Profundo anhelo de claridad
Todo el mundo parece estar siguiendo el rescate de los chicos tailandeses atrapados en la cueva. Esto dice mucho sobre una época que amenaza con hundirse en el cinismo, dice la editora en jefe de DW, Ines Pohl.
¿Qué hace que estos doce niños y su entrenador sean tan especiales como para que millones de personas sigan sus pasos a través de televisores y smartphones? ¿Solidaridad con los padres y los socorristas en una lucha contra el tiempo y las lluvias? ¿Es mejor correr el riesgo de un rescate o esperar la estación seca? ¿Es posible sobrevivir en una cueva por tanto tiempo, incluso si llega ayuda desde el exterior?
Cercanía que conmueve
Por supuesto que son las imágenes las que nos afectan. Las fotos y los videos transmitidos por los rescatistas son los que nos hacen sentir que estamos muy cerca. ¿Qué corazón no se siente tocado por las cartas que los niños enviaron a sus padres, en las que expresan su amor y el deseo de libertad? Uno de los pequeños jugadores de fútbol atrapado junto a su entrenador escribió en un papel que le gustaría comer una buena barbacoa. Esa inocencia es lo que conmueve. Pero también es más que eso.
Informes de desastres en tiempo real
Los niños y niñas que se esconden en las ruinas de las casas bombardeadas también son inocentes. Así como los refugiados sirios, que se ahogan en el Mediterráneo porque sus padres buscan una vida mejor. Son tan pequeños como los niños que son convertidos en soldados por bandas asesinas sin consciencia alguna.
Algunos dicen que hay una buena porción de voyeurismo en la magnitud de esa atención, porque gracias a los medios modernos y a los reporteros, todo el mundo puede seguir esa batalla por la supervivencia en vivo y en directo. El informe de desastres en tiempo real, sin duda, sirve para saciar los instintos más básicos. Pero esa explicación no es suficiente.
Sin lugar para el cinismo
Es el simple hecho de que sólo puede haber ganadores en esta pelea el que no deja espacio para el cinismo. No hay lugar para declaraciones del estilo "Pero no podemos recibirlos a todos". Nadie afirma que los padres sean de alguna manera culpables de la miseria de sus hijos, como ocurre cuando migrantes económicos intentan cruzar el Mediterráneo. Aquí hay doce niños, un equipo de fútbol que tiene como único enemigo el agua.
Es esa claridad la que hace que todo el mundo pueda unirse y que no da lugar al cinismo de la pregunta sobre quién tiene derecho a una vida mejor.
Espero que estas horas de ansiedad y de esperanza, de simpatía y afecto den lugar a algo que vaya más allá del mero evento mediático. Y que después de un final, ojalá positivo, quede algo más que una sensación positiva. Que quede la certeza de que en todos los casos se trata de personas que no se merecen lo que les está pasando. DW