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Cuando el último de todos los sentimientos es el dolor

Cuando el último de todos los sentimientos es el dolor

En la madrugada del 27 de febrero, cuando el segundo terremoto más grande en la historia del país dejó en vilo a Chile y el mundo, el uruguayo Juan Antonio García vio caer las paredes de su casa. Luego de vivir por más de ocho años en ese país, decidió volver junto a su familia a Uruguay. García cuenta su experiencia a Espectador.com


Por Mariana Goday, de Espectador.com

Juan Antonio García viajó a Argentina, luego a Brasil y finalmente a Chile para buscar "una nueva oportunidad". Sus últimos años en Uruguay fueron difíciles, vivió en la calle y estuvo preso por hurto, error que admite.

"Yo estuve viviendo casi cuatro años en la calle. Con el tiempo me sentí un tanto asfixiado, se me estaba pasando la vida y yo no estaba haciendo nada. Lamentablemente me estaba acostumbrando a quedarme en la calle y la calle a veces es mala consejera", recordó García.

"Antes de ponerme a delinquir decidí salir a buscar nuevas oportunidades. Tenía como unos 27 años cuando llegué a Chile", agregó.

Cuando llegó al país trasandino, su primer trabajo fue como obrero en la construcción de un colegio en Santiago de Chile. Durante los primeros días durmió en una plaza hasta que cobró su primer sueldo y pudo alquilar una pieza.

"Antes de alquilar conocí a mi actual señora. La conocí chateando por el Latin Chat. Ya me iba a ir para Arica, que es una ciudad al norte en la frontera con Bolivia, pero la conocí y me quedé", explicó García.

Luego, con el tiempo, se fueron a vivir juntos y formaron una familia. Hoy tienen dos hijas, Celeste, una bebé de meses, y María Paz, de cuatro años.

La noche más larga, "no amanecía nunca"

Días antes del terremoto, García y su mujer, Marisa, habían dejado Santiago de Chile para irse a vivir a la región de O`Higgins (a 200 kilómetros de la capital), a un pueblo llamado Doñigue.

Allí él trabajaba como temporero cosechando frutas y ella cuidaba de las niñas. Según contó García, en su trabajo no ganaba mal y les daba para vivir dignamente.

La casa que alquilaron constaba de dos piezas con baño afuera y era de adobe (barro cocido). Cuando cayó, perdieron hasta los documentos.

"Se derrumbó todo, igual que las casas que estaban cerca. No fue tanto lo que vimos si no lo que escuchamos; esa madrugada el terremoto fue como a las tres de la mañana y había una oscuridad impresionante. Nos despertamos primero porque mi hija empezó a llorar y los perros estaban como locos".

"Nos despertamos y a los cinco minutos la tierra tuvo el primer sacudón muy fuerte. Ahí estallaron los vidrios y estábamos adentro. Las paredes se iban hacia los costados y nosotros, no me preguntes por qué, pero salimos para afuera, ni lo pensamos ni nada; a los 15 segundos se cayó la primera pared", relató García.

El uruguayo recordó que esa noche, como había vuelto cansado del trabajo, se durmió vestido, por ese motivo no perdió sus documentos y tenía el celular para comunicarse con sus suegros, que estaban de vacaciones con la mayor de sus hijas.

"Después que amaneció, como a las 8 de la mañana -no amanecía más-, un vecino del pueblo, que también había perdido todo, incluso a parte de su familia, nos llevó a Santiago para reencontrarnos con nuestra hija".

"Demoramos como 10 horas en hacer 200 kilómetros porque estaba todo destruido, la carretera dañada gente en la ruta. Fue impresionante", concluyó el uruguayo.

Un retorno difícil

Una vez en Santiago, la familia completa se alojó en la casa de un amigo. El lunes fueron a la Embajada de Uruguay en Chile a pedir ayuda. La decisión de volver al país ya estaba tomada.

Ese mismo día partía el Hércules de la Fuerza Aérea uruguaya desde el aeropuerto militar de Chile con compatriotas repatriados. Pero ellos no pudieron volver.

"Cuando estábamos en el aeropuerto, la Policía de Migración nos dijo que yo podía salir y mi mujer podía salir pero mis hijas no porque no tenían cédula de identidad. Dijeron que podían ser hasta secuestradas las niñas, lo que es algo lógico igual".

"El embajador (Carlos Pita) se portó muy bien con nosotros, la cónsul y todos. Pagó un furgón para que nos llevaran a la casa de mi amigo. En esos días empecé a sacarle los documentos a mis hijas", aseguró García.

La Embajada también pagó por los pasajes de vuelta a Uruguay.

"Agradecido" y "decepcionado"

Hoy en día García se encuentra buscando trabajo y un lugar para vivir, mientras se queda junto a su familia en la casa de su padre.

Hace 12 años estuvo preso por hurto, error que reconoce pero que considera le sigue pesando a la hora de salir adelante.

"Yo cometí mis errores cuando fui más joven. Estuve preso hace como 20 años durante tres meses en la cárcel de Minas por hurto. Después cometí un par de errores más, hasta que hace 10 años cambié. Dejé de andar en malos pasos pero el Estado me sigue castigando todavía. Yo si voy a sacar el carné de buena conducta no me lo dan y son trabajos que pierdo", afirmó García.

Dijo estar muy agradecido con los ciudadanos uruguayos porque desde que se enteraron de su situación, "los teléfonos no han parado de sonar". Sin embargo, admitió estar muy "decepcionado" del gobierno y las instituciones "que no han hecho nada", al igual que la Embajada de Chile en Uruguay.

García resumió en etapas los momentos por los que ha pasado desde el 27 de febrero hasta ahora.

"Desde que ocurrió el terremoto pasé por tres sentimientos, lo primero que sentí cuando se cayó la casa y perdí todo fue impotencia, después rabia y ahora últimamente dolor. Dolor porque nadie me había regalado nada. Yo compré todo trabajando".

Por cualquier colaboración a la familia García llamar al 5141122.