiológica, que puede implicar taquicardia, sudoración, temblor, afonía, dolor de panza, de cabeza, nauseas, sensación de fiebre, mareos, entre otros; la motora, donde el sujeto se mueve permanentemente, se come las uñas, sacude las piernas; y la vía cognitiva, la de las ideas, que siempre son catastróficas. "Pensás que estas ahí en el medio de una tormenta, que va a venir un rayo y que se va a partir todo", afirma Deborah.
El elevado número de accidentes aéreos que hubo este año, en comparación con los anteriores, llevó a mucha gente a cuestionarse qué tan seguro es viajar en avión. Sin embargo, la terapeuta sostiene que el avión "aún sigue siendo el medio de transporte más seguro".
Estadísticas obtenidas de estudios norteamericanos indican que viajar en avión es ocho veces más seguro que andar en la calle, 10 veces más seguro que viajar en ómnibus y
29 veces más seguro que viajar en auto. No obstante, muchas personas se siguen sintiendo más seguras viajando con los pies cerca de la tierra, pues creen que pueden controlar mejor la situación. "En auto viajo más tranquila porque sé que estoy sobre una ruta; entonces, ante cualquier eventualidad, freno", explica Deborah, quien luego señala que sería más razonable tenerle miedo a viajar en auto, ya que unos años atrás vivió una situación traumática en la calle, cuando tuvo un accidente automovilístico y volcó.
Si bien el miedo no se ha acrecentado respecto a décadas anteriores, sí existe una mayor conciencia por parte de la sociedad de que es una patología que hay que tratar. En esto juegan un papel relevante los medios de comunicación, al permitir que todas las personas, de cualquier parte del mundo, estén enteradas en tiempo real de los accidentes que ocurren.
Esto lleva a que la persona pueda distorsionar la realidad, creyendo que las probabilidades de accidentes aéreos aumentaron, cuando, en realidad, según explica Servetti, las estadísticas siguen siendo las mismas: "Para tener un accidente aéreo una persona tendría que viajar todos los días en avión durante 95 años".
¿Cuál es el tratamiento? La aerofobia, como cualquier fobia, no se supera sola. La única forma de solucionarla es que el individuo que la padece pueda valerse de las herramientas necesarias para poder controlar ese miedo.
Diversas ramas de la psicología se enfocan en el tratamiento de la aerofobia: la terapia cognitivo-comportamental es considerada de las más apropiadas para este tipo de problema. "Por lo general es el abordaje que ha tenido más efectividad en el corto plazo", sostiene la psicóloga Estefanell, miembro de la Clínica Psinco (centro de asistencia terapéutica para adultos, adolescentes y niños). Este enfoque ve al trastorno de ansiedad como un problema en sí mismo, a diferencia del psicoanálisis, que comprende a la ansiedad como un síntoma de algo más profundo.
Por su parte, la psicóloga Servetti, también integrante de la Clínica Psinco, propone el mismo tratamiento: "El objetivo más grande que nosotros nos proponemos es que la persona pueda viajar sin miedo; sin recurrir a medicamentos, ni a alcohol. El otro objetivo es que lo disfrute", explica la terapeuta. Agrega que en todos los casos que ella trabajó ninguno viajó con miedo e incluso algunos lograron disfrutar el viaje.
"Es un tratamiento que se basa en el principio del aprendizaje. Usamos esas mismas herramientas que la persona se valió para aprender el miedo, para que lo desaprenda", indica Servetti.
¿Cómo lo hacen? Una de las técnicas principales consiste en hacer que la persona se desensibilice de lo que le aterroriza, usando principios del aprendizaje. El objetivo es que imagine la situación del viaje desde la etapa previa que va al aeropuerto hasta una vez arriba del avión.
La terapeuta explica que a medida que el paciente imagina, va sintiendo los mismos síntomas de ansiedad que en la situación real. En ese momento se para el ejercicio y se le enseña al sujeto a controlar la ansiedad a través de una respiración especial ("respiración diafragmática").
El objetivo es que se acerque, de forma gradual, a través de la imaginación, a la situación real de volar, y que el paciente controle cada vez más su ansiedad.
Otra técnica empleada se denomina "reestructuración cognitiva". Apunta a desestructurar mitos que los fóbicos poseen sobre cómo funciona un avión, que no tienen nada que ver con la realidad, y que ayudan a contrarrestar la ansiedad.
Una vez que el sujeto está realmente preparado, que puede realizar todo el proceso de imaginación sin sentir ansiedad, es hora de pasar de la situación imaginaria a la real: se hace un vuelo terapéutico a Buenos Aires. La psicóloga acompaña al paciente en el viaje, toman un café en el aeropuerto y vuelven.
De todas formas, Estefanell revela que en muchos casos este viaje resulta muy caro, por lo que otra posibilidad es entrenar a otra persona, amigo o familiar, para que vaya en calidad de acompañante.
Agrega que le ha pasado que algunos pacientes, por tener un nivel de ansiedad tan alto, tuvieron que recurrir a un psiquiatra para que los medique. Sin embargo, concuerda con Servetti que esto "no es ideal" porque los priva de enfrentar el miedo.
¿Cuánto dura el tratamiento? El tiempo estimado es de entre dos y tres meses: "Depende de la facilidad que tenga la persona para imaginar, a veces hay que entrenarla, porque no sabe. También de su facilidad para aprender a relajarse, porque en general a la gente ansiosa le cuesta relajarse", explica Servetti. Durante el tratamiento el paciente no puede viajar, porque si lo hace, se expone a volver para atrás respecto a todo lo aprendido.
Otra salida. Como complemento de la terapia se puede recurrir a Fóbicos Anónimos, una organización sin fines de lucro para personas con fobias y/o crisis de pánico, que funciona a través de grupos de autoayuda.
Se trata de reuniones semanales interactivas, de dos horas de duración, guiadas por un coordinador (un fóbico recuperado) y no tienen costo.
"Nuestra tarea es reunir a personas con el mismo trastorno para intercambiar experiencias y compartir informaciones. Aún aquellos que están en manos de un psiquiatra o psicólogo acuden a estas reuniones para compartir sus experiencias con sus pares", explica Dagmar van der Weck, fundadora de la organización.
"Muy importante es recalcar que los grupos de autoayuda nunca sustituyen al profesional, que somos un complemento muy importante para todos aquellos que logran adaptarse al trabajo en grupo y buscan contención de personas que pasan o pasaron por lo mismo", agrega der Weck.
El resultado. El pasado 28 de octubre, tras haber sido dada de alta en la terapia, Deborah finalmente se enfrentó a la situación de volar: "Me fue genial, no lo podía creer. Disfruté del vuelo, hubo turbulencias, pero no me causaron ningún temor. No sentí nada ni en el despegue ni en
el aterrizaje", cuenta con gran entusiasmo.
Las soluciones a la aerofobia existen; basta con que la persona admita que tiene un problema y esté dispuesta a enfrentarlo.
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