Informes Especiales

Colombia: atrapada entre la oferta y la demanda de cocaína

El crecimiento de los cultivos de coca y las disidencias de las FARC le están echando combustible a un problema de oferta que se creía "controlado". Pero cuando la demanda nunca cede, el negocio sigue siendo lucrativo.

Entre las más grandes "papas calientes" del Gobierno del presidente Iván Duque, junto con de la corrupción, el ELN y la crisis humanitaria y migratoria de los venezolanos, se cuenta, en el área de seguridad y criminalidad, el aumento de los cultivos de coca y las actividades delictivas de algunos disidentes de las ex FARC. 

Según la Oficina de la Casa Blanca para las Políticas Nacionales de Control de Drogas (ONDCP), Colombia pasó de tener 188.000 hectáreas en 2016 a 209.000 en 2017. Son varios los actores que han tratado de controlar los cultivos y llenar el vacío de poder dejado por la guerrilla de las FARC, tras la firma del Acuerdo de Paz, el 24 de noviembre de 2016.

Son tres las zonas identificadas como "calientes", en donde el narcotráfico se habría intensificado en los últimos dos años: la primera es el Pacífico, frontera con Ecuador, en donde opera el disidente ecuatoriano, Walter Patricio Arizala, llamado "el Guacho", cuyas tropas secuestraron y  asesinaron a un periodista, un fotógrafo y al conductor de estos que trabajaba para el diario El Comercio de Ecuador, a comienzos de 2018. 

También el Catatumbo, en la frontera noreste, entre Colombia y Venezuela, sigue siendo una zona de actividades delictivas de la guerrilla del ELN, involucrada en el narcotráfico trasnacional y la voladura de los oleoductos de Colombia. La otra tercera región "caliente" de Colombia es el Urabá, tradicional ruta del narcotráfico hacia Centroamérica y Estados Unidos. Allí, según las autorides colombianas, opera el llamado Cartel del Golfo, el mayor grupo criminal del narcotráfico en Colombia. El "Golfo" se refiere al Golfo de Urabá, en el Caribe fronterizo con Panamá. 

No todo en Urabá es malo

DW contactó a la Fundación Forjando Futuros, una ONG que presta asistencia humanitaria y jurídica a las víctimas de la persecución paramilitar, guerrillera y de narcotraficantes en la misma Urabá, desde 2002, desde mucho antes de la firma del Acuerdo de Paz en 2016. "En las zonas del Urabá antioqueño, que es donde estamos más presentes, lo que vemos ahora es un mayor empoderamiento de las comunidades", dice a DW el jurista Julio César Cuastumal, de Forjando Futuros. "Experimentamos más tranquilidad desde que paramilitares y agentes del Estado han disminuido la persecución de los líderes sociales", agrega Cuastumal. Lo que no quiere decir que se sigan presentando casos en los que "los reclamantes de tierras robadas son amenazados y tiene que salir de la región", agrega el abogado. No toda la región selvática de Urabá parece estar infestada por el narcotráfico.

Según InSight Crime, un taller internacional de investigación de la criminalidad, los disidentes de la desaparecida guerrilla de las FARC estarían engordando masivamente las filas del narcotráfico en Colombia. De acuerdo con InSight Crime, estos disidentes llegarían a unos "2.000", y el think tank cuenta entre ellos a unos 9 importantes exguerrilleros de FARC.  El  diario The New York Times (NYT) habla, sin embargo, de que el "40% de los antiguos miembros de las FARC habría emigrado hacia el narcotráfico".

No hay cifras absolutas sobre disidentes

Una cifra "en la que hay que desconfiar", dijo a DW el politólogo colombiano Juan Carlos Garzón, director del área de conflicto y negociaciones de paz de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), con sede en Bogotá. Garzón explica que hay dos aspectos a tener en cuenta: uno, que "hay distintas cifras de base", y da un ejemplo: "Según la lista entregada por las FARC, en el momento del desarme, ese grupo tenía 8.000 miembros. Pero si se tienen en cuenta a los milicianos, que no hacían parte de las unidades en las selvas, sino que colaboraban en tareas tácticas desde los centros urbanos, la cifra superaría los 13.000 miembros".

Otra cosa son los disidentes, acota el politólogo de la Universidad Javeriana. "La FIP estimó el número de disidencias en 1.500, en abril de 2018". Por ello, advierte Garzón, que "es un error suponer que todos los miembros del Cartel del Golfo o de otros grupos emergentes del narcotráfico, eran guerrilleros", y precisa que las investigaciones en terreno han desvelado que, "si bien algunos reclutadores son disidentes, los nuevos reclutados en las filas del narcotráfico son mayormente migrantes venezolanos, por dinero, e indígenas y afrocolombianos reclutados por la fuerza en las zonas selváticas".

Crecimiento de los cultivos de coca: cinco factores

Para explicar el crecimiento de los cultivos de coca es necesario analizar cinco factores, explica a DW el analista de la Fundación Ideas para la Paz. "El primero tiene que ver con el punto 4 del Acuerdo de Paz, publicado en 2014,  y en el que el Estado prometía una jugosa indemnización a las familias que tuvieran cultivos de coca, a cambio de  su destrucción. La consecuencia de ese temprano anuncio es que muchos sembraron coca, en espera de ayuda estatal". Además, en medio del anuncio de la pronta desaparición de las FARC, y en vista de la seguridad de la demanda nacional y mundial de cocaína, "otros grupos asumieron el negocio del narcotráfico abandonado por algunos frentes de esa guerrilla", agrega Garzón, como segundo punto. 

El tercer factor, de acuerdo a García, es el aumento del valor del dólar, que eleva la rentabilidad de la droga. Y el cuarto, tiene que ver con que "en Colombia compiten dos economías ilegales: la de la cocaína y de la extracción ilegal de oro". ¿Cae el precio del oro, sube la coca? "Así son las reglas del mercado, también del ilegal", recuerda el analista colombiano desde Estados Unidos. 

Por último, el quinto factor, tiene dos aspectos: uno, que "el crecimiento de los cultivos es resultado de la falta de un plan para contener los cultivos durante el proceso de paz", y el otro, que, por motivos de riesgo de la salud, "la Corte Constitucional de Colombia prohibió la aspersión de glifosato para la erradicación de cultivos de coca".

Ahora, el ministro de Defensa de Colombia anuncia regresar al uso del glifosatopara endurecer la lucha contra los cultivos de coca, justo cuando Bayer ha sido condenada por daños a la salud y los grandes supermercados alemanes lo proscriben de sus estantes.

Colombia está así, atrapada entre la necesidad de implementar la paz, proteger a su población y combatir el narcotráfico, uno de los negocios más lucrativos, movido por millones de ansiosos consumidores que en Bogotá, Nueva York, Berlín o Madrid están dispuestos a pagar lo que sea por una "línea", o dos. Cada día.DW

José Ospina-Valencia (CP)